Edgardo Giménez: “Hoy, producir bienestar es un acto de vanguardia”

En una charla íntima y divertida, el artista pop que presenta la retrospectiva “No habrá ninguno igual” en el MALBA, cuenta su historia y reflexiona sobre el recorrido de su vida. “¿Qué otra cosa podés pedir más genial que eso? Haciendo las cosas que te gustan para poder vivir”

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Edgardo Giménez - "No habrá ninguno igual" en el Malba

Con una exitosa muestra en el Museo Latinoamericano de Buenos Aires (Av. Figueroa Alcorta 3415, Caba) y un inabarcable recorrido artístico que inició en su infancia, Edgardo Giménez es hoy uno de los referentes del arte pop más importantes de la escena nacional e internacional. Dotado con un sentido del humor único que lo caracteriza, una visión positiva del mundo y una imaginación sin límites, dispuesta a sumergirse en proyectos nuevos y hacerlos brillar, Giménez se encuentra en su mejor momento artístico y vital. Aunque para él, todos los momentos son buenos y ese es su gran secreto para una vida plena. Hoy, a sus ochenta años conserva la sonrisa de quien está comenzando a descubrir el mundo y contagia felicidad desplegando una risa a carcajadas detrás de sus lentes de sol negros.

–¿Cuándo comienza tu relación con el arte?

–Yo empecé a descubrir todo el hecho artístico a través de Walt Disney cuando era chico. Fue un genio absoluto y me pareció rarísimo que no hubiera tenido un lugar de privilegio en los museos de infancia y en general. Yo soy santafesino y una tía mía me llevó al cine a los 6 o 7 años y salí de allí como levitando porque me pareció tan formidable entrar en ese universo que a partir de ahí, se modificó absolutamente todo en mi vida. Yo soy la consecuencia del arte de Walt Disney.

–¿Cómo fue tu infancia en Santa Fe?

Me gustó mucho mi infancia. Lo pasé bien. En la escuela me aburría muchísimo. El interés siempre estuvo focalizado en el arte. Yo me hacía mis cuadernos y dibujaba. Mi pasión era esa. A mi mamá mucho no le gustaba la idea pero tenía una tía, la famosa tía Rosa, que me apoyaba en todo lo que quería hacer. Ella tuvo un rol fundamental porque me compraba acuarelas, pinceles, elementos para que pudiera trabajar. Era una tía que no era de decir sino que te demostraba tu afecto llenándote de las cosas que te hacían falta para poder crecer. Eso fue sensacional para mi.

"Yo soy la consecuencia del arte de Walt Disney", declara Giménez
"Yo soy la consecuencia del arte de Walt Disney", declara Giménez

–¿Siempre supiste que el arte era lo tuyo?

–A veces hablo con gente y le pregunto: “¿Y vos qué querés hacer?” y me dicen: “Ay, la verdad que yo no sé lo que quiero hacer, voy a ver si es por este lado o por el otro”. A mí eso es algo que nunca me pasó. Yo nunca tuve dudas de lo que quería hacer, de lo que me emocionaba y me encantaba. Siempre supe que quería ser artista, aunque de chico no supiera bien qué era eso. La cosa más importante que ha generado el ser humano es el arte. Aquellos que somos sensibles a eso, nos nutrimos de ese lenguaje y festejamos cuando aparece alguien que nos despierta un poco más de lo que nosotros podemos despertar por sí mismos. Entonces, para mí eso ha sido una bendición que la tengo desde toda mi vida.

–¿Cuál fue tu primera exhibición?

–Yo tenía 9 años y mi primera exposición fue sobre insecticidas. En la esquina de mi casa, ya en Buenos Aires, había una ferretería a la que iba con mi madre. Entonces, cuando el ferretero vio que yo tenía condiciones de dibujo me encargó una vidriera de su ferretería. Forré una rama de árbol seca con papel crepe verde para hacer un rosal con hormigas negras y patitas de alambre. Las que subían por la rama lo hacían sin ninguna carga, las que bajaban lo hacían con pedazos de rosas. Las doñas del barrio pasaban y preguntaban encantadas quién lo había hecho y ahí me di cuenta que me gustaba gustar. Yo no había tenido esa experiencia antes y me estimuló muchísimo.

