Gabriel Chamé Buendía: “Reír es un hecho democrático”

El actor y director que presenta dos adaptaciones de Shakespeare en el circuito teatral porteño, afirma estar muy feliz “que haya mucha gente que viene a mis obras sin haber visto ni leído nada de él”

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Actualmente, Gabriel Chamé Buendía dirige
Actualmente, Gabriel Chamé Buendía dirige 2 adaptaciones de obras de Shakespeare en los teatros Metropolitan Sura y Sarmiento de Buenos Aires

Gabriel Chamé Buendía dirige obras de Shakespeare desde hace más de treinta años. Actor, director y profesor de teatro, tiene en cartel hasta este domingo 15 Medida por medida, en el Teatro Sarmiento, y continúa, desde hace de diez años, con Othelo. Termina mal, actualmente en el Metropolitan Sura.

En Medida por medida, Vicentio, un duque vienés (Matías Bassi), sale del aprieto de su frágil gobierno con la excusa de un viaje diplomático. Se esconderá bajo los ropajes de un fraile, no sin antes dejar al pueblo bajo la mano dura de Ángelo (Nicolás Gentile). Ángelo, más rígido e impertérrito, impone una ley que castiga a la lujuria con pena de muerte. El chivo expiatorio será Claudio (Agustín Soler), que deja embarazada a su novia (Marilyn Petito), y solo será perdonado de su condena si Isabel, la hermana de Claudio (Elvira Gómez) accede a tener relaciones sexuales con Ángelo.

Con un elenco casi idéntico al de Othelo, Medida por medida logra descostillar al público con risa, a la vez que demuestra lo actual que es el teatro shakespeariano. En sus palabras: “Propone una reflexión acerca de un presente infantil y vigente: culpabilizar al otro, una forma de relacionarnos hoy en día. La cultura de la culpa. La política de la culpa. La culpa de lo políticamente correcto. La nobleza del hombre está íntimamente unida a su bajeza, ésta es la moraleja de Medida por medida”.

Tráiler de la obra teatral "Medida por medida (La culpa es tuya)", traducida, adaptada y dirigida por Gabriel Chamé Buendia.

En esta entrevista para Infobae Cultura, Chamé Buendía cuenta detalles de su relación con el teatro de Shakespeare, la comedia, y el valor que tiene la risa hoy en día.

—Desde hace años hacés obras de Shakespeare. ¿No te aburrís?

—Para nada, son todos argumentos buenísimos. Es uno mejor que otro. Después, lo que me puede aburrir, o, más bien, me da vergüenza, es seguir haciéndolo. No puede ser que haga otra más de Shakespeare. Me dan ganas a veces de romper un poco, de hacer otras dramaturgias, pero agarré una especie de envión y seguí haciendo Shakespeare. En Francia hice Cimbelino, de la época de La tempestad. Nadie la conoce, y es buenísima, te divertís como loco.

—En una entrevista dijiste que Shakespeare siempre buscó lo popular. Hoy muchas veces queda posicionado en lo académico, en lo difícil, lo complejo, lo que se tiene que leer en ámbitos educativos porque se tiene que entender y estudiar. ¿Qué desafíos lleva popularizarlo?

—Yo creo que mis versiones de Shakespeare no son aburridas, no solamente por lo que hacemos nosotros, sino porque los argumentos son interesantes. Yo meto cosas de actualidad, por supuesto, pero Shakespeare por sí solo ya es entretenido. Era un hombre de teatro, que tenía un teatro y tenía que llenar la sala, compitiendo con otras salas y otros directores en Londres. Tenía una capacidad con la pluma a nivel poético y a nivel filosófico que es delirante, pero los argumentos son fáciles, los entendés, te enganchan. Sobre todas las cosas, el teatro de esa época era más dinámico. Ahora en las series te repiten lo mismo una y otra vez hasta el final. Lógicamente, lo culto se adueña de las cosas, y a Shakespeare lo ponen en la Universidad, empieza a ser traducido de una manera siniestra, inaccesibles para pibes jóvenes. Es la literatura que nos quiere robar el teatro, los literarios son muy universitarios. En un punto, los académicos enfrían la comida. Yo estoy muy feliz de saber que hay mucha gente que viene a mis obras sin haber visto ni leído nada de Shakespeare, y escucharlos decir que la pasaron fantástico.

