Fui, vi y escribí: Una felicidad fugaz

Buscamos imágenes, sonidos o palabras que nos permitan descansar de tanta angustia, cuando todo se viene abajo. Este artículo reproduce el newsletter de Cultura: lecturas, cine, teatro, arte, música e historias que despiertan entusiasmo y, por qué no, fascinación o perplejidad

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"Desnudo en interior", de Pierre Bonnard.
"Desnudo en interior", de Pierre Bonnard.

Hola, ahí.

Estamos en la recta final de una campaña electoral que nos tiene a todos con los pelos de punta, más allá de lo que pensemos o vayamos a votar. Demasiado larga, demasiado intensa, demasiado agresiva. Y, todo esto, en el marco de una crisis económica que no hace más que pronunciarse.

Hace un año, después de la pandemia y sumergidos en nuestro estado crónico de desesperanza, buscábamos la belleza y la felicidad en el fútbol y tuvimos la fortuna de encontrarla. Ese Mundial nos devolvió el sentido de la emoción y de lo colectivo pero, aunque estiramos el efecto de esa felicidad todo lo que pudimos, nada es eterno.

Y acá vamos, cada vez cuesta más encontrar espacios felices porque fueron apagándose uno a uno y volvimos a estar aislados y buscando una imagen, un sonido o una palabra que nos permitan descansar de tanta hostilidad y angustia. Vamos, en realidad, en busca de una narración vital que nos sostenga cuando creemos, y con razones de más, que todo se está viniendo abajo.

"La crisis de la narracion", de Byung-Chul Han (Herder).
"La crisis de la narracion", de Byung-Chul Han (Herder).

Narración vs Narrativas

En su ensayo La crisis de la narración, el filósofo coreano radicado en Alemania Byung-Chul Han habla sobre qué significa vivir en una época posnarrativa, un tiempo atiborrado de información pero en el que, mientras todo el mundo habla de narrativas y de la estrategia del storytelling —un punto altísimo de venta de emociones dentro del capitalismo—, se ha perdido el sentido de la narración.

“Las narraciones capaces de transformar el mundo y de descubrir en él nuevas dimensiones nunca las crea a voluntad una sola persona. Su surgimiento obedece más bien a un proceso complejo, en el que participan diversas fuerzas y diversos actores. En definitiva, son la expresión del modo de sentir de una época. Estas narraciones, con su verdad intrínseca, son lo contrario de las narrativas aligeradas, intercambiables y devenidas contingentes, es decir, de las micronarrativas del presente, que carecen de toda gravitación y de toda pretensión de verdad”, escribe.

La narración es una forma conclusiva, explica Byun-Chul Han, un orden cerrado que da sentido y proporciona identidad. Y señala que en la Modernidad tardía, que se caracteriza por la apertura y la eliminación de fronteras, se van suprimiendo cada vez más las formas de cerrar y de concluir.

"Lluvia, vapor y velocidad", de Turner (1844)
"Lluvia, vapor y velocidad", de Turner (1844)

“Pero al mismo tiempo”, dice, “en vista de una permisividad cada vez mayor, aumenta la necesidad de narrativas como formas conclusivas. A esta necesidad obedecen las narrativas de los populismos, los nacionalismos, las extremas derechas y los tribalismos, incluidas las narrativas conspiranoicas. Estas narrativas se toman como ofertas de sentido e identidad. Sin embargo, en la era posnarrativa, cuando cada vez es mayor la experiencia de que todo es contingente, las narrativas no desarrollan ninguna vigorosa fuerza de cohesión.”

Las narraciones generan comunidad, dice el filósofo. El storytelling, por el contrario, solo crea communities.

Ahora que lo sabemos todo, o creemos conocer todo y a todos, estamos más solos que nunca. Puede ser desesperante, de modo que cada uno busca paliar esa falta de comunidad como puede. Mucha gente encuentra en su religión ese remanso y muchos otros, de buena fe, depositan su confianza en micronarrativas que venden un Paraíso de libertad, formas del relato que, a su modo, reemplazan a la religión.

Yo no soy una persona religiosa, nunca tuve más religión que el humanismo, o así lo procuro. Lo que sí necesito en tiempos oscuros es belleza para sentirme viva; mucha belleza que me ayude a recordar cómo se siente ser feliz.

Sofia Loren y Marcello Mastroianni: hablemos de belleza.
Sofia Loren y Marcello Mastroianni: hablemos de belleza.

Arte en Instagram

Entro a Instagram varias veces al día, pero a diferencia de lo que me pasa con Twitter (perdón Elon, algo habrás hecho mal que no puedo llamar X a tu chiche) no busco información ahí sino belleza. Busco y propongo belleza.

