Desde la casa familiar en la cordobesa Cruz Alta, su lugar en el mundo, Mariano Loiácono dibuja su futuro con una proyección digna de otro presente. El 20 debuta en la noche del Bebop palermitano con su nuevo quinteto, junto a su hermano Sebastián y un grupo de alumnos del Conservatorio. Entre sus previsiones figura también la participación en los shows del guitarrista Rodney Jones en noviembre en Buenos Aires y un viaje a Nueva York en febrero, convocado por el músico y productor Willie Jones, para grabar un disco propio en su sello.
—Tenés nuevo quinteto, con nueva música y un show debut por delante. ¿Qué motivó el cambio luego de tantos años de mantener una formación estable?
—Desde 2016 que veníamos tocando con Eloy (Michelini), Jerónimo (Carmona), Ernesto (Jodos) y Sebastián (Loiácono). En todo ese tiempo toqué en Bebop con los músicos extranjeros que venían al país y también con la big band. Pero nunca fui con el quinteto, con el que sí hacia otros locales del circuito. Y Aldo Graziani, el impulsor de toda esta movida, siempre me insistía para que fuera con esa formación. Y bueno, cuando surgió esta fecha del 20 pensé que sería interesante hacerlo, pero con una formación distinta y con otra música. Creo que eso responde a las necesidades de cada uno. Sentí las ganas de hacer un cambio. Tocar desde otro lugar.
—Llama la atención que pasás de un quinteto con músicos muy reconocidos, de gran experiencia, a una formación de jóvenes alumnos del Conservatorio.
—Es todo un desafío y es la primera vez que lo hago. Desde el comienzo de mi carrera en el 2008 tuve quintetos, pero esta es la primera vez que me junto con gente tan joven a trabajar desde un inicio para darle forma a una propuesta nueva. Estar con músicos tan experimentados, tan reconocidos como decís, es un placer. Pero también tiene sus dificultades. Son gente muy solicitada, con una agenda muy cargada que no es sencillo hacer convivir con la del grupo. Tampoco es fácil coincidir para un ensayo. Y sentí que quería juntarme más con el grupo, tener un espacio semanal y de alguna manera renovar energías. Por eso llamé a algunos alumnos del Falla, que tocan muy bien y comencé a trabajar con ellos.
—Decías que siempre tuviste quintetos. ¿Qué encontrás de especial en esa formación?
—Es un lugar donde me siento cómodo. Vos sabés que la mayor parte de los grupos que le dieron vida al Bebop y al Hardbop fueron quintetos. Me identifico mucho con eso. Me acostumbré a esa sonoridad. Me gusta estar en el front line tocando con alguien al lado. Me gusta arreglar, cambiar el timbre, que haya otras voces. He tocado en tríos, hice dúos hermosos con Ernesto y con Adrián (Iaies), pero el quinteto es una formación en la que me gusta mucho expresarme, en la que me siento muy a gusto tocando con alguien al lado y con una sección rítmica, que esta vez en lugar de piano tendrá una guitarra.
—¿También hay cambios de repertorio?
—Es toda música nueva. Hay algunos originales míos y otros de músicos de jazz muy actuales. Vamos a hacer un tema de Robin Eubanks que me encantó cuando lo hicimos con él hace unas semanas acá en Buenos Aires; hacemos otro muy lindo de Antonio Hart, uno de Hank Mobley, otro de Steve Swallow, hay algo de Gary Bartz, de Billy Harper. Son temas de jazz, de autores de jazz, más que standards, aunque posiblemente hagamos también alguno, porque me encantan.
—¿Tiene alguna influencia en este cambio la cantidad de músicos estadounidenses con los que tocaste en los últimos años?