–Aunque tu pasión era el dibujo, comenzaste por el diseño…

A los 13 años me metí en una agencia de publicidad. La agencia se llamaba Cámera, que tenía como cliente cautivo Ika. Como cadete habré durado 6 o 7 meses porque la hermana del dueño de la agencia le dijo al dueño, “tendrías que ver lo que hace este chico porque más que cadete tendría que estar en la sala de arte”. Y así fue. Aprendí la publicidad desde cero. No existían las computadoras, era todo a mano.

El artista comenzó a trabajar a los 13 años en una agencia de publicidad
El artista comenzó a trabajar a los 13 años en una agencia de publicidad

–¿Cómo fue tu formación?

–A mí no me ha formado nadie excepto yo mismo. He hecho arquitectura sin ser arquitecto, he hecho diseño gráfico sin haber estudiado nada de eso. Las cosas que fui haciendo, las aprendí haciendo. Nunca había hecho una escenografía e hice las dos escenografías para Olivera, ganando el premio a la mejor escenografía en una recopilación de 10 años del diseño argentino. La casa que le hice a Romero Brest la seleccionó el Moma para transformaciones en arquitectura moderna. Me pasaron cosas que no esperaba. Lo que tengo una gran capacidad de imaginar. Vos me pedís una cosa que querés que yo haga y yo ya lo tengo resuelto en mi cabeza. A tal punto que una vez, una gente me pidió un consejo para resolver algo estético y luego, les pedí que me paguen y me respondieron: “No, si no te costó nada” porque lo había pensado muy rápido. Entonces, después de eso, aprendí que la gente te paga si te cuesta esfuerzo. Como yo aparentaba que no me costaba nada, no me querían pagar nada.

–¿Cómo era tu trabajo en las agencias de publicidad?

–Había gente que festejaba mi manera de ser y gente que no, que me hacía la vida imposible. Yo no llegaba a horario. Una vez el dueño me dijo: “mirá Edgardo, vas a tener que llegar a horario a la oficina” y le respondí: “no, porque yo ya estoy pensando desde antes las cosas que tengo que hacer. Cuando llego acá ya tengo el problema resuelto, vengo con la cabeza trabajando desde antes”. Me respondió que entonces tenía que trabajar freelance porque si no los demás se comparaban conmigo y querían hacer lo mismo. O por ahí, se me ocurría ir al cine en el medio de la jornada laboral y para mí eso era muy bueno porque después volvías fresco al trabajo habiendo hecho ese corte. También, organizaba fiestas. Mirá lo que era yo en la agencia de publicidad bailando rock con la chica de ahí (señala una fotografía del catálogo). Y mirá los demás están todos serios de traje y corbata, sonriendo frente al disparate.

–Muy de vanguardia para la época, ¿no?

–Claro. Las cosas que me pasaron, sucedieron. Yo no tenía nada premeditado, ni armado de antemano. Nunca conocí la diferencia entre lo que se podía y lo que no se podía hacer. Yo pensaba que lo que imaginaba se podía hacer.

"Nunca conocí la diferencia entre lo que se podía y lo que no se podía hacer", dice Giménez
"Nunca conocí la diferencia entre lo que se podía y lo que no se podía hacer", dice Giménez

–¿Cuál fue tu primer afiche?

–Los afiches los hacía a mano en un cartón y usaba técnicas de collage. Conocí a Antonio Seguí y su mujer, la bailarina Graciela Martínez, hermana de Víctor Martínez, vicepresidente de Raúl Alfonsín, porque querían hacer un afiche que se llamaba Metamorfosis de Doña Felisitas Naonn. Y como yo ya tenía idea de lo que era la publicidad trataba de no elegir las cosas que hacían los pintores porque eso reproducido no tenía el atractivo que tenía que tener la publicidad para atraer y detenerte a mirar. A raíz del éxito que tuvieron todas esas cosas empecé a hacer afiches a pedido. El único que me pagó y con un cuadro de él fue Antonio Seguí, que además me daba muy buenos consejos.

