Un día, Diana Reches, la que cantaba desde la cuna, según su madre, la que había estudiado piano a los 9 años, la que se había cultivado con música clásica y jazz, la que estudiaba arquitectura y le interesaba la pintura, la que amaba el cine francés, la ropa de diseño y vivía en el acomodado barrio de Pocitos de Montevideo, se convirtió en Diane Denoir, la musa de una generación beat. Esa chica de 19 años, ojos verdes, mirada triste, encarnó el espíritu de una ciudad ilustrada, melancólica, una chansonier desterrada en ese sur afiebrado de candombe, que con el latido minimalista de su voz, lo envolvió todo, las horas lentas de la ciudad, los atardeceres sobre el mar, el cool jazz de Miles Davis, Los Beatles, la bossa nova de Joao Gilberto, las canciones de Juliette Greco y los vientos de cambio del Mayo Francés. Ella, es la que anunció el sonido del futuro, la llegada del profeta musical Eduardo Mateo, en aquellos Conciertos Beat de 1966. Desde ese momento, la voz de Diane Denoir y las canciones de Mateo, arreglador y guitarrista de su trío acompañante, se fundieron en una sola matriz musical para inventar la canción moderna rioplatense.
“Estábamos buscando otras formas de decir cantando en español, era como una nueva búsqueda muy intuitiva”, dice la cantante y compositora uruguaya Diane Denoir, que el miércoles 6, se presenta con su trío –Daniel Lobito Lagarde en contrabajo, guitarra, arreglos y dirección musical; Andrés Arnicho en teclados y Nelson Cedréz en batería– en el Bebop Club, Uriarte 1658, con un repertorio de canciones urbanas de América Latina, entre las que brilla el repertorio de Eduardo Mateo.
“Las canciones de Mateo siguen teniendo vigencia, siguen teniendo futuro porque realmente son inoxidables. Mateo musicalmente es un vanguardista y muchas de sus letras son hasta hoy tremendamente poéticas”, dice Denoir.
“Mejor me voy”, “Esa tristeza” y “Hoy te vi”, que se volvieron clásicos de la música uruguaya, fueron inspiradas y compuestas especialmente para el tono intimista de Denoir, que se volvió una bandera del sonido beat de Montevideo, y que con el paso del tiempo, los músicos de distintas generaciones escucharon una y otra vez, para descifrar el misterio de esas armonías de la guitarra de Mateo –la batida de bossa, el candombe y la canción beatle– que son como el santo grial de la música uruguaya.
“Sus canciones reflejan muy bien el espíritu de esa época. Quizás a Mateo le gustaba cómo yo podía interpretar sus canciones y por eso me iba mostrando, trayendo nuevas composiciones”, dice la cantante y compositora.
—¿Era difícil cantarlo a Mateo o enseguida le encontró el swing a su música?
—Las canciones de Mateo las fui cantando a medida que él las iba componiendo y me las iba mostrando. Todo era muy natural entre nosotros, muy espontáneo, nunca me resultaron difíciles de cantar, siempre me gustaron desde el primer momento sus giros armónicos, y en muchos temas me cautivó su poesía.
—¿Qué los unió cuando se encontraron? ¿Buscaban lo mismo?
—Nos unía, seguramente una sensibilidad mutua. Estar tocando juntos, ir desarrollando propuestas nuevas. Eso nos seguía motivando y uniéndonos mucho musicalmente.
—¿Cuáles sonidos los influenciaban?
—En ese entonces escuchaba bossa, chanson francaise, Beatles, pero también música clásica y jazz. Todos esos géneros musicales nos influyeron muchísimo, desde Debussy hasta Jobim o Chico Buarque, pasando inevitablemente por los Beatles y Miles Davis. Fue una década muy fermental musicalmente y nosotros absorbíamos esa riqueza.
—En las músicas que interpreta incluso en su manera de decir hay una suerte de melancolía permanente, algo que parece que hablara de algo existencial en cada frase. ¿Esta presente esa sensación cuando canta?
—Bueno, me sorprende lo de “melancolía permanente”, no es mi intención. Quizás el sentido de algunas letras haga asociarlo a la melancolía. Sí me importa mucho la poesía y el contenido de las letras, pero más bien las digo, las canto, mirando hacia adelante porque siempre trato de ver un futuro mejor.
—Me gustaría conocer la historia de “Mejor me voy”, que dicen fue escrita por Mateo para usted.
—Muchas veces yo iba con mi novio, por ejemplo después del cine, al local nocturno donde Mateo tocaba con su grupo –primero Los Malditos y luego El Kinto– y muchas veces Mateo me decía: “Dale, cantáte una, y yo subía a la tarima medio a oscuras, y cantaba un tema o dos. Pero una vez que fui y acababa de pelearme con mi novio, me invitó a cantar y yo no quise. Insistía y yo le decía que no, hasta que uno o dos días después vino a casa y me dijo: “Mirá, esta sos vos” y me mostró “Mejor me voy”.
