Hola, ahí.
Son semanas difíciles para concentrarse, supongo que te pasa lo mismo. Hay montañas de información que abruman y, lo peor, me interesan; quiero saber, conocer, entender. Son noticias de la Argentina pero también de afuera. Un país en estado de crisis y un mundo en el que las reglas cambian y no precisamente para bien.
No puedo leer y escuchar todo. Me es imposible procesarlo y, sobre todo, definirme de manera tajante, como exige el espíritu de estos tiempos. Estás acá o estás allá. Es sí o es no. No hay matices, no hay grises. Sos amigo o enemigo.
Qué agotador.
Me gustaría aburrirme un poco. No, no, aburrirme, no: salir del estado de ansiedad informativa y declamativa, eso necesito. Tal vez solo se trata de intentar, por unas horas, de dejar de intoxicarme y buscar imágenes y textos que me hagan bien.
Elis canta y se para el mundo
Eso que acabás de leer lo escribí cuando preparaba este envío y es lo que finalmente hice y decidí compartir con vos esta semana. Aquí van algunas formas de la belleza que me acompañaron durante las horas en las que me propuse desentenderme de la angustia.
Empiezo por la música, porque lo primero que hice fue ponerme los auriculares y sumergirme en Youtube y en Spotify. No voy a abrumarte con links y comentarios, por eso, de todo lo que escuché elegí dos temas y, en uno de los casos, dos versiones.
Ahí vamos.
Había visto días atrás en Instagram un video de Elis Regina (1945-1982) cantando “Madalena” con un grupo de músicos al aire libre, más precisamente en una especie de terraza que daba a la playa de Rio de Janeiro. Fui a buscar esas imágenes en otras plataformas y las encontré: se trata de un video grabado por la televisión alemana en 1972, en el que incluso en un momento puede escucharse una voz en off hablando en alemán.
Elis canta el tema de Ivan Lins —uno de mis favoritos de la vida misma— y está tan hermosa, con su pelo corto al ras y sus cejas finitas. Lleva puesta una remera de manga larga aterciopelada color morado, está flaquita y se sonríe. Y no solo canta con esa voz que sube y baja y la hizo única sino que baila dando vueltas entre el follaje y se ve el morro ahí nomás y entonces. Entonces me dan ganas de bailar a mí.
Diez años después de aquella filmación, Elis era hallada muerta en su habitación un mediodía en el que sus tres hijos jugaban en el living, a la espera de que mamá se despertara. Tenía 36 años. Oficialmente la causa fue una sobredosis de cocaína y alcohol, aunque sus enfrentamientos con la dictadura militar (los llegó a llamar “camarilla de gorilas”) dieron lugar a una versión diferente, según la cual la voz de Brasil habría sido callada para siempre por la fuerza.
Hurgando en la web encontré una entrevista gloriosa y no solo porque la entrevistada es Elis sino porque quien hace las preguntas es la gran escritora Clarice Lispector.
Va un fragmento del comienzo:
— ¿Por qué cantás, Elis? ¿Sólo porque tienes una voz magnífica? Conozco personas con una gran voz que no cantan ni en el baño.
— No sé, Clarice. Pienso que comencé a cantar por una absoluta y total necesidad de afirmación. Yo me sentía completamente una basura; sabía que tenía una buena voz y, entonces, esa fue la manera que encontré de escapar de mi complejo de inferioridad. Fue mi manera de hacerme notar.
— ¿Qué sentís antes de enfrentarte al público: seguridad o inquietud?
— Inquietud. Me siento segura en relación a lo que voy a hacer, pero profundamente inquieta en cuanto a la reacción de las personas que van a escucharme.
— Si no cantaras, ¿serías una persona triste?
— Sería una persona profundamente frustrada y que estaría buscando otra forma de afirmación.
— ¿Cuál sería esa otra clase de afirmación?
— No tengo la menor idea, porque yo me encontré tanto al cantar que nunca pensé en eso.
— Tenés un estilo extrovertido. ¿Es natural o lo buscás para no deprimirte?
— Soy un ser de temperamento apasionado, que oscila mucho. Tengo momentos de extrema alegría y otros de profunda depresión. No obedezco a una agenda: hoy voy a sentir esto, mañana voy a sentir aquello. Reacciono a los acontecimientos en la medida en que el ambiente reacciona sobre mí. Pero, como soy hipersensible, a veces las cosas tienen para mí una importancia que la mayoría de las personas encuentra ridículo.
