Fui, vi y escribí: Agarrá la pala

Una nueva etapa para el país, Puig está en todas partes y más propuestas para estos días de resaca electoral. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

Guardar
"Campesina cavando", de Camille Pisarro.
"Campesina cavando", de Camille Pisarro.

Hola, ahí.

Atravesamos una nueva etapa en la Argentina, con los ojos del mundo sobre el gobierno que viene y, también, sobre nosotros. Escribo “los ojos del mundo” y me apuro a corregirme: con los ojos del mundo y también con los nuestros puestos, casi diría fijados, sobre nosotros mismos.

No en todos lados las personas conviven con la clase de terremotos públicos a los que estamos acostumbrados. En algunos países los procesos políticos influyen en la economía y la sociedad de manera más sutil. Naturalmente, las decisiones de los gobiernos siempre influyen en la vida de los ciudadanos pero lo que ocurre en tierra argentina tiene particularidades que exceden toda lógica, lo que en algunos casos la hacen atractiva y hasta excitante para alguien de afuera, pero desgastante para quienes vivimos esta eterna montaña rusa.

La última campaña, por caso, fue extenuante por lo larga pero también por la incertidumbre que provocaron los resultados de las diferentes jornadas electorales y por algo más, que no es noticia en los medios, y es la conversación infinita de las redes y de la vida misma, un exceso de agresividad que traduce el desencuentro de proyectos de país que se expresó en las urnas. Un desacuerdo dramático que genera desconfianza, ira y hostilidad.

Así, como una de las frases que más leí y escuché en los mensajes que me dirigieron por no integrar el el 55,69% que votó al nuevo presidente fue “Agarrá la pala”, me dispongo a agarrarla una vez más para hacer eso que hago desde hace años para ganarme la vida: escribir.

Regreso al centro de la vida

Todo terminó temprano, mucho más temprano de lo habitual o de lo que estamos acostumbrados en días de elecciones, y ese hecho inédito aflojó la tensión y redundó en una calma inaudita, al menos en los barrios: calma para la resaca de los que celebraban los resultados pero también para los que no celebrábamos. Algunos en shock; otros, preparados para la decepción.

"Campesinos cavando", de Vincent Van Gogh.
"Campesinos cavando", de Vincent Van Gogh.

Había anochecido y estaba sola en el living de mi casa. Mientras terminaba de leer una novela, pude escuchar fragmentos aleatorios de al menos tres conversaciones de personas que pasaban por la vereda, junto a mi ventana, en medio del silencio de la noche de domingo. En ninguno de los casos el tema de conversación era el resultado de la elección o la figura del nuevo presidente, todas eran charlas banales y entusiastas.

A la manera de una forzada espía creí distinguir entre quienes dialogaban primero a dos amigos —¿tal vez tres?—, luego a un padre con un hijo que parecía adolescente y, por último, a un hombre y una mujer, presumiblemente una pareja. Las voces no expresaban inquietud y parecían ajenas a toda clase de preocupación. Los amigos fumaban; al menos uno de ellos fumaba, pude oler ese aroma a tabaco que, como ex fumadora, habitualmente me molesta pero que, en ciertas ocasiones, me perturba al borde de la tentación.

Lo poco que se escuchaba de la pareja eran algo así como susurros pero que dejaban entender el sentido de la charla. No hablaban sobre Milei, tampoco sobre Massa, menos sobre el precio del dólar. Ella parecía feliz.

Algo en esa situación de divorcio con la coyuntura, luego de horas de estar pendiente de las noticias y las reacciones por el resultado, me dio tranquilidad. No sabría decirte qué fue exactamente lo que me serenó, pero fue así. Sucedió en un suspiro.

Creo, pensándolo un poco, que la angustia de estos meses fue mucha, demasiada. En los espacios con microclimas hiperalimentados de información en los que me muevo, además, no solo es imposible dejar de estar al día sino que también se complica salir de las redes, una acción saludable que siempre indican quienes instruyen acerca del bienestar.

Fueron meses que se vivieron como años; había necesidad de ponerle un corte a ese estado, más allá del resultado final. Si lo pensás, es común que en determinados procesos difíciles y centrales de nuestra vida —la enfermedad de un ser querido, una separación que se avecina—, más que un final adecuado a nuestros deseos lo que necesitamos es un final. Cualquiera.

Es ese estado en el que te decís a vos mismo: me dormiría por seis meses para ver cómo se resolvió esto.

Así fue que, inesperadamente, esas voces desconocidas y sin crispación en la precuela del feriado me devolvieron al centro de mi vida. Afortunadamente.

