Un héroe de fantasía cuenta su versión de la historia argentina en el Museo del Cabildo

La muestra “San Martillo, Hornero y Cefaléutica”, abierta hasta el domingo 5 de noviembre, plantea una metáfora sobre visiones y revisiones de ciertos hechos traumáticos y fundacionales de la nación

La muestra "San Martillo, hornero y cefaléutica" se exhibe en el Cabildo de la ciudad de Buenos Aires

El ejercicio consiste en llegar hasta la Pirámide de Mayo –termómetro y brújula de la historia argentina– y desde ahí enfilar, con paso redoblado, hacia el Cabildo. Ese emblemático edificio –al cual conocemos mucho por fuera y poco por dentro– alberga al Museo Nacional del Cabildo y la Revolución de Mayo, donde –además de retratos, vestidos y joyas del siglo XVIII– se exhiben piezas únicas de nuestro pasado olvidado, como la imprenta de los Niños Expósitos y la lámina de Oruro, una magnífica placa de oro y plata que en 1807 recibió Buenos Aires por haber resistido heroicamente la invasión de los ingleses.

Madre de museos, esta remozada construcción también guarda algo insospechado en el corazón de la gran ciudad: el aire apacible de un patio colonial capaz de transportar al visitante a los tiempos de la vieja aldea y resguardarlo de la actual furia citadina. La experiencia inmersiva –en la que los bocinazos devienen trino de gorrión y brisa de azahar– se completa con la presencia sugestiva de un aljibe estilo barroco americano (después sabremos que perteneció a la casa donde vivió Manuel Belgrano) y unos árboles frutales que resultan enigmáticos, tanto por su ubicación como por su exuberancia. Las tentadoras mandarinas que maduraron en esa jungla de cemento pueden leerse como un preludio, un singular anticipo, de aquello que el visitante podrá ver unos pasos más adelante.

Es que esta muestra nos enseña que si alguien desea indagar profundamente en los misterios y paradojas de la identidad nacional deberá peregrinar hasta las antiguas mazmorras del Cabildo. Tierra adentro, en esas catacumbas –hoy transformadas en sala de exposición–, el ciudadano curioso encontrará un mundo increíble de figuras y símbolos patrios que evocan, en clave poética y lúdica, las gestas de la historia nacional.

Sobre héroes y tumbas

San Martillo es el personaje clave de la historia. Ataviado con capa y espada, nuestro héroe nacional –cabeza de herramienta– encarnará la difícil tarea de ser el guía espiritual. El símil vernáculo del Principito nos llevará por un laberinto –colmado de poemas, efemérides, nombres e ilusiones patrias– por el que discurre, en modo acuoso, nuestro destino como nación. “San Martillo es una metáfora de la Historia Argentina. El martillo en este caso representa al Tiempo que golpea, marca el ritmo y modela. San Martillo no es San Martín pero podría serlo”, explica el artista Ral Veroni, padre de la criatura y gestor de una compañía de talentos conocida como Teatrito Rioplatense de Entidades (TRE), a cargo de la muestra.

La muestra conecta con el imaginario de la niñez

La especialidad de esta empresa colectiva –también denominada plataforma de proyectos– es la creación de una simbología desbordante de referencias históricas, la cual se expresa en forma de ocurrencias, sueños, fina ironía y una mirada poética del mundo en la que se conjugan con destreza y sensibilidad distintas artes: poesía, performances, fotografía, videoinstalación, pintura, fileteado, ediciones de lujo y la invención de una serie de objetos inclasificables.

La cofradía del TRE, además, cultiva –en un work in progress infinito– una sofisticada pasión por el absurdo y, entre sus múltiples ocurrencias, ideó un calendario que –alejado de las premisas gregorianas– responde al capricho de interpretar el tiempo a su antojo, así como anualmente realiza una ceremonia para condecorar a distintas personalidades por su “ininterrumpida labor de levantar el pesado velo que oculta la Rioplatinidad del Mundo”.

Como muchas de las producciones del grupo, la muestra en el Cabildo conecta con el imaginario de la niñez a través de la producción de imágenes que están especialmente arraigadas en esa usina única de recuerdos que es la infancia. Por ejemplo, la conformación de un ejército de soldaditos de plomo cuyas cabezas –adaptadas con gracia y delicadeza– reproducen nidos de hornero, llamas, huesos y hasta prolijos soretitos.

