En una tranquila tarde de primero de mayo, durante la última manifestación en Recoletos, la renombrada artista Maruja Mallo encontró la inspiración que daría vida a una de sus obras maestras, Sorpresa de trigo. Mientras observaba el desfile sereno, un giro inesperado del destino la llevó a crear esta impactante pieza artística.
“Estábamos dando la espalda a Colón, hoy desaparecido. Pasaban unos señores con los ojos mirando al cielo”, narraba Mallo sobre el evento. “María Zambrano pronunció: ‘Estos son los liberales’”, continúa. En medio del desfile, una muchachada decidida desfiló haciendo un simulacro de armas, lo que ella interpretó como los precursores de un “nuevo imperio inédito”. Pero lo que realmente capturó su atención fue un brazo que se alzaba en el aire, sosteniendo un enorme pan como si fuera una eucaristía.
Al acercarse, Maruja preguntó de dónde venían. “Venimos andando desde Tarazona”, dijeron. “¿Y qué queréis?” Pan”, respondieron. Esta experiencia se convirtió en la semilla para su obra Sorpresa de trigo –perteneciente a la serie La religión del trabajo–,una celebración visual del poder del pueblo y la importancia del alimento en medio de los tiempos tumultuosos.
Maruja Mallo, nacida como Ana María Gómez González en Viveiro, Lugo, se convirtió en una de las principales artistas de la influyente Generación del 27 en España. Abrazando su libertad creativa, se trasladó a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde entabló una amistad duradera con Salvador Dalí, quien la influenció profundamente en su viaje artístico. Esa misma libertad es la que hizo que abandonara la academia, por sentirse “encorsetada”.
Respetada como un miembro clave del movimiento, Mallo vivió noches de juerga y poesía surrealista con figuras como Dalí, Lorca y Alberti –con quien vivió un romance–. A pesar de enfrentar la oposición de personas como Buñuel, debido a su defensa del amor libre y la igualdad de género, Mallo siguió su propio camino artístico y personal.
Parte de las “sin sombrero”, un grupo de jóvenes intelectuales que desafiaron las normas sociales de la época, Mallo vivió sin restricciones ni dependencias. Sus conquistas amorosas incluyeron a poetas como Pablo Neruda y Miguel Hernández. Admirada por figuras como Éluard, Warhol y Breton, Maruja Mallo también vivió en París y Nueva York tras la guerra civil española.
Su arte pasó por diversas etapas, desde un surrealismo colorista y optimista en los años 20 hasta una fase sombría y caótica en los 30. Experimentó técnicamente, incorporando materiales orgánicos, como ceniza y cal en sus obras. A lo largo de su carrera, Mallo demostró una habilidad excepcional en la pintura figurativa y se dedicó a la colección de objetos y caracolas del mar, reflejando su profundo vínculo con la naturaleza.
Después de un cuarto de siglo en el exilio, Mallo regresó a su país en la década de 1960. Falleció en 1995. Su legado perdura como un testimonio de su valentía, creatividad y compromiso con la libertad artística y social.
Esta es la historia de cómo una manifestación inspiró una obra maestra y de cómo Maruja Mallo, a través de su arte y su vida, dejó una marca indeleble en el mundo del arte y la cultura.