“Acabo de llegar de llegar a una ciudad de la cual desconozco su nombre. Hombres, como yo, circulan por las calles. Nada me liga a ellos. No soy conocido en la ciudad; no conozco a nadie. Esto me da una independencia, de que gozo, porque sé que nadie vendrá a perturbar mi libertad”. Así comienza La ciudad sin nombre, un libro de ficción y dibujos que Joaquín Torres García (Montevideo, 1874-1949), el más famoso artista uruguayo, publicó en 1941.
Una selección de páginas del manuscrito original se presentan en El descubrimiento de sí mismo, la primera de una serie de muestras-homenaje para celebrar los 150 años de su nacimiento en el Museo del Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), en Manantiales, cerca de Punta del Este, junto a numerosas pinturas, acuarelas, collages, objetos, documentos, libros, revistas y libretas de bocetos y estudios.
Las historiadoras del arte Aimé Iglesias Lukin y Cecilia Rabossi, a cargo de la curaduría, realizaron una investigación exhaustiva del archivo de la Fundación Torres García de Montevideo que resguarda el acervo del artista y que pronto se sumará a los homenajes con una exhibición en el Museo Torres García. Ya en 2015, el poeta e historiador del arte Luis Pérez Oramas, curador de Joaquín Torres García: The Arcadian Modern (MoMA 2015), destacaba en una carta la importancia de ese archivo, asegurando que “sus escritos inéditos, publicaciones y correspondencia son fundamentales para preservar la memoria cultural de América y para dar testimonio de la aventura humana en la Modernidad”. A lo largo del año, se unirán a la conmemoración el Museo Nacional de Artes Visuales y el Museo Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires.
Iglesias Lukin comenta que el artista uruguayo vivió “en distintas ciudades de Occidente, las más notorias con respecto a la idea de la ciudad y de la urbe, al mismo momento en que se estaban desarrollando; la ciudad se estaba descubriendo a sí misma como fenómeno social, urbano, espacial a principios del siglo XX, a una escala que no había tenido hasta entonces. Y Torres García se estaba descubriendo simultáneamente a sí mismo como artista y como cosmopolita”.
No es casual entonces que la elección del título de la muestra coincida con el de otro de sus libros, El descubrimiento de sí mismo, de 1917, para esta exhibición de 2024 que “pone el foco en el rol que sus viajes tuvieron en el periplo emocional y mental de Torres García, que concluyó con su regreso a Montevideo en 1934, en donde se convierte en maestro no sólo de una, sino de varias generaciones de artistas rioplatenses que siguen su inmenso legado hasta el día hoy” –declara el equipo curatorial–.
Rabossi agrega que Torres ha trabajado “en manuscritos, collages, acuarelas y tintas con el mismo valor que con su obra pictórica” y subraya que además, desde sus inicios, “escribe permanentemente, teoriza, textos que van mostrando esas vivencias en esta grandes urbes, cuando se maravilla, pero también sus desilusiones o fracasos”.
La muestra hace foco en algunos acontecimientos e inquietudes que marcaron su trayectoria y busca representar a la vez su posición teórica con títulos agotados o inéditos como La historia de mi vida (1935), Structures (1932), Universalismo constructivo (1944), Arte constructivo (manuscrito, 1933), La tradición del hombre constructivo (manuscrito, 1933) y Estructura (1935), tejiendo una trama bibliográfica en un montaje que se propone como un mapa mental del artista y un acercamiento a la complejidad de su pensamiento.
Torres nació en la capital uruguaya en una familia de comerciantes y carpinteros. El padre había llegado años antes de Cataluña y en 1891, ante una crisis económica, la familia decide retornar a Mataró, en las cercanías de Barcelona, donde el hijo pudo formarse académicamente y comenzar a vincularse con colegas, además de exhibir sus pinturas, iniciar una carrera docente como profesor de dibujo en una institución de pedagogía alternativa y trabajar en arte mural, decorando iglesias, casas particulares y edificios públicos.