En mis stories subo mis cosas —de trabajo, algunas personales— pero también posteo imágenes o videos que me hacen bien, muchas veces de actores o actrices que amé. Sigo a varias cuentas de música, de fotos de viejas celebrities y también de arte. En este caso son museos, galerías o simplemente amantes de las pinturas que comparten su pasión y todos los días alguna de esas cosas que veo va a parar a mis Historias.

De esta felicidad chiquita, que recomiendo mucho porque regala la satisfacción de ver y compartir algo hermoso y fugaz, lo que me gusta es que muchas veces no se trata de la obra completa sino de algún detalle y eso es casi como ingresar al cuadro porque, aún si tuviste la suerte de ver alguna vez la pintura colgada, es difícil retener cada particularidad.

"Mujer con sombrero", de Henri Matisse, Museo de Arte Moderno de San Francisco.
"Mujer con sombrero", de Henri Matisse, Museo de Arte Moderno de San Francisco.

Sí, en cambio, ocurre que, cuando ves las obras reales, puede quedar para siempre registrado en vos el estilo de la pincelada o algún dato del color, que en las reproducciones se pierde o se altera. Pero el recorte de las obras siempre ilumina algo inadvertido y eso me fascina.

Puedo engancharme con artistas muy diversos pero hay algunos que me provocan algo tan parecido al amor… En música, los Beatles van a la cabeza pero también pueden ser Neil Young o Bowie o Elis Regina, como te contaba en otro envío. En arte, los que más reproduzco sin dudas son Matisse y Bonnard. O la norteamericana Mary Cassatt. O Turner. Es un gesto automático.

Y es que es la pintura de ese tiempo, durante o después del impresionismo, lo que más me atrae. La figura humana, la luz, las emociones que buscan transmitir, el paisaje, el color puro y el pincel exagerado. Todo eso. No soy nada original, eh.

Audrey Hepburn
Audrey Hepburn

José Emilio Burucúa es posiblemente el mayor historiador del arte argentino, un docente generoso a quien admiro por su conocimiento pero también por ser una persona apasionada, que contagia entusiasmo. Alguna vez, en una de las entrevistas que le hice, le pregunté por qué creía que seguía habiendo tanto consenso con el impresionismo o, al menos, por qué incluso a aquellos que no sabemos mucho de arte, nos conmueve tanto.

“Creo que es el canto del cisne de la mimesis, ¿no? La mimesis siempre va a ejercer sobre nosotros una enorme seducción. Porque desde niños tratamos de imitar la naturaleza y representar lo que vemos. Entonces, no puede no atraernos la mimesis. Con la mimesis se puede llegar a semejante maravilla, semejante desvelamiento de la belleza, y eso es el impresionismo. Entonces, de ahí su enorme fortuna”, me dijo.

Fue en la misma entrevista en la que cuando le pregunté qué era para él la belleza, respondió: “La belleza es un resplandor”.

"Loving Vincent" es una experiencia fabulosa para buscar belleza.
"Loving Vincent" es una experiencia fabulosa para buscar belleza.

Con amor, Vincent

En mi casa me insistían: no puede ser que no la hayas visto, qué estás esperando y todas esas cosas que le decimos al otro cuando sabemos que hay algo muy bueno por ahí, dando vueltas, y que seguro le va a gustar.

Pues bien: me conocen. Varios años después de estrenada, me di el gusto de ver en Mubi Loving Vincent, la película escrita y dirigida por a pintora polaca Dorota Kobiela y el cineasta británico Hugh Welchman que trabaja sobre la figura de Van Gogh a partir de sus cuadros y de los datos biográficos que circulan en sus biografías.

Pero el tema central son las obras de Van Gogh (1853-1890) ya que los creadores de esta maravilla utilizaron 65.000 pinturas al óleo inspiradas en la obra del holandés, que fueron realizadas a mano por una dotación de 125 pintores con formación académica, aunque sin experiencia en animación.

Una escena de "Loving Vincent", una película de Dorota Kobiela y Hugh Welchman.
Una escena de "Loving Vincent", una película de Dorota Kobiela y Hugh Welchman.

Hay mucho de épica, porque a pesar de que recurrieron a la técnica de la rotoscopia —rodaron con actores que sirvieron de base al resultado final—, algo que los religiosos de la animación ven como un truco no muy apreciado, el resultado en cuanto a imágenes es pura fascinación: es Van Gogh pero hay creación adicional ahí y de mucha calidad, con años y años de trabajo detrás.

