El 7 de marzo de 1983 salió al mercado el que fue el single más vendido de la historia de Gran Bretaña. Blue Monday, de New Order, todavía sigue vigente hoy, cuarenta años después de su lanzamiento. Está considerada como una de las mejores quinientas canciones de la historia. Su clima es de fiesta pero la sobrevuela, en todo momento, un sentimiento cercano a la tristeza.
Algo similar sucede con West End Girls, el primer hit de Pet Shop Boys, publicado un año después que Blue Monday. También su sonido suena actual y encarna un ejemplo claro y preciso del subgénero que se dio a conocer como synth pop. Lo que la diferencia de la canción de New Order es cierto aire de elegancia y minimalismo, y que no tiene tantas capas de sonido ni un instrumento clásico en primer plano (un bajo). Otro punto que las separa es la voz particular del cantante Neil Tennant que se escucha clara y distinguida en contraposición con la de Bernard Sumner, que es robótica, monótona y sin brillo.
Pero estábamos en las similitudes entre las dos canciones. Y hay una que resalta como la principal de todas y es una marca indeleble de la década del ochenta, década en la que todo parecía posible. Ambas están compuestas a partir de partes o trozos de otras canciones, en un claro ejemplo de lo que se conoce como apropiacionismo.
Primero, un concepto
Se llama apropiacionismo al acto por parte de un artista, en su proceso de creación, de utilizar fragmentos de obras que no pertenecen a su autoría. Esto da a luz una nueva obra que recontextualiza y resignifica aquellas de las que se nutre. El crítico y filósofo Walter Benjamin hablaba de la pérdida del aura de una obra cuando es reproducida y de la inmediata generación de otra aura a partir de esa reproducción.
El error que se comente al hablar de apropiacionismo es cuando se lo toma a la ligera. Apropiacionismo no es sinónimo de robo ni de plagio, mucho menos de carencia de ideas o de falta de originalidad. ¿Acaso hoy en día existe la originalidad? Cualquier expresión artística toma lo precedente, siempre hay una apropiación. Incluso cuando se trata de elementos por fuera del arte.
El ensayista Kenneth Goldsmith menciona que las ideas han sido compartidas, citadas, reinterpretadas, recicladas y duplicadas a lo largo del tiempo. Todo eso ha producido obras novedosas. Son actividades regeneradoras de arte.
Entonces, ¿qué sucede con las canciones de más arriba?
Catálogo Manchester
Blue Monday usa muestras (samples en términos de música electrónica) de Uranium (de los alemanes pioneros de ese estilo, Kraftwerk), pero también de un abanico de artistas de funk y disco. Los miembros de New Order tomaron prestado el sonido de Our love, de Donna Summer (de la que sacaron el bombo en semicorcheas que distingue a la canción) y del himno de Sylvester, You make me feel, además de meterse de lleno en la escena del ítalo disco, de influencia directa para mucha de la música sintética de la década del 80.
El productor Giorgio Moroder aparece también como cita obligada en Blue Monday, a esta altura un verdadero compendio de samples. Pero la canción de la que más se nutre es, sin lugar a dudas, el instrumental Dirty Talk (de los italianos Klein & MBO), algo así como una hermana mayor de Blue Monday que tiene más noche y lisergia.
En su momento el single de New Order revolucionó las técnicas de grabación, combinando sonidos electrónicos con analógicos, además de sacarles el lustre a muchas de las pistas de baile alrededor del mundo.
Catálogo Londres
Por su parte, West End Girls también se conecta con You make me feel, de Sylvester. Las dos notas que abren la canción de Pet Shop Boys son las mismas que recorren la del artista norteamericano. La batería de Billie Jean, el hit de Michael Jackson que nunca envejece, fue sampleada por Chris Lowe y Neil Tennant para su composición. La maqueta inicial de West End Girls, muy diferente al corte final que llegó a ser la versión más conocida, guarda una gran similitud en su sonido y estructura con The Message, del artista guía del hip hop Grandmaster Flash.
Ambos grupos, a su modo, decidieron rendir un homenaje sentido y directo a la música negra como usina inspiradora innegable en una década ochenta que, a fuerza de nuevas estéticas, pretendían sacarse de encima no solo el peso de los conflictos sociales y económicos que atravesaba el Reino Unido, sino también el fantasma gigante y amenazante de la Guerra Fría. En términos del citado Benjamin, todos los samples usados, en conjunto, forman una obra nueva con un aura a estrenar, elevando así la canción a otra esfera.
La marca de una época
Junto a la democratización masiva del arte que se dio sobre todo a partir de la revolución punk (el acceso a la misma, su consumo y su forma de abordarla como medio expresivo), el avance feroz de la tecnología permitió que los horizontes sonoros de lo que podía hacerse en términos artísticos fuera infinito. De ahí que en la década del ochenta todo pareciera posible.
Pero en pleno siglo XXI se da un proceso invertido de apropiacionismo: ya no se toman prestados elementos del pasado con el objetivo de formar algo nuevo acorde a los tiempos que corren; hoy directamente se celebra ese pasado en forma constante e inconsciente. En términos del crítico musical Simon Reynolds, la obsesión por el abanico cultural del pasado es tan fuerte que la proyección de la creatividad hacia el futuro se vuelve casi una utopía.
Hay una exacerbación burda del apropiacionismo, un paroxismo que produce objetos edulcorados o directamente desabridos. No hay movimiento hacia adelante, solo una leve sensación de modernidad. Como afirmaba Mark Fisher, ser contemporáneo no es ser moderno.
Mientras tanto, Blue Monday y West End Girls continúan siendo reversionadas y remixadas por infinidad de artistas conocidos y no tanto, las diferentes mezclas abundan en plataformas online de acceso masivo como Mixcloud, Bandcamp, Soundcloud y YouTube. En un guiño interesante de la historia, quizás después de todo serán canciones de las que los artistas del futuro se puedan apropiar.