Ê, Madalena
O meu peito percebeu
Que o mar é uma gota
Comparado ao pranto meu
El mar es una gota comparado con mi llanto y con tu llanto, Elis.
Versiones de un clásico del amor
Escribí muchas veces sobre Ennio Morricone; conté incluso que tuve la fortuna de verlo dirigir a su orquesta en vivo, al aire libre, en los viejos y oxidados astilleros de Gdansk, en Polonia. Y recomendé el documental sobre su vida que dirigió Giuseppe Tornatore, el director de Cinema Paradiso.
Pues bien, el tema de amor de Cinema Paradiso me conmueve siempre, como al enorme mayoría de las personas, supongo. Por que todos somos ese chico que se sumerge en las escenas de los besos prohibidos, porque todos hubiéramos querido tener cerca a un adulto como el Alfredo de Philippe Noiret que lo educa, lo forma y lo convierte en heredero de un oficio y también de un tesoro para cualquier amante del cine.Hay muchas versiones de ese tema de amor que siempre me hace (te hace) llorar.
Aquí van dos que son maravillosas, una de guitarra y contrabajo, delicadísima, interpretada por Pat Metheny y Charlie Haden y otra de un disco en el que uno de los mayores violinistas del mundo, Itzhak Perlman toca junto a John Williams y su orquesta.
Que las disfrutes.
Baldwin dice que me calme
”Nunca entré en desesperación por el mundo. El mundo me ha enfurecido, pero no puedo permitirme la desesperación. No puedo decirle eso a mi sobrino o a mi sobrina. No puedo decirles a los niños que no hay esperanza”.
La frase, buenísima, de las que te hacen levantarte y seguir, pertenece al gran escritor y activista por los derechos civiles James Baldwin y la dijo durante una entrevista.
El de Baldwin (1924-1987) es uno de los grandes nombres en la historia de la lucha por los derechos de los miembros de las comunidades negra y LGBT en Estados Unidos. Amigo de Malcolm X, Martin Luther King, Nina Simone entre otros, Baldwin trató los temas de la raza, la política y la sexualidad en sus novelas y en sus discusiones públicas. Nació en Harlem, Nueva York, y a los 24 años tomó la decisión de irse a Europa, huyendo de la discriminación y la segregación que lo agobiaba por su condición de gay y afroamericano.
Autor de novelas como Blues de la calle Beale, Otro país y La habitación de Giovanni, vivió la mayor parte de su vida en París, desde donde escribía sobre su sociedad al otro lado del Atlántico.
Foto Estudio Luisita
Cuando era chica, el teatro de revistas tenía un aura mítica pero contradictoria: era el brillo y lo chabacano, la desnudez sensual y también la explotación de la belleza de las mujeres, que eran a la vez agresivas y algo tímidas. Era el humor político y subido de tono de los capocómicos de turno, era el deseo prohibido y era, sobre todo, lo que nos quedaba lejos por una cuestión de edad.
Esas princesas semidesnudas en tacos altísimos no eran un modelo de mujer para mí pero eran magnéticas y consumo culpable ahí donde pudiera espiarlas. Aún hoy, desde las fotos viejas, siguen siendo magnéticas con sus miradas provocativas de pestañas postizas, sus bocas perladas semiabiertas o en trompita; sus tetas sostenidas en alto por corpiños metálicos, cuando no existían las prótesis, o con manchones de brillo sobre los pezones y el pubis escondido tras lo que, mucho tiempo después, supe que se llamaba conchero, que si me da pudor escribirlo, imaginate lo que me supone pronunciarlo.
Las vedettes eran supermujeres esplendorosas, intimidatorias, excesivas. ¿Cómo ignorarlas?
En el marco de mi plan de evasión, llegué a Mubi y puse mi atención en un título: Foto Estudio Luisita. Sabía de qué se trataba pero no lo había visto hasta ahora. Se trata de un documental de Sol Miraglia y Hugo Manso que cuenta la historia de Luisa Escarria (1929-2019), fotógrafa caleña que llegó a la Argentina con su madre —también fotógrafa— y sus hermanas a fines de los 50, en los tiempos turbulentos que se fueron consolidando en Colombia a partir del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y los disturbios violentos que sacudieron la capital y se conocieron como el Bogotazo.