En el ingreso, un mapa de la ciudad de Buenos Aires identifica los nombres de calles y lugares que homenajean a degollados, recuerdan a degolladores o a quienes escribieron sobre esa actividad

Pareciera que todo el drama de nuestra configuración como nación se concentrara en la cabeza, tal como lo anticipó, en el siglo pasado, Ezequiel Martínez Estrada en sus célebres profecías aulladas en Radiografía de la pampa y La cabeza de Goliat. Recordemos que el escritor, para referirse a la pugna entre la metrópoli y el interior, señaló que la cabeza del país –o sea, Buenos Aires– había alcanzado el rango de enigma existencial.

En el ingreso a la muestra, un mapa de la ciudad de Buenos Aires elaborado meticulosamente por Vicente Mario Di Maggio –alter ego de Veroni– identifica, por medio de un estudio conocido como cefaléutica, los nombres de calles y lugares que homenajean a degollados, recuerdan a degolladores o a quienes escribieron sobre esa actividad. “En el Río de la Plata existe una rica tradición a este respecto y cortar cabezas fue un método adoptado, desde el comienzo de nuestra historia, como una costumbre argentina”.

La tesis de Veroni es que en el origen de nuestra nación –y de nuestra literatura– se encuentra el degüello como tema fundamental

La tesis de Veroni y compañía es que en el origen de nuestra nación –y de nuestra literatura– se encuentra el degüello como tema fundamental. De ese charco de sangre primigenio surgieron las distintas vertientes que, con el paso de los años, fueron tiñendo los hilos de la trama nacional, con una mención destacada para la gauchesca y otras expresiones locales que se ocuparon del malestar entre campo-ciudad.

Pájaro albañil

Los símbolos desplegados en la muestra también incluyen gorros frigios, banderas, escudos, billetes y hasta figuritas del Billiken. Toda esa imaginería encantada confirma que si de algo podemos estar seguros los argentinos es de la perplejidad con la que nos enfrentamos a la pregunta por la identidad. El hornero –nuestro pájaro nacional– es también un personaje central del recorrido. Los nidos de barro se reproducen en diferentes escalas y ubican en un pedestal a ese laborioso pajarito –dueño de una extraordinaria vitalidad y esmero– como representante máximo de nuestro espíritu colectivo. ¿Alguna vez nos preguntamos los argentinos cómo es que esa ave maravillosa, creadora de uno de los nidos más perfectos, confortables y seguros que haya dado la naturaleza, fue elegida como nuestro pájaro insignia? Quizás esa ave represente la mejor versión de los argentinos y cuando nos encontremos desesperados en el callejón sin salida en el que, cada tanto, desembocamos, deberíamos mirar al cielo e implorarle al hornero para que, con su paciencia e imaginación, nos ayude a retomar la buena senda. Y hasta podríamos declararnos creyentes de la leyenda que dice que si en una casa anida un hornero es una señal de buen augurio, ya que esos nidos con forma de horno de pan presagian algo hermoso: que aquí nunca faltará el alimento.

“San Martillo es una metáfora de la historia argentina. El martillo en este caso representa al Tiempo que golpea, marca el ritmo y modela”, explica el artista Ral Veroni

Y si de aves se trata, los integrantes del TRE llevan adelante una cruzada trascendental contra el águila imperial que luce el escudo de armas de la ciudad de Buenos Aires y que asombrosamente –en pleno siglo XXI– celebra la conquista, la colonización y la evangelización española. Quizás, los porteños todavía no se hayan percatado de las connotaciones sombrías que arroja la heráldica de la ciudad, pero para cuando la polémica se desate los miembros del Teatrito ya tienen una propuesta más amigable y que comprende al hornero –símbolo del trabajo honesto– como principal reemplazo del águila negra con cruz y corona. “Desde esta exposición proponemos ‘furnarizar’ la bandera porteña buscando una alternativa más cercana al sentir popular”, expresan los teatritenses.

Esta excursión fascinante se completa con una serie de publicaciones editadas por Urania –un sello que se distingue tanto por la calidad de sus diseños como por la tipografía y el papel– que el visitante podrá adquirir a la salida, en la tienda del Cabildo. Esos libros y plaquetas, de exquisita factura, se ocupan de distintas problemáticas relacionadas con la argentinidad: el voseo, la negritud, el anarquismo e historias poco conocidas del Río de la Plata, además de contener el armazón lírico, narrativo y conceptual que sustenta la original y recomendable propuesta del TRE.

* San Martillo, Hornero y Cefaléutica se puede visitar hasta el domingo 29 de octubre, de 10.30 a 18 hs. en el Museo Nacional del Cabildo de Buenos Aires y de la Revolución de Mayo (LBolívar 65, C.A.B.A.).

[Fotos: Mariana Poggio]