La pantalla del Malba estrena Adentro mío estoy bailando, una obra cinematográfica que ha conquistado los festivales más prestigiosos del mundo y que promete cautivar al público con una historia emotiva, repleta de elementos documentales, comedia romántica y road movie. La película, dirigida por Leandro Koch y Paloma Schachmann, ganó el Premio a Mejor Ópera Prima en la Berlinale y fue reconocida como la Mejor Película de la Competencia Argentina en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
La trama se centra en un camarógrafo desilusionado de las fiestas judías, quien, a pesar de rechazar la religión familiar, se enamora de una clarinetista de música klezmer. Para pasar tiempo con ella, ideó un falso documental sobre este estilo musical idish. Sin embargo, este engaño desencadenará un viaje por Europa del Este en busca de las melodías klezmer perdidas, conservadas por los gitanos que cohabitaban con los judíos antes de la guerra.
Filmada en ciudades, pueblos y caminos de Ucrania, Rumania y Moravia, la película es un documental conmovedor que captura la cultura idish, en peligro de extinción, a través de su única supervivencia: la música. Los directores, ambos nietos de inmigrantes judíos, destacan que esta producción surge de un profundo descubrimiento de sus raíces culturales. Adentro mío estoy bailando busca preservar la esencia de una cultura olvidada, una vez rica en historia y tradiciones, pero amenazada por el tiempo y el olvido.
La música klezmer, parte esencial de la cultura idish, se ha mantenido como un legado musical a pesar de la desaparición de su contexto cultural. La película se sumerge en la triste realidad de un judaísmo sin tierra, olvidado tras el Holocausto y excluido por la nueva identidad judía promovida con la creación de Israel. Los directores reflexionan sobre la decisión de olvidar una parte tan significativa de la identidad judía y cuestionan cómo la lengua y la cultura idish fueron menospreciadas y marginadas, incluso por aquellos que se suponía las preservarían.
El rodaje enfrentó adversidades, con la pandemia forzando una interrupción inicial y, más tarde, la pérdida de algunos músicos que se pretendían filmar. Sin embargo, el equipo persistió y regresó a Europa del Este, sin imaginar que también serían testigos de eventos históricos, incluida una guerra en Ucrania. El equipo decidió filmar en Ucrania debido a su rica historia judía, aunque la guerra en la región estalló poco después de su regreso. Los directores capturaron momentos de una Ucrania a punto de transformarse drásticamente, ilustrando un territorio que dejaría de existir tal como lo habían filmado.
Este género musical se convierte en el punto focal del documental, siendo su rescate audiovisual el legado principal de Adentro mío estoy bailando. La película se erige como un testimonio urgente que busca conservar y revivir una cultura en peligro de desaparición.
Infobae Cultura dialogó con los directores de la película que puede verse todos los domingos de enero en el MALBA (Avenida Presidente Figueroa Alcorta 3415, CABA).
—¿Cómo nace la idea de este proyecto?
Leandro Koch —Paloma tenía la idea de hacer una película, pero nunca había trabajado con audiovisual. Entonces, como yo me dedico al cine, me propuso hacerlo juntos. Unimos sus conocimientos sobre klezmer con los míos sobre cine y encaramos el proyecto.
—¿Por qué decidieron mezclar lo documental con la ficción?
Paloma Schachmann: —Cuando empezamos con la idea iba a ser 100% documental. Queríamos hacer una muestra de la escena del klezmer e ir a buscar al lugar de origen qué es lo que quedaba de esa música. Toda la parte de ficción fue surgiendo mientras avanzamos con el proyecto, por un gusto de ambos por la narrativa. Terminamos siendo nosotros los protagonistas por una cuestión más documental, porque los lugares donde filmamos eran sitios donde yo trabajaba o sitios donde los dos podíamos entrar siendo nosotros. Además, por una cuestión de registro, ya que siempre el equipo de filmación era muy chico y a la hora de registrar no queríamos intervenir con lo que estaba pasando en la parte documental. Por otro lado, había una cuestión de la parte de producción que facilitaba mucho que fuéramos nosotros los que estábamos delante de la cámara.
LK: —Siempre jugamos con la idea de borrar el límite entre la ficción y lo documental y que no se entienda qué es, qué cosas que le pasan al personaje son verdad y qué es inventado. Una vez que decidimos incluir esa historia de amor entre estos personajes, si la llevaban a cabo actores se terminaba la parte documental y la película tomaba otro registro, como queríamos jugar con esto es que decidimos, a pesar de no ser actores, interpretar a los protagonistas.
—¿Qué desafío fue ponerse frente a cámara y protagonizarlo?
