No tengo pruebas, pero tampoco dudas: todo quien haya visto una obra de Federico León recuerda con quién fue, dónde se sentó, qué conversación tuvo al salir de la función y qué otras cosas andaban pasando en su vida. Es como si León ejerciera sobre sus espectadores una memoria táctil. Los llantos de Cachetazo de campo, el porro de Las ideas, los jugadores de ajedrez de Yo escribo, vos dibujás. Todo eso, guardado en la memoria.
Este año, la apuesta quizás es la más ambiciosa hasta ahora. En Los tiempos, obra estrenada en el Teatro Sarmiento, León revisita sus siete obras al mismo tiempo. Fragmentos que se entrecruzan, actores que vuelven a personajes que no habían interpretado en veinte años. En palabras de León, “Son obras viejas que arman una obra nueva. Es entrar en un universo que funciona en sí mismo como una obra brevísima. Son mundos muy distintos, son todos mis yoes tratando de convivir, las obsesiones que tenía y las que tengo”.
Federico León, dramaturgo, escritor y director porteño, empezó su carrera teatral en 1997 con Cachetazo de campo, y luego continuó con Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack (1999), El adolescente (2003), Yo en el futuro (2009), Las multitudes (2012), Las ideas (2015) y Yo escribo. Vos dibujás (2019). Sus obras se presentaron en teatros y festivales de Alemania, Francia, Holanda, Austria, Italia, Dinamarca, Escocia, Canadá, Bélgica, España, Brasil, Estados Unidos y Australia.
En diálogo con Infobae Cultura, León contó sobre el proceso de creación de Los tiempos, el trabajo con el espacio y la “superproducción invisible”, como le dice él, que implica hacer sus obras.
–¿Cómo surge Los tiempos?
–Es un proyecto que tiene muchos años, aunque hayamos empezado a ensayar el año pasado. El comienzo fue en un ciclo que se llamaba “Direccionario”, organizado por Mercedes Halfon y Caro Martín Ferro en Proa durante el 2015. Convocaban a directores y directoras a que hagan una conferencia performática. Yo ahí hablé de la obra nueva que iba a hacer, Yo escribo, vos dibujás, e hice un par de fragmentos de obras. Venía hace tiempo pensando en esta idea de poder ver una especie de colección de pedacitos de obra. Primero, lo había pensado con obras con las que yo había visto cuando empecé a hacer teatro, una suerte de varieté de tres minutos, un momento de actuación de tal obra o el final de tal otra. Pensaba mucho en la invitación a entrar por un momento nomás a una obra, un trabajo que fuera más por el lado de la condensación o de la síntesis. Y después lo pensé en relación a mis obras. Vivi Tellas me invitó a hacer una retrospectiva para el Sarmiento. Los tiempos no funcionó como una retrospectiva, sino como una reedición.
–La retrospectiva funcionaría más a modo de una reposición de la misma puesta, ¿no? Mientras que la edición implica una reescritura, digamos.
–Sí, y ahora que estamos con Los tiempos me pasa que veo todas mis obras en función de esta nueva. No es que me olvidé de las originales, pero me da la sensación de que todas estas obras fueron hechas para esta. A la vez, fui padre, y mis hijos no vieron muchos de mis trabajos. Es como un salpicado, para que estén al día con lo que hizo su papá (risas). Además, hay algo literal del título de Los tiempos, que es que reúne desde Cachetazo de campo, que estrenamos en el Centro Cultural Recoleta en 1997, hasta Yo escribo, vos dibujás, que es de 2019. Todos esos años conviven en una misma obra, se vuelven un mismo tiempo. Hay obras adentro de obras, obras que se miran, que se prestan procedimientos. Son fragmentos que funcionan como un tráiler en vivo. Y en paralelo a esa cronología de obras está el recorrido de los actores: varios de los que están en Los tiempos estuvieron en más de una obra mía. Los cuerpos son muestra también del paso del tiempo.
–Es interesante esto de la condensación y la simultaneidad, parecidos a los mecanismos del sueño freudianos. Te dan la posibilidad de tener muchas cosas juntas que no sean contradictorias.
–En las clases trabajamos mucho la idea del “y”. No es “esto o lo otro”: es “esto y esto y esto”. Esas capas parecieran ser contradictorias, aunque al fin y al cabo el ser humano es contradictorio. Acá también creo que se mezcla la idea del proceso. Hay muchas máquinas, elementos que no quedaron en una obra y pasaron a otra. Hay un compresor de aire, que es el que infla el globo gigante en Las ideas y el que usamos para las pelotitas en Yo escribo, vos dibujás. Es como si en Los tiempos se recogieran todos los mecanismos y se pusieran uno al lado del otro.
–¿Se arma, de alguna forma, el universo León?
