Todo sobre mi madre, en 20 canciones esenciales

La presencia de la figura materna en la música, especialmente en el rock, tiene diversidad de representaciones y sentimientos, desde la nostalgia hasta la complejidad de sentimientos edípicos

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Mi Vieja, De Pappo

La madre de Pappo era una jubilada que todos los días le llevaba el café a la cama, y él hizo una canción para desafiar a cualquiera que se atreviera a molestarla. Un rock con la estructura clásica de doce acordes que, escrito por Sebastián Borensztein, funcionaba como la viñeta de una historieta: un hombre de voz rasposa y blusera, con una fama bien ganada de pesado, motoquero de Harley Davidson, que, pasados los cuarenta, todavía vivía con la mamá y quería matar a cualquiera que le hiciera un daño por mínimo que fuera. Y ella era una mujer aguerrida que iba a las manifestaciones —con las pancartas que le hacía el hijo— para reclamar su dinero y sus derechos. La canción salió en el 92 y se llamaba “Mi vieja”. El término mi vieja es tan cercano, tan argentino, tan preciso —ni madre ni mamá ni mami—, que es uno de los muchos aciertos de una canción que se ganó merecidamente un lugar entre los hits del rock nacional.

"Madre, escuchame", de Los Gatos

Pappo todavía no había llegado a Los Gatos cuando, en 1967, la banda de Tanguito y Lito Nebbia que dio origen al rock argentino grabó su primer disco. Entre clásicos como “La balsa”, “Ayer nomás” y “El rey lloró”, el disco, que se llamaba simplemente Los Gatos, incluía “Madre, escúchame”, una hermosa canción que es como un manifiesto adolescente. Un hijo le dice a su madre que siente que llegó el momento de salir al mundo, que quiere “rodar y rodar” —y en ese verso se percibe la influencia de los Rolling Stones—, pero que siempre la va a recordar. “Hijo, eres igual que las olas. Me besas y te vas”, le dice ella. La canción tiene una pátina nostálgica de aquel que sabe que tiene que abandonar el pasado para ganar el futuro.

Gustavo Cerati y Mercedes Sosa: Zona de promesas

La madre como tópico tiene su impronta en el rock nacional. A veces de una manera más explícita, como en el caso de Pappo y de Los Gatos, a veces más marginal —como en el diálogo “¡Mamá! ¡Hijo!” que se escucha en segundo plano en “Filosofía y zapatos de goma”, de Charly García—. Pero quizá como una rémora el tango y de “pobre mi madre querida”, la figura materna tiene siempre o casi siempre, un papel más bien pasivo, elusivo, virginal. Es la madre a la que Alejandro Lerner le dice que va a la guerra, la que espera a Gustavo Cerati en “Tarda en llegar”, la de las manos como pájaros, la que ayuda a despertar del sueño oscuro a Santiago Motorizado. Hay dos tipos que rompen el molde: Pedro Aznar con su grupo de jazz progresivo Madre Atómica —que remite al álbum Atom Mother Heart de Pink Floyd— y Luis Alberto Spinetta con su disco Madre en años luz —que, curiosamente, es un velado homenaje a la banda de Aznar—.

"The wish", de Bruce Springsteen

En otros ámbitos y otras voces, la figura materna se complejiza. Puede tomar la working class heroine que consigue ahorrar lo suficiente para comprarle la primera guitarra a Bruce Springsteen —en la bellísima “The Wish”— y también la mujer que necesita calmantes para desconectarse de una vida ruda y sin sentido en “Mother’s Little Helper”, de los Rolling Stones. Está en el grito edípico de Jim Morrison en “The End”mother I want to… (madre quiero…)— y en la figura agobiante y sobreprotectora que Pink Floyd construye en “Mother”: por supuesto que mamá va a ayudar a levantar la pared. El movimiento pendular y ambivalente se da también en el tándem “Julia” y “Mother”, de John Lennon. Si la primera canción, escrita con McCartney en plena etapa mística de los Beatles, habla de un puente de amor; la otra es un grito primal de un hombre que se vuelve niño y llora —los gritos finales son conmovedores— porque nunca tuvo a su madre. Julia Lennon murió atropellada en 1958.

El documental A la cama con Madonna sigue el “Blond Ambition World Tour”, que la reina del pop hizo en 1990. Es una película descarnada; el título en inglés es “Truth or Dare”, que en la Argentina diríamos como “verdad o consecuencia”. Madonna evita cualquier oportunidad de mostrarse como una mujer políticamente correcta, evitar ser la artista amada arriba y abajo del escenario. Le toma el pelo a Kevin Costner y dice que Antonio Banderas no puede ser tan perfecto, que “seguro la tiene chica”. El tour la lleva por todo Estados Unidos y, cuando pasan por Bay City —su ciudad natal—, se detienen en el cementerio donde ella pasa un largo rato frente a la tumba de su madre. Incluso se acuesta en el pasto, arriba de la lápida. “Promise to try” es una canción de esos años que está incluida en el documental, pero es la única que no está en la versión en vivo.

Mama Kin, De Aerosmith

Elvis (“Mama liked the roses), Alter Bridge (”In loving memory”), Wilco (“I am my mother”), Lynyrd Skynyrd (“Simple man”), Aerosmith (“Mama kin”), U2 (”Iris): una lista incompleta de todos los que les cantaron a sus madres. Y cuando el rock no le canta a la madre, la madre se canta a sí misma, como es el caso de la colombiana Andrea Echeverri —la voz de Aterciopelados que hace los coros de “La ciudad de la furia” en el MTV Unplugged de Soda Stereo—, que hizo todo un disco su embarazo (Andrea Echeverri, 2005).

El rock también sabe homenajear a las otras madres, las que llevan pañuelo blanco y desde hace décadas luchan por la verdad, la justicia y la memoria. La primera vez que U2 llegó a Buenos Aires, además de convertir al estadio de River en una inmensa pista de baile, tuvo un momento para reivindicar el compromiso de las “Mothers of the Dissapeareds” con abrazo en el escenario y aplauso cerrado de más de 60.000 personas. Diez antes, Sting había hecho lo mismo en el mega recital que organizó Amnistía Internacional —donde tocaron Charly, León Gieco, Tracy Chapman, Peter Gabriel y Bruce Springsteen—, y las hizo salir a escena para la canción “Ellas bailan solas”.

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