—Absolutamente. En estos últimos años tuve la suerte de tocar con gente muy importante. No solo acá en Buenos Aires. Tuve la oportunidad de ir a Estados Unidos y tocar con ellos en los clubes donde actúan habitualmente. Ver como graban, cómo trabajan, cómo se relacionan. Cómo viven esta música. Mencioné a Gary Bartz, un tremendo músico que como sabés tocó con Miles Davis. Allá pude conocerlo y charlar con él. Y luego de eso volvés a escuchar su música y encontrás detalles, cosas que antes se te habían pasado. Y lo mismo me pasó con Eubanks. Cuando hicimos ese tema suyo que luego le pedí. No es lo mismo aprenderlo con él al lado, que tomarlo de una grabación. Es otra motivación.
—Eubanks estuvo precedido por muchos otros que vinieron a Bebop a través de tu mediación. ¿Cuándo y cómo surgió la posibilidad de estas visitas?
—El primero en venir fue Vincent Herring en 2016. Por esos años yo iba a Nueva York una vez por año a estudiar y me quedaba más o menos un mes. En aquel año el que viajó fue mi hermano Sebastián, que fue a estudiar con Vincent. Allí surgió la idea de invitarlo para dar clases y que toque con músicos de acá. Se lo propusimos y aceptó. Lo llevamos a la Usina del Arte como parte del Festival de Jazz y con su propio grupo: Anthony Wonsey en piano, David Williams en contrabajo y Willie Jones en batería. Luego Herring se quedó unos días más y tocó con mi grupo. Ese fue el comienzo. Al año siguiente vino David Williams al Festival de Buenos Aires y al de Tucumán y en 2018, trajimos a Sheila Jordan, ya por fuera del ámbito del gobierno de la ciudad, para tocar en Thelonious con mi quinteto.
—Ese año conociste Antonio Hart, que luego tuvo un rol importante en esta movida
—Sí. Con Antonio tocamos por primera vez en el Bebop, por entonces en la calle Moreno y luego con la big band en el CCK. Allí Aldo, el dueño de Bebop, se entusiasma con la posibilidad de traer esta gente. Los shows con Antonio habían estado buenísimos y los dos coincidíamos que la llegada de esta clase de artistas iba a servir para darle otro impulso a la escena. No solo para el público en general, sino también para los estudiantes, que pueden escuchar en vivo esta clase de músicos e incluso tomar alguna clase con ellos sin necesidad de irse a Nueva York.
—¿Te interesan las dos posibilidades por igual: el músico con su propia banda, como en el caso de Herring y la integración del visitante con músicos locales, como sucedió con Hart?
—Totalmente. Cuando el músico trae su propia banda tenés un show muy especial. Porque ves un grupo con una sonoridad armada, como pasó este año con Carl Allen, Anthony Wosney o Willie Jones. Pero cuando vienen solos y tocan con músicos locales, como hicimos con Russell Malone, Cyrus Chestnut, Robin Eubanks, Mary Stalling, Eve Cornelious o Steve Davis, también es interesante, porque el compartir escenario con esas figuras ayuda a formar la escena local. Es lo que pasó en Europa en los 60 y 70, cuando iban a tocar los músicos norteamericanos (que en muchos casos se quedaron a vivir allá) y contribuyeron a formar la escena que conocemos hoy.
—¿Ellos vienen sabiendo la situación argentina y el esfuerzo que demanda su visita?
—Absolutamente. La verdad es que todos han tenido la mejor predisposición. Yo les comento cuál es la realidad económica, pero también les digo qué si bien aquí van a cobrar menos de lo que suelen cobrar en otros lugares, se les va a pagar seguro. Porque a todos les ha pasado de ir a tocar en otro país y que no les pagaran. Recuerdo que Vincent Herring dudaba por esto. Entonces le dije que se quedara tranquilo que iba a cobrar así yo tuviera que vender la trompeta para pagarle. Vino y no hubo ningún problema. Y lo mismo pasó con todos los que vinieron después.
—Imagino que tu presencia es una garantía para ellos.
—Ahora sí. Pero en un principio no me conocían. Las primeras veces hice el contacto por las mías, tratando de convocarlos. Luego, cuando ya algunos habían venido, había referencias. Se comunicaban entre ellos o me sugerían traer a uno u otro. Como Antonio Hart, quien me sugirió muchos nombres y me dio contactos. Robin Eubanks, que vino ahora, fue a través de Antonio.