–Se arma una trama, y una suerte de mamushka. En Yo en el futuro hay tres personas que miran videos de cuando eran jóvenes mientras suena un piano, y esos jóvenes del video miran otros videos de cuando eran chicos. Se generan cadenas en simultáneo. Cinco años después de estrenarla hicimos una versión en donde ya no hay actores, sino que está sola la pianista mirando el video que yo filmé de esa primera puesta. Es como si la obra original, digamos, fuera una ficción. Está la idea de lo infinito, de mantener el fuego de la llama Olímpica de alguna forma, como un intento de encontrarle un nuevo sentido a algo que funcionó de otra manera en otro contexto.
–¿Cómo elegiste los fragmentos?
–Las obras no permitían cualquier fragmento. De Cachetazo hay dos minutos. Muchos son finales de las obras, otros funcionan como entrar empezado a la obra. No funcionaba elegir escenas que inicien, se desarrollen y terminen. Elegí muchos medios, digamos, que se relacionan entre sí. Hay una trama que los une. Cuando yo empecé a hacer teatro, escribía a partir de un actor o actriz que me gustara, y después me fui al mundo de los mecanismos. Pasé del cuerpo al procedimiento o la máquina. Esa cronología aparece en Los tiempos.
–¿Cómo trabajaron con el espacio?
–Son fragmentos de escenografías, de músicas, de puestas de luces. Los fragmentos de las obras también exponen el recorrido artesanal de los iluminadores con los que trabajé. Se ve una trayectoria en el universo de los colaboradores. La puesta de luz y la escenografía reproducen la obra original. Lo que empecé a ver es que hay un montón de cosas que se repiten. Es medio inevitable, ¿no?
Además, esta obra, que implicó repetir todas las otras, implicó mucha maquetación. No se podía ensayar sin la pantalla, sin el piano. Empezamos a ensayar con todos los elementos, porque todos esos elementos intervienen sobre los otros. Tenés que hacer que todos los elementos estén en funcionamiento para ver qué pasa en esa relación. Qué efecto produce pinchar un globo, por ejemplo. En la obra está muy presente el animismo, la vida de los objetos. El backup se volvió indispensable: si algo falla, tiene que tener un backup, y se genera el backup del backup del backup. Cada actor tiene que saber qué lugar ocupa, y lo fundamental que es ese lugar para que funcione todo el resto. Hay elementos que aparecen por dos segundos, y son importantísimos.
Es una superproducción invisible, es una coreografía compleja, de muchos recursos, que no está armada para verla, sino para generar realidad. A más artificio, más realidad. Trabajamos con el despropósito: usamos una cantidad grande de energía, tiempo y a veces dinero para algo que dura un segundo, pero que, si no está, todo el resto no funciona.
–¿Por dónde arrancás a la hora de pensar una obra?
–Creo que cada obra es distinta en eso. Con Las multitudes compramos más de cien muñequitos en miniatura y les sacamos fotos, probando el espacio. Después hice unas pruebas con actores. Con Cachetazo de campo arrancamos directamente con las actrices, y si no había texto, improvisaban. Para Los tiempos arranqué editando videos y armando la maqueta así. Fue como hacer una película. Tuvo un límite, porque había cosas nuevas que no las podía ver, como la kermesse. Pude ver un 60%, digamos. La secuencia que está ahora es bastante similar a la que estaba hace un año y medio. Hubo un montón de cambios, pero todavía hay algo de la estructura inicial, que podría ser el texto de la obra, que se mantiene.
–Y, para cerrar: ¿qué te imaginás respecto del encuentro con el espectador que te sigue desde hace años y conoce tu obra, y del que no vio nada tuyo?
–Es un misterio, no sé, es una obra muy particular. No es fundamental haber visto esas obras, aunque me ha pasado de invitar a amigos a ver ensayos y encontrar que hay una carga emocional. Se acuerdan de la obra, en qué estaban ellos en la época en la que estrenó cada una.
De todas maneras, cada fragmento funciona en sí mismo. Son obras viejas que arman una obra nueva. Es entrar en un universo que funciona en sí mismo como una obra brevísima. Son mundos muy distintos, son todos mis yoes tratando de convivir, las obsesiones que tenía y las que tengo. Con los actores trabajamos la idea de que no pasó el tiempo, en el sentido de poder hacer las acciones de la misma forma que hace años atrás. Creo que alguien que no vio nunca mis obras va a poder percibir por lo menos el recorrido por el que pasamos. Van a ver actores jugando, corriendo, cantando, bailando, actuando, cada uno asociando con sus propias obras, con sus propios procesos.
*Los tiempos se presenta de miércoles a domingo a las 20hs., en el Teatro Sarmiento (Sarmiento 2715). Entradas por Complejo Teatral.