El prestigioso dramaturgo, director de teatro, escritor y docente Mauricio Kartun será nuevamente premiado mañana a las 18 en la Sala Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, cuando recibirá junto a Griselda Gambaro, Roberto Tito Cossa y Néstor Tirri “La Rosa de Cobre”, el galardón creado en 2013 por la institución que reconoce la obra y trayectoria literaria.
Durante la última dictadura cívico militar, Kartun participó del movimiento Teatro Abierto. Y no paró de producir durante 50 años. El autor de El niño argentino, Chau Misterix, El partener, La casita de los viejos, Sacco y Vanzetti, La Madonnita, Ala de criados, Salomé de chacra, Terrenal, Pequeño misterio ácrata, La Vis Cómica y la novela Salo Solo, el patrullero del amor, entre otras piezas, habló sobre su aporte al teatro argentino, las pérdidas que entraña la virtualidad, su necesidad de “dispersarse” para poder crear, el amor por la jardinería y la naturaleza y sus sensaciones respecto de la candidatura de Javier Milei, el candidato a presidente de La Libertad Avanza.
-Usted dice que un artista siempre trabaja con la duda de si aquello que está creando tiene valor y cada vez que está por estrenar bromea con sus amigos y les dice: “Un día se van a dar cuenta”. A la luz del nuevo premio, parece que aún no sucedió...
-Sigo sosteniendo virtudes de disimulo. En todos los artistas existe esta duda, cada cosa que hacemos es algo nuevo, no fabricamos un electrodoméstico. No podemos saber si lo que estamos haciendo va a pasar inadvertido o le va a cambiar la vida a alguien.
-Ya recibió muchos premios. ¿Se sigue emocionando teniendo en cuenta el sacrificio que supuso su vocación? ¿Despertarse a las 3 de la mañana para ir a trabajar, estudiar y pasar un día de la semana sin dormir?
-Me llevás a un momento angustiante de mi vida. Levantarme a las 3 de la mañana para ir a trabajar al Mercado de Abasto con la necesidad de formarme es una de las cosas que más me empujó a trabajar como artista por la valorización de dormir.
Cuando miro para atrás, siempre veo lo mismo; este premio es conmovedor por las personas con las que lo comparto y pienso en lo que hicimos los últimos 50 años estos artistas y es un trabajo de conquistas. Tengo esa sensación, mirándonos como un cuarteto. La ley nacional de Teatro le cambió la vida a esa actividad artística. Nos veo como Quijotes conquistadores.
-Usted les habla a sus alumnos de la importancia de “deambular” por la vida para tomar apuntes de lo que se ve. Pero sin imaginación no se construye un artista. ¿De dónde cree que viene en su caso la imaginación?
-La lectura, mi carácter fantasioso y la experiencia entendida como un ida y vuelta con el fracaso. Cuando decidí dejar otra actividad que no fuese la artística, apareció la búsqueda de laburo en el campo industrial, como hacer un guion por encargo. Y me di cuenta de que el resultado era mucho peor que lo que hacía por pasión. Ahí empezó el peloteo en el que descubrí que todo es el resultado entre el oficio y la fantasía.
-Sus textos son muy distintos entre sí, pero todo escritor tiene sus obsesiones. ¿Cuáles son las suyas?
-La política o en todo caso las ideas, entender que una obra de arte no es otra cosa que una forma analógica de pensamiento. Existe una idea teatro, una idea cine, uno cuando conecta con la obra conecta con ideas.
-La escritora Rosa Montero dice que escribe porque con la realidad “no le alcanza”. ¿Y usted?
-No me puedo imaginar la jornada sin el acto de sana dispersión en relación a la realidad, poder atomizar y poder mirarla desde puntos de vista múltiples. Por funcionamiento orgánico, mis pensamientos aparecen caminando. Me tomo un subte en cualquier estación para volver a casa por otro camino. La cabeza funciona de otra manera, de modo disperso. La actividad artística me ayuda a mirar el rollo desde otro lugar.
-En su obra narrativa Salo Solo, el patrullero del amor, un viudo sale al mundo a buscar pareja y termina ampliando su mundo y dejando atrás la depresión a través de ir al encuentro con los otros. Usted discute con la idea sartreana de que “El infierno son los otros”...
