La verdadera historia del poder femenino en el rock argentino: pasado, presente y futuro

El libro “Al taco”, de Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiácono, rescata del olvido a las pioneras y cantantes ignoradas o despreciadas. “Son parte constitutiva de esta historia”, dicen las autoras

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"Al Taco - Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999)", editado por Gourmet Musical
"Al Taco - Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999)", editado por Gourmet Musical

El aporte fundamental, y prácticamente invisibilizado con el correr del tiempo, de las mujeres en el rock nacional, tiene su imprescindible reivindicación en Al Taco - Historia del rock argentino hecho por mujeres (1954-1999), que editó Gourmet Musical. Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiácono hicieron un profundo trabajo de investigación donde rescatan del olvido a artistas cuyos nombres apenas trascendieron, pero que han tenido un papel importante en el rock argentino. Así reconstruyen la historia desde una perspectiva de género, que permite una visión completa de cómo se desarrolló esta música que llegó en los 50 y se convirtió en un elemento clave de la identidad cultural del país.

Las autoras de Al Taco dialogaron con Infobae Cultura y explicaron cómo completaron capítulos enteros del rock que habían quedado con espacios en blanco, ubicando a músicas que no fueron reconocidas debidamente y otras cuya centralidad en el relato merecía ser recuperada.

Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono, autoras de "Al Taco", (Foto: Clara Pérez Colman)
Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono, autoras de "Al Taco", (Foto: Clara Pérez Colman)

¿Por qué se hace necesario escribir la historia femenina del rock nacional?

Carolina Santos: Creo que para completarla. La historia del rock hecho por mujeres que intentamos narrar en este libro no es una historia aparte, sino que es parte constitutiva de la historia del rock nacional. Musicólogas feministas como Susan McClary, Marcia Citron y Lucy Green, entre otras, demostraron a través de sus investigaciones que la historia de las mujeres en la música presenta algunas particularidades diferentes a la historia de la música hecha por varones. Por eso pensamos que valía la pena enfocarnos exclusivamente en las mujeres, ahondar en sus biografías y sus obras, reponer nombres que han sido olvidados en los relatos y poder gestar nuevas cronologías, nuevos hitos o, como sugiere la antropóloga Mónica Tarducci, establecer nuevos marcos interpretativos para el pasado cuando se trata de narrar la historia de las mujeres.

Más allá del rock, la Historia en general ha omitido en gran parte la participación de las mujeres, con sus nombres y apellidos. Como dice Dora Barrancos, la historiografía siempre ha jugado un juego de inclusión/exclusión con las mujeres. Podemos encontrar nombres de mujeres sobresalientes y al mismo tiempo el de muchas otras que quedaron en las sombras. Es por eso que siempre vale la pena escribir una historia con mujeres.

Gabriela Cei: No existe una reconstrucción justa de cualquier historia si no se incluye a las mujeres. Lo que sucede con el rock de nuestro país es la resultante de una mirada sesgada y hetero patriarcal, que es la considerada historia “oficial”. Podríamos haber escrito e investigado sobre docentes, científicas, bailarinas o médicas y nos sorprenderíamos de la misma manera. Las mujeres son parte de la historia del rock desde la hora cero y eso había que contarlo.

María Rosa Yorio, Mónica Campins y Liliana Vitale en la revista Pelo, circa 1978
María Rosa Yorio, Mónica Campins y Liliana Vitale en la revista Pelo, circa 1978

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

G.C.: Carolina estaba haciendo una investigación sobre mujeres del rock y, al tratar de encontrarlas, solo leía en los libros algunos nombres salpicados. Ahí surgió la necesidad de hacer una investigación seria, buscar a las artistas para que contaran su historia en primera persona y armar una genealogía del rock argentino hecho por mujeres. Era una deuda pendiente. Nos convocó a Silvia Arcidiácono y a mí y tardamos seis años en hacer este trabajo.

C.S.: En ese momento, yo buscaba información sobre mujeres del rock para una serie y ahí descubrí que casi no había libros sobre ellas en particular. Solamente -y por suerte- estaban Mina de rock de Karim González y Resistencia de Pat Pietrafesa, que es una recopilación de fanzines de las décadas pasadas y que, más que un libro, yo diría que es un tesoro.

Cuando nuestro libro fue publicado, seis años después, felizmente algunas cosas habían cambiado: el derecho al aborto legal y la ley de cupo femenino en festivales ya eran realidad. En ese período también se editaron otros libros sobre el rock nacional y las mujeres, como las autobiografías de María Rosa Yorio y Gabriela, Brilla la luz para ellas de Romina Zanellato y Mostras del rock de Barbi Recanati, todos títulos imperdibles.

Gabriela en el diario "La Opinión", de 1972
Gabriela en el diario "La Opinión", de 1972

¿Cómo plantearon la estructura de Al Taco?