"La naturaleza secreta de las cosas de este mundo", de Patricio Pron (Anagrama)
"La naturaleza secreta de las cosas de este mundo", de Patricio Pron (Anagrama)

La mujer y el pozo

Tal vez te estés preguntando cuál era la novela que estaba leyendo el domingo a la noche, cuando cambiaba nuestro destino como nación y, sobre todo, tal vez te preguntes cómo hacía para poder concentrarme.

El título es La naturaleza secreta de las cosas de este mundo, su autor, el escritor rosarino Patricio Pron, quien desde hace muchos años vive en Madrid. Y pude dejar de pensar por momentos en lo que estaba sucediendo en materia política porque se trata de una extraordinaria novela, o de dos, o de tres.

En el volumen publicado por Anagrama, el lector se encuentra con dos nouvelles que dialogan en espejo, cada una lleva el nombre de su protagonista: Olivia Byrne, la primera; Edward Byrne, la segunda. Olivia y Edward son padre e hija y a partir de un hecho puntual, hay mucho entre ellos que quedó sin decirse.

En el primer relato, Olivia, conduce su auto a altísima velocidad por una autopista rumbo a Manchester mientras va recuperando parte de su vida y está a punto de tener un accidente. Viaja, conduce, reflexiona y recuerda. Ella es actriz de teatro y viaja para ayudar a su madre en una mudanza. Su padre, artista visual al igual que su madre, desapareció de un momento a otro cuando Olivia apenas asomaba a la adolescencia. Nunca recuperaron su cuerpo, nunca supieron qué ocurrió, nunca pudieron explicar esa ausencia súbita. Ambas tramitan esa falta y ese fantasma de manera diferente. El recuerdo de una escena familiar, tal vez un anuncio de lo que finalmente ocurriría, vuelve a su presente segundos antes del accidente.

En la segunda nouvelle se desarrolla la historia de ese padre, una suerte de otra cara de la moneda, y hay una tercera parte que puede leerse en la página web de Pron (www.patriciopron.com) a la manera de un bonus track. Prefiero no extenderme sobre el contenido para no sumar detalles que pueden atentar contra la lectura, la sorpresa y la posible emoción.

Sí puedo contarte algunos de los grandes temas que se tratan: el daño, la necesidad de fuga, los finales que no son finales, cómo buscar a alguien que se esfumó, el final del arte y de las artes, la búsqueda de libertad, la naturaleza como refugio, historias de los niños salvajes, la infelicidad de las mujeres, las distintas formas que puede adquirir una familia.

"Mujer cavando", de Camille Pisarro.
"Mujer cavando", de Camille Pisarro.

También puedo mencionarte sombras tutelares que circulan tanto en las formas narrativas elegidas por Pron como en los temas y su tratamiento: Virginia Woolf, Henry James, Nathaniel Hawthorne, Sebald, y muchos otros. El libro de Anagrama tiene también un epílogo del autor que funciona a la manera de una crítica bibliográfica de la novela: qué salió de quién, de dónde y por qué.

En esta novela hay muchas escenas, historias laterales e imágenes a la manera de pinturas que me capturaron y nada de ese magnetismo tiene que ver con el suspenso ni la revelación, o sí. Revelación, sí, pero en el sentido más epifánico de la palabra, diría.

Una de esas escenas o historias tiene que ver con Emma, la madre de Olivia y artista conceptual, capaz de montar una intervención sobre femineidad y locura en un viejo asilo para alienados construido en Picadilly Gardens, el mismo espacio en el que siglos atrás torturaban y humillaban públicamente a “las mujeres que eran ruidosas, ejercían la prostitución o desobedecían a los maridos, las que suscitaban la sospecha de que el hijo que habían concebido era producto de un adulterio o poseían talentos que sólo podían haber sido adquiridos mediante “brujería”, que ayudaban a otras mujeres a librarse de un embarazo no deseado, las que amaban a otras mujeres, que tenían bocas que florecían como un corte pero no para besar sino para proferir verdades incómodas para el púlpito y el trono”.

Pues bien, además de sus instalaciones, Emma —distante, fría, negadora del dolor y del duelo— tiene otro proyecto que lleva adelante en un pequeño trozo de tierra que compró años atrás. Es un pozo. Un pozo que cava ella misma con sus propias manos.

Sin pala.

"El hechizo del verano", de Virginia Higa (Sigilo).
"El hechizo del verano", de Virginia Higa (Sigilo).

Qué haríamos sin Puig

Ya te comenté alguna vez cuánto me gusta y me impresiona a la vez que algo —un nombre real, un personaje, una ciudad, lo que sea— se me aparezca varias veces en poco tiempo y en diferentes espacios y planos, a la manera de señal.

Me explico. O trato de hacerlo, al menos.

