El año 2023 ha sido testigo de una ecléctica y vibrante escena musical, marcada por la presencia destacada de Taylor Swift, quien trascendió el ámbito musical para convertirse en la persona del año, según la revista Time. Aunque Swift no lanzó material nuevo, sus regrabaciones de álbumes anteriores —las Taylor’s Version de Speak Now y 1989, cuyas versiones originales corresponden a 2010 y 2014— resonaron fuerte entre los oyentes. Sin embargo, más allá de Swift, el año estuvo lleno de lanzamientos destacados que abarcaron diversos estilos y generaciones. El año musical del 2023 reflejó la riqueza y diversidad de la escena contemporánea.
Entre los mejores discos del año, hay mucho y de distintos estilos y generaciones. El disco de Lana Del Rey, Did you know that there’s a tunnel under Ocean Blvd, que la muestra en su mejor forma, en una racha impecable que trae desde, por lo menos, su obra maestra de 2019, Norman Fucking Rockwell, con sus historias sobre los grandes mitos estadounidenses, chicos duros y chicas que se enamoran de gente poco recomendable.
My Back Was a Bridge for You to Cross es un disco que no suena a nada que se haya publicado este año. En la mejor tradición de la música r&b y disco, pero con toques claramente personales y relativamente experimentales, Anohni hizo un álbum que podría sentarse junto a Blonde de Frank Ocean o Black Messiah de D’Angelo sin desentonar demasiado con otros clásicos como What’s Going On de Marvin Gaye. No es casualidad que una pieza clave del disco es el guitarrista y productor Jimmy Hogarth, quien ya colaboró con Amy Winehouse y es un experto en los sonidos del soul clásico.
Una naciente estrella pop como Olivia Rodrigo, que demostró en su segundo disco, Guts, que tiene con qué superar el mote de “chica Disney” con un sonido que recuerda a una época en donde lo cíclico de todo volvió a ponerse de moda. A pesar de ser denostada de forma unánime por los críticos en sumomento, el pop-punk de principios de los años 2000, al parecer, hoy es algo “nostálgico” para centennials que no vivieron aquella época.
La música de raíces estadounidense, country o americana, también se encuentra en un nivel altísimo desde hace tiempo, y este año no fue la excepción. Jason Isbell, exmiembro de los sureños Drive By Truckers, ha dedicado más de 15 años a crear todo un mundo propio dentro de la música estadounidense, al nivel, a estas alturas, de los grandes nombres.
Su disco de este año, Weathervanes —grabado junto a su banda, 400 Unit— continúa expandiendo ese mundo, al mismo tiempo que homenajea a amigos caídos como Justin Townes Earle, a quien le dedica la maravillosa y emotiva When We Were Close, un punto altísimo del disco. Otro caso interesante es el de Zach Bryan, que publicó un disco homónimo que trasciende el country y se acerca al pop, en lo que fue un gran éxito no sólo de la crítica sino también de ventas y en los servicios de streaming.
El shoegaze etéreo de Parannoul, con After The Magic, se confirma como uno de los artistas más interesantes de la actualidad desde Corea del Sur: aunque no tiene absolutamente nada que ver con el mega exitoso K-Pop. Se trata más bien de una especie de My Bloody Valentine emo, con la particularidad que le otorga el “exotismo” asiático y las influencias del ambiente, el indie y el noise japonés con una sensibilidad pop innegable.
Sufjan Stevens sacó su décimo álbum, Javelin, tan crudo y directo como siempre, con canciones hermosas que por momentos suenan a pop de los 60s sin perder la veta folk tristona que es su marca de fábrica. Y mucho más cuando unas semanas después de publicar el disco, contó que padece una enfermedad autoinmune que limita su movilidad. Otros grandes discos que salieron este año fueron Maps de Billy Woods; 10000 Gecs de 100 Gecs; Desire, I Want To Turn Into You de Caroline Polacheck; The Land Is Inhospitable and So Are We de MItski, o Sundial de Noname.
En el panorama local, es importante hacer una mención especial a Blair, que sacó varios singles interesantes este año y que demuestra que tiene un potencial enorme de cara al futuro, en la línea de una especie de Lana Del Rey o Courtney Love argentina. Dum Chica, un trío que parece fuera de tiempo, ya que por momentos suena a protopunk y por otros a post punk, pero siempre se mantiene espectral. Su principal comparación podría ser con una Velvet Underground pasada de rosca, pero con la furia y angustia generacional que captó Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, especialmente en su encarnación más post-punk o dark —Gulp, Oktubre, Un baión para el ojo idiota
Junto a otras bandas argentinas actuales, como Mujer Cebra, Buenos Vampiros o Fin del Mundo —que también sacaron discos muy buenos durante este 2023—, demuestran que el rock argentino en su vertiente under está en un momento que hace mucho no se escucha. Y que tiene bastante más para dar que lo que se ve en la superficie del mainstream o de lo mismo de siempre. Con las mujeres como su principal punta de lanza.