Silvia Arcidiácono: Las tres teníamos muy claro a qué apuntábamos y eso fue determinante a la hora de establecer cuál era el abordaje que queríamos darle. Buscábamos reconstruir una genealogía y salir al rescate de una épica que prácticamente no tuvo lugar en las crónicas sobre las artistas de rock y su obra, mientras que sí se dio en las de los hombres. Esas historias estaban invisibilizadas o bien se presentaban fragmentadas, descontextualizadas y bajo una perspectiva enciclopedista, limitadas a datos discográficos. Entonces, nos parecía fundamental contar estas historias dentro de su contexto social y político y mostrar cómo se relacionaban entre sí.

G.C.: Cada artista aparece y vuelve a aparecer a lo largo de todo el relato, lo que permite entender su trascendencia.

S.A.: Si bien la investigación se dividió por décadas, géneros y artistas, el trabajo de edición de Carolina dispuso toda esa información de manera unificada siguiendo el natural devenir del tiempo y el espacio como hilo conductor del relato. Buscamos un equilibrio entre el marco teórico, los testimonios de vida y los datos duros para lograr el abordaje más completo posible que retratara a las músicas de manera integral.

C.S.: Nuestro objetivo era visibilizar una tradición de más de 50 años de mujeres haciendo rock en un marco que también nos pareció importante desarrollar, que es el de la historia social de las mujeres. El enfoque del libro es el resultado de muchas lecturas sobre musicología feminista y de haber estudiado con la etnomusicóloga Mercedes Liska, que es nuestra gran maestra y quien hizo la revisión del libro junto a la antropóloga feminista Florencia López.

La baterista Andrea Alvarez a los 15 años,  integrante de Rouge y de Viuda e Hijas de Roque Enroll
La baterista Andrea Alvarez a los 15 años, integrante de Rouge y de Viuda e Hijas de Roque Enroll

¿Cómo fue el proceso de relevar a todas las mujeres que fueron y son parte del rock argentino? Da la sensación de que no se les escapó ninguna.

C.S.: ¡Hicimos de todo! ¡Hasta recorrimos geriátricos buscando a una artista que queríamos entrevistar! Leímos todos los libros de rock argentino que hay, revisamos infinidad de diarios y revistas publicadas desde 1955 hasta el fin de siglo, que es el período que abarca el libro, apelamos a nuestra memoria sobre las mujeres que habíamos visto tocar o escuchado sus discos y ellas, a su vez, nos llevaron a otras mujeres. Acudimos a coleccionistas que nos dieron nombres que no figuraban en ningún lado, solo en discos que tenían en su poder. En ese sentido, la ayuda del músico y coleccionista Zelmar Garín y del periodista Víctor Tapia fue fundamental para el relevamiento de las mujeres del rock de los años 50 y 60, mientras que periodistas como Marcelo Fernández Bitar y Alfredo Rosso nos ayudaron a completar el período siguiente. Zelmar, por ejemplo, encontró la única grabación de Mery Michel entre las antigüedades que atesora el Emaús de Isidro Casanova, que luego supimos que ya había fallecido.

S.A.: Yo me dediqué a investigar el punk y el metal, de los que hay poco registro. Me basé en testimonios de primera mano, tratando de reunir la mayor cantidad posible para cada caso. Amistades, familiares, integrantes de bandas, fans, coleccionistas y hasta gente a la que llegaba a través de las redes y que, sin conocerme, me ayudaba con nuevos datos. Es cierto que el que busca encuentra y así es cómo se dan cosas insólitas, como rastrear músicos de una artista inhallable y descubrir que hace años venís compartiendo reuniones familiares con uno de ellos. Eso me pasó con Eugenio Dolera, un primo político que resultó ser guitarrista de Trixy, una pionera del punk.

Angel Rojo en 1990 (Foto: Fabián Resakka García)
Angel Rojo en 1990 (Foto: Fabián Resakka García)

El libro presenta algunos descubrimientos interesantes e información poco conocida, como que se podría considerar a Estela Raval como una pionera del rock nacional.

C.S.: Una de las primeras grabaciones de un rock and roll que se realiza en nuestro país es en diciembre de 1955 y se trata de la reversión de “Rock Around The Clock”, el clásico de Bill Haley, a cargo de la orquesta de Tullio Gallo, editada por el sello Odeón. La orquesta tenía entre sus integrantes al conjunto vocal Los Cuatro Bemoles, del que formaba parte Estela Raval. Así que allí está su voz, en los comienzos más remotos del rock hecho en la Argentina. Hay que tener en cuenta que este nuevo ritmo llegó acá en los 50 y en esos años hubo algunas grabaciones de cantantes como Olga Lee, Elder Barber y Alicia Miranda Santos con el trío Los Santos. En los 60 vamos a encontrar a muchas más mujeres que le ponen su voz al rock and roll con muchísimo éxito. Incluso aparecen por primera vez bandas formadas íntegramente por mujeres, como Las Mosquitas, que grabaron canciones de The Beatles.

