Mesas de ping-pong hechas con droga decomisada, jaulas con globos que representan a niños en procesos de migración, una constitución para la naturaleza o una inmensa pizarra escolar de antaño, son algunas de las obras que integran la Bienal de Cuenca (Ecuador), una de las más importantes de Latinoamérica.
La decimosexta edición titulada Quizá Mañana, a cargo del curador hispanoargentino Ferran Barenblit, reúne a 34 artistas de Alemania, México, Argentina, España, Canadá, Chile, Ecuador, Estados Unidos, Reino Unido, Paraguay y Brasil, entre otros países.
Quizá mañana es una bienal que reflexiona sobre la crisis de la democracia y los conflictos del presente, con un especial énfasis en Latinoamérica, indicó Hernán Pacurucu, director de la Bienal de Cuenca.
“No estamos buscando una mejora de la democracia a partir de la política, sino más bien, a partir de la utopía del arte, de esa idea de construir metáforas (...) para creer que algo va a cambiar y algo va a ser mejor”, explicó.
Esta edición de la Bienal de Cuenca se estructuró en dos partes: la muestra oficial, con la participación de 29 proyectos provenientes de 18 países; y las muestras paralelas, en las que participaron 17 artistas ecuatorianos, que se encuentran desplegados en diversos museos y galerías del centro histórico de Cuenca, declarada patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco.
Con ocho sedes e inaugurada el pasado 8 de diciembre, la Bienal ofrecerá hasta el 8 de marzo videoartes, dibujos, instalaciones, murales, performances, arte-objetos y piezas que abren dinámicas de arte lúdico, en las que el público interactúa, dibuja y juega.
Droga hecha ping-pong
“El arte está en un proceso, ya no de observación, de análisis, sino más bien de intervención”, dijo Pacurucu al comentar que el público juega en mesas de ping-pong construidas con droga decomisada.
Y es que al enterarse la artista mexicana Teresa Margolles (Sinaloa) de que las autoridades ecuatorianas decidieron hacer bloques de cemento con cocaína decomisada, presentó un proyecto para usar ese material en una expresión artística, y así construyó mesas de ping-pong, que posteriormente se dejarán en parques.
A los visitantes –dijo Pacurucu– lo que más les ha llamado la atención es el hecho de que “puedan jugar sobre algo que podía haber estado generando muertes”, con lo cual se establece un diálogo distinto “entre la violencia y la felicidad, entre la muerte y la vida”, reflexionó.
La Bienal, que ha recibido 30.000 personas en su primer mes, también tiene entre sus obras una jaula gigante en cuyo interior hay globos grises en formas de corazón que flotan, en lo que es una metáfora “de los niños encerrados en las fronteras”, narró.
Destacó el ingenio con el cual la artista trata un tema “tan duro” y lo “vuelve tan sublimemente poético, al ver corazones encerrados que no saben a dónde ir”. Es conmovedor y una “forma de denuncia de lo que está pasando y cómo todos nos hacemos de la vista gorda”, comentó.
Entre las obras interactivas hay una instalación pintada del verde característico de las pizarras de antaño, como un “ejercicio de imposición de un formato educativo”, y con la obra se invita al visitante a escribir con tiza su propia historia.
Un mundo más inspirador
La Bienal de Cuenca, la segunda en importancia de Latinoamérica después de la de Sao Paulo (Brasil) según Pacurucu, se desarrolla en momentos en que el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ha declarado la existencia de un “conflicto armado interno” contra las mafias del crimen organizado, a las que cataloga como “terroristas”.
Para Pacurucu, el proyecto calza bien en este momento porque, en lugar de acentuar esa violencia, lleva al visitante “a un mundo más inspirador, le saca la esa cruda realidad para decirle: ‘Hay esperanza, hay utopía, otro mundo es posible’”.
La Bienal incluye un conversatorio sobre la esperanza y paseos en bicicleta por las sedes para que la rutina del ciudadano se vea apaciguada por otros modos de percepción del mundo bajo los términos del arte.
“Todos necesitamos más arte para crear mejores seres humanos. Y es que el mundo del arte en sus metáforas, en sus metonimias, en sus utopías, genera esos grandes mundos de creatividad que nos busca otra manera de escape a este mundo”, concluyó.
Fuente: EFE