“Mantener el paso. Hay que ser absolutamente moderno”, decía el poeta Arthur Rimbaud en 1873 en Un temporada en el infierno, mientras hacía de la poesía lo que conocemos hoy como poesía. En Poesía en forma de rosa el gran cineasta, poeta, ensayista, novelista y todo Pier Paolo Pasolini se reconocía: “más moderno que todos los modernos, buscando hermanos que no existen más”. Encadenados con la actualidad, sigue siendo un buen programa para encontrar en qué consiste el arte contemporáneo. Algo que se puede experimentar en una jornada, si es que así se desea, visitando algunas de las actividades que se desarrollan en el Centro Cultural Kirchner y que poseen toda la fuerza del arte hoy.
Empezando por la puesta del concierto para cuerdas Fratres, de Arvo Pärt, compositor nacido en Estonia y nacionalizado austríaco luego de su exilio (hoy reside en Berlín), y que realiza música sacra con la fuerza de toda la experiencia del siglo XX. Para ser realmente contemporáneos y asistir a una experiencia, la cita se produce en la Sala Inmersiva en la segundo piso del edificio de la avenida Alem.
Arvo Pärt es uno de los grandes compositores vivos de la música sacra, inspirada en la música antigua, el canto gregoriano y el espectro originado en los ritos eclesiales, pero atravesada por el dodecafonismo y el serialismo en el que Pärt se formó, incluso en contra de las posibilidades de hacerlo en una nación colonizada por la Unión Soviética (Estonia había sido anexada por la URSS luego del Pacto Molotov-Ribbentrop firmado con los nazis y permaneció así hasta la caída del régimen) y regida por el rígido códex estalinista.
Así, obras como Nekrolog, de 1960, o Credo, de 1968, fueron censuradas por el diktat soviético ya por dodecafónica, la primera, o por su temática religiosa, la segunda. Desde la última prohibición se retiró al estudio de la música en soledad para regresar con la composición en 1976, antes de partir al exilio en Viena junto a su familia en 1980, y luego residir en Berlín después. En la capital germana, tan dada a la producción musical académica, pudo desarrollar su propio estilo. En Estonia había trabajado como ingeniero de sonido para la televisión estatal y creado música para producciones televisivas, lo cual tal vez le brindó elementos para desarrollar una profusa incursión en la composición para películas.
Desde el Cantus in memoriam de Benjamin Britten (otro gran compositor de ópera contemporánea) usado en Los amantes del Pont Neuf, de Leo Carax en 1991, a la banda sonora de Gerry, de Gus Van Sant en 2001, La mort rouge, de Víctor Érice en 2006, o La gran belleza, de Paolo Sorrentino, en 2013, su música forma parte de la elegida por un gran abanico de realizadores fílmicos. Su obra Fratres, que significa “hermanos” latín, es una de las más conocidas y versionadas del compositor austríaco.
Fratres, compuesta en 1977, se caracteriza por su estilo minimalista y espiritual en el que dos voces convergen y se entrecruzan con diferentes formas orquestales. Pärt la compuso para quinteto de cuerdas y quinteto de vientos. La versión exhibida en la Sala Inmersiva del CCK corresponde a la versión de 1982 para ocho cellos y percusión, fue grabada en el centro cultural e interpretada en violoncellos por Benjamín Báez, Lucas Brass, Clément Silly, Paula Pomeraniec, Gabriela Massun, Bruno Bragato, Ayelén Espíndola, Julián Giménez y Adrian Speziale; en percusión, Gabriel Rodríguez y la dirección de Benjamín Báez.
La música de las cuerdas, en unos fraseos sencillos pero subyugantes por su ritmo –dictado por una percusión que vuelve sobre su propio eco– experimentada mediante un sonido envolvente y las imágenes que toman toda la amplitud de la sala, que puede recorrerse mientras la música estalla, logran una experiencia en el auditorio. Fratres se puede vivenciar todos los viernes a partir de las 14 hs. en la Sala Inmersiva del CCK.
Es un buen primer paso para una experiencia contemporánea, ya que en el mismo edificio –en el que se desarrollan incontables muestras y actividades– se pueden visitar algunas salas en las que el arte de hoy se manifiesta en cuerpo y alma.
Por ejemplo, Copista material recoge la obra gráfica del novelista y poeta, explorador de la lengua hasta el sinsentido, el argentino Osvaldo Lamborghini, que en estos bocetos, dibujos, óleos y collages da continuidad a su obra literaria rupturista, y produce una mixtura en la que escritura y artes visuales se unen en un mismo marco. Entre ese conjunto de realizaciones, el Teatro proletario de cámara agrupa textos mecanografiados o escritos a mano, periódicos intervenidos, fotos pornográficas, todas atravesadas por las ideas y las palabras del gran escritor secreto del fin del siglo XX.
Empecinados en la modernidad, los visitantes deberían visitar la sala que acoge parte de la obra de Narcisa Hirsch, nacida en 1928 y aún activa en la realización videoartística, de quien se exhibe toda su filmografía que llega a Materia oscura, filmada este año, y que incluye Diario patagónico 1 (1972), Diario 1976 (1976), La pesca de la centolla (1979) y La pasión (1992), entre otras. La muestra también incluye entrevistas y registros de los happenings protagonizados por Hirsch en los años sesenta y setenta, además de otros aspectos de su variopinta obra. Se puede visitar hasta el 19 de noviembre.
Para concluir con tanta contemporaneidad junta, se podía realizar el Recorrido Nocturno al mirador y la cúpula del CCK, una forma única y majestuosa de ver la arquitectura del Buenos Aires del Bajo, por un lado, y del río, por el otro, conjunción de los orígenes y el espíritu moderno de la ciudad. Se realiza a las 20 y 20:45 los viernes de noviembre, con inscripción en la web del Centro Cultura. Una recorrida así bien que contentaría tanto a Rimbaud como a Pasolini.
[Fotos: gentileza prensa CCK]