Conocido por su pluma ágil, divertida y honesta, el destacado periodista, novelista y poeta argentino Carlos Salem ha publicado 39 libros y ha sido reconocido a nivel internacional por sus textos ficción, con personajes realistas, humanos y llenos de pulsaciones que los hacen creíbles para el lector.
Con toda esa experiencia, se presenta en el Palacio Rioja en Viña del Mar, en el marco de la Semana de la novela negra Puerto Negro, que organiza la Universidad Andrés Bello (UNAB). La actividad es gratuita, previa inscripción en cultura.unab.cl y cuentacon transmisión vía streaming a través del canal de YouTube UNAB TV. “La lectura es fundamental, y las universidades tiene un papel muy importante, prueba de eso es Puerto Negro, que es una manera de acercar la literatura a los lectores y los autores”, dice Salem.
En esta entrevista Salem repasó algunos hitos de su vida, los autores que lo han inspirado y los proyectos en torno a sus dos próximas novelas: la continuación de Matar y guardar la ropa y el cierre de la saga de la Brigada de los Apóstoles. Radicado en España desde 1988, su obra ha recorrido el mundo y ha sido traducida a múltiples idiomas, entre ellos el alemán, francés e italiano. En territorio español es donde acuñó el término “cerveza ficción”, un “género literario” que nace medio en broma, pero bajo el cual –sostiene– pueden catalogarse al menos tres de sus obras.
—¿Qué es la “cerveza ficción”?
—La “cerveza ficción” podría decir que no existe o que empezó como una broma. Pero casi toda broma tiene algún viso de seriedad. Siempre he sido muy reacio a las etiquetas literarias, creo que estas se inventan para que la gente no tenga que pensar.
Una vez inventé en broma la “cerveza ficción”, escribí un relato el cual teóricamente eran las bases fundacionales de un supuesto género y lo publiqué en un libro de relatos. Es cierto que la broma toma ciertos visos de seriedad, pero no voy a pretender inventar un género. Lo que sí es cierto que he publicado ya por lo menos tres novelas y dos libros de relatos que encajarían dentro de ese género, que son relatos noctámbulos que suelen tener los bares como escenarios.
En la noche pasan millones de maravillas y atrocidades. En la noche puede alguien contarle su vida a un desconocido, lo que no le contaría a su mejor amigo. La noche es un territorio mágico y terrible. Entonces, en ese sentido, yo diría que, si alguien quiere adentrarse en la “cerveza ficción”, está por ahí el decálogo. La esencia es escribir relatos que tengan la noche y los bares. Todo lo que pasa en cualquier ciudad del mundo durante la noche y que tratamos de olvidar durante el día o que nos empeñamos en recordar de una manera diferente.
—¿Y cómo llega a la novela negra como género?
—A la novela negra llegué por casualidad y por vocación. Por vocación porque ya digo que Raymond Chandler yo lo leí a los 13 años con El Largo Adiós y me pareció una de las mejores novelas que había leído en mi vida y ya para entonces había leído unas cuantas. Sin embargo, nunca me planteé escribir novela negra, realmente era más proclive a escribir otro tipo de narrativa más fantástica, social, o sea no lo tenía previsto. De joven me gustaba mucho la ciencia ficción y la novela negra la reemplazó, me pareció que era la novela de realidad cotidiana más importante de los últimos 50 años o más, por lo tanto, no me sorprende haber llegado allá, pero no lo pretendía.
Cuando escribí mi primera novela Camino de Ida, ganadora del premio a la mejor primera novela de la Semana Negra de Gijón, y ese mismo año una editorial francesa pequeñita me adquiere los derechos para traducirlo, lo que pensé que iba a ser una efímera aventura desembocó en 14 años publicando con Actes Sud, que es una de las más grandes editoriales en Francia.
—Y a pesar de no ser el género en el que pretendía desarrollar su carrera continuó en él, ¿por qué?
—Cuando tuve que hacer la segunda novela tenía varias historias en mente, incluso comenzadas, y me incliné por una que es negra hasta cierto punto que se llama Matar y guardar la ropa, que es sobre una crisis de los 40, un asesino profesional divorciado y padre de familia. Es una novela con muchos toques de humor que también tuvo una serie de premios importantes en Francia y fue publicada en Italia y Alemania. Entonces de alguna manera fui dejando que se colase por ahí, pero no por obligación, sino porque tenía muchas historias que tenían que ver con el género. Ahora ya muchos años después, puedo decir que me he abocado a novelas negras en el sentido más clásico, pero siempre con mi estilo, como es la saga de los apóstoles en la que estoy inmerso ahora.
—¿Y en esta carrera cómo lo han influenciado sus ídolos literarios?
