Con la presentación de 12 obras inéditas, el artista Pablo Siquier se presenta en el MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires) con la exposición Obsceno, que recorre la evolución de su trayectoria a través de pinturas que van de escalas monumentales a dibujos de menor tamaño en tramas donde predominan el blanco y el negro.
Siquier es uno de los artistas más influyentes de la escena de los 80 y los 90 y en su obra confluyen el diseño, la arquitectura y el arte contemporáneo a partir de un estilo inconfundible que combina líneas y formas, tramas superpuestas, casi siempre, en colores blanco y negro.
“Son construcciones imaginarias que proyectan sombras -dice el artista sobre las tramas características de su imaginería-. La luz siempre está arriba a la derecha, entonces las sombras se proyectan para abajo y a la izquierda. En un momento mi querido Clorindo Testa escribió un texto para una muestra mía y decía que mis cuadros le hacían acordar a cuando iba a Roma y se paraba en el medio del panteón a mirar hacia arriba las cúpulas, un sistema de representación de perspectiva o de proyección de sombra perfectamente geométrico”.
La muestra se despliega a lo largo de tres pisos -planta baja, primer piso y primer subsuelo- del museo ubicado en el barrio porteño de San Telmo y se realiza bajo la curaduría de Rodrigo Alonso, quien define a las pinturas de Siquier como “frontales directas, exhibicionistas” que “interpelan al espectador por su complejidad y excelente factura, pero sobre todo, por el misterio insondable de las formas que las habitan”.
“Es una muestra sobria, de pocos cuadros, grandes. La mayoría de las obras son inéditas”, confirma el artista al explicar que no se habían mostrado previamente y que su anterior exposición había sido en el año 2015 en la galería Ruth Benzacar.
Siquier (1961) irrumpió en la escena artística con sus particulares dibujos de formas geométricas que lo llevaron, entre otras cosas, a ser el representante oficial de la Argentina en la Bienal de San Pablo en 2004 y el segundo argentino vivo -después de Guillermo Kuitca- en exponer en el prestigioso Museo Reina Sofía de Madrid, en 2005.
En la exposición, las obras de Siquier, “potentes y silenciosas”, como las caracteriza Alonso, “ocupan un primer plano absoluto, suspendidas por lo general sobre un espacio limpio, ascético”.
¿Pero cómo nacen cada una de estas tramas de su autoría tan características en la escena artística contemporánea? Para Siquier, el momento de crear una nueva obra es como el de un “oficinista”: “Me siento en la computadora y pruebo hasta que a veces las pruebas salen rápido. Pero si las combinaciones no salen tengo que seguir diseñando”, asegura sobre las tramas que conforman sus composiciones, elementos que se multiplican, se superponen, se desordenan y enredan luego en cada uno de sus lienzos.
Siquier construye una máquina pictórica que metaboliza todas las formas: las rectas, las curvas, las diagonales, las líneas onduladas, las retículas y los motivos florales, bajo la coincidencia de un elemento característico de su trabajo es la simulación de una iluminación existente dentro de la obra, que se manifiesta en las sombras negras que proyectan esas formas. “Mi trabajo es expresivo y también compositivo”, resume el artista en una entrevista con Télam.
— Hace años en una entrevista habías dicho que todas tus obras son muy racionales y meditadas. ¿Sigue siendo así?
— Sí. No tienen nada de lo que es divertido de la pintura, la gente que se enchastra y que incorpora el cuerpo. En mi trabajo el cuerpo está ausente. Yo me concentro en la geometría, sabiendo que la geometría no le importa a nadie con la esperanza de que mientras estoy concentrado en esas pavadas se filtren algunos contenidos más emocionales y referenciales a los estilos y a las cosas que consumimos todo el tiempo en la calle. O de nuestro pasado, manteles, coches o cosas. Yo me concentro en que la geometría sea correcta y no haya ningún error, pero a quién le importa eso. Aspiro a que esas imágenes, esas formas, que convoco en la tela aludan al inconsciente colectivo del público en formas que resuenen en algún momento, que las vieron o disfrutaron o sufrieron en algún momento de sus vidas. Sé que es imposible pero hago como si fuera un artista primitivo. Me gusta pensar que parto de cero en cada uno de los diseños.
— Cuando ves tus obras de diferentes años, como en esta exposición, ¿encontrás puntos de unión, características afines entre ellas?
— Sí, son evoluciones. Pruebo cosas en un cuadro que por error tengo que corregir entonces incorporo otra forma. Y en esa vorágine de formas aparecen cosas nuevas que me sirven para el siguiente cuadro. Todos los cuadros están unidos no solamente por eso sino porque el sistema de representación es el mismo: en el caso de los blancos y negros es siempre la sombra a la izquierda y abajo y la luz está arriba. Ese sistema de representación bastante simple y básico unifica cada una de las series. Hay algo ahí que sigue, que permanece.
— ¿Cómo empezaste a pintar sombras?
— Yo pintaba cuadros de muchos colores vibrantes y de un día para el otro pasé a pintar cuadros grises. Creo que tuvo que ver con alguna representación arquitectónica de la planta de sombras. Es muy poco heroica la explicación. Un psicólogo me dijo una vez: “La luz arriba a la derecha es el padre” y yo dije “la puta madre”. Bueno, ok. Ahora miro a mi cuadro y veo a mi viejo ahí (risas). Me gustaría pintar un cuadro con la luz arriba a la izquierda, a ver qué me dicen. Podría haber muchas variantes dentro del sistema pero son esas libertades, esos juegos, que no me permito. Mi sistema tiene reglas muy estrictas pero a pesar de eso no me considero un pintor de ideas, un pintor conceptual. Paradójicamente me considero una expresionista, un artista expresivo de la geometría.
— Decías que en realidad todos los artistas de este siglo pintan lo urbano, que la ciudad es su gran tema...
— Sí, lo pienso cada vez más. Inclusive en los artistas que trabajan con el cuerpo refieren a lo urbano. Pienso que el arte es un comentarista de la ciudad y hay miles, millones, de artistas, así que todos los aspectos de la ciudad están siendo contemplados. Pero si hablamos de mi trabajo, no solamente lo comenta desde el punto de vista formal, de recurrir a situaciones arquitectónicas o de fachadas, o urbanísticas, o de diseño, sino que también el quilombo de esas referencias que no están presentadas de una manera clara y legible. Mi obra también alude al quilombo informativo y de señales que las ciudades te condenan y te salvan al mismo tiempo.
— Algunos de los cuadros están más despojados de elementos que otros...
— Si pensás en los 60 en Estados Unidos toda esa gente hizo de la grilla su caballo de batalla. Todo era reflexiones sobre la grilla. Yo uso la grilla pero también la rompo, elementos orgánicos cargados de estilos. La impureza también es parte de mi trabajo y me parece que tiene que ver con mi condición de argentino sudamericano, que vive en una ciudad horrenda y hermosa al mismo tiempo. La aspiración a la pureza o a la perfección es utópica.
*La muestra “Obsceno” se puede visitar en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (MACBA) de avenida San Juan 328, San Telmo, de lunes a viernes de 12 a 19, sábados, domingos y feriados de 12 a 19 y martes cerrado.
Fotos: MACBA/Ailen Galli. Fuente: Télam. S.E.