“Mishio, esgunfio, abombao, sin ventolina, / con vestuario averiao, bien fulería, / mal mirao, por andar mistonguería, / sin laboro, bulín ni percantina”, escribía Felipe H. Fernández, conocido como Yacaré, en sus Versos rantifusos de 1916. Cada palabra suena con una belleza impoluta y, aunque luzcan como enigmas a descifrar, el sentido se percibe: la sensibilidad y la inteligencia del poeta. Eso es el lunfardo, una lengua tribal, un magma que le agrega capas de sentido a los conceptos. Pero, ¿sigue vigente? ¿Está cristalizado en el pasado o ha ido mutando hasta nuestros días? Su actualidad la marca un episodio: por primera vez en la historia la Academia Argentina de Letras ha incorporado a un especialista en lunfardo: Oscar Conde. Este martes en el Palacio Errázuriz se hará el acto de aceptación.
Viejo argot actual
“Poco a poco, en los últimos años, fue ingresando el lunfardo a la universidad”. El que habla, del otro lado del teléfono, es Oscar Conde, claro. Es Doctor en Letras, poeta, ensayista, docente universitario y autor de La risa postergada, Lunfardo, Poéticas del tango y Poéticas del Rock, entre otros libros. “Es también el trabajo que venimos haciendo con cuatro o cinco colegas, y en la Academia Porteña del Lunfardo. Era algo que se había hecho en algún momento y un poco tímidamente. Hubo ya colegas interesados que en la materia Gramática en la UBA han puesto una unidad de lunfardo. En la UBA y en otras instituciones. Entre todos le dimos como un pequeño impulso a los estudios del lunfardo. Por un lado, llevarlo a la universidad, al aula. Por otro, publicando libros y artículos”, agrega.
Pero Conde hace una distinción central para entender el fenómeno y responder la pregunta por su vigencia: “Una cosa es el lunfardo como continuidad de aquel argot que empezó en 1870 más o menos y que llega hasta hoy, y otro es el lunfardo que se usa hoy en la calle”. Y agrega: “Cada vez yo me especializo menos en este lunfardo de hoy porque me di cuenta hace unos años de que no están completos los diccionarios del lunfardo, en cuanto al lunfardo antiguo, al lunfardo de hace cien años. ¿Y de dónde se puede estudiar eso? Bueno, de los autores que escribieron literatura en lunfardo, tanto poesía como teatro, como narrativa, como columnas de prensa, letras de canciones. Hace años que yo estoy más bien empeñado investigando esos textos antiguos”.
Una puerta a los argentinismos
La primera vez que Jorge Fernández Díaz escuchó a Gardel y a Discépolo fue en la casa de Oscar Conde. “Sí, en su casa. Teníamos diez años. Es una historia curiosa de amistad que un poco la voy a contar en el discurso”, cuenta el reconocido escritor y periodista, miembro de la Academia desde 2017. El martes, en el acto de aceptación de Conde, leerá unas palabras. “La Academia del Lunfardo siempre fue una cosa y la de Letras otra cosa. Pero ahora, en esta nueva gestión, se le dio un gran impulso al estudio de los argentinismos. Hay muchos lingüistas muy interesados y con una cabeza más abierta a otras expresiones. Por eso no es que solamente entra Conde a la Academia. Con él entran también como poetas legitimados, por así decirlo, Manzi, Cadícamo, Discépolo, Spinetta, Calamaro, García”.
“Conde hizo toda una carrera clásica en la universidad —continúa Fernández Díaz— antes de meterse con el lunfardo: griego, latín, una carrera clásica, y con esos elementos científicos empezó a estudiar hace años el lunfardo. Tiene un libro ya canónico que es el Diccionario etimológico del lunfardo. Y paralelamente se dedicó a todas las áreas de las culturas populares, un poco en la tradición de Aníbal Ford, de Laforgue, de Rivera, de Romano, de Sasturain, los que se han dedicado a los géneros populares como el policial, la historieta, el folletín, la ciencia ficción. Géneros populares o géneros marginalizados que tienen una importancia muy grande. Oscar entra dentro de esa tradición y lo que lleva es básicamente la poética del tango y del rock”.
El espíritu de Yacaré
Yacaré, como se lo conoce a Felipe H. Fernández, nació en 1889. en General Hornos, partido de General Las Heras, provincia de Buenos Aires. Publicó dos libros de poesía. Uno es un hito: Versos rantifusos. Esta misma semana Conde junto a Claudio Martínez publicaron una edición de este libro con varios poemas más. “¿Qué tiene de particular? Que el libro está anotado. Todos los lunfardismos que aparecen ahí tienen una nota al pie para que el lector de hoy entienda qué quiere decir cada palabra. Eso nos permite aprender un montón de palabras del lunfardo que no estaban en los diccionarios y que pacientemente las vamos compilando, registrando, guardando hasta que llegue el momento de hacer nosotros mismos un nuevo diccionario de lunfardo, mucho más completo que los que existen hasta ahora”.
