Lo mejor del año en el teatro de Buenos Aires

“Los tiempos”, “El brote”, “Piramidal” y “La fuerza de la gravedad”, con distintos formatos y dispares concepciones narrativas, revelan la buena salud de una escena siempre activa e inquieta

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Fragmento de "Los Tiempos", de de Federico León

Hace unos días, el presidente Javier Milei mandó al Congreso su famosa ley Ómnibus, y desde que fue publicada todas las áreas de la cultura se ocuparon de manifestar por qué dicho proyecto los perjudica. El teatro no se quedó atrás: la potencial derogación de la ley que crea el Instituto Nacional del Teatro “aniquila la actividad teatral”, como dice el mismo INT. Es una ley que impulsa el teatro federal e independiente, y que entiende como responsabilidad del Estado garantizar que ambas cosas sucedan. Buenos Aires, además, es la ciudad con mayor cantidad de teatros, superando a Londres, Nueva York y París.

Terminar este año y recibir al próximo lleva sabor amargo. No se sabe qué va a pasar con las salas independientes, ni los costos de producción de ninguna obra. El teatro que conocemos está en peligro, sea en la capital porteña o en el resto del país. Y, por eso, esta nota reúne cuatro grandes obras que nos dejó el 2023, ya sea de teatro estatal, independiente o comercial, con la esperanza de que el contexto las habilite a volver en 2024.

"Los tiempos" es un tour
"Los tiempos" es un tour por siete obras de Federico León (Crédito: Carlos Furman)

1) Los tiempos, de Federico León

En Los tiempos, obra estrenada en el Teatro Sarmiento, León revisita siete de sus obras. Los fragmentos de cada una se entrecruzan, los actores vuelven a personajes que no habían interpretado en años.

A quienes ya habíamos visto alguna obra de León, Los tiempos logró devolvernos esas ganas de ver cada una de ellas nuevamente. Querer recorrer el escenario del Teatro Cervantes, por ejemplo, como hacía el público en Yo escribo, vos dibujás, o revivir esa confusión absoluta que dejaba Las ideas. Y, a quienes no conocían nada, les dejó por lo menos un pantallazo del universo León, que, vale decir, es uno de los creadores teatrales más interesantes de la capital porteña.

Lo que León llama, en una entrevista para este medio, una “superproducción invisible”, dista mucho de lo que se ve en escena: veintidós actores en escena, dieciséis en video, uno específicamente para reemplazar a León en sus escenas durante los ensayos; fragmentos de siete obras en sesenta y cinco minutos; una mesa de ping-pong que se convierte en computadora, una cabina de silencio, un piano de cola. Todo eso -y tanto más- en el escenario de un teatro público, y en un contexto económico en donde solventar una obra así parecería una locura. La producción de Los tiempos, entonces, es todo menos invisible. Y qué bien que así sea.

La obra se sumerge en
La obra se sumerge en la compleja historia de Beto, un actor que lucha por roles protagónicos frente a su némesis Quique

2) El brote, de Emiliano Dionisi

Roberto Peloni haciendo de un loco”. Eso solo debería bastar para convencer a cualquiera. Y podría ampliarse: “Roberto Peloni haciendo de un loco que de a ratos no está tan loco y te convence de que algo de razón tiene”. A eso se le suma la dirección de Emiliano Dionisi, la escenografía de Micaela Sleigh, y la puesta en el histórico Teatro Maipo. Una verdadera joya.

El brote despliega un monólogo con una historia compleja. Beto, un actor de una compañía independiente, es constantemente elegido para interpretar personajes menores. Los protagónicos le tocan a Quique, su némesis. Beto está convencido de que Quique es un desastre, y que él sería buenísimo para todos esos papeles que el director decide no otorgarle. Lo que empieza siendo una argumentación prolija, medida, tarda muy poco tiempo en salirse por la borda.

