Quién no se preguntó alguna vez a qué sabe la miel de maple, el charqui, el chicken pie o el regaliz, sabores que por primera vez descubrimos dentro de las páginas de un libro. Quien, aun sin hambre en ese momento de lectura, sucumbió al deseo de una comilona tras la descripción de un banquete pantagruélico.
El matrimonio y dupla creativa-literaria, que codirige el ciclo de crítica y reseña de textos literarios Ahreseñas, además de talleres y una cápsula en Instagram llamado Consultorio literario, conformado por los escritores Julia Coria –autora de Todo nos sale bien (Odelia, 2019); Permiso para quererte (Sudamericana, 2003 y Gárgola, 2021) y La horda primitiva (TusQuets, 2022), además de numerosos cuentos publicados en antologías y Marcelo Utje –egresado la Licenciatura en Artes de la Escritura de la UNA, docente en esa casa de estudios, con cuento publicados en diversas antologías, uno de los organizadores del ciclo de lectura Golos–, son los artífices de que ese acto casi pueril de imaginar la sensación se haga realidad. Con el foco puesto en la literatura, claro está, realizan, de marzo a diciembre, Club 1985 “un club literario gastronómico mensual”, define la primera.
Esta propuesta –muy ligada a lo que en mediación lectora se conceptualiza como convite, como convidar– es un encuentro de no más de doce, catorce, asistentes que se reúnen junto con los dos anfitriones –Coria y Utje– y un tercero, invitado especial cada vez, el autor. Las reglas o criterios de curaduría bajo los cuales se da cada edición son tres, explica Julia Coria.
El escritor tiene que ser accesible –que viva en Argentina, que pueda ir al encuentro, “ser un autor que hable”,”un buen anfitrión”–; el libro tiene que haberlos “fascinado” y, finalmente, y ahí tal vez radique lo novedoso y atractivo, que en el texto escogido “la comida tenga una presencia importante”. “¿Por qué? Porque en Club 1985 nosotros cocinamos la comida que está presente en el libro del que hablamos”, cuenta Coria.
Aclara que este último punto no es negociable. No es que en esos libros solo esté mencionada la comida, sino que “la comida tiene un lugar central. Hay algo de eso, de sentarnos a la mesa de los personajes”. “Hay algo de llevarte a ese mundo, de quienes protagonizan las historias, por medio de todos los sentidos. Eso también forma parte de la elección”. La búsqueda está puesta en esa presencia de la comida, “que tenga mucho sentido, que articule, que haga sentido en el texto”.
Es por ello que la experiencia es completa, a la lectura, a la comida y bebida, además del inolvidable diálogo con el escritor, se le suma, también, un souvenir temático. “Cuando vino Julián López, con el libro Una muchacha muy bella, cocinamos las mesas de Steinhauser y de la Casa Suiza, donde van a merendar el protagonista y su madre, y el souvenir fue un Topolino, que es lo que la mamá le regala en un momento del libro al nene”, da como ejemplo.
Cuando los visitó Liliana Heker montaron el cumpleaños que ella describe en La fiesta ajena, prepararon una torta y colocaron las monedas de chocolate que la protagonista busca en el fondo de la cartera en su cuento “La llave”. “Se crea un clima recontra acogedor. Esto transcurre en nuestra casa, cocinamos nosotros, no compramos nada hecho. Y nosotros lo que hacemos es armar, curar el ciclo, contactamos al autor o la autora, preparamos algunas preguntas y cocinamos, anfitrioneamos y recibimos a la gente. Ese día, en general, abrimos con una pregunta y después es un diálogo que dura dos horas.”
Marcelo Utje, por su parte, aclara que más allá de los tres criterios que ellos siguen al momento de llevar adelante la curaduría de los encuentros –”solamente sabemos que vamos a hablar de un libro, y que va a ser protagonista la comida”–, después lo que sucede es único cada vez. Por los autores, pero también por lo que requirió el grupo de asistentes. “Es prácticamente una performance”, indica.
En algunos casos, el invitado ha contado cómo fue la previa, en otros casos, cuáles son sus rutinas de escritura o los disparadores, pero gran parte se va armando sobre la marcha, a partir de la conversación “y de lo que el ambiente va trayendo”. Lo interesante, señala, es que como el autor se relaja y es un ambiente muy distendido, es una comida, surgen estas cosas. “Vale decir que podés repetir, pero nunca el menú va a ser el mismo”, concluye.
Los autores que pasaron por Club 1985, sin contar a la misma Coria –”Empezamos con una prueba piloto que hicimos con La horda primitiva, un libro mío. Estuvo espectacular”, cuenta–, fueron Julián López, con Una muchacha muy bella; Raquel Robles, con Papá muerto; Agustina Bazterrica, con Cadáver exquisito; Federico Jeanmaire, con Más liviano que el aire; Adrián Haidukowski, con Instrucciones para robar supermercados, y Liliana Heker con los cuentos que ella selecciona en la Trastienda de la escritura.
Fogata
Por su parte, Julia lleva adelante, sola, Fogata, un club de lectura de cuentos, que comenzó por Zoom de lectura de cuentos de autores y autoras de Argentina organizados temáticamente. “Ese formato, lo repliqué, en mi casa, también, con menos gente, porque en este caso coordino yo sola. Conversamos en torno a esos cuentos, en una conversación que está organizada temáticamente como excusa. A mí en general no me interesa hablar del tema del encuentro, sino que lo que me importa es indagar cómo esos autores consiguen esas emociones en nosotros”.
En este caso, la comida y la bebida tienen el objetivo de sumar una cosa de intimidad, de distensión, de compartir en el sentido más tradicional, dice. “Estamos acá, lo mío es tuyo, lo tuyo es mío. No hay ninguna cosa que vos vayas a decir que sea incorrecta”.
Esa es la premisa que guía ambas propuestas, hablar de nuestras lecturas, preguntarse acerca de qué fibra se movilizó, en clima festivo, de celebración. “Hay algo de desentrañar eso que te pasa con la lectura, que la potencia, hace que eso explote en vos. Y en los talleres vamos rastreando qué cosas y por qué mecanismos logró, consiguió, el autor o la autora en el texto, conmocionar, emocionar, transmitir la emoción que fue su voluntad. Un poco a eso nos dedicamos”.
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Fogata, en febrero tendrá dos encuentros, el 8 (La venganza es un plato que se come tibio) y el 22 (Vida de perros y de gatos).
Club 1985, de marzo a diciembre. En febrero Fuera de programa 1985, sobre literatura erótica con Natalia Hidalgo, especialista en el tema. Para consultas, se la puede contactar a través de su cuenta en Instagram: @unajuliacoria.
Fotos: Gentileza Julia Coria y Marcelo Utje.