La película registra los últimos años de Luisita, la mujer de baja estatura que se reía en sordina y fue una artista a su pesar, una artista inadvertida que, desde su sencillo departamento de la avenida Corrientes, se convirtió en la fotógrafa de las grandes estrellas y de las más modestas del Maipo, en el tiempo del fulgor del género, entre los años 60 y los 80.
Sus extraordinarios retratos —en blanco y negro la mayoría— fueron integrados a las marquesinas y programas del teatro y hoy son canónicos. Te aseguro que más de una vez te cruzaste con ellos sin saber quién había sido el ojo detrás de esa imagen. Pues bien, fue Luisita, quien entre 1958 y 2007 y con una cámara Hasselblad, logró registrar arriba de los escenarios y también en la reserva de su estudio a actrices, actores, bailarines, músicos, cómicos y figuras clave de la historia del espectáculo y la cultura popular argentinos.
Sol Miraglia es quien se ocupó de desenterrar el tesoro de las fotos y negativos guardados en el departamento de las hermanas Escarria y de sacarlos a la luz en una muestra en la fotogalería del Teatro San Martín (que se ve en la película), en este documental —que te recomiendo muchísimo— y también en una gran exhibición —Tiempo de Fulgor— que se vio en el MALBA el año pasado.
Sol, fotógrafa y cineasta, conoció a Luisa en 2009, mientras trabajaba en un local de reparación de cámaras y desde entonces se sumó a la familia Escarria con el deseo y la voluntad de poner en valor los materiales, a partir de una mirada nueva sobre el género revista y sobre su manera de tratar la fotografía. Lo bueno es que lo hace desde otra generación —Sol nació en 1989— que le permite ser distante y desprejuiciada.
Los rostros y los cuerpos de Pepe Marrone, Moria Casán, Amelita Vargas, Alberto Olmedo, las hermanas Norma y Mimí Pons, Susana Giménez, René Lavand y Atahualpa Yupanqui pueden verse entre las cientos de celebrities retratadas en las más de 40.000 imágenes que contiene el archivo de las hermanas. Con la decadencia de la revista, Luisa comenzaría a hacer otra clase de retratos a modelos, prostitutas, músicos tropicales, familias, chicos y perros, que en el archivo se cruzan con las mujeres semidesnudas, provocando un montaje inesperado.
En la película se escucha a Luisa pero también a Chela, hermana y una suerte de gemela para la vida y la obra, la mitad necesaria para consolidar el arte que aún hoy refulge en la belleza del kitsch. “Soy el lado oculto de la luna”, dice Chela mientras destaca el talento y la calidad de la fotógrafa. Chela era quien se ocupaba del después: de los ajustes de la luz, los retoques y los montajes de laboratorio “para poner lindas a las artistas”.
La idea de belleza cruza el documental así como cruzó la vida de Luisita, quien a la hora de apretar el obturador solo les pedía a los retratados que miraran a la cámara y pensaran en algo hermoso mientras posaban. No había ni un centímetro de crueldad en su objetivo, su propósito siempre fue inmortalizar la belleza antes de que se corriera el maquillaje y se apagaran las luces.
El tema de la vejez y cierta forma del patetismo que puede hallarse en esos últimos años de la vida (hay escenas de siestas fuera de horario, paseos con los perritos y cumpleaños inolvidables, con tortas decoradas en color rosa chicle y copas llenas de Fresita) son tratados desde una mirada realista y amorosa. Esa cámara que persigue a las ancianas con curiosidad y clemencia puede leerse en sintonía con los documentales de María Álvarez Las cinephilas y Las cercanas, películas emocionantes y entrañables.
De las mujeres maravillosas retratadas por Luisita, elijo dos que llevo conmigo desde chica como modelos de vaya a saber qué. Una es Susana Brunetti, que con ese lomazo tremendo que tenía igual buscaba consolidar una carrera como comediante y dejó recuerdos imborrables en la televisión argentina. La otra es Nélida Lobato, la más refinada de las vedettes argentinas y una de las mayores estrellas de su tiempo, que también incursionó, y felizmente, como actriz en espectáculos de diferentes géneros.
Ambas eran espectaculares e inteligentes, atractivas y pícaras. Supongo que sus muertes tempranas fijaron en mi memoria sus figuras. ¿Me pasaría lo mismo con ellas si hubieran llegado a viejitas?
