El Martín Fierro forma parte de la identidad nacional. Aún quienes no lo han leído pueden recitar frases y poemas. Y la lista de escritores y académicos que han tenido la necesidad de medirse con él es extensísima, si no infinita: Leopoldo Lugones, Ricardo Rojas, Borges, Piglia, Josefina Ludmer, Beatriz Sarlo, Carlos Gamerro, Martín Kohan, Gabriela Cabezón Cámara, Martín Caparrós, muchos más.
El Martín Fierro es un clásico, pero ¿por qué? “Hay una cuestión de contenido y otra de forma”, dice Alicia Sisca, profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras del Salvador especializada en literatura gauchesca, “empezando por el tipo de poesía que creó José Hernández, que es la sextilla, y que por eso se la llamó sextilla hernandiana”.
Casi cuatro de cinco partes del poema está escrito en estrofa de seis versos cuyo primer verso es libre, segundo, tercero y sexto con rima consonante, y cuarto y quinto con otra rima consonante. “El payador comienza con libertad y luego tiene que rimar; eso sirve para que cada estrofa sea una unidad”, explica Sisca. Además, los últimos dos versos son un legado de Hernández: muchos de esos dos versos son los que quedaron como saberes populares que se repiten aún hoy. Algunos son proverbios, otros son sentencias, otros son frases sencillas. “La idea de empezar libre y de rematar en dos versos que no se unen por la misma rima sino por lo que dice el contenido, indica una trabazón entre el fondo y forma”, dice Sisca.
—¿Y el contenido?
—El contenido es universal. En mi tesis demostré que es un contenido sobre la base del cristianismo católico y el catolicismo es universal. Las verdades y valores que el Martín Fierro manifiesta siguen vigentes. Trascienden el momento y el lugar. Incluso trasciende la lengua gauchesca. Son mensajes universales en una forma literaria que se ensambla perfectamente con el contenido.
Huellas orales en el papel
¿A qué edad habrá leído el padre Guillermo Furlong el Martín Fierro? Hijo de una familia de farmers irlandeses, el historiador jesuita y uno de los próceres modernos de la Universidad del Salvador, nació en 1889 y antes de cumplir la mayoría de edad viajó a España para estudiar Humanidades y continuó su periplo en los Estados Unidos donde se doctoró en la Universidad de Georgetown. Volvió a la Argentina en la época en que la obra de José Hernández empezaba a consolidarse como el poema nacional. Pero, tras una estancia breve en el país, volvió a irse a Europa: cuando regresara ya habría sido ordenado sacerdote.
Furlong fue un estudioso del período colonial y entre sus trabajos abordó la música, la arquitectura y la artesanía de aquella época. También se dedicó a la vida de San Martín. Ahora, a casi cincuenta años de su muerte, se recuperó un profundo estudio que hizo del poema de Hernández: una suerte de diccionario de más de 300 folios con palabras seleccionadas y ordenadas alfabéticamente al que llamó Lexicon verbae de Martín Fierro. En esos años, Furlong hablaba del poema con sus estudiantes. Y una de ellos era Alicia Sisca.
“Recibir el Lexicon fue una emoción muy grande”, dice Sisca. Pero la frase no alcanza a dar una real dimensión de lo que le produjo ver en la carátula del paquete esa letra conocida que decía Lexicon verbae del Martín Fierro y Padre Guillermo Furlong subrayado dos veces. En las hojas A4, cada palabra estaba manuscrita en tinta roja, con las estrofas mecanografiadas y pegadas. Y como un verso puede aparecer bajo más de una entrada, hay marcas y señales que dan cuenta de una navegación rudimentaria previa a Internet. El Lexicon es un collage minucioso, razonado, exquisito.
El documento tuvo un derrotero acorde a la vida nómade de su autor. “Me lo dio un profesor especializado en José Hernández, que se llama Ángel Núñez”, explica Sisca. Los dos —Núñez y Sisca— habían sido alumnos de la universidad aunque en camadas diferentes, y los dos habían tenido una relación estrecha con Furlong. Núñez sabía que el Lexicon estaba en las oficinas de EUDEBA, pero, una vez que en esa editorial dijeron que no iban a publicarlo, pidió autorización para retirarlo. Y cuando la editorial Hernandarias publicó la segunda edición de la tesis de Sisca, no dudó: buscó la forma de ponerse en contacto con ella y le entregó el ejemplar.
En 2018, el Lexicón llegó a la Biblioteca Histórica de la Universidad del Salvador y ahora, tras un proceso de recuperación y conservación, se lo pudo digitalizar y está disponible para quien necesite tomarlo como parte de un trabajo de investigación.
—¿Cuál es la diferencia entre el Lexicon y un glosario?
—El glosario es una serie de vocablos con sus acepciones. En cambio, un lexicón tiene por detrás un trabajo académico, profesional. Calculamos que el Lexicon debe tener unos setenta años, por lo que en ese momento era un trabajo de vanguardia. Hacer un lexicón era algo fuera de lo habitual. Él hizo un estudio en relación con la palabra dentro del texto, dentro del contexto. Eso es lo que la diferencia de una simple bibliografía o un vocabulario.
—¿Cómo influye el Lexicon de Furlong en las lecturas del Martín Fierro?
—Lo más importante del Lexicon es el aporte que puede hacer para nuevas investigaciones, para otro tipo de estudios superiores. Que esté digitalizado en la biblioteca de la Universidad de El Salvador es un lujo. Es un tesoro invaluable.