—¿Cómo pensaron la puesta de Medida por medida?

—Siempre empiezo con Shakespeare, siempre empiezo con el texto. Tardo varios años en elegir qué obra hago, me la paso leyendo, yendo de una a otra. Después toca encontrar el espacio y la forma de producción. Pensar la forma, cómo se va a producir, quiénes van a conformar el equipo, todo esto tarda un montón en definirse. Recién una vez que tengo todo eso me pongo a traducir, lo cual también tarda muchos meses. Es mucho texto, ¿viste? Yo siempre llego al ensayo con la obra traducida y adaptada.

Tráiler de la obra teatral "Otello. Termina mal", adaptada y dirigida por Gabriel Chamé Buendia.

—¿Qué querés decir con “adaptada”?

—Tiene que ver con los recortes y con la elección de escenas. Arrancamos a ensayar con los personajes ya sabiendo quién hace qué personajes. Una vez que tenemos todo eso, empieza una investigación más profunda en relación a los personajes y a la búsqueda de los gags físicos, qué juego cómico va con qué escena. Yo siempre tengo una segunda escritura, que es la del cuerpo en una acción.

—¿Cómo escribís el cuerpo?

—El cuerpo tiene que ver con con la lúdica, tiene que ver con un lenguaje que entretiene al espectador desde desde lo visual. Parto de la idea de que el espectador es como un niño, no hay que soltarlo ni un segundo porque se distrae. El juego visual del cuerpo para eso es muy atractivo, como una golosina. El gag visual no tiene por qué ser cómico, puede jugarse desde movimiento de la escenografía, o desde lo poético. Y tampoco tiene que ver con un tipo de cuerpo específico: el tema es poder leer los cuerpos de los actores, y la expresividad que tienen, sea ágil o nula. Se escribe en el cuerpo, pero con el cuerpo. Hay una escena de Medida por medida en la que aparecen unas patas por debajo de la mesa, y el espectador sabe que las patas no son del mismo cuerpo del actor que está sentado en la silla. Tanto el espectador como nosotros sabemos que es falso lo que se ve, pero en paralelo también estamos diciendo que el tipo es un pretencioso, que todo es absurdo, que el tipo está diciendo que va a matar al hermano. El cuerpo permite construir un doble mensaje entre estupidez y violencia. Busco un ritmo armónico, visual, sonoro y hablante y con eso logro una verdad lúdica. Vos sabés que es mentira lo que estás viendo, pero lo aceptás porque es bello. En fin, son formas de lenguaje, ¿viste?

—Absolutamente. Y formas de lenguaje que no son cotidianas en el teatro.

—Sinceramente, no pertenezco al status quo de la teatralidad contemporánea. Yo soy medio antiguo, soy medio de otro siglo. Me gusta el melodrama, me gusta Chaplin, me gusta la comedia del arte, donde la forma muchas veces es más importante que una verdad psicológica. Me gusta mucho saber que pertenezco a una cadena de otros hombres de teatro, y que esos tipos que vivieron hace cientos de años hacían lo mismo que yo hago ahora. Es un delirio. Había un tipo, que se subía al escenario y boludeaba delante de otro boludo que lo miraba, y hacía chistes físicos para que la gente se divierta, mientras contaba una historia profunda. El teatro nos regala algo atemporal, algo que es netamente humano. Los temas que vemos y actuamos son temas que se repiten desde el inicio del teatro, no hemos zafado de estas problemáticas.

"Soy medio antiguo, medio de
"Soy medio antiguo, medio de otro siglo", dice Gabriel Chamé Buendía

—Creo que es en el “Pequeño Órganon” que Brecht dice que el fin principal del teatro es entretener.

—Entretener es una palabra que puede ser una connotación negativa por esto del consumismo o por esto de la sociedad del consumo, pero veamoslo de otra manera. No entiendo por qué la gente tiene que ir a ver un espectáculo en el cual no se sienta profundamente conmocionado. El problema que tiene el teatro, a diferencia del cine ú otras artes, es que si te gusta lo amas, y si no te llega a gustar, te querés morir. Es una especie de tortura física, podés llegar a morirte en la butaca y decir “no puedo más, me quiero ir de acá”. El problema está en que si el público se agrieta, cagaste.