-Salo solo, viudo, sale a buscar pareja, se vincula con otros y puede vivir sin pastillas, desaparece la angustia y aparece una vibración de felicidad, lo que nos está pasando es que el predominio de los virtual nos quita los rituales de convivencia, el teatro queda como un lugar de celebración anacrónica. Cada vez que nos juntamos en un acto ritual nos afinamos vibrando juntos, esa “covibración” es el antecedente más orgánico y eterno del algoritmo. El algoritmo es la versión fría, mecánica y robótica de eso. En la medida en que lo virtual nos saca de eso nos saca de la convivencia, del estado del conjunto. Estamos marchando a descubrir que ése es un problema.
-Usted cuenta que en una película, Marlon Brando ve que irrumpe en la escena un conjunto de moscas y en vez de pedir que detuvieran la grabación, atrapa una con la mano y convierte el inconveniente en una metáfora con sentido. ¿Qué es para usted un buen actor?
-El actor poeta, es aquel que produce sentido poético con su cuerpo, no sólo de ser verdadero, sino de tener un cuerpo que sea capaz de transformarse. Creo en esa forma ancestral del actor. En la medida en que las maquinarias de la corporación sean capaces de crear avatares sorprendentes no hay nada más maravilloso que un cuerpo con habilidades sorprendentes. Cuerpo versus corporación, esa es la batalla.
El narcisismo del artista es inevitable, pero a veces hay que ponerlo en suspenso. Este sábado, hicimos La Vis Cómica en el teatro Roma de Avellaneda. La comicidad de La Vis Cómica es reírnos del narcisismo nuestro. El artista debe mesurar su narcisismo.
-¿Y usted por qué no es soberbio?
-No sé si no soy soberbio, pero en todo caso lo contengo. Ir a dar clases es aceptar todo lo que no sabés. El que quiere aprender pide sabiduría y modera toda omnipotencia. Todos los artistas deberían dar clases.
-Si tuviera que elegir un género teatral para definir el hecho de que Milei esté entre los candidatos a presidir la Argentina, ¿qué diría?
-Marx decía en el 18 Brumario de Luis Bonaparte que la historia sucede primero como tragedia y luego como parodia. Luego de la dictadura, Argentina vivió una sucesión de tragedias, parodias y dramas. Las tragedias ya las conocemos y terminan mal. El drama es la lucha: siempre es positivo que la gente esté en acción. El menemismo fue una parodia de la dictadura. Milei es la parodia de la tragedia, trae la tragedia en una imagen casi cómica. Pero la tragedia está presente. Le tengo terror, pero hay una instancia de conciencia y de realidad. Como decía mi mamá, tengo días optimistas y otros no tanto. Depende de las encuestas, de las que estoy muy pendiente.
La Rosa de Cobre
El eje de las distinciones de este año fue la dramaturgia y en ese marco se eligió a Gambaro, Cossa, Kartun y Tirri, por considerarlos autores en plena vigencia que, con su obra, dejaron un aporte mayúsculo a la cultura nacional.
Se trata de “figuras señeras y destacadísimas, de plena vigencia, vinculadas íntimamente al teatro” que serán reconocidas por su infatigable y prestigioso aporte”, informaron en un comunicado los organizadores. El premio que desde 2013 entrega la Biblioteca Nacional tiene como objetivo distinguir la trayectoria de autores nacionales que con su obra hayan dejado una huella en la sociedad.
Escritora de narrativa y teatro, Gambaro nació en 1928 en Buenos Aires y se la reconoce como una de las figuras insignes de su generación, comprometida con la defensa de los Derechos Humanos, que figuró en las listas negras de la última dictadura argentina, por lo que se exilió algunos años en Europa. Como dramaturga, cosecha un teatro ético basado en las relaciones interpersonales que explora la condición humana y sus preocupaciones de justicia, dignidad y perdón.
En tanto que Cossa (1934) es una personalidad fundamental en la dramaturgia nacional. Expresidente de Argentores y actual presidente honorario, respetado por su indeclinable defensa de los derechos humanos y autorales, impulsor de Teatro Abierto y autor de obras emblemáticas como La Nona, Yepeto, El viejo criado, y Tute Cabrero.
Tirri (1939) es responsable de una producción que incluye destacados títulos, como La piedra madre, La claridad de la noche y Los cuadernos de Tánger.
Fuente: Telam