El artista británico Frederick Cayley Robinson (1862-1927) ha captado en su época la atención de los críticos por su capacidad de evocar emociones profundas a través de sus pinturas. La singular mezcla de melancolía y espiritualidad que caracteriza a su obra tal vez haya sido un motivo por el cual después permaneció en un relativo olvido, sin embargo ha cobrado una nueva atención en exposiciones y retrospectivas recientes.
Cayley Robinson se formó en su país en la escuela de arte de St. John’s Wood y posteriormente en la Royal Academy, pero fueron sus estudios en la Académie Julian en París, entre 1891 y 1894, los que marcaron sus afinidades con el simbolismo. Allí entró en contacto con la obra de Pierre Puvis de Chavannes y los pintores Nabis, que sin duda influenciaron varios de sus paisajes idílicos y sus escenas cotidianas algo elusivas.
Las composiciones equilibradas del artista, su delicadeza en el uso del color y la representación simbólica de temas abstractos y espirituales también señalan la influencia de los prerrafaelitas y de los grandes maestros del Renacimiento temprano en Italia. Cayley Robinson vivió durante varios años en Florencia, donde estudió el arte de Giotto, Mantegna y Miguel Ángel, y adoptó la práctica de pintar en temple.
Desde finales de la década de 1890, Cayley Robinson desarrolló un repertorio de obras bastante único, en el que combinaba la sencillez y la tranquilidad doméstica con insinuaciones del ocultismo, lo misterioso y lo maravilloso. El artista estuvo vinculado a la Aurora Dorada, una sociedad secreta dedicada al estudio y práctica del hermetismo, cuyas ideas de magia y ritual inspiraron las tradiciones modernas de Wicca y Thelema.
El trabajo más destacado de Robinson quizás sea Actos de misericordia, una serie de pinturas encargadas por el Hospital de Middlesex, en Londres, durante la Primera Guerra Mundial. Son cuatro paneles de grandes dimensiones que demuestran la sensibilidad clásica del artista y su magistral uso de la luz y las sombras para crear atmósferas que envuelven al espectador. El tema de la serie son los estragos de la guerra, visibles en las huérfanas y los veteranos retratados, pero también la compasión encarnada en el acto reparador que cumple el hospital, lo que le aporta a este conjunto un aspecto atemporal y contemporáneo a la vez.
Dos de los paneles muestran una procesión de huérfanas que avanzan con ojos tristes por el comedor del orfanato para recibir unos tazones de leche. A juzgar por sus delantales azules y blancos, podrían ser enfermeras o monjas. Aunque la escena es calma y ordenada, hay ciertos elementos que introducen tensión, como la mirada directa de una de las huérfanas hacia el espectador. Muchas enfermeras del hospital, agotadas y asustadas ante la muerte en las salas, se han sentido identificadas con esta niña al pasar junto al cuadro en el pasillo.
La incómoda presencia de la muerte también se advierte en la reminiscencia a La última cena de Leonardo, como en el descenso de las huérfanas por la escalera, inspirado en el cuadro de Edward Burne-Jones La escalera dorada. Parece el descenso hacia un sepulcro.
Las dos paneles restantes, agrupados bajo el título El doctor, muestran el hospital desde el exterior. Sus figuras son víctimas de la guerra, que estaban impedidos de trabajar por heridas de guerra o traumas psicológicos. Las obras de caridad, como asistir a los enfermos, tienen una base cristiana y han sido objeto de numerosas pinturas, desde el siglo XV hasta el XX. Estos cuatro paneles al óleo, pintados entre 1915 y 1920, permanecieron hasta 2008 en el vestíbulo de entrada del hospital londinense. Tras la demolición del edificio, las adquirió la Biblioteca Welcome, que reúne varias otras obras del mismo tema.