Una hora después de que el editor David Remnick anunciara despidos en el New Yorker, unas pocas docenas de empleados se amontonaron en los ascensores del 1 World Trade Center y subieron 11 pisos hasta las oficinas centrales para exigir respuestas.
La empresa matriz, Condé Nast, va a despedir este otoño boreal a casi 300 personas de sus docenas de cabeceras, pero no dejó de ser una sorpresa que la medida afectara a una revista considerada su marca más prestigiosa, que históricamente parecía estar por encima de las usuales preocupaciones comerciales. “Siempre asumimos que el New Yorker no se ve afectado, es bastante atípico”, dijo un empleado de otra publicación de Condé Nast, hablando bajo condición de anonimato para evitar posibles represalias.
Mientras que el resto del mundo de las revistas a menudo parecía en caída libre -baja de lectores y ventas de publicidad forzando recortes y cierres en toda la industria-, el New Yorker continuó con su personal, publicando semanalmente y cobrando 120 dólares por una suscripción anual. Digiday informó en 2018 que el New Yorker tenía 1,2 millones de suscriptores, una de las pocas revistas que obtienen más ingresos de las suscripciones que de la publicidad. Eso, combinado con un negocio de eventos que alberga el New Yorker Festival anual repleto de estrellas, lo coloca en una sólida base financiera.
El New Yorker declinó hacer comentarios sobre sus finanzas, pero según la contabilidad más reciente de la Alliance for Audited Media, la circulación de la revista literaria más influyente del mundo fue de 1,25 millones en el primer semestre de 2023. Pero incluso si el semanario había estado en gran medida aislado de la agitación de la industria de los medios de comunicación, cuando cayó el hacha, su sindicato estaba excepcionalmente preparado para responder.
Dos años después de que el pequeño ejército de verificadores de hechos, editores y asistentes que ayudan a producir el prestigioso trabajo del New Yorker consiguiera su primer contrato colectivo, se ha convertido en uno de los sindicatos de medios de comunicación más poderosos de la industria. Sus tácticas, que han acaparado titulares, incluyen paros laborales de un día de duración, un piquete frente a la casa de Manhattan de la ejecutiva de Condé Nast, Anna Wintour, y una campaña de presión sobre políticos favorables a los trabajadores, como la representante Alexandria Ocasio-Cortez (demócrata por Nueva York) y la senadora Elizabeth Warren (demócrata por Massachusetts), para que se retiren del New Yorker Festival.
“Hemos sido un sindicato luchador al menos desde nuestro primer contrato”, dijo Hannah Aizenman, coordinadora de poesía del New Yorker y presidenta del gremio.
Es cierto que el sindicato se vio sorprendido cuando la empresa recortó cuatro puestos de trabajo en junio, una medida de la que no se informó en su momento, pero puso a los líderes en alerta de que los despidos, que el New Yorker evitó cuando Condé Nast hizo grandes reducciones presupuestarias en 2017 y 2020, podrían producirse en la ilustre revista.
Así que cuando Remnick anunció los recortes -10 trabajadores sindicalizados despedidos y un número aproximadamente igual de salidas de trabajadores no sindicalizados, según múltiples personas de la empresa y del sindicato NewsGuild- en una reunión abruptamente programada de 15 minutos la semana pasada, el sindicato estaba preparado. Los empleados marcharon a las oficinas ejecutivas para enfrentarse al jefe de relaciones laborales de Condé Nast, exigiendo que la empresa compartiera la información sobre los despidos -que está obligada a facilitar por contrato- y solicitando una reunión para hablar de salidas voluntarias como alternativa a los despidos. Mientras hablaban, varios guardias de seguridad recorrían el perímetro de la multitud.
“Cuando hay seguridad, se pretende dar la impresión de que estás haciendo algo mal”, dijo Aizenman.
El lunes, el sindicato NewsGuild de Nueva York había presentado una denuncia contra Condé Nast por prácticas laborales desleales, objetando la presencia de guardias, que según el sindicato era un intento de intimidar a sus miembros.v“Se trata de una pauta de comportamiento muy preocupante por parte de la dirección de Condé Nast”, declaró la presidenta de NewsGuild, Susan DeCarava, en un comunicado en donde señalaba que los guardias de seguridad habían aparecido durante actividades sindicales anteriores en el edificio. “Nuestros miembros tienen derecho a exigir respuestas a la dirección de la empresa sin que se les vigile ilegalmente y se llame a la seguridad”.
En un comunicado, un portavoz de la empresa dijo que el equipo de seguridad del edificio “siguió el protocolo estándar del edificio y no se enfrentó a ningún miembro del sindicato.” En todo el imperio Condé Nast, los empleados afirman que los despidos este otoño han creado incertidumbre y temor. El 14 de noviembre, la empresa envió al sindicato que representa a los trabajadores de cabeceras como Bon Appétit, GQ, Vanity Fair y Vogue una lista con unos 90 nombres de empleados que iban a ser despedidos.
Como el sindicato aún está negociando su primer contrato con Condé Nast, la dirección debe negociar primero las condiciones de los despidos, lo que significa que las personas nombradas aún no estaban oficialmente despedidas, sólo sabían que la empresa quería que se fueran. En el programa de mensajería interna, los empleados cambiaron sus avatares para poner “Estoy en la lista” o “Estoy con la lista”, en protesta por los despidos propuestos.
“Es muy incómodo, obviamente, para estas personas que básicamente han sido despedidas pero no oficialmente, y se preguntan: ¿aún hago mi trabajo?”, dijo un empleado que habló bajo condición de anonimato para expresarse con franqueza. “Respetamos plenamente el derecho de nuestros empleados a organizarse y hemos intentado en repetidas ocasiones negociar de buena fe con el sindicato una propuesta presentada hace más de un mes. Aún no han respondido”, declaró un portavoz de la empresa.
Mientras tanto, los miembros del sindicato dicen que sigue sin estar claro por qué la empresa está despidiendo a gente. En su nota del 1 de noviembre, en la que anunciaba los recortes, Roger Lynch, consejero delegado de Condé Nast, afirmó que la empresa esperaba su tercer año consecutivo de crecimiento global de los ingresos. “Condé Nast se ha negado rotundamente a ser transparente con todos los miembros del sindicato sobre por qué son necesarios estos despidos”, dijo DeCarava.
Fuente: The Washington Post