Leo un libro, El hechizo del verano (Sigilo), de Virginia Higa, volumen de ensayos que son un bálsamo para semanas de angustia, y en los que la autora de Los sorrentinos cuenta algunas de sus experiencias como extranjera en Suecia, donde vive con su pareja, un científico, desde hace varios años.

En estos textos, escritos a lo largo de estos años y algunos de los cuales fueron, en una primera versión, publicados en diversos medios, Higa se permite contar una cotidianeidad diferente y reflexionar sobre las lenguas, las diferencias culturales, la cercanía de la naturaleza extrema, y la maternidad y las amistades en tierra ajena, entre un montón de tópicos interesantes.

Uno de los ensayos de este libro delicioso, justamente el que lleva el título del libro, es acerca de las huellas de Manuel Puig en Estocolmo, ciudad en la que el autor de Cae la noche tropical vivió seis meses en 1959, cuando se preparaba para ser un guionista estrella y aún era imposible imaginar que se convertiría en uno de los escritores clave de la Argentina del siglo XX.

Manuel Puig, en su juventud.
Manuel Puig, en su juventud.

Más que sobre las huellas de Puig, el texto es en realidad una crónica sobre la búsqueda de esas huellas, ya que Virginia se comporta como una reportera y, mientras investiga pistas y visita el edificio en el que vivió Puig durante ese tiempo (en Tomtebogatan 14, en la isla central de Vasastan), pone a jugar sus hallazgos con fragmentos de algunas cartas que Puig —Coco, para los íntimos— les escribió a familiares y amigos durante ese tiempo en el que enseñaba en la Folkuniversitetet y también se ganaba unos pesos como lavacopas en el exclusivo hotel Berns. Un tiempo en el que las mujeres suecas, “locas como cabras”, lo piropeaban enfervorizadas por su aspecto latino, el mismo don por el que lo contrataron para actuar como extra en una publicidad.

“La temperatura es ideal, el sol brilla todo el día pero nunca llega a molestar, una especie de Mar del Plata” (30 de mayo, 1959).

Virginia va en busca de Puig y por ella nos enteramos que una de las primeras cosas que hizo él al llegar a Suecia fue ir en peregrinación al lugar en el que había crecido su adorada Greta Garbo, “una casa de departamentos pobrísima y tétrica en el barrio más deprimente de Estocolmo”, según contó en su correspondencia.

“Peregrinar es ir a encontrarse con algo del pasado que vuelve a la vida invocado por nuestro acto de caminar”, escribe Virginia.

Paso a leer La pizarra mágica (Vinilo), un libro breve y redondo de Virginia Cosin, memoria lectora en la que El beso de la mujer araña y La traición de Rita Hayworth aparecen como puerta de entrada a la obra de Puig para la autora, que es narradora y crítica y coordinadora de muy recomendados talleres de lectura y escritura.

Van dos apariciones de Manuel P.

Trailer de "Un pájaro azul", de Ariel Rotter

Un pájaro azul y una muestra.

Veo al día siguiente una película que me encanta y que se estrena hoy. Se llama Un pájaro azul, la dirigió Ariel Rotter y cuenta la historia de Javier (Alfonso Tort) y Valeria (Julieta Zylberberg), una pareja que busca un hijo hace varios años, infructuosamente. Ella es vestuarista de cine, él trabaja en una editorial. Se aman, sí, pero mientras vemos ese amor que se sostiene pese al paso del tiempo y la frustración por el bebé que no llega nos enteramos de algo que va a cambiarles la vida: una compañera de trabajo (Romina Paula) con quien Javier tuvo una historia le anuncia que quedó embarazada. De él.

Acá podés leer más sobre esta historia chiquita que por momentos es enorme, que tiene un gran elenco y picos altísimos de actuación (un soberbio Norman Briski diciéndole a su hijo, que se pone a hacer limpieza en la casa de su infancia, que no tiene derecho a tirarle las cosas que él guardó y conservó por décadas porque son su vida, por ejemplo; o Julieta Zylberberg desgañitándose cuando se entera del embarazo de la otra).

Pues bien: en esta película curiosamente también se nombra a Puig. Esto ocurre cuando Javier es convocado a una reunión con la máxima autoridad de la empresa (personificada por Susana Pampín), quien llegó desde la casa matriz para lo que, se supone, será un ajuste con recorte de personal.

En esa escena plena de tensión, y mientras su vida se deshace en pedacitos, Javier le cuenta a una jefa extrañísima, que indaga en los recuerdos del otro con un sadismo supremo, cómo debió acostumbrarse desde muy chico a vivir con una madre enferma, a la que no solo cuidaba sino a quien también le leía. Habla de eso cuando ella le pregunta dónde nació su amor por la literatura y es ahí que Javier, un hijo eterno, un hombre en llagas, enumera la bibliografía selecta de dormitorio de hospital en la que, entre otros, figura Manuel Puig.

