Se suele contar que Goya cobraba más por sus retratos si el retratado quería ser representado con manos. Sobre si eso es cierto o no, trataremos más adelante. Pero la anécdota sirve para ilustrar uno de los grandes retos del arte: pintar manos.
¿Por qué es tan difícil pintar manos? En lo físico, las manos son una de las partes más complejas de nuestra anatomía: 27 huesos, 6 tipos de articulaciones, 5 tipos de ligamentos y numerosos músculos dan forma a cada una de nuestras manos. Lograr encajar todos estos elementos en su proporción y ángulo correcto es ciertamente complicado.
Además, su pequeño tamaño y su movilidad hacen que se formen abundantes sombras en distintas direcciones que aún dificultan más el trabajo. Rafael Llompart, profesor de Anatomía del Grado de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, añadía hace unos años otra dificultad añadida: “La cantidad de formas que puede tomar la mano. Hay muchas maneras de colocarlas”.
Pero la mayor dificultad ni siquiera es la técnica. Lo que de verdad hace difícil la representación es que la mano nos define como humanos.
El sistema cara-manos
El filósofo Leonardo Polo aseguraba que el hombre era un sistema con dos núcleos principales: rostro y manos. A diferencia de los animales, la evolución del ser humano ha llevado a que en vez de tener hocico, tenga cara, y en vez de garras… manos.
La película Tarzán, de Disney, nos muestra esta cuestión de un modo poético. Tarzán sabe que no es un gorila como sus padres o sus hermanos adoptivos porque sus manos son diferentes. Y reconoce a Jane como un ser de su especie cuando sus manos coinciden.
Por ese motivo, nuestra cara y nuestras manos son los elementos que ayudan a que el ser humano pueda expresar lo que siente en su interior.
Pero parece que en el caso de la cara todo es un poco más fácil: si fruncimos nuestras cejas, expresamos enfado; si abrimos los ojos, expresamos asombro; si curvamos la boca, expresamos alegría con nuestra sonrisa… Con las manos es todo menos evidente. ¿Cuál es el ángulo exacto que debe mostrar nuestra falange superior del dedo índice de la mano derecha para expresar alegría?
Que las manos sean expresivas, que “hablen” y que digan exactamente lo que el artista quiere que digan es algo mucho más sutil y complejo.
Las manos de Goya
Así que volvamos a Goya. ¿Es cierto que Goya cobraba más por sus retratos si había que incluir las manos? Sí. ¿Eso significa que para Goya era una dificultad representar las manos? No. Cobrar más por representar las manos era un estándar para todos los retratistas: cuántos más elementos del cuerpo, mas paisaje y más figuras se incluyeran, más se incrementaba el precio. No tiene nada que ver con que Goya fuera torpe representando manos.
Manuela Mena, gran especialista en Goya, es tajante al respecto: “Era más virtuoso que otros pintores. Lo de que no quería pintar manos son leyendas que no tienen el menor sentido. A todos los artistas se les pagaban las manos aparte”.
De hecho, Goya era Teniente de pintura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, algo que no habría conseguido de no ser uno de los mejores dibujantes del país. Y su trabajo como Teniente era precisamente enseñar a dibujar manos.
Es más: como consecuencia de su sordera, Goya tuvo que aprender el lenguaje de signos. Su amigo Zapater decía en una de sus cartas que “Goya habla por la mano”. Una frase que se puede extrapolar a su pintura. Mirando sus imágenes de manos, vemos que todas transmiten algo: angustia, impotencia, dolor, delicadeza…
Cuando las manos hablan por sí mismas
Por lo tanto, los artistas practican durante años para representar manos, no solo realistas en cuanto a su aspecto, sino también expresivas. Y si las manos hablan, pueden transmitirnos información por sí mismas, sin necesidad del resto del cuerpo. O incluso contradictoria con el resto del cuerpo.
Uno de los ejemplos más famosos que nos ha dejado la Historia del Arte es el David de Miguel Ángel. El libro de Samuel, donde se cuenta el enfrentamiento de David y Goliat, relata que David “era un muchacho rubio y apuesto”, motivo por el cual era despreciado por los demás soldados y por el propio Goliat.
Pero David venció a Goliat en contra de todas las previsiones. Y así lo muestra Miguel Ángel. El cuerpo de David es el del muchacho apuesto que describía la Biblia, pero su mano revela su grandeza, fuerza y poder. Viéndola, sabemos que vencerá a Goliat. La mano de David es un spoiler de su victoria en la batalla.
Rembrandt hizo algo parecido en su cuadro El regreso del hijo pródigo. Nouwen, sacerdote que analizó la obra desde el punto de vista religioso, señalaba que una de las cosas que más le habían impresionado eran las manos que el padre apoya sobre la espalda de su hijo.
Según él, ambas manos son diferentes: la izquierda, fuerte y musculosa, es una mano masculina, de padre; la derecha, fina, suave y tierna, es una mano femenina, de madre. El amor del padre hacia el hijo es un amor de padre y de madre, y Rembrandt lo representa en sus manos.
Manos que ven y hablan
Henri Focillon, quien escribió un Elogio de la mano, dice de las manos que son “rostros sin ojos y sin voz, pero ven y hablan”. Por eso es tan difícil pintar manos. Dibujar cinco dedos con líneas rectas, como hacen los niños, y considerar que eso es una mano no es difícil. Dibujar la complejidad física de una mano humana y además dotarla de la personalidad y la expresividad que puede concentrarse en una mano real… eso es tarea de genios.
* Es profesora de Historia del Arte, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.
[Fotos: Sotheby’s/Wikimedia Commons; Disney; Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; Wikimedia Commons; Commonists/Galleria dell’Accademia di Firenze, CC BY-SA y Museo del Hermitage/Wikimedia Commons]