Un dibujo de Donald Trump desnudo. Una escultura de un saco de boxeo con forma de torso de mujer. Una muestra de zapatos de fiesta femeninos que se yerguen orgullosos sobre alfombras de oración. Todas son obras de arte contemporáneo que han provocado debate y, en ocasiones, reacciones violentas.
Estas piezas y docenas más que fueron objeto de algún tipo de censura han encontrado un hogar en España, en el Museo de Arte Prohibido de Barcelona, o Museu de l’Art Prohibit en catalán. La colección de más de 200 obras, entre ellas las de creadores tan conocidos como el fotógrafo estadounidense Robert Mapplethorpe y el español Pablo Picasso, pretende interpelar a los visitantes y cuestionar los límites impuestos a los artistas en un mundo cada vez más polarizado.
Su directora, Rosa Rodrigo, afirmó que el museo es el único del mundo dedicado exclusivamente a obras de arte que se enfrentaron a peticiones –a menudo exitosas– para su retirada de la vista del público por motivos morales, políticos, religiosos, sexuales o comerciales. “El museo da una oportunidad a obras de arte que, por la razón que sea, en algún momento habían sido prohibidas, atacadas, censuradas o canceladas, porque son muchas”, dijo Rodrigo a The Associated Press.
El museo es una creación del coleccionista de arte catalán Tatxo Benet, propietario de todas menos una de las 42 obras actualmente expuestas, y de las 200 más que están almacenadas. Ya coleccionaba arte contemporáneo cuando empezó a reunir obras “prohibidas”. Cinco años después, la idea de Benet se convirtió en el Museo de Arte Prohibido, que abrió sus puertas en octubre. Desde entonces, más de 15.000 personas han visitado sus salas.
A medida que aumenta el número de obras atacadas, personas como el crítico de arte y curador Gabriel Luciani afirman que la exposición es esencial. “Creo que es imprescindible tener un lugar como éste en Europa y en todo el mundo. Sobre todo en estos momentos de censura que estamos viendo. No sólo en las artes, sino también en otros contextos políticos”, afirmó.
En marzo, unos grandes almacenes de Hong Kong retiraron una obra de arte digital que contenía referencias ocultas a disidentes encarcelados. Ese mismo mes, en el otro extremo del mundo, el director de un colegio concertado de Florida se vio obligado a dimitir después de que un padre se quejara de una lección sobre arte renacentista que incluía la escultura del David de Miguel Ángel.
El nuevo museo de Barcelona cuenta con conocidas obras polémicas, como Piss Christ de Andrés Serrano, una foto de un crucifijo sumergido en una cuba de orina del artista; así como el X Portfolio de Mapplethorpe, fotos de sadomasoquismo que fueron denunciadas ante los tribunales por obscenidad. “Creo que la colección podría ser incluso más impactante”, afirma Luciani.
Pero las obras de mujeres, que han provocado la ira de grupos religiosos conservadores o han sido reprimidas por su contenido feminista, se encuentran entre las más impactantes de la colección. Silencio, una instalación de la artista argelina francesa Zoulikha Bouabdellah que muestra 30 pares de tacones de aguja sobre el mismo número de alfombras de oración islámicas, domina el centro de una sala. Bouabdellah accedió a que se retirara su obra de un museo de Clichy (Francia) tras los atentados de 2015 en París contra el personal del periódico satírico Charlie Hebdo, que había publicado caricaturas del profeta Mahoma.
El maltrato físico a las mujeres es plasmado por la artista kazaja Zoya Falkova en Evermust, una escultura de cuero del torso de una mujer como saco de boxeo. Fue una de las seis obras retiradas de un museo de Kirguistán cuando una exposición de arte feminista fue criticada por las autoridades, que dijeron que iba en contra de los valores tradicionales.
Aunque la mayoría de las obras son del siglo XXI, Goya, Picasso y Klimt tienen su lugar en las salas de la elegante mansión modernista que alberga el museo. Goya tuvo que vender sus grabados de Los Caprichos de finales de la década de 1790 a la corona española cuando temió que pudieran caer bajo el escrutinio de la Inquisición, mientras que Picasso vio cómo su Suite 347 de dibujos eróticos se exhibía en una sala privada del París de los años sesenta.
Aunque la censura ha adoptado muchas formas, el museo demuestra que el afán por silenciar a los artistas que realizan obras desafiantes sigue vivo. “La censura en el arte siempre ha existido porque los artistas siempre son precursores y tocan temas diferentes”, dijo Rodrigo. “(Pero) es cierto que la mayoría de las obras expuestas son de los años 2010 a 2020. En esos 10 años, en muchas zonas diferentes del mundo, creo que las propias sociedades han sufrido una regresión de valores, porque no han sido necesariamente los gobiernos los que han actuado (contra las obras de arte), sino que ha sido la propia sociedad”.
En 2016, la artista australiana Illma Gore publicó en Facebook su dibujo de Trump con el ombligo al aire y le cerraron la cuenta por obscenidad y desnudez. Gore cree que la obra provocó que fuera agredida en una calle de Los Ángeles.
Tras una serie de exposiciones canceladas después de que se lo acusara de hacer comentarios sexuales inapropiados a posibles modelos, el difunto pintor estadounidense Chuck Close, maestro del fotorrealismo, tiene un autorretrato expuesto en el Museo de Arte Prohibido.
Los intereses comerciales también han contribuido a amordazar la libertad de expresión. El video de Yoshua Okón de una mujer obesa tumbada desnuda en una mesa de McDonald’s, titulado Freedom Fries, fue retirado de una galería de Londres después de que, según el museo barcelonés, a los miembros del consejo de administración de la galería les preocupara dañar la reputación de la cadena de comida rápida.
El museo también alberga varias obras que han sufrido agresiones físicas, entre ellas Piss Christ. La obra Con flores para María, de la artista española Charo Corrales, que representa a una Virgen María masturbándose, fue acuchillada mientras se exponía en el sur de España, después de que grupos jurídicos católicos interpusieran una demanda contra la obra por ofender sensibilidades religiosas. Ahora se expone en Barcelona con un corte abierto en el lienzo.
Rodrigo afirma que su museo espera que no se produzcan ataques porque los visitantes deben venir preparados para escandalizarse. También cree que la agrupación de estas obras produce un impacto más equilibrado. Además, confía en que el espectador mostrará respeto y contención cuando se le conceda la libertad de entrar en contacto con obras de arte provocadoras. “Queremos que nuestros visitantes se sientan cómodos, no que estén en una fortaleza”, dice Rodrigo, “porque si así fuera estaríamos enviando un mensaje equivocado”.
Fuente: AP
[Fotos: Lluis Gene / AFP]