Melisa Zulberti (1989), oriunda de la ciudad bonaerense de Tandil, trabaja indagando en el encuentro de una amplia variedad de disciplinas artísticas (performance, artes visuales, diseño industrial y tecnología). Sus obras han sido expuestas en festivales y en reconocidos espacios culturales de nuestro país, y a nivel internacional en España, Brasil y Suiza, entre otros. En 2024 será la primera artista argentina en la Biennale di Danza di Venezia, informaron la Dirección de Asuntos Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto y el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires.
Zulberti, quien presentó su primera pieza en el marco de FIBA, el Festival Internacional de Buenos Aires, y formó parte de catálogos de eventos culturales como la Bienal de Arte Joven, la Maratón Abasto y el Festival Ciudad Emergente, fue la artista elegida para estrenar un proyecto inédito en la edición 2024 de ese prestigioso evento internacional donde la Argentina cuenta con un pabellón propio. La Biennale di Venezia promociona el arte contemporáneo en todas las disciplinas: artes visuales, arquitectura, cine, danza, música y teatro. Su convocatoria abarca al mundo entero y en cada edición se elige un único proyecto para ser producido y estrenado de forma inédita.
La Biennale define a los artistas que selecciona como “alquimistas del movimiento”. Indica que su trabajo está impulsado por “una curiosidad insaciable por explorar y experimentar, tanto en el proceso como en la interpretación; a través de la improvisación, la instalación soma-sensorial, el minimalismo radical o en sorprendentes partidas de forma y contexto”.
“El proceso de creación de mi trabajo parte de pensar estructuras para ser habitadas por el movimiento, que dialoguen con el concepto a investigar y aporte a la pieza particularidades kinéticas y dramatúrgicas. Una vez realizada dicha estructura, se inicia un proceso de exploración física, en el cual se comienza a indagar la vinculación entre estructura-movimiento-espacio y las poéticas dramatúrgicas que se originan. Casi en simultáneo, se inicia el proceso de investigación y creación de la partitura sonora, que parte de buscar y grabar sonidos propios de la estructura explorando sinfonías electrónicas, y las interconexiones posibles que aparecen entre la obra con soportes y formatos multimediales. Todas mis obras están pensadas en convivencia con el lenguaje cinematográfico, en donde las piezas audiovisuales que dirijo funcionan como preludio para el espectador o mismo como videoarte de la obra escénica; asimismo estas piezas componen su propio universo en torno al lenguaje”, explica Melisa Zulberti.
Sobre el proyecto presentado a la Biennale di Danza di Venezia 2024
Para la convocatoria internacional de la Biennale di Danza di Venezia 2024, la artista propuso encarar la investigación de una pieza multidisciplinar, para nueve cuerpos, tomando como base el concepto de movimiento pendular. Dicha pieza se pregunta sobre las metodologías para fluir y cuáles formas de estar con los demás se experimentan en situaciones de crisis y conflicto. ¿Cómo negociamos la necesidad de descentrar al individuo y permanecer atentos a la posicionalidad de múltiples capas, a su vez conscientes de las formas de exclusión o discriminación?
Una atmósfera que presenta espacios despojados, cuyas principales características son la sensación de inmensidad, de infinitud y de fuga que explora la relación entre la luz y el espacio. Un no-lugar, habitado por cuerpos pendulares que enfatizan la levedad, el movimiento y la propagación de la forma y sus sombras proyectadas introduciendo al espectador en una dimensión plagada de figuraciones que se multiplican hacia la infinitud.
En el transcurso de sus investigaciones, Zulberti pone el acento en la materialización de un objeto simbólico/ambiguo que se concreta cuando los cuerpos entran en acción y se magnetizan a través de la vibración, la música y el movimiento; mientras que la espera, ese tiempo fuera de escena, completa la obra creando pares conceptuales como la adición sustracción y suspensión-tensión. Es así que el juego de llenos y vacíos, acción y espera, plantea una geografía en constante acontecer. En ese sentido, la obra que propone abre a una perspectiva particular que busca lograr el empoderamiento de un tiempo propio que se inserta en la trama espacial y permite vivir la experiencia de la exploración como concepto de la performance.
Performance Sobre sí mismo
La última obra de Zulberti se titula Sobre sí mismo, y fue coproducida por Fundación Proa y Proa21 (Buenos Aires, Argentina). Se trata de un proyecto multidisciplinar que parte de estudiar sistemas de transportes continuos para la creación de una partitura escultórica que habite el movimiento. Una máquina o mecanismo en el cual los cuerpos indagan la posibilidad de lo constante y la dirección de un trayecto. La premisa era investigar el contexto del barrio La Boca (Buenos Aires, Argentina) donde se encuentran situados Fundación Proa y PROA21, e intentar encontrar resonancias del espacio para crear una obra inédita. Dentro de esa exploración, Zulberti decidió trabajar con las corrientes migratorias que habitaron y habitan este espacio, y focalizar la atención en la idea del fluir del río. La artista pensó la obra como una situación de tránsito, como una plataforma de migración, y dentro de esa premisa, la continuidad.
En este proyecto conviven las artes del movimiento, la música y el video en vivo, que permite en tiempo real, a través de cámaras colocadas en las placas, ver la circulación y dramaturgia interna que se genera y cómo se construyen en simultáneo nuevos relatos. Este trabajo es ejecutado en vivo, así como la partitura sonora, y se proyecta en convivencia con la pieza escénica, migrando de lenguaje al final de la pieza. De este modo, ofrece al espectador un audiovisual a partir de la sumatoria de relatos del movimiento que desde su punto de visión son imposibles de abordar. Los mismos revelan lo más visceral de la puesta. De esta manera, confluyen todas las disciplinas que la artista indaga: la performance, las artes visuales, el diseño industrial y la tecnología, todas al servicio de un hecho escénico y emisor de significado.
En palabras de Carl Gustav Jung, el “sí mismo” es una magnitud que no solo comprende lo consciente, sino lo inconsciente, creando una apreciación del yo y el orden de las cosas. Ese concepto, que se representa con un círculo, es el centro de la totalidad, un todo abarcador. En la performance cada microcélula vibra, generando nuevas frecuencias que nos transportan desde el campo visual y la textura del sonido a ciertas simbologías, interfiriendo en la percepción sensorial, pudiendo encontrar acercamientos que nos conducen a tomar conciencia de la propia energía. Vertiginosos impulsos, en un constante desafío con la circularidad, inician al cuerpo de los performers en un dinamismo continuo. De este modo la partitura se constituye en un elemento transformador. Esa energía deviene en el hallazgo del gesto propio, incorporando la apreciación de lo sonoro como una caja de resonancia.