Martin Scorsese no glorifica la violencia, más bien se enfrenta a ella

A punto de estrenar “Los asesinos de la luna”, sobre la trágica historia de una nación originaria, el director italoamericano dice que siempre quiso hacer un western. “Fue mi fantasía desde niño”, confiesa

Guardar

Nuevo

Martin Scorsese es una leyenda viviente en el mundo del cine
Martin Scorsese es una leyenda viviente en el mundo del cine

Esto es lo que pasa cuando se consigue una entrevista de 20 minutos con Martin Scorsese: una entrevista de 20 minutos con Martin Scorsese es como una entrevista de 40 minutos con cualquier otra persona, porque él habla el doble de rápido que la mayoría de los humanos. Las palabras salen disparadas, no en frases, ni siquiera en párrafos, sino como páginas de oratoria en las que Scorsese expone la historia -cinematográfica, estadounidense, la suya propia- con pasión, profundidad de profesor y un tempo marcado por una Tommy gun.

En un cálido día de finales de septiembre, en algún lugar de las entrañas de un lujoso hotel de Central Park South, Scorsese está concediendo entrevistas antes del estreno de su nueva película, Los asesinos de la luna. Inspirada en el libro homónimo de David Grann de 2017, la adaptación cuenta la historia, alternativamente apasionante y espeluznante, de la explotación y el asesinato sistemáticos de una comunidad de indios Osage en Oklahoma, a principios de la década de 1920.

Basada en el elogiado bestseller de David Grann, "Killers of the Flower Moon" está ambientada en la década de 1920 en Oklahoma y cuenta la historia de los asesinatos en serie de miembros de la Nación Osage, un pueblo originario rico en petróleo. Una serie de crímenes brutales que llegaron a conocerse como el Reino del terror. (Apple TV)

Es un nuevo territorio para Scorsese, que a pesar de haber hecho películas sobre todo tipo de temas, desde Howard Hughes y Wall Street hasta el Nueva York de la época de Edith Wharton y el budismo tibetano; siempre será más conocido por sus películas sobre bandas mafiosas, violencia ritualizada y forasteros antisociales. Por otra parte, los mundos de Calles salvajes, Taxi Driver, Toro Salvaje y Buenos muchachos no están tan alejados de los polvorientos pueblos del condado de Osage, donde transcurre Los asesinos de la luna (que se estrena en los cines argentinos este jueves 19 y en Estados Unidos, el viernes 20), y donde la codicia, la venalidad y una brutalidad casi insondable impregnan casi todos los escalones de la sociedad.

“Toda esta gente del pueblo... Pequeños criminales, grandes criminales, pero también gente con poder... Todo esto es algo que conozco”, dice Scorsese sobre los mafiosos que dominaban la Pequeña Italia de Nueva York, donde creció. “No digo que mi familia fuera así. Sólo digo que vivíamos con eso. Y por eso me pareció muy natural hacer la transición”.

Luego está Hank Williams. La madre de Scorsese, Catherine, adoraba a Williams, lo que generó en el director una admiración de por vida por la música country, por no hablar del folk y el blues. Una primera versión de Lovesick Blues, que más tarde se convirtió en un éxito para Williams, puede escucharse en Los asesinos de la luna, junto con canciones interpretadas por The Carter Family y Ma Rainey. “Todo eso se mezcla”, dice Scorsese de los innumerables impulsos, a veces contradictorios, que definieron la época y el lugar de la historia. “Y creo que esto forma parte de ser estadounidense. Aprendí esta gran lección cuando intentaba vivir en Roma a finales de los 70, pensando durante un tiempo que era italiano. No lo soy”.

La nueva película de Scorsese cuenta con un elenco estelar que incluye a Leonardo DiCaprio, Robert De Niro y Lily Gladstone
La nueva película de Scorsese cuenta con un elenco estelar que incluye a Leonardo DiCaprio, Robert De Niro y Lily Gladstone

Como la mayoría de sus películas, Los asesinos de la luna ofrece a Scorsese un cauce para explorar los contornos más inquietantes de lo que significa realmente “ser estadounidense”, en este caso, a través de la lengua vernácula del género quizá más estadounidense de todos. Lleva casi toda la vida queriendo hacer un western, desde que sus padres empezaron a llevarle al cine como refugio para un niño que sufría de asma.

“Para mí, el western era un género que tenía espacios abiertos; que tenía, en algunos casos, [fotografía] en blanco y negro, en otros casos un hermoso Technicolor; caballos, todos estos animales a los que no podía acercarme porque era alérgico a ellos. . . En cierto modo, para mí era como una fantasía extraordinaria”.

