Diez libros recientes que experimentan con la libertad

Una selección de novelas, cuentos, poesía y ensayos con libertad de temas y argumentos, que eluden las formas homogéneas y estereotipados impuestas por el todopoderoso mercado y la comodidad

Guardar

Aunque parezca mentira, más de cuatro siglos después de la publicación del Quijote de Cervantes, más de cien años después de la publicación del Ulises de Joyce, la gran mayoría de las novelas que se publican no utilizan ninguno de los recursos, ninguna de las herramientas que esas dos obras maestras nos dejaron en herencia.

Las librerías están llenas de novelas que ignoran el espíritu cervantino y joyceano, que rechazan el ADN de las mejores obras de la historia. Si ambos maestros nos sugirieron que no nos conformáramos, que no aceptáramos acríticamente las formas narrativas predominantes de nuestra época, que nos rebeláramos –artística y políticamente– contra la uniformización, porque anestesia, porque neutraliza la capacidad de representar y de criticar, la mayor parte de la novela del siglo XXI ignora ese mensaje e insiste en repetir unas pocas de las tantas formas de contar.

Como dice Alessandro Baricco en La vía de la narración (Anagrama): “Hay que evitar enérgicamente la tentación de atribuir a los seres vivos un repertorio de historias definido, circunscrito y arquetípico”, porque existe un “vínculo fundamental entre historias y libertad”. Y la libertad de temas y argumentos es tan importante como la libertad formal. Hay que defender la insumisión. Crear y leer en contra de lenguajes, códigos y formas homogéneos, estereotipados, alentados por el mercado y por la comodidad.

El lenguaje no es transparente, sino denso, por momentos opaco. No es una herramienta, sino un problema. El realismo decimonónico es una opción entre tantas otras para narrar la realidad. Es posible tanto reafirmarlo como disolverlo para ser en verdad realistas. Estos diez títulos nos recuerdan esas obviedades. No sólo en el ámbito de la novela, también en el del cuento, la poesía o el ensayo. Un siglo después de las vanguardias históricas, aunque parezca mentira, siguen siendo minoría. Y objeto, al menos por mi parte, de reivindicación.

Damas, caballeros y planetas (Random House), de Laura Fernández: “Leí el Quijote antes de leerlo. Lo leí traducido, reescrito, elevado en incontables e instantáneos clásicos de lo extravagantemente posmoderno”, afirma la autora en uno de los prólogos de los cuentos de este libro. Después de tanta narrativa norteamericana, leyó la novela de Cervantes y descubrió que allí estaba todo. Y decidió trabajar la tradición cervantina en su propia lengua. Para ello, Fernández no sólo eleva la metaliteratura a metamedialidad (haciendo que sus personajes se conviertan incluso en figuras articuladas después de hacerse famosos), o utiliza como nadie las mayúsculas, las onomatopeyas y los paréntesis, para recordarnos que las comillas o los guiones son sólo una convención para señalar el diálogo, también llega al núcleo de lo humano a través de la mascarada y el delirio.

En “El mundo se acaba pero Floyd Tibbts no pierde su trabajo”, por ejemplo, los telépatas o los extraterrestres, en un hotel que recuerda al de La montaña mágica, nos conducen a una brillante lectura de la pandemia: la enfermedad primero nos sumergió en nuestros abismos y después se incorporó al mundo, se convirtió en una de sus dimensiones, siempre conviviremos con ella y esa convivencia estará determinada por el relato que construimos sobre lo que ocurrió. Todo el libro habla sobre nuestra doble condición: de lectores y de creadores de discurso. Lo que te convierte en escritor, afirma la escritora española, es la incomodidad. Y somos muchos los lectores que –como nos ha recordado el premio Nobel a Jon Fosse– también buscamos sentirnos incómodos. Después de lanzar un pedrusco en las aguas mansas de la literatura española con La señora Potter no es exactamente Santa Claus, la mejor alumna de John Fante y Rodrigo Fresán reafirma su ambición y su poderío en este volumen de cuentos salvajes, en esta autobiografía literaria, en este espejo fragmentario de nuestro yo lector.

