La película Chau Buenos Aires, dirigida por Germán Kral, se sumerge en los torbellinos de la crisis económica y social de 2001 en Argentina. La trama sigue a Julio Färber, interpretado por Diego Cremonesi, decidido a emigrar con su familia hacia Europa, abandonando su zapatería, su amado barrio de Nueva Pompeya y su querido grupo de tango. Sin embargo, la vida parece conspirar para desafiar su decisión, desatando una tragicomedia que retrata la dura realidad de una crisis económica y social en Argentina.
En Chau Buenos Aires, tangos emblemáticos como “Pasional”, “Desencuentro”, “Cambalache” y “Honrar la Vida” entrelazan la trama, reflejando las vidas y emociones de los personajes. Estas melodías, grabadas especialmente para la película por destacados músicos porteños, encapsulan la esencia del tango y su profundo arraigo en la vida de los protagonistas.
El film, en su simplicidad y complejidad, resuena en la realidad actual de Argentina, presentando una visión esperanzadora a pesar de la oscuridad. Kral resalta cómo, a pesar de la pérdida y la incertidumbre, los protagonistas conservan la dignidad, el humor y la camaradería, una lección de resistencia en tiempos turbulentos. Kral reflexiona sobre la vigencia de la historia en tiempos contemporáneos, donde los eventos que enfrentan Julio y sus amigos resuenan trágicamente en la sociedad actual de Argentina. El director espera que la película sirva como un rayo de esperanza en tiempos oscuros, resaltando la dignidad, el humor y la amistad que persisten incluso en las circunstancias más adversas.
Con una convicción en la capacidad del cine para entretener y conmover, Kral busca emocionar al público con una historia multifacética: divertida, emotiva, romántica y trágica a la vez. Una historia que encuentra su esencia en lo local, pero que resuena en lo universal, tejiendo un tapiz de emociones y reflexiones. Chau Buenos Aires es, en última instancia, una oda a la resiliencia argentina y al poder transformador del cine, llevando consigo el legado de una ciudad, un género musical y una historia de supervivencia y amistad.
Infobae Cultura entrevistó al director que este jueves estrena su primera película de ficción.
—¿Cómo te surge esa idea de poner a la crisis de 2001 como contexto de la película?
—En 2001, estaba filmando un documental sobre el bar El Chino, o sea que todo el tema del bar de tango y la crisis económica y social que sufrió la Argentina en esta época estaba muy cerca cuando empecé a escribir este guión en 2003. La madre de mi hijo me dijo ¿por qué no hacés una película sobre el nacimiento de un bar de tango? y así empezó. Al principio, los protagonistas querían armar un bar de tango. La historia de amor entre un bandoneonista y una taxista estuvo desde el principio. El 2001 estaba muy cerca y a mí me había impresionado esto de que un día uno no pudiese sacar sus propios ahorros del banco, me parecía casi increíble. Creí que era un buen momento para contar una película.
—¿Cómo fue convocar a este elenco de lujo?
—Nos ocupamos de conseguir la mayor cantidad de dinero que estaba dentro de nuestras posibilidades para que la película quede bien. Tuve un gran equipo de filmación y por supuesto que quería tener muy buenos actores. Tuve la suerte de conseguir este elenco soñado. Le pusieron realmente el cuerpo y el talento a esta película. Diego Cremonesi le puso todo a esta película. Además de la parte actoral, estuvo un año aprendiendo a tocar el bandoneón y toca las notas. Trabajó días y días y días para sacar eso. Estoy muy agradecido por su trabajo. Manuel Vicente le puso una humanidad increíble al personaje de Atilio, a mí me conmueve cada vez que lo veo. David Masajnik le puso al Polaco un humor bellísimo y esa frescura que lo caracteriza. La gente se muere de la risa con los comentarios de David. Todo el elenco sorprende.
—¿Qué tuviste en cuenta para encarar tu primera ficción?
—Estudié ficción, siempre quise hacer ficción. Fui filmando documentales porque eran más fáciles de hacer. Entonces, avanzaba, me iba relativamente bien, a la gente le gustaba lo que hacía, hacía el próximo y mientras tanto iba desarrollando este proyecto. Conocía todos los aspectos de la filmación de una película, pero nunca había experimentado el trabajo con los actores, a los que hay que decirles qué salió bien, qué salió mal, qué tienen que repetir y por qué y cómo. Eso para mí fue el mayor desafío de esta película, en la parte de lo que significa la realización.
—¿Cómo lo trabajaste el aspecto documental?
—La realidad del mundo que estábamos contando, su verosimilitud, fue para mí siempre muy importante. Tratamos con mucho cuidado todos los aspectos de la película: la ropa tenía que ser verdadera y real, posible, el maquillaje, los decorados, la luz, lo más bella pero a la vez lo más realista posible. Inclusive cuando los músicos tocaban. Era para mí muy crucial que uno creyese que estaban tocando. Fue terrible y un trabajo muy doloroso ver las imágenes de la crisis del 2001. Además, ver que los temas de los que se hablaban son exactamente los mismos que discutimos 20 años después: Fondo Monetario Internacional, la gente que se quiere ir del país haciendo colas en las embajadas, pobreza, corrupción. La Argentina da vueltas hace más de 20 años por los mismos temas, es realmente trágico y triste.
—A pesar de tener hechos muy trágicos, poder incluir y darse el lujo de jugar con la comedia también.
—Eso estuvo desde el principio. Cuando empecé a estudiar cine me encantaban las películas de Tarkovski, de Wenders, o sea, películas más bien lentas y serias. Con el tiempo, fui descubriendo el valor de las películas tragicómicas. Me parece que el cine tiene que entretener, tiene que divertir y tiene que emocionar. Esas películas donde uno llora y se ríe a la vez son algo fantástico de hacer. La gente tiene que salir del cine habiéndose entretenido y también movilizado y es lo que tratamos de hacer.
—La película tiene dos protagonistas, sin embargo, todos los personajes están muy bien desarrollados y tiene un vuelo propio.
—Fue un gran trabajo que hicimos con mis coautores, con Fernando Castets en Buenos Aires y con Stephan Puchner en Múnich. Los tres escribíamos y en ese ida y vuelta iba depurándose y quedando lo más esencial, como si fuese una salsa. Creo que logramos una película bastante coral. Si bien hay una historia principal, la de Julio y Mariela, cada personaje tiene su momento y cada uno brilla en algún momento. No fue fácil. Le fuimos dando vueltas a cada uno y sumándoles escenas y conflictos, pero pienso que eso estuvo bastante bien. Estoy muy contento con eso.
—¿Cómo fue el desafío de filmar en la pandemia?
—Empezamos a filmar en marzo de 2020 y a los diez días tuvimos que interrumpir por la pandemia. Recién pudimos retomar once meses después en febrero o a fin enero de 2021. Cuando pudimos retomar, estábamos todos felices de poder volver a trabajar tanto el equipo técnico como los actores. Porque era tener de nuevo la posibilidad de hacer lo que nos gusta y de poder salir de nuestras casas y volver a trabajar. Aparte, todos queríamos el proyecto. Realmente era un proyecto con el que cada uno de nosotros estaba de algún modo identificado y cada uno quería lo mejor. Todos estos actores que ves estaban contentos con la filmación, con la historia y querían que esto salga bien y salga adelante.
*“Chau Buenos Aires” de Germán Kral se estrena en los cines argentinos el próximo jueves 14 de diciembre
[Crédito Fotos: Alex Gonschior y Monogatari Films - Salamanca Cine]