Más tarde, cuando cineastas como Robert Wise y Raoul Walsh estaban creando westerns “psicológicos” como Sangre en la luna y Perseguido, Scorsese se dio cuenta de que los tropos tradicionalmente asociados a la aventura y el optimismo podían utilizarse para transmitir verdades más oscuras. “Siempre tuve el instinto de querer hacer algo con ese paisaje”, recuerda, interrumpiéndose para hacer una corrección. “Sobre ese paisaje, debería decir, porque no se hace el paisaje; es la gente que está allí, la idea de qué historia podría contar”.

En 1969, cuando Sam Peckinpah hizo La pandilla salvaje y “acabó con el género”, Scorsese no estaba seguro de si podía -o debía- añadir algo. “Hizo borrón y cuenta nueva”, recuerda Scorsese de Peckinpah. Habiéndose grabado las películas de Wise y Walsh, Anthony Mann y Budd Boetticher, dejando que su mente se remontara hasta las películas de Roy Rogers que adoraba de niño, pensó: “¿Podré atreverme alguna vez a competir con esas imágenes? Ni hablar de competir, [¿puedo] igualarlas?”.

La película está basada en el libro de David Grann que lleva el mismo nombre
La película está basada en el libro de David Grann que lleva el mismo nombre

En Los asesinos de la luna, Scorsese podría haber encontrado el texto ideal en donde plasmar su particular sensibilidad. Para empezar, el condado de Osage de los años 20 era un espacio fascinante, donde los caballos y los autos Pierce-Arrow abarrotaban las calles alborotadas, y donde la dinámica de indios y vaqueros se veía alterada por el hecho de que eran los nativos americanos, y no los colonos blancos, los que prosperaban, como beneficiarios de los pozos petrolíferos descubiertos en sus tierras tribales. La película está protagonizada por dos actores de repertorio de Scorsese de toda la vida, Robert De Niro y Leonardo DiCaprio, como el terrateniente Bill Hale y el veterano de la Primera Guerra Mundial, Ernest Burkhart, ambos en busca de fortuna durante el boom del petróleo; Lily Gladstone interpreta a Mollie Burkhart, una mujer Osage que se convirtió en la esposa de Ernest, y cuya familia se vio profundamente afectada por las ambiciones más feroces de Hale y Burkhart.

De hecho, en su lucha más impenitente, los villanos de Los asesinos de la luna guardan un asombroso parecido con los criminales de Buenos muchachos, el drama de Scorsese de 1990 sobre el ascenso y la caída de un gángster neoyorquino. En el condado de Osage, el plan era diferente, pero la motivación era la misma: “[Los Osage] tenían mucho dinero, [Hale y Burkhart] llegan, quieren el dinero, encuentran la forma de conseguirlo”, dice Scorsese en un rápido “rat-a-tat”, añadiendo que esta historia tiene el elemento añadido de la connivencia gubernamental, con un sistema de tutela paternalista que permitía a los blancos controlar las finanzas de los Osage.

“‘Están ahí sentados y sale este petróleo, no han trabajado para esto’”, dice Scorsese, parafraseando cómo los blancos torcían la ética del trabajo protestante para justificar su corrupción. “No son cristianos como nosotros, los del viejo mundo. Así que si no entienden el valor del dinero... Bueno, ¿qué tiene de malo que yo gane un poco más?”.

Karen Hill, interpretada por Lorraine Bracco en Buenos muchachos, expresó el mismo tipo de razonamiento en su voz en off durante la película, explicando que Henry y sus cómplices sólo mantenían a sus familias. “Exactamente”, dice Scorsese. “Pero la diferencia aquí es realmente a través de Mollie”.

Martin Scorsese dice que lleva casi toda su vida queriendo hacer un western
Martin Scorsese dice que lleva casi toda su vida queriendo hacer un western

Mollie Burkhart es un nuevo tipo de protagonista de Scorsese: víctima de un crimen y conciencia a la vez, ocupa un lugar privilegiado, tanto visual como narrativamente, y la cámara del cineasta se detiene en su rostro cuando se enfrenta a la violencia que se ejerce sobre su familia y su comunidad. Scorsese hablaba a menudo de “dejar la cámara quieta” durante la producción, recuerda Marianne Bower, investigadora y productora. Esa elección estilística, añade, significa que “posiblemente no se produzcan las mismas sacudidas que en Calles salvajes o Taxi Driver, que te transportan a la energía de esos personajes. . . Tiene otro tipo de pensamiento detrás, esa quietud”.

Mollie también encarna un tipo de consecuencia moral que se eludía o faltaba por completo en las películas anteriores de Scorsese, en las que la agresividad y la impunidad de Henry Hill, Travis Bickle, Jake LaMotta y Jordan Belfort, de El lobo de Wall Street, los convirtieron en iconos cinematográficos y, para algunos, en héroes populares.