Después de tocar en distintos ciclos exitosos en teatros, grabar programas de televisión como Discodromo y entrar a los estudios Ion de Buenos Aires para el disco debut de Diane Denoir, en 1971, la dupla con Mateo concluyó. Por la militancia social, Diane Denoir, tuvo que pasar a la clandestinidad por la persecución de la dictadura militar uruguaya. Mataron a su pareja en 1976, y se exilió en Venezuela, donde dejó de cantar. Tiempo después la descubriría Mercedes Sosa, como autora de la canción “Como un pájaro libre”, que la tucumana grabó para su álbum de 1982.
“Es una canción que compusimos con Adela Gleijer en 1972, cuando empezó la represión en Uruguay y nos preguntábamos muchas cosas, entre ellas qué le pasaba a una madre que quería que su hijo desplegara las alas pero a la vez tenía mucho miedo por lo que estaba sucediendo en las calles. Fue un honor y un privilegio que Mercedes quisiera cantarla, y en esos momentos, a finales de los años setenta, que la incluya en su repertorio y llevarla por el mundo. La conocí a Mercedes en Caracas. Ella vivía en París, pero venía a menudo a cantar a Venezuela, donde yo estaba exiliada y nos vimos varias veces. Fueron lindos encuentros”, cuenta la artista nacida en Montevideo.
—Estuvo mucho tiempo sin cantar. ¿Qué le pasó?
—Es cierto, dejé de cantar un buen tiempo, no tuve ganas. Volver a cantar, subirse a un escenario, reconectar con el público es una sensación indescriptible, es una adrenalina muy especial, y cuando volví a sentirlo me pregunté a mí misma cómo pude estar tanto tiempo sin sentir esto que es tan hermoso. Ahora no paro más.
La voz de Diane Denoir nunca se perdió del todo, siguió flotando en el aire como una suerte de bruma existencial, rescatada por coleccionistas y melómanos, reeditada por sellos independientes, o manteniéndose entre una legión secreta de seguidores, aquellos acólitos que con fervor pronunciaban su nombre, como si estuvieran develando el misterio del génesis. Aunque los primeros simples con Mateo –material que se puede encontrar en el álbum Inéditas de 1998, y su primer disco, que se editó en 1973 por el sello De La Planta de Carlos Piriz (el mismo ingeniero que grabaría después el mítico Mateo sólo bien se lame)– se hayan grabado hace medio siglo, esa música llega a sorprender de la misma manera que cuando salió a la superficie.
“La mejor devolución que tengo es de los jóvenes que vienen a mis conciertos y me encanta verlos en el público. Los temas que canto de Mateo siguen interesándoles a los chicos, y en cuanto a los que están grabados, sean compuestos por Mateo o tocados con su guitarra, evidentemente le gustan a las nuevas generaciones porque Inéditas: Diane Denoir - Eduardo Mateo es una playlist que me dicen es muy escuchada en Spotify; y la canción que me compuso Pipo Spera “Señora Diana ví” acompañada por Mateo, es tendencia en Tik Tok, y se mantiene desde hace ya más de dos años. ¿Qué más puedo pedir?”.
—Lo vio por última vez a Mateo cuando volvió a Montevideo en los noventa. ¿Qué recuerda de ese encuentro? ¿Qué sensación le quedó?
—Justo había ido de visita a Montevideo y me enteré de que estaba internado. Lo fui a ver al hospital, era tarde de noche, hablamos como si no hubieran pasado esos años de por medio de mi exilio, era como si en nuestras vidas hubiéramos puesto “pausa” cuando me fui, y esa noche pusimos “play”. Era el Mateo de siempre, la charla fluía normalmente, lo único que me llamó la atención fue que noté que estaba muy hinchado, pero salvo ese detalle, todo parecía normal, como antes. Al rato vino una enfermera y me dijo que tenían que apagar las luces (era una habitación con muchas camas). Así que le dije: “Che, vuelvo mañana”. Pero esa noche falleció. Dicen que me esperó. Puede ser.
Diane Denoir camina por las calles de Buenos Aires en anonimato. La voz que es un mito de la música urbana rioplatense, la que se volvió secreta y clandestina durante la dictadura militar uruguaya, la que sufrió el exilio, la que dejó de cantar durante años y la que volvió a los escenarios para que una nueva generación la descubriera en vivo le baja el tono a su leyenda.
—¿Le pesa el mito a su alrededor?
—En realidad, no me gusta que alguien me pueda considerar “leyenda”, y tampoco es un fantasma que me persiga. Creo que a veces se confunde “iniciador de una época” con leyenda. No es para tanto.
Fotos: Laura Tenenbaum.