PS: —Para mí fue más difícil que para Leandro por una cuestión de personalidades. Yo soy más tímida, me da más vergüenza la cámara. Entonces, me costaba más actuar o eso escenificar las situaciones.
LS: —Paradójicamente, era así, ya que ella tiene muchísimos años de escenarios, mientras que yo tengo cero exposición. Sentía que no era un gran desafío actoral, porque, si bien a nuestros personajes les pasan cosas, no hay muchas escenas en donde se halla un desafío dramático. Esa es la mentira que me decía para no tener miedo, ya que viendo la película sí las hay. En charlas con colegas nos decían, ¿están seguros de que van a actuar ustedes delante de la cámara? Y para mí siempre fue como lo más orgánico para la película y así lo hicimos.
—¿Qué tuvieron en cuenta a la hora de armar este relato que en cierto modo busca introducir al mundo de la música klezmer para aquellos que no lo conocen?
PS: —Una vez que nos volvimos personajes, empezamos a utilizar muchísimas cosas de nuestra investigación para atribuírselas a los personajes. El protagonista se convirtió bastante en el espectador, ese que no sabe de klezmer o de idish y va encontrando respuestas a medida que avanza la película. A la hora de empezar a trabajarlo como ficción pudimos atribuir a los personajes cuestiones que veíamos afuera, en el público, o que pensábamos que era lo que se decía de la música klezmer o lo que se sabe de la cultura idish.
LK: —El protagonista de la película es mi personaje. Nosotros lo escribimos de forma tal que nos sirviera a para anclar el punto de vista de la película y del espectador en él, que no sabe nada sobre el tema y va aprendiendo. Toda la ficción y la historia de amor está pensada como algo que orbita lo documental para poder llegar al público y no quedarnos en un documental observacional sobre unos personajes que nos apasionaban e interesaban, pero que quizás no sabíamos si ese deslumbramiento que teníamos se iba a reflejar en un documental tradicional. Juntando todas esas variables y se armó la película que termina siendo, que tiene muchas capas que forman una especie de collage.
—Hablando de collage, ¿cómo fueron armando ese mapa por Europa del Este en búsqueda de esos músicos de klezmer?
PS: —Nosotros teníamos una barrera idiomática muy grande con las personas que filmábamos. Siempre necesitamos traductores o intérpretes que nos ayuden a dirigir. Fue uno de los desafíos más grandes que tuvo la película. El plan de producción lo hicimos con base en un viaje de investigación que habíamos hecho. Nos manejamos con un guión y con un plan de rodaje que tratábamos de cumplir, abiertos a estar filmando un documental y saber que las cosas pueden cambiar sobre la marcha. Comenzamos a pensar qué representaba el idish en cuanto a idioma que atravesaba fronteras. Ahora que las fronteras delimitan tanto el cambio de idioma también era un tema que lo teníamos presente, ya que la película se centra en una lengua que antes era un territorio y ahora en ese mismo territorio se habla en seis idiomas distintos, por más que los pueblos son muy cercanos.
—¿Cómo crearon esos lazos de confianza con culturas tan diferentes que encima hablaban otro idioma?
LK: —Fue muy simple, Paloma armaba el clarinete, se ponía a tocar y el lenguaje universal de la música nos unía. Luego de eso ya todo era más fácil. Pero la puerta de entrada era ella con el clarinete, sobre todo cuando hicimos el viaje de investigación que estábamos solos y no conocíamos a nadie. Hubo una parte en donde viajamos con Bob Cohen, que es el personaje que aparece en la película y ahí él nos abría las puertas de las casas, porque a él ya lo conocen y lo quieren. Pero nuestra puerta de entrada cuando no estábamos con él era el clarinete de Paloma. Después de que la escuchaban tocar, ya la amaban y querían compartir con nosotros lo que sea, porque es muy raro ver a una mujer tocando en esa región y más el clarinete.
PS: —Yo tocaba klezmer y ellos tocaban su folklore. El klezmer tiene sus raíces en el folklore de Europa del Este, sin dudas. Entonces, estábamos tocando el mismo estilo. Musicalmente, hablábamos el mismo lenguaje. Compartimos no solo el lenguaje universal de la música, también el mismo estilo.
—Meses después de filmar, esas zonas fueron protagonistas del conflicto entre Rusia y Ucrania, ¿qué les sucede al ver esas imágenes?
