La fotografía de la naturaleza entre la ética, la pasión y la concientización medioambiental

Las imágenes capturadas en entornos naturales pueden tener un rol clave en la preservación del medio ambiente, según cuentan tres fotógrafos especializados en una actividad “emocionante y gratificante”

Las fotos tomadas en la naturaleza también son un espejo de lo que se debe cuidar

Enfocada en la concientización y conservación de la fauna y la flora, la fotografía en entornos naturales se volvió una disciplina que crece a la par de la importancia de la preservación del medio ambiente: ¿Qué desafíos involucra retratar animales silvestres? ¿Hay una ética para entrar y detenerse en ese otro tiempo y escenario que es la naturaleza? ¿Cuáles son los conocimientos que hay que tener para tomar una foto que no invada y que capte la esencia de lo que se ve? Tres fotógrafos dialogan sobre ese oficio apasionante que ejercen de manera respetuosa detrás de la lente.

Un mono que mira la cámara, un ciervo que camina sobre un pantano, un pequeñísimo insecto de colores y formas increíbles, un ave a punto de despegar su vuelo: las imágenes de animales en sus entornos tienen un encanto que detienen el tiempo de quien las mire, y las redes sociales parecen sus mejores aliadas para ser compartidas, como obra de belleza pero también como espejo de lo que se debe cuidar. ¿Cómo se logran esas fotos? ¿Cuál es el límite entre el respeto por los seres vivos y la tentación de avanzar sobre terrenos que no están habilitados para lograr el hechizo visual que vuelve a la imagen una pieza maestra?

Esteban Argerich es fotógrafo y presidente de Afona, la Asociación Argentina de Fotógrafos de Naturaleza que trabaja en el desarrollo de la fotografía de naturaleza como herramienta de sensibilización, conservación y difusión artística, y apunta una definición sobre la especificidad de la disciplina: “Todos los fotógrafos de naturaleza somos embajadores de la conservación del medio ambiente y sus especies”.

Especializado en fotografía de vida silvestre, una actividad que define como “emocionante y gratificante”, Argerich asegura que las imágenes de quienes trabajan en estos entornos “visibilizan nuestros paisajes, ambientes naturales, nuestra flora y fauna nativa”. Y visibilizar es una forma de cuidar. Se refiere a que “se cuida lo que se conoce y en este punto la fotografía desarrolla toda su potencia como herramienta de conservación. Todo fotógrafo en la naturaleza debe siempre priorizar el bienestar del sujeto y la conservación del entorno por sobre la obtención de una fotografía”.

“Todos los fotógrafos de naturaleza somos embajadores de la conservación del medio ambiente y sus especies”, dice Esteban Argerich

En esa línea coincide Belén Etchegaray, fotógrafa que despliega su área de trabajo fundamentalmente en Iberá, Corrientes, donde con su cámara retrata fauna local como carpinchos, ciervos de los pantanos, monos Carayá, yacarés o aves como yetapá de collar. En sus expediciones o cursos de fotografía que organiza como directora de la revista digital Argentina Photo Nature, hay un principio que la guía y es que “nunca la obtención de una fotografía es más importante que lo que buscamos retratar”. “Esa es mi mayor responsabilidad -dice-: no molestar, no interferir y dejar todo como estaba al momento de llegar. Si no logro la fotografía que me hubiera gustado, sé que la naturaleza me dará nuevas oportunidades en el futuro”.

Es que detrás de este campo hay, sobre todo, una ética. Bióloga, investigadora independiente de Conicet y fotógrafa, Paula Taraborelli considera “primordial” el tema la ética en la fotografía de entornos naturales. Ella misma la aplica como académica y como socia de Afona, organización que tiene un contundente código para pautar la forma en la que se debe realizar la actividad. “Siempre priorizo el cuidado y respeto de la naturaleza sobre la fotografía, no acercarme a los animales que voy a fotografiar, aprendí a partir de mis estudios que cuando un individuo deja de hacer el comportamiento que estaba realizando y te empezó a prestar atención, ya cruzaste un límite y lo empezaste a molestar. Y más aún cuando provocás un comportamiento de huida donde el animal se estresó y está gastando energía en algo que no debería. ¿Y por una fotografía? No, no lo vale. El bienestar del sujeto y la conservación del entorno son siempre más importantes”.

En reservas y parques nacionales los senderos establecen límites y marcan los lugares habilitados para recorrer, un trazado que no es arbitrario y responde a las áreas de protección y preservación de las especies. “Ser éticamente correcta -argumenta a su turno, Etchegaray- implica desafíos, ya que nos vemos tentados de salir de los senderos para lograr un mejor ángulo, o de acercarnos más de lo necesario para alcanzar un mejor retrato de una determinada especie; incluso de acercarnos demasiado a los nidos o madrigueras para retratar la ternura de los pichones o crías”.