“La gente disfrutaba viéndoles vencer al sistema”, dice Scorsese de sus primeros antihéroes. “No creo que haya ninguna emoción indirecta con estos tipos. Bill Hale tiene grandes planes, mata a gente y, mientras tanto, quema sus campos por 30.000 dólares del seguro. ¿Qué está tramando? Lo que realmente pretende es que, como algunas personas, piensa: ‘Podría matar a alguien en la Quinta Avenida y nadie me echaría la culpa’. Puede salirse con la suya”.

Scorsese señala un episodio en el que Hale y Burkhart conspiran para volar la casa de uno de sus vecinos y su esposa Osage. “‘Están en medio, tenemos que agarrarlos a los dos a la vez, volar la casa’. ¿Volar la casa? ¿En medio de una zona que es básicamente un pueblo? Es una locura”. Observo que una escena similar tiene lugar en Buenos muchachos, cuando dos secuaces prenden fuego a un bar, una escena rodada, editada y puntuada para conseguir la máxima frialdad. “Bueno, son traviesos”, responde Scorsese con crudeza.

Martin Scorsese junto a Leonardo Di Caprio, uno de sus actores fetiche
Martin Scorsese junto a Leonardo Di Caprio, uno de sus actores fetiche

Esa distinción representa un cambio radical de noto en las películas más recientes de Scorsese: en The Irishman, de 2019, el viejo matón que interpreta De Niro no es tanto una figura con deseos transgresores si no más bien alguien con agotamiento físico y espiritual. En Los asesinos de la luna, Hale y Burkhart actúan como doppelgängers más sosos y menos carismáticos de Jimmy y Henry en Buenos muchachos: El público no aplaude cuando llevan a cabo sus sórdidas tramas, ni se emociona, aunque sea de forma desagradable, con la violencia que perpetran. Por el contrario, el tono es lúgubre, impregnado de pavor y arrepentimiento.

“Creo que ‘lúgubre’ es realmente acertado”, afirma Eric Roth, el coguionista de Los asesinos de la luna. Roth y Scorsese son amigos desde hace años y han hablado de colaborar en proyectos sobre sus pasiones mutuas, que van de Marcel Proust a Samuel Johnson, James Boswell y su círculo social. Fue Roth quien regaló a De Niro un ejemplar del libro I Heard You Paint Houses de Charles Brandt, que se convirtió en The Irishman (Roth no estaba disponible para escribir el guión, así que sugirió a Steven Zaillian). El tono más contemplativo y elegíaco de Los asesinos de la luna, dice Roth, “es una de las razones por las que me gusta tanto esta película”.

“Creo que hay un contenido social que él ya ha tenido de diferentes maneras en diferentes películas”, dice Roth sobre Scorsese, añadiendo que el director “se inclinó” por la seriedad moral de forma más explícita que en sus anteriores thrillers policíacos. “Creo que cuando la gente está llegando al final de su vida mortal -incluido yo, que sólo soy un par de años más joven que él-, estas cosas resuenan, y la forma en que salen a la luz es realmente fascinante”. Bower señala que la forma en que Scorsese retrata los asesinatos en Los asesinos de la luna representa una culminación personal y artística. “Hay toda una vida detrás de ellos”, dice sobre lo que decide dejar dentro y fuera de la pantalla. “Eso es lo que me conmueve cuando veo las películas más recientes”.

Scorsese, que cumplirá 81 años en noviembre, está de acuerdo en que la cadencia de su trabajo ha cambiado. “Creo que mucho tiene que ver con la experiencia y la edad”, dice. “Y la familia. El matrimonio, los hijos”. Le pregunto si cree que hay algo inherente al medio cinematográfico que premia la atracción del público por la violencia, que la valoriza y la convierte, en contra de nuestros instintos más nobles, en excitante.

Martin Scorsese está a punto de cumplir 81 años
Martin Scorsese está a punto de cumplir 81 años

“Podría ser”, dice Scorsese. “Pero la cuestión es que hay una parte de mí que lo siente así. ¿Y voy a ocultarlo? Supongo que si fueras un verdadero director profesional en los viejos tiempos, tal vez lo hicieras. Y lo pondrías en el contexto del género, y lo pondrías en el contexto de un sentido más elevado del entretenimiento, y te saldrías con la tuya.

“No sé cómo hacerlo”, continúa. “Simplemente no lo sé. ¿Hay alguna diferencia entre eso y hacer películas sobre... Héroes que están tan bien dotados físicamente que llegan con metralletas y la forma de resolver un problema es ser fuerte y dar una paliza a todo el mundo? Ya han pasado 30 años. Me interesan más sus defectos”.

Fuente: The Washington Post

[Fotos: Cortesía de Apple TV]

Guardar

Nuevo