Es como asistir a la grabación de un radioteatro: los actores, con sus libretos en la mano, sentados al fondo del escenario, se paran y se acercan al micrófono cuando les toca intervenir. A un costado, sentada frente a una mesa con distintos elementos, está la persona encargada de los efectos sonoros. La música incidental está ejecutada por músicos también en escena.
Eso sí, el episodio no se transmite por ninguna emisora; por esa razón, para saber cómo resolverá el detective Diógenes Andrade el caso de “La mansión de los pasos perdidos” habrá que reservar una localidad para este sábado 21 de octubre a las 17 en La Botica del Ángel. La función comienza a las 17, pero a las 16:30 quienes tengan su entrada podrán hacer un breve recorrido guiado por la planta baja del local, y se les ofrecerá un café de bienvenida.
El ciclo Radioteatro a la hora del té “comenzó en el año 2013, o sea que llevamos nueve años ininterrumpidos, salvo por los dos años de pandemia –cuenta a Infobae Cultura el actor Osvaldo Aldama, que interpreta al investigador que rivaliza con el detective–. Se hizo en varios lugares, pero desde hace seis años se viene haciendo en La Botica del Ángel, este lugar emblemático de Buenos Aires creado por Eduardo Bergara Leumann, lleno de fotos, de ángeles y de estrellas que se entregaban como premio a los artistas que marcaban un hito en la Botica, y hasta malvones pintados por Antonio Berni en los baños”.
María Mercedes di Benedetto es la autora de estos radioteatros que primero fueron dedicados a mujeres. “La primera bandoneonista, la primera mina que había piloteado un avión… Una vez también se hizo Alicia Moreau de Justo, Juana Manso –rememora Aldama–. Después se hizo un ciclo donde se habló sobre Julio Sosa y todo lo que concernía al tango, porque la autora siempre se basa en hechos reales. Otro capítulo hermoso fue El hombre de la lluvia, que estuvo dedicado al famoso hombre que hacía llover, que se había hecho famoso en Sábados Circulares de Mancera. Fue con el aparatito que él había creado. El tipo la pegaba mucho, muchísimo, pero de una manera increíble. Se basaba en que tenía una radiación que captaba las nubes…”.
El año pasado se estrenó el primer capítulo de la comedia de Di Benedetto protagonizada por el detective Diógenes Andrade, con la dirección general de Norma Peña. “La historia está narrada por el personaje de la escritora Ágata Vélez, que es como una especie de Agatha Christie, tremendamente interpretado por una actriz que tiene 91 años, que se llama Livia Fernán”, cuenta Osvaldo Aldama. Su personaje es el del inspector Fortunato Roselli, que rivaliza con el detective Diógenes Andrade, a cargo de Norberto Vázquez Freijo. “Se produce un contrapunto muy lindo entre nosotros y muy divertido para el público, porque claro, yo soy la contra de él”.
A pesar del dramatismo que pueda tener la historia policial, la obra tiene mucho humor. Durante el episodio “La mansión de los pasos perdidos”, los cuatro personajes principales tienen que vérselas con el industrial Federico Saavedra Moro, el mayordomo Klaus Hoffmann, la mucama Francesca Domini y la prometida Kimberley Thompson. “También están los dos locutores, que además son actores: Walter Presa y Pato Outeda, que van diciendo las publicidades y van poniendo en clima a la gente. También es muy lindo después cuando se saluda, porque vamos entrando y cada uno se va como presentando, como se presentaban antes los radioteatros en vivo”.
—¿Cómo se hacen los efectos sonoros?
—Los hace Virginia Visino, que es una maestra, una capa. Está ahí sentadita y hace todos los efectos habidos y por haber, salvo algunos que por ahí los pone el operador que está ahí al lado nuestro.
—¿Ella está en escena?
—Todos estamos en escena, los músicos también, así, bien apretaditos todos. Este es uno de los capítulos más despelotados que me tocaron en cuanto al uso de los micrófonos. Porque un micrófono lo tiene Livia, la famosa Ágata, que está sentada en un sillón ahí adelante y va diciendo: “Soy Ágata Vélez, escritora. Muchos de ustedes me conocen por mis novelas policiales ambientadas en la Argentina en los años 60. Me acompaña el sigiloso Watson, mi gato siamés, con esa mirada azul y penetrante, como dos aguamarinas brillando en la oscuridad”. Y entonces la voz del gato la hace la persona que crea los efectos sonoros. Virginia hace todo, hace la máquina de escribir, hace el sonido de las tazas, hace la puerta. Hay una propaganda de alimentos Pi para canarios, entonces ella tiene un pajarito de esos que se ponen con agua. La gente se divierte mucho con eso, porque claro, es todo en vivo, con el riesgo del vivo.
Y con los micrófonos, dos los usamos nosotros, uno Livia y otro los músicos. Entonces hay superposición, pero por suerte somos tres que tenemos una voz muy impulsiva y el público está al lado, entonces se escucha igual.
—¿Los actores están caracterizados como sus personajes?
—No totalmente. Por ejemplo, el detective Diógenes Andrade tiene un piloto, a veces se pone un chaleco, viste con una gorra acorde a esos años, como se vestía la gente en los años 60. El ayudante también se pone un chalequito, una camiseta a cuadros y un moñito. La locutora lleva el pelo estilo años 60.
—¿Cómo es la interacción de los actores en el escenario? ¿Están sentados, cómo es la disposición?
—Muy buena pregunta. Los primeros que entran son los locutores y comienzan a presentar el ciclo. En ese ínterin, la vestuarista pone cuatro sillas en lo que sería la parte de atrás del escenario, que es muy loco lo que te voy a decir: la parte de atrás del escenario es la entrada del público. Ahí se produce una tarima. Entonces vamos entrando de a poco. Livia ya está sentada desde el principio y después entramos los otros tres, que somos los que empezamos un poquito la cosa, y van entrando otros. ¿Cómo se interactúa? Cuatro van sentados. Y se van parando algunos. A veces queda uno con otro en el micrófono tipo Lennon y McCartney, porque no te da el tiempo de sentarte. Otros van para la escalerita, que hay una escalerita para no ocupar tanto espacio ahí.
Nos sentamos y después, por supuesto, estamos con libro en mano, procurando que no se caiga, como le pasó el año pasado a Diógenes, que se le cayeron todos los papeles y tuvo que improvisar. Pero cuando tenés mucho escenario, como tenemos todos ahí, uno lo capitaliza eso y el público te lo agradece, porque lo peor que podés hacer en escena es disimular algo, un error o un furcio.
—¿Cómo es la reacción del público?
—La gente que vivió el radioteatro se emociona muchísimo. La gente que no lo vivió y la gente joven se asombra. Y a uno lo hace sentir muy, muy, muy feliz. Y ver las caras. Porque uno llega a ver las caras de los que están ahí en la sala. Ver las caras de asombro, y ver la gente... Se me pone la piel de gallina de ver cómo se emociona la gente grande, ¡cómo se emociona...!
*Los misteriosos casos del detective Diógenes Andrade se presenta el sábado 21 de octubre a las 17 en La Botica del Ángel (Luis Sáenz Peña 543, Buenos Aires).