Cómo la música tecno cambió la cara de Berlin

Luego de la caída del Muro en 1989, la ola electrónica logró unir a todas las tribus urbanas de la capital alemana en la pista de baile, y de esta manera promovió un espíritu de horizontalidad e igualdad

Guardar
"Der Klang der Familie: Berlín, el tecno y la caída del Muro", de Felix Denk y Sven Von Thülen
"Der Klang der Familie: Berlín, el tecno y la caída del Muro", de Felix Denk y Sven Von Thülen

Su naturaleza sintética, maquinal y violenta no impide que la música tecno logre la unión entre las personas. Existe una horizontalidad en la pista de baile: no hay lugar para la individualización, todos somos iguales. Y lo que sucedió hace casi cuarenta años en la capital de Alemania tiene mucho que ver con eso. Felix Denk y Sven Von Thülen, autores del libro Der Klang der Familie: Berlín, el tecno y la caída del Muro, lo describen a la perfección.

De okupas, punks y artistas

A pesar de su pasado vanguardista como sede de la última escuela Bauhaus, a fines de los años setenta Berlín era una ciudad empobrecida y decadente. Del lado del Este, el régimen comunista hacía uso y abuso de su gran hermano, la Stasi, el servicio secreto de policía que encarcelaba a quienes se corrían de la línea de pensamiento oficial. Los jóvenes del Berlín occidental, por su parte, eran esclavos del desempleo y la heroína; la película Yo, Christiane F, basada en la vida de la joven Christiane Felscherinow, es un buen ejemplo de lo que se vivía en el lado más amable del muro. También es recomendable el excelente documental de 2015, B-Movie - Lust & Sound in West Berlin 1979-1989.

"Yo, Cristina F" se centra en una adolescente desamparada que vive con su madre soltera es víctima de un narcotraficante en Berlín (Foto: prensa Prime Video)
"Yo, Cristina F" se centra en una adolescente desamparada que vive con su madre soltera es víctima de un narcotraficante en Berlín (Foto: prensa Prime Video)

Fue hacia los primeros años de la década del ochenta, debajo del entramado de crisis política, social y económica, cuando la cultura underground comenzó a tomar relevancia. Partiendo del lema punk do it yourself (házlo tú mismo) se creó una subcultura artística de improvisación, autonomía y espontaneidad. Einstürzende Neubauten, por ejemplo, fue un proyecto musical que exploró la experimentación del ruido valiéndose de herramientas, chatarra, taladros y voces saturadas. Uno de los escenarios más emblemáticos de la época fue el espacio cultural Tacheles. Antiguo edificio de oficinas de la Gestapo, fue tomado por okupas y convertido en centro cultural hasta su triste final en el año 2012.

Sin embargo, estas expresiones under formadas alrededor de escuelas de arte no lograban filtrarse en la juventud, demasiado entregado su espíritu al descontento, el hooliganismo, las drogas y el rock más clásico. Pero siempre hay una luz que permanece encendida y en este caso sería un sonido extranjero que reverberaba desde el otro lado del océano.

"B-Movie - Lust & Sound in West Berlin 1979-1989" es un documental que se centra en la cultura previa a la caída del Muro de Berlín (Foto: MUBI)
"B-Movie - Lust & Sound in West Berlin 1979-1989" es un documental que se centra en la cultura previa a la caída del Muro de Berlín (Foto: MUBI)

Futuro y libertad (desconocida)

Hacia 1981, influidos tanto por grupos avant garde (Kraftwerk, Neu, Can) como por la música Disco y el Hip Hop, músicos y DJs afroamericanos de Detroit comenzaron a hacer collages musicales con multipistas, cajas de ritmos y sintetizadores. También se estaba produciendo al mismo tiempo un sonido derivado de esta techno music en la ciudad de Chicago, el house y su versión lisérgica, el acid house, que estaban a punto de tomar un avión con destino al centro de Europa.

En el libro anteriormente mencionado, los autores vuelcan más de ciento cincuenta entrevistas que dan cuenta del arribo del fenómeno tecno en la Berlín triste de aquellos años. Las voces pertenecen a organizadores de fiestas clandestinas, DJs, bailarines y personal de seguridad de pasado sospechoso. Muchos coinciden en lo que significó espiritualmente la llegada de esa música: resaltan la revolución y el poder transformador que tuvo el tecno tanto para las personas necesitadas de emociones nuevas como para la infraestructura de la ciudad. Vale nuevamente hacer la diferencia a uno y otro lado del muro. Para la juventud de Berlín occidental esta música significó la llegada (tardía) del futuro prometido por el capitalismo oxidado. En cambio, en los jóvenes del este, cuyo acceso a esta música era prácticamente nulo salvo por alguna onda de radio mal captada o el contrabando de discos, fue lisa y llanamente la liberación del espíritu. Nada volvió a ser igual después del tecno.

