Inspirados en los ecos de la pandemia de covid que en 2020 obligó a la humanidad al encierro, la escritora Margaret Atwood y el editor Douglas Preston propiciaron la escritura de la novela colaborativa Catorce días, de la que participan con sus relatos 36 escritores, entre ellos el best-seller Jhon Grisham, que dan rienda suelta a historias sentimentales y de humor negro de las que no escapan la pérdida y la muerte.
La historia tiene como protagonistas a los habitantes de Fernsby Arms –un edificio de departamentos de Manhattan– que comienzan a reunirse en el techo del lugar en los primeros días de la pandemia, para matar el tiempo que parece transcurrir lentamente ante la alteración de las rutinas cotidianas a partir del avance del virus que empujó al encierro colectivo en ciudades de todo el mundo.
Siguiendo el ejemplo del Decamerón de Boccaccio, donde un grupo de fugitivos huye de la peste negra, en pleno siglo XIV, las historias de esta obra transitan por situaciones de muerte, separación y la pérdida, así como por la diversión y el entretenimiento, para burlar el acecho de la muerte.
Y si bien la estructura del Decamerón inspiró esta obra, la situación que se plantea es bien distinta. Los narradores de Boccaccio habían escapado al campo; aquí, los directores están atrapados en una ciudad de la que los ricos y privilegiados han huido rápidamente, y en cuyas calles y avenidas el creciente ruido de la humanidad ha sido reemplazado por el aullido de las sirenas que llevan a los enfermos y moribundos a los hospitales que se llenan rápidamente, señala el prólogo de esta novela de la Authors Guild Foundation, consigna The Guardian.
Para la concreción de la obra, Atwood y Preston convocaron a 36 escritores que incluyen a John Grisham, Meg Wolitzer, Dave Eggers y Celeste Ng, aunque también los propios compiladores participan. Al final del libro, una lista dará cuenta de quién escribió cada parte de la obra.
Al principio de la obra, editada por Chatto & Windus, los residentes reposan en el techo del edificio para participar del ritual nocturno de golpear ollas y sartenes para demostrar su apoyo a los servicios de emergencia y a los profesionales de la salud; luego traen sillas y aperitivos, y uno de ellos, “Eurovisión”, un hombre gay devastado por la soledad, instala un salón informal. El precio de la entrada a ese salón es una historia que se graba subrepticiamente en su teléfono y luego la transcribe en su gran libro.
La implacable tristeza y precariedad de los primeros meses de 2020 atraviesa los relatos. Así la superintendente del edificio, una joven exasperantemente incapaz de establecer contacto con el asilo de su anciano padre, controla diariamente el vertiginoso aumento de los casos y muertes de Covid en Nueva York, anotándolos en las páginas en blanco sobrantes del vasto libro de contabilidad que dejó su predecesor.
También en sus notas hay detalles de los habitantes del edificio, sus apodos –“Florida”, “Hello Kitty”, “Vinegar”, “Amnesia”– registrados junto con una guía de sus historias, debilidades y rencores intratables entre sí.
Las narrativas de fantasmas compiten con cuentos de amor perdido, las historias de perros peludos con lo cotidiano, el humor negro con lo dulce y sentimental; y cada una de las historias de los residentes revela algo sobre ellos mismos.
De esta manera, el libro se convierte en una especie de rompecabezas que recuerda a la novela sobre la vida en un apartamento, La vida instrucciones de uso, de Georges Perec, aunque en una vena algo menos experimental.
Fuente: Télam S.E.