Al llegar al pueblo de sus ancestros, “Joaquín se impresiona al descubrir la presencia de la antigua cultura mediterránea en la vida diaria” –informa el museo– y en la primera década del siglo, incorporó a sus obras elementos del Arte Mediterráneo en que la antigüedad clásica cobra vida en clave moderna por su fuerte estructura y carácter plano y sintético. Desde joven, Torres rechazaba la idea de un arte que imitara a la realidad, considerando que la pintura construye una realidad en sí misma.
A partir de 1916, en un contexto de guerra mundial y conmociones sociales, experimentó un fuerte cambio vital y artístico. El dibujante y pintor Rafael Barradas, también uruguayo, lo visitó en su estudio junto al poeta Joan Salvat Papasseit, encuentro en que comienza una estrecha amistad entre los dos uruguayos. Ambos se apasionaban por la dinámica del ritmo vertiginoso de la ciudad moderna, uniéndose a “una tendencia de corte cubo-futurista, que se traduce en obras que superponen elementos citadinos y medios de transporte, mezclando letras de carteles publicitarios y números, con el fin de crear la sensación de un ritmo frenético” –según define Didier Calvar en el catálogo de la exhibición–.
En 1920 se mudó con su esposa e hijos a Nueva York, donde se acelera aún más el ritmo visual de sus obras y aparecen la tipografía y los elementos gráficos que caracterizan a la metrópolis moderna. En 1926 se instaló en París, se integró plenamente a las vanguardias y creó el grupo “Cercle et Carré” que tendrá luego continuidad en Montevideo con la revista Círculo y Cuadrado. A partir de 1931, su producción se orienta a la disposición constructivista de colocar signos de resonancia universal en celdillas construidas según la sección áurea. En 1932 consigue trabajo en Madrid y a finales de ese año se muda con su familia a la capital española. Al año siguiente, realizó una muestra retrospectiva en el Museo de Arte Moderno de Madrid donde expuso unas setenta obras.
El año 1934 marcó su regreso definitivo a Montevideo “con la intención de generar un movimiento artístico apoyado en las ideas del Universalismo Constructivo, que trasciende los límites de la teoría estética para constituirse en un modo de entender el arte y la vida. Dictó numerosas conferencias, editó revistas y libros y realizó audiciones radiales. En 1935 creó la Asociación de Arte Constructivo y en 1942 se consolidó el Taller Torres García” –resume el MACA–. Y Pérez Oramas lo ha definido como una “figura central en los intercambios transatlánticos, que contribuyeron a darle forma a la modernidad en el continente americano”.
Dos diagramas mapean la exhibición: el primero, una representación cartográfica de Europa y de América, permite trazar las rutas del artista en su peregrinaje por el hemisferio norte, permitiendo ubicar rápidamente los distinto sitios donde vivió y produjo durante más de cuarenta años, “absorbiendo de cada uno de ellos una experiencia espacial y social distinta, éxitos y fracasos, todas vivencias que determinaron quién fue Torres García como persona y como creador” –escriben las curadoras–.
El segundo, una réplica ampliada de su famoso mapa invertido de América del Sur, se exhibe junto al texto “La Escuela del Sur. Claves del arte de nuestra América”, publicado al poco tiempo de su regreso a Uruguay en 1935. Las páginas postulan la necesidad de conformar una gran escuela de arte en su país: “He dicho Escuela del Sur –afirma–, porque en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte”.
Esta nueva concepción del arte pensada desde el Sur se entiende como universal y generaba para Torres García una consonancia entre lo abstracto y lo concreto, la materia y el espíritu. Cuando falleció en 1949, era guía y mentor de una pléyade de jóvenes pintores.
* La muestra Joaquín Torres García: El descubrimiento de sí mismo se exhibe hasta el 31 de marzo de 2024, de 12 a 20 horas, en el Museo del Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), Ruta 104, Km 4.5, Manantiales, Maldonado, Uruguay.