Nacida el 14 de mayo de 1971 en la ciudad de Nueva York, el dato de que Sofia Coppola es hija de uno de los mejores directores de la historia del cine, Francis Ford Coppola, hace tiempo que es apenas anecdótico en cualquier artículo o conversación sobre ella. Por derecho propio, la directora ya cuenta con una filmografía lo suficientemente robusta y amplia como para evitar el dato filiatorio.
La filmografía de Sofía, como no podía ser de otra manera, tuvo sus inicios a una edad muy temprana. Incluso desde bebé, cuando hizo su primera aparición en El Padrino (1972), en el papel de Michael Francis Rizzi durante la mítica escena del bautismo. En El Padrino II (1974), también participó como un niño inmigrante. Luego participaría de cinco películas más dirigidas por su padre. Entre ellas, la más destacada volvería a ser de la saga de los Corleone, en la denostada El Padrino III (1990) hizo de Mary Corleone, un papel inicialmente destinado para Winona Ryder, quien no pudo participar debido a una enfermedad. También pasó frente a las cámaras de Tim Burton y George Lucas, entre otros.
Con Las Virgenes Suicidas (1999), Sofia hizo su debut como directora adaptando la novela homónima de Jeffrey Eugenides. La historia se desarrolla en un suburbio en los años 70 y se centra en la vida de cinco hermanas adolescentes: Cecilia, Lux, Bonnie, Mary y Therese Lisbon. La directora aborda allí temas que volverían a ser recurrentes en su obra como la adolescencia, la represión, la curiosidad y la obsesión en esta película, creando una atmósfera única y melancólica. Su estilo visual distintivo y la elección de la música contribuyen a la creación de una experiencia cinematográfica que ha sido elogiada por su sensibilidad y originalidad.
Su nombre propio se consolidaría con Perdidos en Tokio (Lost In Translation, 2003). La película no solo recibió varios premios y nominaciones, incluyendo el codiciado Oscar al Mejor Guión Original, escrito por la propia Coppola, sino que también dejó una marca indeleble en la cinematografía contemporánea. Un drama romántico que se desenvuelve en el vibrante escenario de la capital japonesa y sigue la historia de dos personajes, interpretados magistralmente por Bill Murray y Scarlett Johansson. Ambos se encuentran en un hotel y, a medida que transcurre su estancia en la ciudad, desarrollan una conexión especial.
La banda sonora, impregnada de shoegaze, dream pop y clásicos como las versiones de Roxy Music o Patti Smith de canciones de Prince, también desempeña un papel fundamental, contribuyendo de manera significativa a la película. Lost In Translation explora temas profundos como la soledad, la incomunicación y la búsqueda de significado en un mundo que puede parecer ajeno. La relación entre los personajes principales se desarrolla de manera sutil y emotiva, destacando el distintivo estilo visual de Coppola, que logra capturar de manera única la atmósfera de la bulliciosa Tokio. La película, en su conjunto, se erige como un testimonio conmovedor de la condición humana, marcando a Coppola como una directora talentosa con una habilidad única para plasmar historias íntimas y reflexivas en la pantalla grande.
Su obra posterior continuó consolidando a Coppola como un gran nombre de la industria. Con películas como María Antonieta (2006), exploró la vida de la icónica reina francesa de una manera única, fusionando elementos históricos con su estilizado enfoque visual. La película fue elogiada por su diseño de producción y la interpretación de Kirsten Dunst en el papel principal. En Un rincón del corazón (Somewhere, 2010), Coppola llevó a la audiencia a la vida de una estrella de cine en decadencia, ofreciendo una mirada introspectiva y melancólica al mundo de la fama.
Su habilidad para capturar la alienación y la búsqueda de autenticidad se manifestó nuevamente en Adoro la fama (The Bling Ring, 2013), una exploración de la obsesión por la celebridad y la cultura de la fama a través de una banda de jóvenes que roban en mansiones de millonarios como “hobby”. Con El seductor (The Beguiled, 2017), reinventó el clásico de 1971, explorando la dinámica de poder entre un soldado herido y las mujeres en un internado sureño durante la Guerra Civil de Estados Unidos.
En su última película, también con destino seguramente de premios, Priscilla (2023), la directora volvió a tratar temas como el rol de la mujer, la juventud y los años formativos, y lo hizo de manera magistral abordando un caso tan excepcional y único como el de Priscilla Beaulieu, esposa de Elvis Presley entre 1967 y 1973, pero novia del legendario cantante desde 1959, cuando ella contaba con apenas 14 años y Presley ya era una super estrella de 24. Ambos se encontraban en Alemania, el Rey estaba cumpliendo con el servicio militar y cumpliendo con el papel del buen muchacho americano mientras que Priscilla estaba allí, en la ciudad de Wiesbaden, acompañando a su padre, oficial de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Se vio deslumbrada inmediatamente por Elvis, a quién, por supuesto, conocía de los discos, el cine y las revistas de moda.
La película no asigna roles de manipulador a Elvis ni de víctima a Priscilla. Coppola se centra más en las complejidades de la relación en lugar de adherirse a ideas simples de culpabilidad o inocencia. En ningún momento juzga ni adopta una postura moralizante. Sin embargo, demuestra perspicacia al explorar los entramados de poder que rodean a Elvis, tanto en su faceta humana como en la de estrella. Estos factores influyen en todas sus relaciones, no limitándose únicamente a la que mantiene con Priscilla.
Una escena memorable muestra a Elvis Presley llevando a su novia de compras, siendo acompañado por un grupo de aduladores intercambiables que elogian cada prenda que ella se prueba. Aunque aparentan entusiasmo, se percibe en sus miradas nerviosas evaluando la opinión de Elvis. Disentir con él no es recomendable, ya que tiene la capacidad de retirar su aprobación de manera arbitraria para mantener a raya a su círculo cercano, y empleará el mismo enfoque con Priscilla.
Paradójicamente, y aunque eso a los fans acérrimos de Elvis pueda no gustarnos -el Rey no sale muy bien parado que digamos-, Sofia captura mucho mejor la esencia del personaje, con detalles y viñetas mismas, que lo que hizo Baz Luhrmann con su publicitada película Elvis (2022), donde mostraba a un Presley excesivamente políticamente correcto, defensor de las causas justas progresistas y demasiado alejado del joven sureño adepto a la moral pública americana de su tiempo. Priscilla también cuenta con una banda sonora excepcional, con clásicos de doo wop y rock and roll acorde al tema y a la época.
A lo largo de su carrera, Sofia Coppola demostró contar con una capacidad única para tejer narrativas emotivas, explorar la psicología humana y crear atmósferas visuales cautivadoras, consolidando su posición como una directora de renombre con un robusto legado cinematográfico propio. Su filmografía se erige como un testimonio de su talento distintivo en la dirección cinematográfica, con su estilo único y su capacidad para contar historias íntimas, reflexivas y de coming of age. Su estilo la posiciona como una figura destacada en la industria, independientemente de la influencia de un apellido ilustre.