Serán más de tres horas de un concierto singular y magnético. El próximo sábado 14 de octubre se interpretará en versión completa el Treatise, del compositor británico Cornelius Cardew (1936-1981), una de las figuras más fascinantes de la vanguardia musical de la segunda mitad del siglo XX. Si bien la obra ha sido interpretada en Argentina en forma parcial en dos ocasiones hace algunos años, esta será la primera vez que se ejecutará de forma integral, en un concierto de más de tres horas de duración, esta partitura épica constituida por 193 gráficos de singular belleza visual, rigor formal y geométrico, que carecen de toda indicación musical o de instrucciones acerca de cómo debe ser tocada, a excepción de un pentagrama vacío debajo de cada página.
Compuesta entre 1963 y 1967, la obra estuvo siempre acompañada de un halo mítico, derivado tanto del carácter críptico y la radicalidad de su notación como de la personalidad y las posiciones estéticas y políticas de su compositor, y suele defínirsela, con una frase muy citada, como “el monte Everest de las partituras gráficas.” Hacia fines de los 50, Cornelius Cardew asistió a los célebres cursos de composición en Colonia, fue asistente de Karlheinz Stockhausen (con quien colaboró en la organización y transcripción de su emblemática Gruppen para tres orquestas) y actuó como un importante promotor de la difusión e interpretación en Europa de obras de compositores estadounidenses clave como John Cage, Morton Feldman, La Monte Young, Terry Riley e integrantes de Fluxus, con quienes mantuvo un diálogo fluido.
En los 70, Cardew abjuró de su participación en la vanguardia musical europea, y militó activamente en el maoísmo, siendo uno de los fundadores del Partido Comunista Revolucionario de Gran Bretaña, una etapa representada por su libro Stockhausen está al servicio del imperialismo, publicado en 1974, que incluye una serie de polémicos ensayos en los que no solo criticó duramente el carácter burgués de la producción musical de las grandes figuras de la música contemporánea de la época sino que aplicó sin piedad la autocrítica prescripta por el marxismo-leninismo a sus propias obras, entre ellas, el Treatise.
Este giro de Cardew, y su temprana muerte en 1981, en un extraño accidente que su entorno cercano califica como un asesinato político, contribuyeron probablemente a la relativa oscuridad en la que estuvo el Treatise hasta hace dos décadas, aunque desde entonces el interés por la obra no ha cesado de aumentar. Algo que ratifica la inclusión de la partitura y otros testimonios del trabajo compositivo de Cardew en la Documenta de Kassel, en 2017.
Cardew, un estudioso de Ludwig Wittgenstein, lo homenajea en el Treatise, que toma su nombre del Tractatus logico-philosophicus del filósofo austríaco. Puede definírselo como un gigantesco signo denso y articulado al mismo tiempo, desplegado en una materialidad visual en constante cambio, que invita a su traducción en términos sonoros, pero cuyo hermetismo parece irreductible y constituye un enigma a resolver: a la par que libera al intérprete de la condición de mero vehículo de la voluntad del compositor, lo somete a una disciplina desconocida y no especificada, que este debe descubrir por sí mismo mediante un compromiso experiencial total con la partitura, cuyos caminos principales, y en permanente tensión, son la creación de reglas para los signos, y la improvisación.
Al respecto, señala John Tilbury, amigo, colaborador y biógrafo de Cardew, que la diferencia entre el Treatise y la improvisación libre es que en esta última “el estímulo para tocar y continuar tocando es generado desde el interior, en respuesta a la música a medida que esta se despliega, y la música se desarrolla orgánicamente. En el Treatise el oyente está intensamente consciente de una tercera fuerza, de una autoridad que afecta el hacer música.” Esa autoridad es precisamente la partitura y sus signos a los que ningún significado ha sido atribuido previamente, cuyo intento de traducción a sonidos conduce inevitablemente, como afirmó el compositor Richard Barrett, a “una frustración exquisita.”
La Asamblea Permanente de Imaginación y Rigor (APIR), el ensamble que interpretará el Treatise en el cheLA (Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano), y por el que han pasado en alrededor de cuatro años de trabajo más de 20 músicos y artistas visuales, se constituyó a fines de 2018 en Buenos Aires para estudiar y ejecutar de forma integral esta obra.
Como observa también Tilbury, interpretar el Treatise demanda convivir con la obra durante un tiempo prolongado, habitarla como quien habita una ciudad desconocida y recorrer sus calles en una deriva situacionista. Este es el enfoque adoptado para su versión por el ensamble APIR, integrado en la actualidad por Omar Grandoso, Carolina Rizzi, Sam Nacht, María Heller, Mauro Koliva, Milton Kalbermatter, Pablo Ifantidis, Francisco Ali-Brouchoud, Fabiana Galante, Luis Conde y Christian Vizcalaza.
*Treatise, de Cornelius Cardew, por el ensamble APIR. En el Centro Hipermediático Experimental Latinoamericano (cheLA), Iguazú 451, CABA, a las 19 (puntual)