Y de ahí salió el cartel de Porqué son tan geniales. Cuando yo descubrí cómo era la publicidad, cómo era su mecanismo, entonces me pregunté si en el arte no podíamos hacer algo así para que el público se renueve. En las galerías iba siempre el mismo público, veíamos las mismas caras. Y eso dió como resultado que el público se incremente, un público que no había ni soñado que iba a entrar en una galería de arte. Es una idea que se me ocurrió y que dió resultado.

–¿Es allí cuando se juntaron arte y medios de comunicación de forma más explícita?

El arte y los medios van dirigidos al público, o sea que en la medida en que uno sepa cómo moverse dentro de ello, hace que eso llegue a más gente. Si yo hago una exposición, no es para verla yo, es algo que le dedico al público. Yo estoy contento con el éxito de la muestra (en el Malba) por mí y porque la gente está encantada, porque se emociona. A mí eso me conmueve muchísimo y quiere decir que llegué a una parte muy sensible de ese personaje.

Yo no creo en el arte chatarra porque a mí me parece que el lenguaje del arte tiene que ser sublime, lo más que puedas. El arte es una cosa muy seria. Trabajé 22 años con Romero Brest y cuando sus obras estaban en proceso de ser no las llamaba obras de arte sino experiencias visuales. Ahora eso se reemplazó porque “todo es arte” y no todo es arte. Quizás desarrollándose más o viendo de qué manera se puede hacerlas funcionar puede ser que lleguen a serlo pero mientras eso no ocurra, aún están en vías de ser. Si les ponés el rótulo de obras de arte, lejos de ayudar a la gente lo único que hacés es confundirla. Cualquier cosa no es arte.

Giménez dice que no hace falta ninguna preparación previa para entender su arte
Giménez dice que no hace falta ninguna preparación previa para entender su arte

–Se han corrido los límites. Pero entonces, ¿quién determina qué es arte y qué no lo es?

–Yo pienso que un tacho de basura no es arte. Puede haber un tacho en un museo pero a mí me parece un error. Un lugar donde el arte se exhibe tiene que ser un espacio que te aclare no que te confunda. A mí me parece que la confusión, el hecho de que interioricen un montón de cosas que no son, no está bien. Me parece que ese acto es provocador y muy negativo para quien ingresa por primera vez a un museo.

Cuando hicimos una muestra del pop argentino en el Museo Mar fueron 3.600.000 personas a ver esa muestra. Yo hice esa Moria Casán grande y los malvados me decían “la gente está de vacaciones, no tienen dónde ir y se meten en cualquier lado”. Pero eso no era así porque la gente venía dos o tres veces a ver la muestra. Entraban serios y salían con una sonrisa, todos. Entonces, eso significa que la habían pasado bien. El arte pop no tiene otra lectura que lo que estás viendo. No te hace falta una preparación previa para entender ese arte. Eso es lo que ayuda a la gente porque después de esa experiencia van a seguir entrando a otros museos.

–¿Qué recuerdos tenés de ese contacto entre las personas y tu obra?

–Una de las cosas más brutales que me pasaron fue con un técnico del San Martín, cuando hice mi primera retrospectiva. Yo tenía muchos problemas para cubrir una superficie con un color y viene el tipo y me dice: “pero no, esto lo tiene que forrar en fórmica y colocarle una luz genital” en vez de cenital, una luz genital. Cuando la gente me dice cosas así yo nunca corrijo. Porque si la respuesta mía va a ser inferior en encanto, dejo eso. Porque en definitiva, eso fue más importante que lo que yo podría explicar. (en medio de risas) Otra mujer me dice: “dígame una cosa Gimenez, ¿Berni es el inventor del vernissage?” y yo le digo: “por supuesto, la misma palabra lo dice”. Esa gente me parece genial. Nada que expliques después de eso va a ser mejor que lo que ocurrió en esa situación.