No lo sé.
Wes Anderson sabe hacerte sentir bien
Seguramente leíste sobre este estreno o, es más, a lo mejor ya lo viste. Desde hace algunas semanas en la oferta de Netflix hay cuatro películas nuevas de Wes Anderson (un mediometraje y tres cortos), basados en relatos del escritor inglés Roald Dahl. Son todos muy buenos, pero la que me resultó absolutamente fascinante es la más extensa: La maravillosa historia de Henry Sugar.
Un hombre rico y de mundo descubre en la biblioteca de una casa un libro que le revela algo fabuloso: la existencia de un gurú que puede ver a través de los objetos y sin usar los ojos. Su gran capacidad es la concentración. Estamos en los primeras décadas del siglo XX y Henry Sugar, jugador pertinaz y playboy aburrido, se propone practicar para conseguir el mismo dominio con el objeto de hacer trampa y ganar en todo y para siempre.
La gran pregunta es: ¿el que juega y arriesga siente lo mismo si va detrás de la fortuna que si el triunfo está asegurado?
Como ves, se trata de un relato fantástico y el tratamiento de la historia en esta película de menos de 40 minutos es sencillamente perfecto. Los actores son, claro, extraordinarios, y no exagero: Ralph Fiennes (como Roald Dahl), Ben Kingsley (como el gurú Imdad Khan, que puede ver más allá de los ojos), Benedict Cumberbatch (como Henry Sugar) y Dev Patel (como el médico que pone a prueba la habilidad inverosímil del gurú).
Todos hablan todo el tiempo mientras narran la historia o dialogan entre ellos en una especie de prodigioso juego de cajas chinas. Afortunadamente, el filme dura el tiempo justo para que el festival de colores, vestuario, escenarios y parlamentos que no cesan sean justo aquello que estamos buscando cuando pretendemos aislarnos del mundo.
Busquen esa película, háganme caso. Y busquen también un libro espectacular que salió este año, me lo vas a agradecer. Se llama La aventura sobrenatural, fue escrito por dos de las más grandes autoras argentinas, Esther Cross y Betina González, y se trata de un libro que, a través de capítulos breves e intensos, cuenta un fenómeno cultural y social que se dio entre 1880 y la Primera Guerra Mundial, cuando confluyeron ciencia, espiritismo, ocultismo y magia en la vida y la obra de artistas, científicos y escritores, fundamentalmente en Inglaterra pero también en el resto de Europa.
Son pequeños retratos, postales olvidadas en las biografías canónicas, de personajes como Oscar Wilde, Vernon Lee, Sigmund Freud, Alice James, William B. Yeats, Stevenson y Aleister Crowley, entre otros. Son historias individuales increíbles que, narradas en conjunto, consiguen plasmar una era.
Me voy despidiendo.
Una vez más, muchas gracias por los mensajes que recibo en mi casilla (hpomeraniec@infobae.com) y también en las redes sociales. Te aseguro que son un gran estímulo a la hora de pensar temas y enfoques para estos envíos, además de que me advierten cuando me equivoco, como sucedió esta semana.
En el newsletter que los suscriptores recibieron ayer había una error en el nombre del músico que acompaña a Pat Metheny en su versión del tema de amor de Cinema Paradiso. El error ya fue susbsanado en esta nota (se trata del gran contrabajista Charlie Haden) gracias a un correo que me envió Santiago Belgrano, músico de jazz que es lector de Fui, vi y escribí.
El 21 de diciembre Santiago -piano y composición- va a presentarse en Virasoro (Guatemala 4328, Palermo) junto a un grupo de músicos integrado por Juan Cruz de Urquiza y Sergio Wagner en trompetas y flugelhorn, Juan Canosa en trombón, Emmanuel Famin en saxo alto y clarinete, Ramiro Flores en saxo tenor y flauta, Martín Pantyrer en saxo barítono y clarinete bajo, Juan Bayón en contrabajo y Carto Brandán en batería.
Como dije al comienzo, vivimos días complicados para ser originales y en los que todos necesitamos distraernos de la amargura: espero haber colaborado contándote de qué modo conseguí salir, al menos por un momento, del espíritu sombrío que sobrevuela nuestro tiempo. Ojalá tengamos una buena semana.
Hasta la próxima.
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