"La casa de caramelo" (Salamandra),
"La casa de caramelo" (Salamandra), de Jennifer Egan

La casa de caramelo (Salamandra), de Jennifer Egan: La autora de El tiempo es un canalla, que ganó el Premio Pulitzer, nos recuerda de nuevo que la narrativa puede ir mucho más allá del narrador omnisciente o en primera persona, los diálogos, los giros, lo de siempre. En su nueva obra propone, en clave de ficción especulativa, la existencia de Aprópiate del Inconsciente, una herramienta tecnológica que permite el intercambio de recuerdos, de un modo parecido a como ahora intercambiamos experiencias a través de textos e imágenes en las redes sociales. El capítulo “Lulu, la espía, 2032″ está narrado a doble columna y en verso. Y el que se titula “y ₀, el protagonista” reproduce decenas de fórmulas algebraicas que traducen las acciones de los personajes de series y películas al lenguaje de las plataformas. Si en los años 90 las redes sociales hubieran sido ciencia ficción, en 2023 la propuesta de Egan parece demasiado real.

"No arredran. Antología de citas
"No arredran. Antología de citas impropias" (Neutrinos), de Alan Courtis y Pablo Katchadjian

No arredran. Antología de citas impropias (Neutrinos), de Alan Courtis y Pablo Katchadjian (Compiladores): Los breviarios medievales o las enciclopedias ilustradas tenían el mismo objetivo: condensar un gran corpus de conocimiento. La nueva propuesta de Courtis y Katchadjian –que comparten la voluntad de arrastrar sus respectivas artes, la música y la literatura, al acelerador de partículas del arte contemporáneo– consiste en resumir un corpus de anticonocimiento. Han antologado 153 citas procedentes de libros paracientíficos y, por tanto, sospechosos, sobre extraterrestres, fenómenos paranormales, criptozoología o ciencias ocultas.

Comienza con una de Psicotrónica mental, de Michel T. Ardan: “La anguila eléctrica tiene un órgano eléctrico que hace funcionar a voluntad. El hombre carece de este órgano y no puede lanzar rayos ni descargas cuando lo desea. Pero a falta de pilas anexas y de órganos naturales eléctricos, el hombre cuenta con la energía circundante y personal que puede poner en funcionamiento por medio de la psicotrónica, y cargar así su pila”. El efecto de lectura bascula entre la ironía y el asombro. El efecto de la operación es que una biblioteca al margen de las bibliotecas entra, por la vía del arte conceptual, en la nuestra.

"La Conejera" (Sexto Piso), de
"La Conejera" (Sexto Piso), de Tess Gunty

La Conejera (Sexto Piso), de Tess Gunty: La ficción parte de los vecinos de un edificio de apartamentos como personaje colectivo, de modo que incluye naturalmente la técnica del contrapunto. Pero, con la intención de analizar la soledad contemporánea, en la época de las interacciones continuas de las redes sociales, la escritora estadounidense recurre también a las enumeraciones caóticas, los textos publicados en internet sin respeto por la ortografía e incluso trece páginas de dibujos sin texto, de narración gráfica. Consigue transmitir la angustia, el aislamiento, la neurosis en cada capítulo.

Plegaria para pirómanos (Páginas de
Plegaria para pirómanos (Páginas de Espuma), de Eloy Tizón

Plegaria para pirómanos (Páginas de Espuma), de Eloy Tizón: El autor de cuentos tan memorables como “Fotosíntesis” –el que abre su libro anterior, Técnicas de iluminación, pura divagación y caminar y poesía– ha convertido el género en un laboratorio extremadamente personal, en el que no cesa de investigar maneras de expandir lo que entendemos por formas breves. Sus nueve nuevos relatos, entretejidos por detalles para formar una especie de novela leve y fragmentada, tienen en “Grafía” otra pieza inolvidable. Empieza con la oración “De tu escritor favorito siempre puedes aprender” y termina con una nota que revela que se trata de “un mosaico (o llovizna, si se prefiere) de citas, literales o mínimamente retocadas” de catorce autores y homenajes a otra media docena. Un gran ejercicio de artesanía o hilado o belleza intelectual.