Lo más objetado de la película es el guión, que propone una suerte de investigación sobre la muerte del pintor, cuya vida, signada por la infelicidad y el tormento, resulta para la gran mayoría de las personas tan atractiva como la fabulosa luz y originalidad de su pintura.

La imagen del Dr. Gachet en "Loving Vincent", que muestra los personajes con la perspectiva de las pinturas de Vincent Van Gogh (The Washington Post / Good Deed Entertainment)
La imagen del Dr. Gachet en "Loving Vincent", que muestra los personajes con la perspectiva de las pinturas de Vincent Van Gogh (The Washington Post / Good Deed Entertainment)

Tal vez recuerdes que Van Gogh se suicidó aunque fue un suicidio con dudas, en el sentido de que murió 48 horas después de recibir el impacto de una bala en su estómago. Él llegó a decir que se había disparado a sí mismo y que no se culpara a nadie más; por sus antecedentes psiquiátricos, muchos no desconfiaron de su palabra. Pero la película juega con las dudas sobre esa muerte y también con quiénes podrían haber tenido que ver, si no con su muerte directa, con su decisión.

Armand Roulin: a la izquierda, el retrato de Van Gogh; a la derecha, la imagen de "Loving Vincent", con el rostro del actor Douglas Booth.
Armand Roulin: a la izquierda, el retrato de Van Gogh; a la derecha, la imagen de "Loving Vincent", con el rostro del actor Douglas Booth.

El protagonista es Armand Roulin, el hijo del cartero amigo del pintor en Arlés, un período muy productivo de su vida, de donde provienen sus famosos girasoles (no hay que olvidar que el tiempo de mayor producción de su vida fueron apenas ocho años).

Durante dos años, Vincent pintó a todos los integrantes de la familia Roulin y a algunos de ellos varias veces. La película arranca cuando Joseph, el cartero, todavía en duelo, le pide a su hijo que vaya a París a llevarle a Theo Van Gogh, hermano del artista, la última carta que éste le escribió, en lo que era una rutina amorosa de intercambio de cartas entre ambos.

Allí comienza el viaje de Armand, quien en París se enterará que Theo murió apenas seis meses después que su hermano. Entonces emprenderá una investigación para saber cómo murió Vincent. Esta idea, que es muy interesante, fue pensada por Dorota Kobiela para un cortometraje, hace muchos años, cuando comenzó a diseñar un proyecto sobre su amado Van Gogh.

Trailer de Loving Vincent

El proyecto se demoró pero, a la vez, creció. Y aunque hubo muchos guiones y se sumó Welchman para la escritura y también para la dirección, hay, sí, algo de agotamiento del recurso “buscando cómo murió Van Gogh”, aunque la fascinación y el impacto que provocan las imágenes consiguen que esa debilidad se pase por alto.

En concreto: en estos días sombríos, ver una película como Loving Vincent es procurarse una hora y media de un nirvana de luz y emociones. Y como sé que va a gustarte, te invito a que después entres a la página del filme, donde vas a encontrar la génesis del proyecto y cómo llegó a convertirse en un gran éxito mundial, información sobre la parte técnica y sobre los protagonistas y sus caracterizaciones y un montón de imágenes maravillosas que te van a ayudar a reconocer las versiones originales que sirvieron de base para contar esta historia a través de las obras del propio Van Gogh.

Helen McCrory, como Louise Chevalier en "Loving Vincent".
Helen McCrory, como Louise Chevalier en "Loving Vincent".

Ni hablar de la sorpresa que me llevé al reconocer en esa forma cruzada de humana y animación a Helen McCrory (1968-2021) en el personaje de Louise Chevalier, el ama de llaves del Dr. Gachet. Te hablo de la inolvidable Polly, de Peaky Blinders, quien murió de cáncer en plena pandemia y nos dejó más solos de lo que ya estábamos.

Volvió la literatura

No conocía a Jon Fosse. Quiero decir, no lo había leído cuando supe que le habían otorgado el Nobel. Sabía que era noruego, dramaturgo y narrador y sabía, también, que ama a Lorca, que nunca pudo escribir estando borracho, que en 2012 se convirtió al catolicismo y que fue profesor de Karl Ove Knausgard (a quien sí leí).

Pero no había leído nada suyo.

El héroe de "Mañana y tarde", de Jon Fosse, es un hombre común y la magia de la novela radica en ese fulgor (Nórdica/Deconatus).
El héroe de "Mañana y tarde", de Jon Fosse, es un hombre común y la magia de la novela radica en ese fulgor (Nórdica/Deconatus).

Esta semana leí una novela breve que llegó a la Argentina en papel (en ebook se consiguen varios de sus libros), se llama Mañana y tarde y fue publicada en el 2000. Se trata de un relato que pone el acento en el lenguaje y en la forma de narrar pero que, lejos de toda frialdad, es tal vez una de las ficciones más emocionantes que leí en los últimos meses.

