Por siempre la música uruguaya, el candombe, las murgas, las canciones testimoniales, han tenido su lugar de preferencia de este lado del Río de la Plata. Bastaría un puñado de nombres para dar testimonio fiel de esa complicidad. Desde los hermanos Fattoruso o Alfredo Zitarrosa, a Rubén Rada, Jaime Ross, Agarrate Catalina o Araca la cana, con sus letras irónicas y ocurrentes.
Aquellos nombres ilustres abrieron la puerta a una generación emergente, respetuosa de ese legado, deseosa de mixturar las músicas locales con la libertad y la improvisación del jazz. Uno de esos nuevos valores es el baterista y compositor Mateo Ottonello, quien ahora llega al escenario de Bebop al frente de un trío que completan Augusto Durañona en piano y el experimentado Javier Malosetti en guitarra.
“Si bien amo el jazz y estoy influenciado por él, trato de no llamarle jazz a mi música. Para mí, lo que hago es música instrumental montevideana”, le dice a Infobae Cultura, horas antes de su debut porteño.
—Si se piensa en música uruguaya, parece un descuido imperdonable no mencionar el candombe. Más allá de su historia ¿cuál es la incidencia que tiene en las composiciones actuales?
—Creo que el candombe influye e incide fuertemente en distintos géneros. No en toda la población de Uruguay. Pero sí está muy presente dentro de toda música que se haga en la capital. De todas maneras, creo que nos falta hacernos cargo de esa cultura. Cuidarla. Ser un poco más “patriotas” con eso, por decirlo de alguna manera. Como hacen en Brasil con su samba.
—¿Y cómo lo vivís vos, en tu propia música?
—Hago música con esas influencias. Siempre parto desde el candombe en mi estética, en mi estilo. Por eso estoy tratando de ver la batería como tambores y no como un conjunto. Como tambores por separado, unos los toco con el pie y otros con las manos. Para mí eso es la música montevideana. Opa, Jaime Ross, Mateo, Rubén Rada, La vela puerca, los milongueros…El interior del país tiene otra cultura, que es muy fuerte, pero de la que no soy parte. No me crie con eso. Por eso digo que el candombe es la música de acá. De la ciudad. Nacida de los esclavos en el Montevideo colonial.
—¿El candombe es esencialmente montevideano?
—Nació acá. Y en los barrios que tienen esa influencia lo siguen haciendo. No obstante, el músico uruguayo en general está influenciado por el candombe. Incluso más allá del género. Lo ves hoy en los raperos, en los rockeros, en los boperos, en la música electrónica y por supuesto en el jazz. A partir de los 90, con los hermanos Ibarburu, con el grupo Opa, con Hugo y Osvaldo Fattoruso, todo eso está muy presente. Una música de una estética muy clara. Todo muy enraizado con la época, a tal punto que podías escuchar candombe en la música de Herbie Hancock.
—¿En cuál puntualmente?
—Hay un disco de Herbie Hancock de aquel momento: “Mr. Hands” se llama, donde vas a encontrar eso. Puntualmente en “Texture”, un tema de ese registro, que es muy loco, porque parece Opa. Es un candombe, sin vueltas.
—¿Vos te sentís relacionado o te definís como un músico de jazz?
—Yo creo que el jazz más que un estilo es una forma de tocar e interpretar la música. Trato de no llamarle jazz a mi música. Para mí es música instrumental montevideana. Obviamente es uruguaya porque soy uruguayo, pero soy de Montevideo y solo me puedo hacer cargo de lo que siento.
—“El camino para adentro”, tu reciente disco, responde a esa mirada…
—Absolutamente. Es un disco muy espiritual para mí. Si bien es mi segundo registro, es el primero en el que abordé a conciencia la espiritualidad de la música. No es un disco de virtuosismo, ni de cantidad de información. Sí de sentimientos e ideas. Traté de ir a lugares más naturales para mí. A las cosas más sencillas que realmente sentía.
—¿Cómo fue el proceso de composición?
—No hice partituras en este disco. Solo fueron maquetas. No quería que los chicos lean. Quería que toquen de memoria. Y te aseguro que la música sonaba muy diferente cuando el grupo tocaba con las partes que cuando tocaba sin las partes. No son composiciones extensas ni difíciles. Generalmente busco climas y complejidades más desde lo rítmico. Por eso pienso que se pueden memorizar y tener así algo espontáneo, que suena mucho mejor que estar leyendo una hoja. En todo esto estuve acompañado de músicos increíbles, súper profesionales, entonces todo se hace mucho más fácil.
—Lideras tus grupos desde la batería. No es algo tan usual en el plano local, si bien están los ejemplos de Oscar Giunta, Pipi Piazzola o Hernán Mandelman. ¿Cómo lo trabajás vos?
—Sí, es verdad que no es tan común principalmente por fuera del jazz. Para mí es una manera de hacer, de producir, de buscar otros caminos. Necesito trabajar, necesito estar en movimiento, producir, estudiar, tener metas. Para mi este tema del liderazgo funciona en mi grupo cómo funciona en mi vida. Nunca esperé que alguien me llame para un trabajo, para una oportunidad. Nunca esperé que algo llegara. Siempre lo fui a buscar.
—En el disco estás con un sexteto, pero a Bebop vas con un trío...
—Si, con Augusto Durañona en piano y Javier Malosetti en guitarra. Augusto es mi hermano en la música. Una de las primeras personas con las que toqué. Le tengo una confianza total, me ayuda mucho y somos muy amigos. Y de Javier, qué puedo decir. Es una leyenda viva. Los escucho tocar a los dos y pienso que increíble suena mi música en manos de estos dos ídolos. Estoy muy contento con este grupo. Me encanta el trío de teclados, bajo y batería. Hay mucho campo para trabajar, para buscar. Estoy muy feliz. Vamos a hacer música de mis dos discos, música nueva y también algo de Opa, gente que yo admiro mucho.
*Mateo Ottonello Trio, con Javier Malosetti y Augusto Durañona. 25 de noviembre 2023 desde las 20:00. Bebop Club. Uriarte 1658. Click aquí para entradas