Este jueves se estrenó la película Puan, una divertida y sofisticada comedia (dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat) que tiene como escenario los pasillos, las aulas y, sobre todo, las personas (en particular, los profesores) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Para quienes conocen el edificio sito en la calle de ese nombre en Caballito, antigua fábrica de cigarrillos, podrán reconocer un cierto espíritu que recorre la narración cinematográfica, un zeitgeist particular que no responde, como marca la definición del vocablo alemán, al espíritu de una “era”, pero sí convoca a otro espíritu. Digamos: el zeitgeist de Puan conjuga una arquitectura determinada, unas vocaciones similares, el imperativo del pensamiento, y la presencia en las paredes del tiempo de la “revolución” —impertérrita frente a los acontecimientos sociales más generales en sus afiches, murales, pintadas—, su patio y el encuentro de varios tiempos en compartimentos bien marcados.
En esa jungla puanesca conviven los estudiantes sofisticados de Letras (yo estudié, pero no terminé la carrera, me está vedado el adjetivo puanner) y Filosofía con una tendencia al jipismo estético de los estudiantes de Antropología y el gesto erudito de la cofradía de Historia (que tiene como contrapartida al contingente mayoritario de activistas de esa carrera, que a veces podrían ser calificados con el adjetivo de “pesados”; más allá de que se reconozca la pasión concentrada del mandato de la historia que los lleva a sostener volantes y mesitas).
Se podría afirmar que esa facultad es única en su clase, que el caos y el soplo de libertad que recorre sus pasillos se compagina bien con su rol de espacio dedicado al conocimiento y al pensamiento. Allí se forman, camada tras camada, personas que alguna vez podrán integrar el campo intelectual, si es que deciden trasladar a la arena política pública aquello que fue forjándose en aquellas aulas y grupos de estudio. Es una posibilidad. También es cierto que el aura que otorgaba que el edificio hubiera albergado a una fábrica de cigarrillos en sus comienzos, producía un destino a profesores y estudiantes que hacían del fumar tabaco una marca del ser. Afortunadamente, ya no se fuma en esas aulas y la minoría que sigue fumando tabaco y otros humos debe hacerlo en su patio central.
Pero volvamos a la película que tiene como protagonista a Marcelo (interpretado por Marcelo Subiotto), un profesor de filosofía que, ante la muerte repentina del titular de la cátedra de Filosofía Política, a la que pertenece, es considerado como su sucesor natural. Sin embargo, la llegada de Rafael (Leonardo Sbaraglia), profesor emigrado a Alemania y que ostenta los pergaminos de la academia europea, llega a Buenos Aires con la intención de hacerse cargo de la cátedra sin titular. A partir de este duelo se desarrollará el clímax narrativo con sus subtramas familiares, bolivianas, de la educación filosófica de ancianas burguesas y más.
Sin incurrir en el pecado del spoiler, se puede asegurar que un tramo del film presenta con claridad cómo la ficción puede condensar las coordenadas del presente. Hay que aclarar que Puán es también un film político. La mujer de Marcelo es una abogada feminista y realiza tumultuosas reuniones de mujeres en su hogar. Marcelo mismo debe salir a complementar su salario de docente universitario (que no parece depositarse nunca) dando clases en un barrio popular, acompañado por un gendarme que lo custodia por seguridad. O debe dar clases a una anciana burguesa cuya ama de casa vela por su seguridad, confort y dinero en contra de Marcelo, un extraño que ingresa a la residencia. Pero el tramo referido es el siguiente.
La crisis económica avanza de manera estrepitosa. El precio del dólar blue no para de subir. La universidad pública está en peligro. De pronto, todos los protagonistas de la narración deben aunarse sin que importen sus diferencias no sólo para defender un estado de las cosas, sino para enfrentar a los que quieren hundirlo en la miseria.