"El arte pop no tiene otra lectura que lo que estás viendo", define Giménez
"El arte pop no tiene otra lectura que lo que estás viendo", define Giménez

–Alguna vez dijiste que querías llegar a una obra de arte total…

–Yo creo en la obra de arte total. A mí siempre me gustó ir por más. Romero Brest quería mudarse a una casa y me llevó a verla, entonces le sugerí que le hiciera algunos cambios. Y terminé siendo yo quien remodeló el departamento por completo. Él se fue tres meses a Europa con su mujer y me dio las llaves para que cambie todo. Cuando volvió de ese viaje quedó encantado con su casa nueva. En una declaración que dió tiempo después dijo: “yo antes vivía en una casa con obras de arte, ahora vivo en una casa que es una obra de arte”. Una obra de arte total es no limitarse. Es el cambio y abarcar otras áreas.

–¿Cómo es tu experiencia con la muestra No habrá ninguno igual en el MALBA?

–Estoy sorprendido porque pensé que la muestra iba a gustar pero nunca pensé que tanto. La gente viene llorando, se emociona. Nunca me pasó algo así. Yo pienso que lo más genial que tiene esta muestra es que hay escenografías y adentro hay acción.

En ese sentido, cultura sin plata no existe. El país tiene que tener un presupuesto para que no se corte esa posibilidad de que los artistas se expresen. El mundo se hace más genial en la medida en que existe el arte. No te podés imaginar un mundo sin música, sin bailarines. Son las áreas más desprestigiadas pero eso también habla mucho de la gente que está a cargo de que eso suceda.

La muestra de Edgardo Giménez en el Malba está abierta hasta el lunes 13 de noviembre
La muestra de Edgardo Giménez en el Malba está abierta hasta el lunes 13 de noviembre

–¿Tiene un color favorito, un artista pop?

–El celeste. Yo soy de libra y descubrí hace poco que el color predilecto de libra es el celeste.

–¿Creés en la magia?

–Creo en la medida en que las cosas se cumplan. Durante años, fui a ver a Ciro, un vidente. Yo le decía cualquier disparate y se reía tanto que no quería que me fuera. Me decía, no se vaya, pregunte otra cosa más. Ciro murió y para esta muestra fui a ver a Dora, que me la recomendaron, y le dije: “Tengo una muestra en el MALBA que se llama No habrá ninguno igual como la letra del tango, y yo quiero saber si esto va a funcionar”. Me dijo: “Es un éxito Edgardo, no hablemos más de eso”. Y acá estamos. Es increíble cómo esa gente se conecta de otra manera con las cosas. Me llama la atención. Todo lo que tenga esa magia, yo soy cliente. Uno aprende de todo. No conozco a nadie que no me haya enseñado algo.

–¿Qué planes tenés para el futuro?

–Yo no soy alguien que piense en el futuro. Yo pienso en el ahora. El futuro es incierto, no se sabe qué es lo que va a pasar. Pero me voy a seguir dedicando a lo mismo, eso sí. Como el arte me ha servido para ser mejor persona, es algo que jamás voy a abandonar. Además, me da mucho placer hacerlo. Hay gente que vive trabajando en cosas que no le gustan. Ese no es mi caso. Yo desde temprana edad siempre viví de lo que me gusta. ¿Qué otra cosa podés pedir más genial que eso? Haciendo las cosas que te gustan para poder vivir. Yo me siento privilegiado y en paz. Hay tantos nutrientes en la tierra que es imposible aburrirse. La vida es corta y pasarla a té de tilo, preocupado y con estrilo es atroz.

Las ideas no envejecen pero la cáscara sí. Eso es inevitable. Siempre me mantuve en contacto con personas muy geniales, fueron ellos los que me permitieron crecer en todas las direcciones posibles. Yo soy un tipo de 80 años que podría estar angustiado y sin embargo, no conozco lo que es la angustia, la depresión. Yo estoy feliz en el planeta. Hoy, producir bienestar es un acto de vanguardia. El mundo está tan complicado que si no viene algo que te sacude un poco, que te saca de ese estado, la gente está deprimida de una forma nunca antes vista. Siempre me gustó estar bien. Cómo te vas a estimular con el malestar. La vida es mucho más que eso.

* No habrá ninguno igual se puede visitar hasta el 13 de noviembre, en el Museo Latinoamericano de Buenos Aires (Av. Figueroa Alcorta 3450), de jueves a lunes de 12 a 20 y miércoles de 11 a 20 hs.

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