El texto de Dionisi es sublime, y la actuación de Peloni me dejó sin palabras. Hay que poder estar más de una hora y media sosteniendo a solas un escenario, pienso, pero a la vez Peloni parece estar todo menos solo, interpretando muchos personajes y moviendo el cuerpo de una forma que únicamente un actor con experiencia en comedia musical puede hacer.

Y, por si fuera poco, salen de Buenos Aires: habiendo estado en Mendoza en octubre, anunciaron funciones en Mar del Plata, del 4 al 7 de enero, en el Teatro Auditorium. Esperemos que sigan girando por el resto del país, y, quién dice, por afuera también.

La obra cuestiona la responsabilidad
La obra cuestiona la responsabilidad en sistemas financieros y sectas, recordando al caso Chocobar en ocasiones (Crédito: Irish Suárez)

3) Piramidal

¿Qué es exactamente una estafa piramidal? ¿Puede ser el Estado un esquema Ponzi? ¿De quién es la responsabilidad cuando un grupo de gente elige poner plata en un sistema que, en algún momento, los terminará engañando?

Después de varias temporadas exitosas de Quiero pertenecer, Estudio QP se instaló en el Centro Cultural 25 de mayo (CC25) para desplegar un musical de temática económica. Si en Quiero pertenecer el protagonista era un títere que, válgase la redundancia, quería pertenecer a esos círculos y cliques sociales a los que no pertenecía, en Piramidal la protagonista se ve obligada a pertenecer a una secta, en pos de exponer a un estafador serial.

Si bien la obra tiene mucho en común con el caso Cositorto, lo cual la vuelve predecible de a ratos, la música está tan bien hecha e interpretada que hace que lo obvio devenga disfrutable de cualquier modo. Además, la escenografía es brillante: diseñada por Endi Ruiz, muestra un triángulo gigante que funciona como escalera y escenario, pero que a la vez habilita espacio para proyecciones.

Estudio QP apuesta sistemáticamente por la creación colectiva. En dirección opuesta al teatro de autor, producen obras para una generación específica, buscando interpelarla y, por qué no, criticarla un poco.

Martín Flores Cárdenas crea un
Martín Flores Cárdenas crea un texto que cuestiona la realidad, dejando que la interpretación y las emociones del público transformen la experiencia teatral

4) La fuerza de la gravedad, de Martín Flores Cárdenas

La fuerza de la gravedad es de esas obras que quedan en la memoria para siempre. Se centra en un director de teatro que escribe una obra sobre la amistad para que la lean sus amigos. Imprime el texto e invita a uno de ellos a leerlo. En las manos de quien lee, o quien actúe, los papeles parecen media resma. La consigna: puede parar en cualquier momento, cuando lo desee.

Si bien al pasar de las funciones se fue volviendo más y más evidente que Laura López Moyano iba a ser siempre la amiga invitada a leer, la propuesta La fuerza de la gravedad funciona como ejercicio para romper convenciones teatrales —algo que se repite en las distintas obras de Flores Cárdenas—.

El texto resuena con el Me acuerdo de Georges Perec o Joe Brainard, ya que repite sucesivamente la estructura “Tengo un amigo/amiga que…”. Desde ese lugar, se va armando una red de amigos, en donde se interrelacionan la noche, la fiesta, los vicios, lo cotidiano, el mate. El teatro empieza y termina colonizado por la amistad.

Quizás el mejor momento de la obra es cuando empieza a ser difuso qué es anécdota y qué es ficción, qué amigos son reales y cuáles inventados, qué es lo escrito por Martín y qué lo actuado por Laura. Lo sorpresivo es que en algún momento deja de ser importante distinguir si eso que se narra es real, o si Martín y Laura efectivamente son amigos. Solo importa escuchar las palabras, ver cómo las lee, y observar cuántos en las butacas están llorando y cuántos sonriendo. Con La fuerza de la gravedad no hay cuerpo que no salga transformado.

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