Patra en Club durante 1997 (Foto: Fabián Resakka García)
Patra en Club durante 1997 (Foto: Fabián Resakka García)

¿Cuáles fueron las historias que más les llamó la atención?

G.C.: Me impactó todo lo acontecido detrás de la tapa del disco Mujer Contra Mujer, que causó un escándalo impensado para estos tiempos. Todo lo que sucedió con esa imagen de Sandra Mihanovich y Celeste Carballo en torso, apoyando sus mejillas, que la tomó Gabriel Rocca, tiene una implicancia en la historia de los derechos de las mujeres que había pasado inadvertida. Volver a leer los artículos de la época, mirar las entrevistas en video y hablar con el autor detrás de esa imagen termina siendo uno de los episodios más fuertes del libro. Más rock que eso no existe.

Cada uno de los relatos tiene su encanto porque cada artista es diferente. Patra Ariño fue una de las primeras rockeras del punk local y formaba parte del grupo Exeroicas, formado por mujeres quilmeñas. Ana Lía Rizzi, Nora Dieguez y Nancy Cintioni plantearon su postura punk y eso marcó una gran convivencia de hombres y mujeres que pocas veces se recuerda. Para señalar alguna perla de la historia de Patra, veinte años antes de que lo hiciera Lady Gaga, ella se presentó a un concurso de disfraces ¡con una bikini de churrascos! Y el premio se lo entregó Esther Goris caracterizada como Evita. Su paso por la escena under dejó huellas en muchas chicas que la tomaron como ejemplo.

C.S.: Una mujer de mediana edad al frente de una banda de metal a fines de los 80 no es algo que llamara especialmente la atención. Que la banda, llamada Kerigma, fuera de Death Metal y que vocalista cantara al estilo death growl, es decir, con voz gutural, era de por sí poco común. Ahora, que la frontwoman además fuera una pastora evangelista que formó el grupo con sus hijos para difundir un mensaje religioso, eso sí que me pareció una rareza total.

También me sorprendí cuando, siguiendo el rastro de Leonor Marchesi, una de nuestras pioneras del hard rock, encontré su nombre junto al de Nina Hagen, la madre del punk, compartiendo un mismo proyecto discográfico.

Sandra Mihanovich, Celeste Carballo y Ludovica Squirru (Archivo personal Ludovica Squirru)
Sandra Mihanovich, Celeste Carballo y Ludovica Squirru (Archivo personal Ludovica Squirru)

Ya desde el principio del libro señalan cómo se ignora a la mujer, citando un artículo de La Razón ¿Por qué creen que eso sucedió desde el comienzo?

C.S.: No es solo en el rock el problema, sino en toda la historia de la música, en todos los estilos. Por ejemplo, en la música clásica, las interpretaciones patriarcales de la feminidad siempre intentaron interponerse entre la mujer y el instrumento. Así, hubo épocas en que algunos instrumentos fueron desaconsejados e incluso vedados para las mujeres, con argumentos en torno a que su ejecución atentaba contra la imagen de feminidad que la mujer debía dar y cuya exhibición sería “antiestética”.

Las primeras mujeres autorizadas a tocar instrumentos en público fueron monjas y desde el siglo XVI hasta el siglo XIX no se permitió que las mujeres tocaran en orquestas con hombres. El número de instrumentistas femeninas aumentó significativamente recién a partir de la Segunda Guerra Mundial por la sencilla razón de que quedaban pocos hombres porque combatían en la guerra o habían muerto. Finalizado el conflicto bélico, hubo mujeres que fueron despedidas de las orquestas sinfónicas.

En el rock, lo que llama la atención es que no se haya desmarcado de la discriminación por género porque fue, desde su irrupción, un movimiento progresista y contestatario que venía a poner en tela de juicio los mandatos sociales. Y sin embargo, en esta cuestión, conservó los prejuicios. Por supuesto, afortunadamente eso ha cambiado mucho en los últimos años.

¿Por qué a las mujeres les costó más insertarse en la cultura rock? ¿Creen que tuvo más dificultades que en otros géneros?

C.S.: La historiadora Valeria Manzano plantea una explicación. Dice que esta nueva corriente del rock que había empezado a manifestarse a mitad de los años 60 emergió de un grupo de jóvenes que desafiaban la masculinidad hegemónica, es decir, que buscaban, en la práctica, construir una nueva masculinidad en oposición a aquello que les imponía como destino la sociedad autoritaria de esos años en cuanto a lo que implicaba “hacerse hombres”. Las instituciones culturales como la escuela secundaria, la conscripción, el trabajo asalariado organizaban ese proceso mediante una dinámica que les inculcaba los valores de la respetabilidad, la disciplina y el consumismo. Entonces, muchas de sus temáticas de escritura eran en torno a lo que concernía específicamente a su género.

