Una exposición compuesta por 130 obras del artista ruso-norteamericano Boris Lurie se presenta por primera vez en Argentina con la organización de Boris Lurie Art Foundation (BLAF), desde la ciudad de Nueva York, y el Museo Judío de Buenos Aires y el Centro Cultural Borges, donde se exhiben las piezas. Para las exposiciones en Argentina, la Boris Lurie Art Foundation (BLAF), imprimió un catálogo bilingüe, que se presenta en el marco de las exposiciones. En ambas sedes la entrada es gratuita.
“Entrar en el mundo de Boris Lurie podría ser un acto de voyeurismo, sin embargo, es un acto de fe. Una promesa de purgatorio, expiación del pecado de ser, de existir, de sobrevivir y continuar la vida en un mundo banal vaciado de sus afectos más tiernos y profundos. El primer contacto con la obra de Lurie es una experiencia que impulsa a abandonar nuestra zona de confort y adentrarse en las profundidades de un alma dañada por algo que nunca llegaremos a comprender. Esa no comprensión posiblemente sea el punto de contacto con el artista, se siente el latigazo de su experiencia, que no podemos nombrar ni explicar”, dice Liliana Flugelman, curadora de la exposición en el Museo Judío de Buenos Aires.
Lurie nació en 1924 en Leningrado, en el seno de una familia judía. Con el crecimiento del estalinismo, su familia se mudó a Riga, la capital de Letonia, y tras la ocupación nazi fue dividida por género y reubicada en dos guetos diferentes. Su abuela, su madre, su hermana y su novia fueron víctimas de la masacre de los bosques de Rumbula junto a 36.000 mujeres y niños.
Boris y su padre fueron trasladados a los campos de Lenta, Salapils y Stutthof en Alemania donde, obligados a realizar trabajos forzados, lograron sobrevivir. En 1945, las tropas americanas concretaron su liberación. Su conocimiento del alemán y el inglés le permitió traducir documentos para las tropas aliadas, lo que le valió el visado para emigrar a Estados Unidos en 1946.
Fue en Nueva York donde comenzó su carrera como artista. El arte para él fue su vida, su terapia y un modo de protestar contra el racismo, el antisemitismo y la hipocresía social que encontró en los Estados Unidos durante la guerra fría. El trauma del Holocausto lo llevó a canalizar su duelo a través del arte. Junto a los artistas Sam Goodman y Stanley Fischer fundaron el NO! Art Movement, un movimiento artístico de vanguardia cuyo período más activo fue entre 1959 y 1964.
Esta corriente fue creada con el objetivo de abordar temas como el imperialismo, la sociedad de consumo, el sexismo, el mercado del arte, la vulgaridad y la depravación. El Movimiento NO! Art buscaba la autoexpresión de las personas que condujera a la acción social, así como visibilizar los mecanismos de poder y criticar la creciente cultura del consumismo y el entretenimiento.
Se sumaron a este movimiento artistas como Rocco Armento, Isser Aranovici, Yayoi Kusama, Enrico Baj, Herb Brown, Allan D´Arcangelo, Erró, Dorothy Guillespie, Esther Morgestern Gilman, Allan Krapow, Jean-Jacques Lebel, Suzanne Long, Michelle Stuart, Aldo Tambellini y su gran amigo Wolf Vostell, entre otros. Si bien el NO! Art muestra similitudes con el Pop Art, el grupo disentía y condenaba al “Arte Pop” porque lo percibían como banal, como un arte de moda que buscaba aturdir en vez de hablar de temas importantes. El Movimiento se reflejó originalmente en la Galería de Gertrude Stein de Nueva York, y se manifestó en otras numerosas salas y museos de Estados Unidos, Europa e Israel.
“Su derrotero es sincrónico con la historia del arte, tributario del expresionismo alemán, sus trabajos de la primera época exultantes de densidad gráfica conforman un estilo acorde a los tiempos de una Europa azotada por desatinos y flagrancias. La Serie de la guerra de los años 1946/1950 revela al artista con vocación de reportero gráfico, descarnado, ya vacío, teñido de horror y tormento. Resalta las figuras fantasmagóricas con tizas y pasteles acentuando el carácter sombrío de las escenas. El trazo desmaterializado y desnudo de algunos dibujos y bosquejos se posiciona en el papel de una manera lateral, dislocada. En estos el lenguaje plástico es austero, contenido, pero impacta ciertamente haciendo ecos de la experiencia de la angustia”, amplía Flugelman en el texto curatorial.
La exposición también incluye piezas de la Serie de Mujeres desmembradas, con las que Lurie comienza a observar el cuerpo femenino. “La sensualidad cede su lugar a cuerpos inmóviles, estáticos, distorsionados, en tortuosas poses carentes de naturalidad. Todavía está muy fresco en su memoria el recuerdo de los horrores padecidos en los campos donde se daba la batalla de Eros y Tánatos”, dice Flugelman.
En estas obras, Lurie utiliza las pin-ups de las campañas publicitarias de los años 60 como también los armarios metálicos de los soldados americanos enlistados y las pizarras con fotos de los desaparecidos buscados por sus familiares al final de la guerra. Con ese repertorio de recursos el artista evoluciona hacia la consolidación de su identidad artística.
“El título de la exposición, MEMORIA, abre la mirada hacia nuestra propia historia. Este artista nos deja el legado de su lucha por la verdad y la justicia, su arma fue mostrar y no ocultar, con la esperanza que estos actos de horror y violencia no se vuelvan a repetir jamás. A pesar que la traumática experiencia de vida del artista está inmersa en toda su obra, es importante que no subestimemos su obra estigmatizando su trauma, y por el contrario, valoremos esa experiencia. Su historia merece y debe ser escuchada, su obra debe ser reconocida”, dice Cecilia González, curadora de la exposición en el Centro Cultural Borges.
Fotos: Guido Limardo
*Sede Museo Judío de Buenos Aires (Libertad 769, CABA). Cierra el 1 de diciembre de 2023. Visitas: de lunes a viernes de 10 a 18 h / *Sede Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA). Sala: Pabellón II. Cierra el 26 de noviembre de 2023. Visitas: de miércoles a domingos de 14 a 20 h