"Un pájaro azul", la película de Ariel Rotter que se estrena esta semana, está protagonizada por Alfonso Tort y Julieta Zylberberg.
"Un pájaro azul", la película de Ariel Rotter que se estrena esta semana, está protagonizada por Alfonso Tort y Julieta Zylberberg.

En la banda musical de la película tiene un lugar especial “Estaciones”, el hermoso tema de Rosario Bléfari. (Qué será de nosotros en las próximas estaciones, pienso).

Sigo con un mail, que trae una hermosa noticia: este viernes a las 19 se inaugura una muestra en el Museo del Libro y de la Lengua por los 50 años de la publicación de The Buenos Aires Affair (abril de 1973), la ambiciosa novela experimental de Puig y la primera ambientada en Buenos Aires y con trazo de policial: de hecho, el título completo es The Buenos Aires Affair: novela policial.

Los protagonistas son Gladys, una artista plástica que trabaja con desechos, y Leo, un crítico de arte y en la historia hay enormes dosis de violencia, perversión y represión política y sexual.

Pese a agotar pronto miles de ejemplares (su segunda novela, Boquitas pintadas, había sido un tremendo suceso), la novela, cuya historia transcurre en 1969, poco antes del Cordobazo y en la que había sexo, política y psicoanálisis, fue mal recibida por la crítica y luego censurada por “pornográfica”. Tanto la trama de ficción como la realidad del escritor anticiparon la dinámica de los tiempos oscuros que se avecinaban.

Se inaugura en el Museo del Libro y de la Lengua una muestra por los 50 años de la publicación de "The Buenos Aires Affair", de Manuel Puig.
Se inaugura en el Museo del Libro y de la Lengua una muestra por los 50 años de la publicación de "The Buenos Aires Affair", de Manuel Puig.

Así lo cuentan en el anuncio de la muestra:

“A pesar de agotar 15 mil ejemplares en sus primeras tres semanas a la venta, el libro recibió mayormente reseñas negativas. La cruda representación de la sexualidad y la crítica a la represión del primer peronismo a sus opositores provocaron antipatía en el gobierno recientemente electo. La inestabilidad política, el creciente clima de censura y persecución que siguieron a la Masacre de Ezeiza y el regreso de Perón a la Argentina hicieron que Puig saliera del país. En enero de 1974, la División Moralidad de la Policía Federal secuestró todas las copias de The Buenos Aires Affair. A continuación, el libro fue prohibido como pornografía y en diciembre del mismo año, mientras Puig permanecía en México, su familia recibió una amenaza telefónica de la Triple A dirigida a él que selló su destino de exilio definitivo.”

Los organizadores anuncian que podrán verse todas las ediciones de la novela en diversas lenguas, hojas mecanografiadas de Puig sobre la publicación, recortes de diarios y revistas con las reseñas de la época, libros de la biblioteca del escritor, fotografías, afiches, y una representación espacial de la novela.

Leo que la exposición organizada por el museo que dirige María Moreno podrá visitarse hasta julio de 2024. Supongo que ningún funcionario del próximo gobierno se animará a cancelarla luego del 10 de diciembre.

Por último, mi propio Puig.

Hace muchos años mandé a enmarcar la tapa de una primera edición de The Buenos Aires Affair, de Sudamericana, que se había desgajado por el uso. No recuerdo qué hice con el cuerpo del libro (tengo una edición más reciente). Si sé que, cada día, mientras agarro la pala en mi computadora, tengo frente a mí a la bella odalisca de manos sangrientas.

Mi Puig, el que veo todos los días mientras trabajo.
Mi Puig, el que veo todos los días mientras trabajo.

Empiezo a decirte chau.

Te recuerdo mi mail: es hpomeraniec@infobae.com. Me gusta saber qué piensan del otro lado del correo quienes leen estos envíos. A veces me demoro un poquito en responder, a veces respondo al toque: pido disculpas desde ya por si te hago esperar.

Ojalá tengas una buena semana, nos deseo eso a todos. Así como nos deseo paciencia y buena disposición para pensar un poco antes de responder intempestivamente o agredir al otro porque piensa o votó distinto. Ni la soberbia ni la rabia conseguirán llevarnos a ningún lado. Finalmente, si este país sale adelante será sin chicanas y porque todos, y no solo una parte de la población, agarramos la pala para trabajar en ese futuro mejor con el que soñamos siempre.

Hasta la próxima.

*Para suscribirte a “Fui, vi y escribí” y a otros newsletters de Infobae, tenés que entrar acá.

** Para leer los “Fui, vi y escribí” anteriores, clickeá acá.

Guardar