El rock en sus inicios se configuró así como una fraternidad de jóvenes que expresaban mediante la música y la poesía otros valores diferentes a aquellos que querían imponerles. Sus orígenes transnacionales divulgaban fundamentalmente un modelo social masculino, mientras que ellos exponían una estética corporal y una sociabilidad que los diferenciaba de la cultura dominante. Esos primeros espacios de la sociabilidad rockera, como las plazas, las calles o los primeros recitales, dificultaban de algún modo la plena integración de las jóvenes. Sumemos también la amenaza constante que significaba la represión policial. De modo que el rock no se constituyó como un espacio muy accesible para las jóvenes ni para que surgieran tan fácilmente artistas mujeres.

Suárez en el auditorio ATE, en 1998 (Alejandro Pihue)
Suárez en el auditorio ATE, en 1998 (Alejandro Pihue)

Un detalle del libro es que siempre que pueden dejan en evidencia lo machista que era la prensa musical o al menos cómo tenían incorporada esa actitud. ¿Quiénes solían ser más machistas, los músicos o los periodistas?

G.C.: Creo que desde muchos cronistas había una mirada a priori más prejuiciosa que la del músico. Muchas mujeres fueron instrumentistas de grandes nombres masculinos del rock, verdaderas socias artísticas. Tenemos testimonios de muchas artistas que reconocen cuánto las apoyaron colegas varones. También hay casos de cronistas que siguieron y difundieron con muchísimo interés a músicas mujeres.

C.S.: Toda la sociedad era machista. Pero también hay muchos músicos que podemos destacar por haber combatido el machismo. Por ejemplo, en un show de Sumo en Obras, subieron de invitadas Las Bay Biscuits y una gran parte del público empezó a corear “putas”. Luca Prodan los detuvo de una forma vehemente explicándoles que el machismo era algo espantoso. ¿Qué hizo el público? Empezó a gritarle a él “puto”.

She Devils en 1999 (Foto: Ale Pihue)
She Devils en 1999 (Foto: Ale Pihue)

¿Cuánto aportó el rock nacional a la despenalización del aborto?

S.A.: Mucho. El rock supo llevar la temática e instalar el debate en ámbitos donde quizás nunca antes se había dado. En nuestro país, cuando en el 97 se lanzó en la discoteca Cemento el álbum de She Devils y Fun People El Aborto Ilegal Asesina Mi Libertad, la reacción de la gente sorprendió incluso a las organizadoras. En ese espacio del punk y el hardcore se desataron posiciones encontradas y, como lo contó oportunamente la artista Pat Pietrafesa, se discutió hasta en los baños. Ese EP fue un gran aporte en términos de información y activismo porque, por un lado, traía datos estadísticos sobre el aborto en el mundo e información sobre la anticoncepción y, por el otro, un llamado a la acción porque lo acompañaba un afiche para fotocopiar y pegar en reclamo por la legalización del aborto en nuestro país.

Más que un disco, fue una verdadera herramienta de empoderamiento. La artista Paula Maffía, por ejemplo, contó que fue a partir de las She Devils y de Pat Pietrafesa que se sumó a la causa por el aborto legal. Y Lula Bertoldi, de Eruca Sativa, en ocasión de la sanción de la Ley en 2020, en agradecimiento, posteó la foto de las mujeres que, 36 años atrás, marcharon en reclamo de nuestros derechos, entre ellas, Susana Rinaldi. La antorcha fue pasando de voz en voz y el rock seguirá manteniéndola encendida.

Rosario Bléfari en 1995 (Alejandro Pihue)
Rosario Bléfari en 1995 (Alejandro Pihue)

El libro termina en 1999. ¿Cómo ven el rock argentino de los 2000 en adelante?

S.A.: En la actualidad, el rock hecho por mujeres está atravesado por eso. Muchas de las cantantes de las nuevas generaciones abrazan y militan el feminismo a través de sus canciones.

C.S.: A partir del nuevo siglo, y gracias al trabajo incansable de nuestras músicas, muchas mujeres coparon la escena del rock y lo siguen haciendo. Hubo una combinación entre el avance en la lucha por la ampliación de los derechos de las mujeres, la comunicación vía digital, la creación de espacios creados por las mujeres y un reconocimiento de la industria que fue asumiendo que las rockeras son tan buenas generadoras de cultura y negocios como los hombres. Hay más mujeres, hay más exposición y hay más público que acompaña a las artistas. Falta mucho por recorrer, pero bienvenido sea este nuevo presente. La avalancha es imparable. Como bien dijo Rosario Bléfari: el pasado, presente y futuro del rock es femenino.

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