LK: —Pronto entendimos que el material que teníamos se había convertido en un documento, porque estos paisajes, esos pueblos y estos personajes que filmamos dos meses después de que estuvimos ahí ya se convirtieron en otra cosa. El registro que habíamos hecho de una forma inocente, sin saber para nada lo que estaba a punto de ocurrir, tomó otra forma, cobró otra dimensión. Entendimos, de algún modo, que si bien nuestra película no habla de guerras directamente, las guerras siempre están ahí, como un poquito fuera de campo. La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto, aunque no se hable específicamente de eso, están muy presentes en la película; la guerra de Ucrania y Rusia ahora está presente, por esto que acabo de mencionar, y el conflicto en el territorio israelí también de algún modo siempre está orbitando porque la película habla de Israel de algún modo.
—¿Cómo fue incluir esa fábula, ese cuento que es como que va uniendo toda la película?
LK: —Surge porque nos estaba faltando el sonido del idish básicamente, estábamos hablando sobre esa cultura y no se la escuchaba. Era algo que queríamos tener y que no encontrábamos la forma, porque ya casi nadie lo habla. Antes estaba la voz en off de mi personaje contando algunas cosas y no estábamos muy convencidos con ese recurso, entonces apareció la idea de escribir un cuento que funcione como contrapunto de la historia de Leandro y Paloma, a veces apoyándola, otras contradiciendo, pero de algún modo obligando o llevando al espectador a pensar lo que estaba pasando en la historia a través de un cuento escrito al estilo de los cuentos jasídicos de principios de siglo XX, tipo Singer. Así surgió la idea y creo que quedamos contentos los dos, después apareció la posibilidad de que Perla Sneh sea la narradora. A los dos nos enamoró inmediatamente ella y se convirtió en esa otra capa de la película que trae el idish a la superficie.
—¿Tuvieron dificultad a la hora de anotar la película en festivales con esto no definir si es ficción o documental?
LK: —No tanto. Sí, tuvimos consejos de colegas sobre cómo anotarlo según el festival. Por suerte, la película estuvo en festivales muy importantes tanto como documental, como de ficción. En ambos géneros entró en lugares muy elevados dentro del mundo de los festivales. El premio de Berlín es de ficción.
PS: —Realmente el documental tiene una forma muy libre de expresión. Entonces creo que los festivales ya lo asumen. En ambas categorías nos dejaban un margen grande de libertad en cuanto a dónde encasillarla.
—¿Qué ocurrió con el público cuando la presentaron?
PS: —El estreno internacional que tuvo la película fue en el Festival de Cine de Berlín en febrero de 2023 y fue espectacular. Tuvo un recibimiento más hermoso de lo que esperábamos, ganamos un premio por ópera prima. Durante todo ese año, estuvimos presentándola en distintos festivales hasta noviembre que llegamos a Argentina, en el marco del Festival de Cine de Mar del Plata, donde también tuvimos un premio. Quedamos muy contentos no solo por la cuestión de los premios, sino por el recibimiento del público, el poder charlar en los festivales, estar ahí cuando se termina una proyección y recibir las impresiones de la gente. La vieron distintos músicos de todo el mundo, e idishistas, tanto los que participaron de la película, pero que no sabían bien qué estábamos haciendo, como personas que vinieron de espectadores. Ellos salieron muy contentos con el resultado, les gusta, tienen ganas de que se difunda. Se generó mucho boca en boca en el mundo, en ese nicho chico que es el klezmer y la cultura idish.
LK: —El encuentro con el público es realmente la manera que uno tiene de cerrar estos procesos, porque se completa de verdad la película. Cuando hablás y escuchás la interpretación o lo que le llegó a esa persona que la vio y sobre todo con esta película que de algún modo tiene tantas aristas y capas. Es increíble la cantidad de cosas diferentes que despierta. Es realmente impresionante ver cómo cada persona le dispara por otro lado, y tiene algo que no sabía o que no había pensado. Pero siempre hay algo que charlar. Yo añoro todavía eso. Estoy contento de saber que va a haber un público nuevo con el que hablar, para mí es hermoso.
—¿Cómo ven la actualidad de la realización documental?
LK: —Lo que democratizó el acceso a la creación de documentales fueron los nuevos medios digitales de producción audiovisual. Desde el momento en el que comprar una camarita se convirtió en algo no tan imposible ni exclusivo, todo cambió. El documental es un género mucho más libre y en el cual está habilitado un poquito más el error técnico y no hay una cuestión preciosista. Hoy es el lenguaje que está más a la vanguardia en el cine. Es el que más libertad permite y deja que uno explore formas totalmente nuevas. Dada la coyuntura política y lo que va a venir en el futuro, creo que se van a seguir haciendo documentales, pero cada vez con menos recursos. Ojalá que sean igual de buenos que los que se están produciendo ahora. Pero el panorama, en mi opinión, es desalentador, oscuro y preocupante.
[Fotos: Crédito Nevada Cine; Festival Internacional de Cine de Mar del Plata; Jorg Carstensen/Pool via REUTERS]