—Mis ídolos literarios son tantos que hace más de 15 años escribí un poema nombrándolos y cuando ya iba en 70, decidí dejarlo. Es cierto que hay gente que te marca de una manera más directa, más evidente, aunque con el tiempo se vaya debilitando en la apariencia. Pues seguramente, Julio Cortázar me marcó muchísimo. Raymond Chandler, Italo Calvino, Joseph Conrad, Jack London, son escritores que han marcado mucho mi manera de ver, de disfrutar de la literatura y de querer escribir.
Próximas publicaciones de Carlos Salem
Respecto a sus próximas publicaciones, Carlos Salem adelantó que el año que viene publicará la segunda parte de Matar y guardar la ropa”, editada en 2008 y ganadora de los premios Premio Novelpol y Premio Paris Noir, de España y Francia respectivamente. “Esa novela tenía una segunda parte latente para mí, y esta nueva publicación viene a cerrar ese círculo”, adelanta.
Además, tiene en carpeta la última novela de la saga de la Brigada de los Apóstoles, que completaría las historias narradas en Los que merecen morir, Madrid nos mata y la recientemente publicada Los dioses también mueren.
—Sobre su última obra, Los dioses también mueren ¿Qué lo inspiró a situar el crimen 40 años atrás?
—Me pareció interesante porque era algo que yo no había hecho. Este libro es parte de la saga de los apóstoles, que está formada por cuatro libros y que son independientes en su lectura, pero son los mismos personajes, entonces puede leerse en orden cronológico o no.
Es casi un clásico en los thrillers de los últimos años, que todo tenga que ver con 40 o 50 años atrás, entonces me pareció muy interesante jugar a que las dos historias que se entrelazan en esta novela, las dos investigaciones –la personal por parte del protagonista y la profesional–, tuvieran su origen muchos años antes, posiblemente casi en la misma época, porque aparte eso permite echar una mirada hacia atrás.
—¿Cuándo podríamos tener disponible en las librerías el final de esta saga con Los pecados de los Apóstoles?
—Los libros ya los tengo ideados de hace mucho tiempo, he ido puliéndolos en la mente y haciéndolos, y faltan dos años para que salga el último. Diría que prácticamente está escrita el 60% de la novela, pero claro, es una despedida también fuerte para mí. Entonces quiero que sea lo más ajustado el compás, como en una sinfonía y necesito un tiempo para separarme un poquito, tener ganas de ir a ella y terminarla.
Además, con la tercera ha ocurrido algo interesante que ha revitalizado el interés por las dos primeras. Y quiero darle un pequeño respiro a la trama, porque luego posiblemente en la última la liga de los apóstoles se va a disolver y puede que los personajes, algunos, aparezcan en otras novelas.
—¿Por qué decide que sus personajes sean reales?, ¿Qué aporte hacen a la trama este tipo de personajes y que no se logra con personajes empaquetados?
—Yo creo que mis personajes son tan poco creíbles que necesito que sean creíbles. Sé que se usa con buena intención el término verosimilitud respecto a los personajes, pero yo creo que en la literatura existe la credibilidad. Si yo digo que las vacas vuelan, si lo hago bien, quien salga a la calle va a mirar hacia arriba por miedo a que una vaca le mande un regalito desde 300 metros de altura. Es una frase que yo uso mucho cuando doy talleres de escritura, porque la credibilidad depende de cómo tú engatuses amablemente al lector o a la lectora para que crea o entienda, o se meta en el juego que le propones.
Dentro de esto, creo que los personajes tienen que ser reales sin exceso, me molestan mucho esos personajes que son solamente arquetípicos, que es malo-malo y bueno-bueno, o esa gente que parece que nunca va al baño. Es imposible explicar –por lo menos para mí– todo lo que pasaría dentro de un personaje, o no sería una novela que me apetecería escribir, pero sí cuáles son las pulsiones primarias que tiene y muchas veces hacemos las cosas por cuestiones absurdas, tontas, pequeñas, entonces creo que los personajes son reales y son creíbles.
Si tú te crees el personaje, da igual que sea poco probable que existiera en la realidad, pero yo te he convencido de que ese personaje está dentro de esa tesitura y lo acompañas en el viaje y al acompañarlo en el viaje, de alguna manera, aunque no estés de acuerdo con todo lo que hace, te sumas a su aventura. Eso es lo que yo pretendo, no que la gente ame a mis personajes, sino que los comprenda, incluso desde la diferencia. Curiosamente eso hace que mucha gente ame mucho a muchos de mis personajes, hasta tal punto que tengo prohibido matar a algunos en alguna novela futura.
[Fotos: Gentileza Prensa Puerto Negro]