“Versos rantifusos se volvió a publicar cuatro veces, luego de la primera edición, pero siempre sin ningún tipo de nota ni nada. Hubo una edición de la década del sesenta que tenía un pequeño estudio preliminar y un glosario al final muy acotado, muy breve. Pero nada más que eso”, agrega. El segundo libro que publicó Yacaré fue un libro de versos modernistas. Conde lo define como “bastante pobre, bastante previsible en comparación con el nivel del anterior”. Yacaré murió el 13 agosto de 1929 muy joven de tuberculosis y algo olvidado. “Mucho más recordado y conocido es Carlos de la Púa, que es el poeta que lo continuó, por decir así, y que publica ya a mediados de la década del veinte la famosa La crencha engrasada, que es un libro mucho más famoso”.
“En general, el recuerdo tiene que ver —dice Conde— con el rescate que hizo a partir de la década del sesenta y hasta la década del ochenta Edmundo Rivero, grabando varios de los poemas de estos autores. Eso los trajo un poco de vuelta a la vida. Lo que a mí me interesa es rescatar estos textos que fueron importantes, en el sentido de que fueron hitos en su momento, aunque nadie se diera cuenta en el momento; pero lo fueron. Y mostrar como en Yacaré, en Versos rantifusos, hay un preanuncio de lo que un año después sería el primer tango canción, que es ‘Mi noche triste’ —compuesto por Samuel Castriota—, y ahí está el espíritu que va a animar a Contursi a ponerles letras a varios tangos instrumentales a partir de 1917, 1918, 1919 y 1920, que son los primeros tangos que graba Gardel”.
Conde explica con mucha claridad que “hay una conexión” porque si Evaristo Carriego “pinta el barrio de Palermo, que en aquel momento era un barrio alejadísimo del centro y en el límite casi de la ciudad urbanizada, un barrio humilde, modesto”, lo que hace Yacaré es ”pintar por dentro el conventillo”. “Todos los personajes que pueden convivir en un conventillo están en Versos rantifusos. De esa materia está hecho un poco el primer tango canción, de las historias de los reos, de los desamparados, del que se va a vivir con una mina a una piecita y la mina al mes lo abandona, se queda sin trabajo y tiene que salir a robar. Esas historias que se cuentan en la poesía lunfarda, que son historias de una actualidad espeluznante en algún sentido”, cuenta.
El lunfardo no es un fósil
“El lunfardo está vigente porque también hoy ‘el pueblo agranda el idioma’”, dice Irene Amuchástegui citando el lema de la Academia Porteña del Lunfardo de la que es miembro. “Identifico como lunfardo a un repertorio de voces usadas o creadas con fines expresivos al margen de la norma lingüística ‘oficial’: puede ser el arcaico ‘percanta’ o el reciente ‘milipili’. Es un tesoro léxico en continua ampliación y transformación”, agrega esta periodista, editora y conductora del programa televisivo La Agenda. Por su parte, Alicia Zorrilla, presidenta de la Academia Argentina de Letras, sostiene: “Los lunfardismos, siempre vigentes, nos hablan de otro tiempo de nuestro país, de su historia, de su mestizaje verbal, de la influencia del tango, pero también de la actualidad, muy propicia al uso lúdico de las palabras”.
Zorrilla explica que los lunfardismos “se insertan en nuestro discurso casi sin darnos cuenta y lo encienden de otra vida”. Luego enumera algunos ejemplos: “La capocha es la cabeza, el careta es el caradura, salir de jirafa es salir de gira y un avión es una mujer muy atractiva”. Amuchástegui adhiere al planteo y agrega: “La literatura y la canción popular (el tango, en particular) son garantes de la vigencia del corpus histórico del lunfardo: infinidad de giros que hoy no se escuchan en la calle siguen vivos en los libros y en los repertorios musicales. Pero el lunfardo no es un fósil: me gusta pensar que, mientras formulo esta frase, alguien en algún lugar de Buenos Aires está acuñando un neologismo o resignificando una palabra con destino popular”.
La vigencia inconsciente
El lenguaje villero, así, a secas, como se lo ha cristalizado en alguna que otra ocasión, ¿no es parte del lunfardo, acaso? “No es que un día terminó el lunfardo y empezó otra cosa. Lo que nosotros llamamos al argot del Río de la Plata, que ahora ya es argot nacional, lunfardo se llama. Lo sepan o no los hablantes”, dice Conde y recuerda algunas encuestas que hizo junto a sus estudiantes. Recuerda un diálogo con un encuestado que se la daba de culto:
—¿Usted habla con palabras lunfardas?
—No, nunca. Yo soy una persona muy educada.
—¿Conoce la palabra canchero?
—Sí, claro.
—¿La usa?
—Sí.
—Canchero es lunfardo.
“Canchero, chanta, faso... hay un montón de palabras que la gente no tiene ni siquiera conciencia de que son palabras lunfardas. Si una piba dice ‘estoy con la bendi’, por la bendición, eso es lunfardo. Si mi hija me dice tal cosa y después dice ‘hare’, eso es lunfardo. ¿Qué otra cosa puede ser? Si se dice de alguien que barriletea o que está copeteado o cualquiera de esos términos que usan los jóvenes mayormente, pertenecen al nuevo lunfardo, evidentemente. Obvio que hay palabras lunfardas de 1920 que en 2023 ya no se usan, como cotorro, que es un sinónimo de bulín, aunque quizás se usa más bulo que bulín. La palabra compadrito creo que tampoco. Pero la palabra pibe sí: más que nunca. O chamuyar o chorro: todas palabras lunfardas que tienen una vigencia tremenda”, concluye Oscar Conde.