Kafkafarabeuf (Erdosain), de Mario Bellatin
Kafkafarabeuf (Erdosain), de Mario Bellatin

Kafkafarabeuf (Erdosain), de Mario Bellatin con ilustraciones de Claudio Romo: En esta novela cortísima de un único y largo párrafo, el escritor mexicano fusiona a Franz Kakfa con Salvador Elizondo en el contexto de la documenta de Kassel. La escritura, así, se impone a la trama o la verosimilud: el lenguaje arrastra al narrador por un descenso a los infiernos, en clave de terror, hasta su nacimiento biológico (“mi propia madre, aquella mujer que vio trunco su destino al parir un primogénito defectuoso”) y literario (“Empecé a escribir por escribir. O a escribir sin escribir. O a poner en práctica el Sello de la No Memoria”). Las ilustraciones en blanco y negro de Romo intensifican la angustia pesadillesca. El objeto libro en que se incluyen es, simplemente, precioso.

"Rasguño" (Barrett), de Rebecca Watson
"Rasguño" (Barrett), de Rebecca Watson

Rasguño (Barrett), de Rebecca Watson: Mediante la doble o la triple columna, las negritas, las cursivas, el paréntesis, la alternancia entre prosa y verso, el caligrama, las enumeraciones o las reiteraciones, la escritora norteamericana reproduce los pensamientos, las acciones, los mensajes de WhatsApp o las notas de la vida cotidiana que marcan veinticuatro horas de la existencia de la protagonista. Se trata de reformular el viejo monólogo interior con los simples recursos que dan la tipografía y la página, según los ritmos y las tecnologías del siglo XXI: “he divagado considerablemente / pensando por el mero hecho de pensar / de llenar la mente LETRA a / leeeeetraaaaa para bloquear/ entre otras cosas la poesía mala / o / para ser más exacta / mi vergüenza ajena”.

"Interferencias" (La Bella Varsovia), de
"Interferencias" (La Bella Varsovia), de María Ángeles Pérez López

Interferencias (La Bella Varsovia), de María Ángeles Pérez López: Cada una de las piezas de este libro perturbador incluye, en la parte izquierda de la página, versos de un poema clásico (de Dante o Shakespeare a Lorca o Vallejo); y en la derecha, pasajes extraídos de la prensa, Wikipedia o Google. La textualidad intercalada va creando una fricción, por momentos un cortocircuito, a menudo una complementariedad que te deja en varios momentos temblando.

"Según. Una autobibliografía" (Caja Negra),
"Según. Una autobibliografía" (Caja Negra), de Osvaldo Baigorria

Según. Una autobibliografía (Caja Negra), de Osvaldo Baigorria: Registran la cronología de nuestras vidas tanto las páginas de nuestras agendas, los billetes de los trenes o aviones en que hemos viajado o nuestros expedientes médicos como las miles de líneas que hemos marcado, quizá subrayado, en los libros que hemos leído. Para su autorretrato como lector, el escritor argentino escoge la forma del diccionario y la manera de Walter Benjamin y David Markson: ordena alfabéticamente, según el apellido de su autor, decenas de pasajes extraídos de libros leídos y vividos. Pero en vez de entrecomillarlos, los parafrasea a su manera, se los apropia.

"Nox" (Vaso Roto Ediciones), de
"Nox" (Vaso Roto Ediciones), de Anne Carson

Nox (Vaso Roto Ediciones), de Anne Carson: Álbum de fotos, libro acordeón, collage de hojas y fotos y dibujos y fragmentos, libro en caja y de duelo, el más inclasificable de todos los inclasificables proyectos de la poeta canadiense parte de la muerte de su hermano para, a partir de maestros antiguos como Herodoto o Catulo y de un diccionario filológico de sus palabras –que siguen siendo las nuestras–, reflexionar sobre la autopsia, la memoria, la partida, el tiempo: “El ayer no se puede cambiar. El hoy podría modificarse. El mañana no conlleva ninguna promesa.”

Guardar