No hay puntos finales, hay espacios, muchas comas, interjecciones y repeticiones. Pero una vez que entraste en ese ritmo, ay, dios mío, es como si alguien, ahora o antes, te estuviera contando una historia alrededor del fuego, eso que ya no hay, que ya no queda, que prácticamente se perdió.

La novela está dividida en dos partes, como su título. En la primera parte un hombre espera en la sala de su casa el nacimiento de su hijo, habla con la Anna, la partera mientras colabora en los menesteres de la tarea. Marta, su mujer está en la habitación, primero grita y en el final del capítulo descansa con el bebé al pecho, mientras Olai, su esposo la deja para llevar a la partera en la barca. El niño se llamará Johannes, como su abuelo y será pescador, como su padre.

Olai se acerca a su esposa para preguntarle si se siente bien. Ella no responde, el niño toma la teta. Y de pronto:

“Olai ve a Marta abrir los ojos y mirarlo y Olai no entiende esos ojos, es como si lo miraran desde algún lugar remoto y parecen saber algo que él no sabe, y la verdad es que él nunca ha entendido a las mujeres, ellas saben cosas, cosas que él no entiende, casas que no dicen y seguramente tampoco puedan decir, porque decirse no pueden”

El noruego Jon Fosse, autor de "Mañana y tarde", es narrador y dramaturgo. (Hakon Mosvold Larsen /NTB Scanpix vía AP, archivo)
El noruego Jon Fosse, autor de "Mañana y tarde", es narrador y dramaturgo. (Hakon Mosvold Larsen /NTB Scanpix vía AP, archivo)

En la segunda parte Johannes ya es muy mayor y se levanta para perseguir su rutina. Desde un comienzo se siente extrañamente ligero, consigue hacer pequeñas cosas que hasta ese día ya no conseguía hacer, ejercicios cotidianos al vestirse o caminar que empiezan a verse minados por la edad. Pero ese día, no. Johannes se siente bien y ve su mundo desde otra perspectiva.

“Las cosas y las casas tienen otro aspecto, están más pesadas y más ligeras, como si en las casas hubiera más tierra y más cielo”.

“Es como si todo estuviera cambiado y al mismo tiempo estuviera como siempre, todo está como antes y todo está distinto, piensa Johannes”.

Extraña a Erna, su mujer y la madre de sus siete hijos, quien ya murió. Extraña también a muchos amigos y vecinos, que ya no están, aunque de pronto aparecen, ahí, en la orilla. Y desaparecen, aunque se oyen sus voces. Son ausencias, fantasmas vivos. Como Peter, con quien durante años se cortaban el pelo uno al otro. O como Jacop, el zapatero.

Fosse cuenta la vida de una persona común, el héroe de esta historia es un hombre común y la magia de la novela radica en ese fulgor, en el paso a paso de una vida que no tendrá, que no ha tenido, momentos extraordinarios, pero que fue vivida y disfrutada en su minimalismo.

"Toda una vida", de Robert Seethaler (Salamandra).
"Toda una vida", de Robert Seethaler (Salamandra).

Luego de leerla y disfrutarla, encontré varios puntos de contacto entre Mañana y tarde y Toda una vida, una novela del alemán Robert Seethaler que recrea la vida de Andreas Egger, un campesino, un trabajador rústico, un don nadie y, así y todo, consigue narrar una aventura extraordinaria en el marco del siglo XX. Entre la mañana y la tarde del siglo XX, podríamos decir.

No sabés cuánto me gusta encontrar novelas así, que cruzan belleza, espiritualidad y filosofía en medio de este desierto narrativo que estamos cruzando todos.

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Me despido sabiendo que la próxima semana estaremos todos viviendo una nueva etapa. No tengo muchos motivos para ser optimista, pero en esta despedida me gustaría decirte que tengo confianza en que, a 40 años del regreso de la democracia, una vez más seamos capaces de unirnos para estar mejor.

Recibí muchos mensajes por los últimos envíos, creo estar bastante al día con las respuestas, aunque siempre voy a estar en falta. Cada correo, mínimo o extenso, es un estímulo para esto que hago semana a semana.

Te recuerdo mi mail: es hpomeraniec@infobae.com. Escribime si te dan ganas de hacerme un comentario.

Te deseo una buena semana y ojalá me acompañes en esta propuesta de buscar belleza para reparar tanta incertidumbre. Por último: no votes enojado, no hagas nada enojado: la ira no es buena consejera.

Hasta la próxima.

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