—Nombraste a Chaplin y a la comedia del arte. ¿Qué encontrás en esta tradición del gag?

André Antoine rompió con el teatro que se hacía a fines del 1800, cuando se le ocurrió que no había por qué mirar al público, que se podía trabajar de espalda al público, que no había que tener escenografías pintadas. Empezaba también la época de la psicología en la que surgen Freud o Jung, y se empezó a popularizar la idea de que lo que se está diciendo no es necesariamente lo que se quiere decir. Entramos en una era psicológica que Marlon Brando, Elia Kazan y Arthur Miller definieron. Antes, si ponés una película de Chaplin, vos ves que el tipo es muy realista, pero cuenta las cosas con unos numeritos con gags cómicos. Las películas de Fellini están plagadas de gags visuales. El gag es un funcionamiento que no es necesariamente verbal. Lo verbal tiene mucho que ver con chistes.

Les Luthiers, cuando empezaron, tenían mucho más gag físico que ahora. Hay algo de involucrar el cuerpo o lo visual de manera poética que hace algo que vos digas: “no sé qué es, pero me gustó”. No pasa por el entendimiento de la obra ni por la psicología, sino que pasa por la poesía. Es un movimiento poético. A mí me interesa mucho el lenguaje lúdico, y es también lo que sé hacer. Es una manera de contar las cosas sin palabras, en general. Y, si hubiera palabras, son palabras que acompañan al cuerpo. Yo creo en la experimentación desde lo tradicional. Soy de los que cuidan rompiendo, pero cuido. Me gusta burlarme de lo establecido, soy un rebelde cómico, me hago el chiste con los académicos pero los re quiero. En los 80′, todo lo que hicimos de clown era porque odiábamos el teatro argentino. Al final, terminamos siendo amigos de todos ellos. Al final aprendí que todo es una herencia, y una transmisión. el cómico está desde siempre, porque tiene que ver con el aspecto trágico de nuestra vida.

"Los académicos enfrían la comida"
"Los académicos enfrían la comida" ironiza Gabriel Chamé Buendía

—Y, para cerrar: ¿qué valor tiene la risa hoy?

—La risa es una suerte de supervivencia, de esperanza. Que la gente se ría es un hecho democrático. Es a la vez muy positiva, y también muy peligrosa. En la sociedad de consumo de entretenimiento todo es risa. Es un peligro absoluto la desvalorización del profundo arte de la risa, que tiene que ver con cómo nos reímos, de qué nos reímos y qué tomamos conciencia con la risa. Ahora todo es cómico. Creo que la risa es un mecanismo que puede servir como forma del lenguaje, pero no creo que deba ser el único. Considero que hay cosas que hay que contarlas sin humor, de una forma de hacer que el espectador se quede medio atragantado. La risa me sirve como mecanismo de comunicación, como forma de armar complicidad, pero no nos podemos olvidar que el clown es trágico.

El payaso es trágico. Es terrible lo que le pasa. Nos recuerda lo trágico de la existencia. La risa tiene que ver con una conciencia también de la vida y la muerte, tiene que ver con que estamos vivos, tiene que ver con que podamos seguir comunicándonos, nos recuerda que podemos seguir. Cuando te mueras no te reís más. Y un pueblo como el nuestro, tan castigado, tiene un sentido de humor muy fuerte y muy ácido también. Tenemos un humor fuerte nosotros, muy devastador, muy destructivo. La risa nos permite reconocer que es una suerte que estemos vivos. Si no podemos reírnos de nuestras inteligencias actuales, estamos alimentando un ego confuso, un ego intolerante, político intolerante, si no podemos reírnos un poco. Reírnos permite flexibilizar nuestro pensamiento, relativizar la verdad.

* Othelo. Termina mal se presenta los miércoles a las 22 hs, en el Metropolitan Sura. Medida por medida se presenta hasta el domingo15, a las 20 hs., en el Teatro Sarmiento.

[Fotos: Carlos Furman y Gustavo Gavotti - gentileza prensa CTBA]

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