"Nos vemos tentados de salir de los senderos para lograr un mejor ángulo", reconoce uno de los fotógrafos

Lo cierto es que las y los fotógrafos de la naturaleza pasan mucho tiempo a la espera de ese momento mágico de conexión con lo que se retrata. Una suerte de golpe de suerte que en el fondo tiene mucho de conocimiento. “Los animales silvestres no solo no posan sino que en general no se muestran. Puedes pasar horas, días o incluso semanas esperando el momento perfecto para una toma. El éxito o el fracaso depende de muchos factores que no podemos controlar, el comportamiento del animal, el clima, el momento del año...”, explica Argerich.

Ese trabajo combina, por un lado, el saber de lo que se busca retratar, con uno de tipo técnico, sostiene el fotógrafo. “La fotografía de la naturaleza requiere equipos especializados, como cámaras de alta resolución, lentes macro, teleobjetivos, trípodes robustos, disparadores remotos, flashes, barreras infrarrojas y a menudo escondites o refugios para acercarse a los sujetos sin asustarlos”.

Así lo resume Etchegaray con su práctica: “Siento un alto respeto por lo que veo por el visor de la cámara y no solo busco registrarlo de la manera más natural posible, sino sin alterarlo en lo más mínimo; esto implica no acercarme más de lo que esa especie me permita, no alterar su normal comportamiento buscando una determinada acción, respetar los senderos en reservas y parques, no fotografiar nidos o pichones a corta distancia siguiendo los pasos del Código de Ética del fotógrafo de naturaleza”.

Registrar las imágenes sin alterar el entorno en el que se adentra el fotógrafo, es uno de los desafíos por cumplir

Si la ética supone un compromiso, supone también una sensibilidad, como cuenta Taraborelli. Aunque la bióloga empezó con las fotos como registro de especies para sus muestreos, con el tiempo se fue “enamorando” de la disciplina; tomó cursos, talleres y se sigue formando, ahora en Córdoba donde vive y trabaja y donde forma parte de un proyecto de restauración de bosques de tabaquillos en el Parque Nacional El Condorito con la ONG Manos que Tejen Bosques.

Al igual que en ese segundo en el que “se conjuga ojo, mente, corazón y cámara”, lo que intenta con sus fotografías es plasmar “las sensaciones que me inundan al descubrir algún individuo de nuestra fauna nativa o un paisaje”. Una forma de “educar” a través de las fotografía, que en su caso, se bifurca en distintas actividades: visita escuelas, tiene un emprendimiento de juegos didácticos y escribe cuentos infantiles, todos alusivo al medio ambiente.

A Etchegaray le gusta definirse como una “corresponsal de la naturaleza” porque entiende que esa subdisciplina está “íntimamente ligada a la difusión, concientización y conservación de las especies y sus espacios naturales” y en ese sentido cree que quienes como ella trabajan en medios estrictamente naturales buscan a dar a conocer y sumar “nuestro granito de arena en un cambio en su conservación, algo que el planeta esta necesitando cada vez más”.

Al igual Taraborelli encuentra en la fotografía la posibilidad de difundir y concientizar: “Trato de que la fotografía sea mi vínculo, mi nexo con las personas, para que conozcan y se enamoren de nuestras especies y tomen conciencia de lo fundamental que es protegerlas a igual que su ambiente”, dice esta bióloga que en la observación de la naturaleza encuentra una calma que la vuelve “atemporal”. Taraborelli retrata fauna y entornos y las imágenes que saca pueden ser en sus salidas campo de estudio o en el patio de su casa.

Como dice Argerich, “la cantidad de locaciones para disfrutar de esta actividad es infinita, ya que se puede hacer fotos de un insecto en una maceta en un balcón, de un ciervo de los pantanos en el Delta del Paraná, de un ave en una plaza urbana, pasando por selvas tropicales, montañas, desiertos y humedales. La elección de la locación depende de tus objetivos y la vida silvestre que deseas capturar”. La clave, en su opinión, está en el conocimiento a fondo de “tus sujetos”, esto es: reconocer su comportamiento, hábitats, patrones de migración y otras técnicas que permiten acercarse sin perturbar.

Por eso aconseja que antes de viajar debe haber un trabajo previo de estudio del campo y la biodiversidad que lo habita: “Es importante investigar las especies, los hábitats y los momentos ideales para fotografiarlas. La planificación es la clave. Llegar a algunos destinos es verdaderamente complicado en términos logísticos y en algunos casos demanda un gran esfuerzo físico pero la recompensa de poder disfrutar de esos lugares es inmensa, ambientes y paisajes increíbles, sin alteración humana”.

Fuente: Télam S. E.

[Fotos: Télam S. E.]

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