Es menos famosa que su hermana dorada, pero la segunda versión del retrato de Adele Bloch-Bauer de Gustav Klimt tiene la misma fascinante historia de expolio nazi, restitución y venta millonaria. Ahora, recién restaurada, se expone en su Viena natal por primera vez en 16 años.
Adele Bloch-Bauer II fue terminada en 1913, cinco años después que la famosa Dama de oro. Bloch-Bauer fue parte de la alta burguesía judía de Viena y una de las mecenas que apoyaron a Klimt y otros artistas modernistas de la época.
Expoliado por los nazis
En este segundo retrato suyo, Klimt abandonó la dorada opulencia y optó por los tonos rosas, verdes y azules que ahora los visitantes pueden admirar en todo el esplendor que tenían hace 100 años, gracias al delicado proceso de restauración de 200 horas al que ha sido sometido en el Museo Belvedere.
El cuadro estuvo colgado en esta galería hasta que en 2006 una decisión judicial ordenó devolverlo a los herederos de Bloch-Bauer, terminando así una larga lucha por la restitución de una de las muchas piezas que fue expoliada por el régimen nazi en Austria a partir de 1938.
La última sobrina viva de Bloch-Bauer recuperó en aquel año el retrato, que fue subastado y adquirido por 88 millones de dólares (82 millones de euros actuales) por la célebre presentadora de televisión estadounidense Oprah Winfrey, quien lo vendió once años después, por 150 millones de dólares, a un coleccionista chino.
La restauración de “Adele Bloch-Bauer II”, realizada con una nueva máquina de rayos X que diseñó la directora del proyecto, Stephanie Jahn, ha permitido descubrir que el sombrero que viste Adele se salía originalmente del marco del cuadro, antes de que Klimt redujera su tamaño en un retoque posterior.
“El primer paso fue investigar las capas de pintura y mirar en lo profundo para ver todos los daños. No todo lo que se puede ver con los ojos es siempre todo lo que está dañado”, cuenta Jahn sobre el proceso de restauración.
Microscopio y radiografías
Además, en un principio Bloch-Bauer aparecía posando de pie sobre una alfombra ovalada que Klimt decidió cambiar por una cuadrada “para que todo encajara un poco diferente”, explica Jahn sobre la obra que convirtió a la mecenas en la única mujer que Klimt pintó dos veces.
“Con un microscopio, tomamos alrededor de 123 imágenes y descubrimos que en cada parte de la pintura había puntos negros de un polvo oscuro muy aceitoso”, añade la restauradora al explicar el proceso de limpieza al que se sometió a la pintura. Aparte del cuadro, el Belvedere incluye en su exhibición textos, fotos, bocetos y radiografías que narran todo el proceso de creación y posterior restauración de la obra.
Por su parte, el comisario de la exposición, Markus Fellinger, asegura que tras la restauración se puede suponer “que Klimt trabajó al menos un año sólo en el cuadro” y añade que el gran representante del Art Nouveau realizó, al menos, 40 bocetos antes de ponerse a pintarlo.
Antes de comenzar a restaurarlo, el cuadro formó parte de una exposición de arte moderno en la National Gallery de Londres hasta este verano. Con 24 cuadros de Klimt, el Belvedere tiene la colección de pinturas del artista austríaco más grande del mundo, entre las que se encuentra su más conocida pintura, “El beso”.
Fuente EFE