—¿Vos no lo hubieras convocado por las tuyas?
—No hubiera podido. Robin estuvo 15 años en la banda de Dave Holland y cobra cachés altísimos. Cuando Antonio me lo sugirió me pareció una locura. Pero me dijo que él le iba a hablar. Y un día Robin me llama a mi casa y me dice que habló con Antonio y quiere venir a la Argentina. Y yo le dije la verdad. Vamos a darte todo lo más que podamos, pero sin hacer locuras. Y ellos lo entienden. Traerlos es un esfuerzo y todos ponemos nuestra parte. Yo los voy a buscar al aeropuerto con mi auto, los llevo al hotel, estoy con ellos más allá del show. Lo hago porque me gusta, pero también porque pienso que la parte humana es importante y que luego tiene su correlato en la música. Para mí es como si fuese un amigo y en muchos casos terminó siéndolo.
—¿Esto fue así también con las recientes visitas de Christian Scott y Joshua Redman?
—No, eso es diferente. Es un acuerdo entre Bebop y la productora que tiene a los artistas de Blue Note. Hasta aquí el sello tenía un local en San Pablo y ahora abrieron uno en Río de Janeiro. Entonces los trajeron para tocar en los dos locales y aprovechan para presentarlos en otras ciudades. Por eso no es tan caro para los otros clubes. Los pasajes ya están pagos por el sello y los cachés son más bajos porque ya están en la región. De no ser así hubiera sido imposible pagar un show de esas características.
—¿Hablás con ellos sobre la reacción del público argentino?
—Se quedan encantados. Les gusta el lugar y el público los enloquece. No lo pueden creer. La calidez de la gente, que hace fila para sacarse fotos con ellos, para charlar. Robin, que estuvo hace unos días, estaba muy sorprendido. Hay gente que hasta les regala cosas. Benny Green no podía creer el trato y el respeto de la gente. Suma también que un club de jazz es distinto a un teatro. Hay otra cercanía con el artista. Es más íntimo. Y acá la gente es tan demostrativa que los sorprende. No te olvides que muchos de ellos la han pasado muy mal en su propio país.
—En 2019 grabaste Vibrations en Nueva York y con músicos locales: George Garzone, David “Happy” Willams, Rudy Royston y Anthony Wonsey. ¿No pensaste en repetir la experiencia a la luz de lo cosechado en estos años?
—Bueno, en febrero voy a grabar un disco a mi nombre invitado por Willie Jones, para su propio sello. Es algo que me propuso cuanto tocamos en Buenos Aires y que me confirmó luego en una charla telefónica. Willie es productor también. Recientemente trabajó para Blue Engine Records en una grabación inédita de Roy Hargrove: The Love Suite: In Mahogany, Live from Jazz at Lincoln Center, que fue editada hace unas semanas. Así que en estos días volveré a hablar con él para ir concretando los detalles y poder viajar en febrero.
—Decías que durante años pasabas un mes en Estados Unidos estudiando con estos maestros. ¿Nunca se te cruzó la idea de quedarte y probar suerte allá?
—Si, lo pensé, pero nunca estuve muy seguro de hacerlo. No en cuanto a lo musical. Allí no tendría dudas para decidirme, pero si desde lo personal. Soy de estar muy cerca de mis afectos, mi familia, mis amigos. Y siempre está la idea de querer aprender más, de querer progresar. Pero nunca estoy lo suficientemente decidido como para dar ese paso tan importante.
*Mariano Loiácono New Quintet en Bebop. Mariano Loiácono, trompeta / Sebastian Loiácono, saxo tenor / Ramiro Farb, guitarra / Gabriel Balado, contrabajo / Marco Scaravaglione, batería / Viernes 20 de octubre a las 22:30 hs. en Bebop Club / Tickets: en passline.com