Es un gran momento del film. El ensayista y cineasta alemán Alexander Kluge escribió sobre este tipo de escenarios históricos y remitió a Rosa Luxemburgo para ejemplificarlos. (Permítaseme señalar que Kluge es el director de El Capital, Noticias de la antigüedad ideológica. Marx, Eisenstein, un monumental documental de 2008 de nueve horas de duración que retoma el proyecto de Sergei Eisenstein de filmar Das Kapital, la obra central de Karl Marx, y que logra un producto cinematográfico lleno de energía y luminosidad). Sigamos. En un volumen que editó el Teatro Nacional Cervantes en 2018 durante el ciclo Marx nace, en la época en que Alejandro Tantanián dirigía la institución y que pasará a la memoria como uno de esos grandes eventos que fueron una excepción durante el oscuro periodo cultural del macrismo en la Argentina, se publicó (bajo la edición de Fernando de Leonardis y Carla Imbrogno) un ensayo de Kluge llamado “Historias para quienes se interesen por Marx”.
Una de esas historias se titula “¿Qué es un ‘grupo en fusión’? Rosa Luxemburg y la revolución de 1905″. Y dice:
“El ‘grupo en fusión’ es el elemento de todas las revoluciones. Los hombres se unen. Sin saberlo, sus atributos se fusionan de manera no deliberada, formando algo totalmente nuevo en relación con la vida que llevaron hasta ese momento. Ignorando su fuerza de voluntad, bajo la presión de la agitación que se ha apoderado de la ciudad, en virtud de su capacidad de intuición y su energía. Llegan refuerzos desde el campo. Se incorporan. El ‘nuevo hombre revolucionario’ (elemento inestable al principio) no lo forman personas, los hombres viejos propiamente dichos; antes bien, surge entre ellos, de los huecos que los separaban en la vida cotidiana”.
¿No es un hermoso y necesario programa político? Una cosa. Se acaba de editar la Poesía completa de César Vallejo por la editorial Lumen. Entiendo que para muchos, entre quienes me incluyo, Vallejo es la voz poética en lengua española más importante del siglo XX y cuyo influjo perdura atravesadas ya unas décadas de este siglo XXI. Cualquier persona que quiera tener en un ejemplar toda la energía eléctrica de Vallejo debería hacerse de un ejemplar. Creo que ese “grupo en fusión” podría reconocerse en este gran poema, Masa, uno de los que más me gusta en el mundo entero:
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar...
Luego de la digresión vallejiana, volvamos a Kluge, que luego vuelve y cuenta cómo describió Rosa la revolución rusa de 1905 cuando llegó a Kiev, en la actual Ucrania, para incorporarse a ella y estudiarla:
“Rosa Luxemburg, que al enterarse del estallido de la revolución había acudido desde Berlín, llegó demasiado tarde e intentó reconstruir la experiencia de los primeros días de la revolución. Recopiló informes. Todas las noticias coincidían en un punto, a saber: que en el momento del estallido los avisos, las ideas, el impulso a actuar, se propagaban entre la gente más rápido de lo que podían hacerlo valiéndose de la telegrafía o los medios de transporte. Tuvo la impresión, y así lo puso por escrito, no sin cierta grandilocuencia, en sus artículos para el Leipziger Volkszeitung, de que ahí actuaba UN SOLO SER VIVO, UN TRABAJADOR COLECTIVO REVOLUCIONARIO. Al cabo de apenas unos días, esa impresión sólo fue un recuerdo. El ‘gigante’ sobre el que había escrito parecía haberse desmoronado poco tiempo después”.
La escena de Puan que fue señalada, es asombrosa en cuanto a su actualidad, a nuestra contemporaneidad, sobre todo al saberse que fue guionada cuatro años atrás, según contó Benjamín Naishtat en una entrevista en el programa Pasaron cosas de Radio con Vos, conducido por Alejandro Bercovich.
El texto de Kluge es una apelación al cuerpo social para nuestro porvenir inmediato. La realidad del descalabro del capitalismo argentino al ritmo de la crisis mundial y la bancarrota local es un hecho gane quien gane la próxima elección. Quizás nos encontremos, entonces, uniéndonos en ese “UN SOLO SER VIVO”, que señala Luxemburg, en esa “Masa”, que describe Vallejos. Seguramente será la manera de que los días de mañana también abriguen un porvenir.