Iggy Pop y David Bowie en tiempos de "The Idiot"  (Foto: Mediapunch/Shutterstock)
Iggy Pop y David Bowie en tiempos de "The Idiot" (Foto: Mediapunch/Shutterstock)

Pum chin pum chin pum

El rock, o lo que se entiende de primera mano como rock, quedaba afuera. Ya no importaba la relación simbiótica y fructífera de otros años entre esa música y la ciudad. David Bowie grabó ahí lo que se conoce como su trilogía berlinesa (Low, Heroes y Lodger) e Iggy Pop hizo la mezcla de su disco The Idiot. También Nick Cave vivió unos años en Berlín, pero todos ellos ya eran parte de un pasado ominoso y viejo. Estaban las bandas inglesas de synth pop que cada tanto daban recitales, pero la capital alemana carecía de una escena propia que representara el sentir escapista de la época.

Así fue como cualquier punto del oeste en el que hubiera una construcción en desuso fue apto para armar una fiesta. Ya fuera un galpón, un depósito, una central eléctrica abandonada o un negocio con muy bajo alquiler, todo servía para formar una especie de cofradía en la que reinaba la única estrella de la noche, la música tecno. Algunos de los testimonios del libro dicen que el estilo, aunque foráneo, encajó perfecto porque era una música totalmente desprovista de sentimientos que pudieran ser captados a primera mano. Los beats, los secuenciadores y los sonidos envasados nada tenían que ver con los aburridos solos de guitarra y la pose infatuada del rockero promedio.

Después de que el muro llegara a su fin, la noche del 9 de noviembre de 1989, todo este bagaje nuevo y la oscuridad que otorgaban las pistas de baile ayudarían a los berlineses del este a desenvolverse con total libertad, dejando de lado el acartonamiento y la sumisión inherentes a los viejos tiempos de represión. La música bailable fue el vehículo para la emancipación.

Democracia y comunidad: nace una cultura

Pronto esa hermandad de noctámbulos muta en una horda de fanáticos que a su vez forman una comunidad. La autosugestión de los organizadores y de los sellos independientes es lo que manda. Todos colaboran en pos de un valor nuevo que les dé identidad. Se organiza en grupo y se disfruta también en grupo.

Ahora el DJ es el médium que promueve el ritual. Westbam, Paul Van Dyk y Dr Motte son de los primeros en hacerse de un nombre en la escena. En la fiesta ya no importa el origen de los asistentes, todos tienen el mismo lugar, ese que el rock jamás les dio por conservador y pretencioso. En los subsuelos oscuros de Berlín y al ritmo de la música house conviven los anarcopunks más curiosos con los breakdancers de Postdamer Platz, los gays con los soldados extranjeros, los artistas más vanguardistas con los hooligans y los trabajadores de las zonas obreras como Kreuzberg. No hay códigos de vestimenta, mucho menos sitios de privilegio. Todos son bienvenidos.

"Love Parade" fue una de los encuentros de música electrónica más convocantes (Foto: EFE)
"Love Parade" fue una de los encuentros de música electrónica más convocantes (Foto: EFE)

“No había otro lugar en el mundo más apropiado para que el tecno se volviera masivo que Berlín”, juran varios de los entrevistados en el libro. Con los años, la ciudad es la meca de la música tecno. El colectivo de DJs de Detroit, Suburban Resistance, plantan bandera. Las discotecas proliferan y se suceden en importancia según el paso de la moda: el pionero UFO, E-Werk y el todavía vigente Tresor, que cerró y volvió a abrir, y que también es un sello reconocido.

Como apoteosis, el 1 de julio del año 89 se celebró la primera edición del Love Parade, el primer festival que celebró la música electrónica bailable. Fue creado por el disc jockey Dr Motte como una manifestación política en favor del amor, la unión y la libertad y no en contra de algo establecido, como sí habían sido las manifestaciones berlinesas hasta entonces.

Cuarenta años después

Con el tiempo, la música tecno se popularizó a nivel mundial. Hoy los DJs son estrellas, figuras internacionales tan importantes como las de otros estilos. El Love Parade generó un paradigma a imitar y son ahora muchísimos más los festivales populares de música electrónica.

A pesar de esta mercantilización, sin embargo, siempre estará en el recuerdo de los tecnófilos esa escena primal, nacida en los subsuelos oscuros y calurosos de Berlín, ese tecno de características explosivas y contestatarias con las que forjó su identidad.

Guardar