En la constante búsqueda de comprender a los artistas y su genialidad, a menudo los colocamos en un pedestal. Asumimos que son seres de otro planeta con pensamientos incomprensibles. Este mito, aunque común, nos aleja de todo aquello que comparten con nosotros. Nos hace sentir que sus éxitos y legados están fuera de nuestro alcance.
Desmitifiquemos entonces la idea de que son radicalmente diferentes y analicemos algunos rasgos que conectan su genialidad con la experiencia humana.
Conexiones inesperadas: la personalidad de los genios
Desde mi dedicación al estudio de la personalidad y personajes relevantes de la historia, he investigado durante años en profundidad la figura de Beethoven desde una perspectiva psicológica, así como la literatura sobre la psicología que hay detrás de los más creativos.
Aunque cada artista es único, hay ciertos rasgos y patrones en sus personalidades que merecen nuestra atención. Cuando comprendemos estos rasgos, podemos acercarnos a su mundo de creatividad sin sentirnos unos extranjeros.
Extroversión e introversión: el equilibrio necesario
Los artistas, en líneas generales, tienden a ser principalmente introvertidos. Esto se debe a que dedican importantes cantidades de tiempo a estar en soledad. Crean su propio espacio y tiempo donde desarrollar sus trabajos creativos. En el ruido y caos de la sociedad no podrían hacerlo. Esto no quiere decir que no busquen momentos para socializar o que no experimenten alegría cuando se encuentran rodeados de personas queridas. Como en todo ser humano, el equilibrio es necesario.
Pablo Picasso es un buen ejemplo. En su apartamento de Montparnasse (París), se hizo con el estudio más grande para trabajar, y prohibió a todo el mundo entrar sin su permiso. Allí se rodeaba de sus materiales de pintura, numerosos artículos de lo más variopintos, y sus mascotas: un perro, tres gatos y una mona. Trabajaba hasta el anochecer y, aunque agradecía las visitas y procuraba ser buen anfitrión, detestaba las excesivas distracciones.
Responsabilidad y caos: navegando entre orden y ambición
El concepto de responsabilidad en los artistas puede malinterpretarse. Se suele asociar la responsabilidad con el orden y la organización, y se tiende a percibir a los artistas como algo caóticos o despistados. Sin embargo, cuentan con otros aspectos propios de la responsabilidad, como la necesidad de logro, fuertes deseos de superación y una alta disciplina para conseguir sus metas.
La artista mexicana, Frida Kahlo, pese a sus problemas de salud en la infancia y especialmente tras el accidente de autobús a sus 18 años, que la dejaría postrada en la cama, incrementó sus esfuerzos por sacar adelante su obra y dejar un legado de arte y de ejemplo al mundo. Esto también tiene que ver con la responsabilidad de los artistas.
Neuroticismo: sensibilidad y estabilidad emocional
La relación entre artistas y enfermedades mentales ha sido objeto de especulación. Es cierto que muchos artistas muestran intensidad en la expresión de sus emociones o cuentan con una historia de inestabilidad o dificultades psicológicas. Sin embargo, la ciencia de la psicología y en especial la rama de la personalidad no respalda que cuanto mayor sea el neuroticismo, mayor habilidad artística desarrolla una persona.
La sensibilidad emocional no siempre se traduce en inestabilidad. Esto no quiere decir, por otra parte, que los artistas con dificultades emocionales, traumas o situaciones dolorosas no lo usen en la expresión artística o que su arte no sirva como recurso para digerir mejor sus estados.
La cantautora norteamericana Mary Gauthier publicó hace poco en su libro Saved by a song su historia de traumas y adicciones y cómo encontró en la música y la creación de canciones su salida y su sentido vital. Goza en la actualidad de una buenísima salud mental que refleja en sus actuaciones musicales y en su manera de interactuar con el público.
Agradabilidad: la delicada balanza de la originalidad
El rasgo de la agradabilidad, que implica la confianza en los demás, el deseo de cooperar y la modestia, puede parecer bajo en los artistas. Su inclinación hacia la soledad y su dedicación a su trabajo pueden crear una imagen de ellos como poco amigables y desconfiados.
Sin embargo, esto no implica falta de simpatía o egocentrismo. Aquellos que se dedican al arte necesitan desarrollar una sensación de unicidad y originalidad. Esto les impulsará a mostrar su arte al mundo y ganarse la vida con ello. Esto que definimos como el autoconcepto creativo a veces se malinterpreta como arrogancia.
En una entrevista, el bailarín y coreógrafo Nacho Duato insinuó la necesidad de separarse de los demás para crecer personal y profesionalmente. Reconocía, a su vez, el valor de su trabajo desde una postura modesta, definiéndose a sí mismo como “artesano del movimiento”.
Apertura a la experiencia: la clave de la creatividad
El rasgo más distintivo en los artistas es su apertura a la experiencia. Esto es la curiosidad, el deseo de descubrir, el aprecio por lo bello y la voluntad de expandir horizontes. Ser abierto a nuevas experiencias permite que surjan ideas frescas y originales, impulsando la innovación en el mundo del arte.
Un ejemplo clásico es el compositor alemán Beethoven. Este siempre respetó de dónde venía y lo que había aprendido. Pero necesitaba probar y experimentar hasta dónde podría llegar. Pedía a los fabricantes de pianos que añadiesen teclas a los instrumentos, y desafiaba las convenciones de la música de la época, más predecible y, por tanto, cómoda para el oído. Una de sus novedades fue que incluyó el primer coro en una sinfonía –la Novena, de cuyo estreno se cumplen este 2024 dos siglos– que hasta entonces eran exclusivamente instrumentales.
Más allá de los mitos, una humanidad compartida
Como hemos visto, la personalidad de los artistas, aunque única, comparte similitudes con la experiencia humana común. Tal vez, al explorar estos rasgos, descubra que usted también alberga una chispa creativa que merece ser expresada.
La principal diferencia entre un artista y aquel que no muestra su arte puede ser la valentía de escucharse a uno mismo, observarse y atreverse a mostrar lo original que hay en su interior, como decía Claude Monet: “Penetrar en mi arte y liberar mi personalidad en él”.