Corren vientos de cambio en lo social, en lo cultural, en lo estético. Las artes dejan de ser estancas, y cobran vida propia. No es nuevo que se quieran traspasar los límites, pero deja de ser extraño que las fronteras se desdibujen, al igual que, en otros casos, los espacios escénicos.
Hay para quienes tal vez sea más cómodo que para otros, como en el caso de Agostina Luz López –escritora, tallerista y directora–, Denise Groesman –actriz y artista visual– y Silvia Estrín –psicoanalista, bailarina y profesora del método de Fedora Aberastury–, acostumbradas a transitar por los bordes, deseosas de experimentar distintas disciplinas del arte en general y de la escénica en particular.
Del paso del tiempo –propio e histórico–, de las mutaciones, de las transformaciones –que se ponen de manifiesto en la propia piel y el cuerpo, en lo individual, o con los avances tecnológicos, en las sociedades y lo colectivo–, habla Animal anterior, una producción híbrida, en palabras de la propia López, en la que se produce “un nuevo artefacto, una nueva obra singular”.
Pero esto surge de un tiempo de investigación. Con Denise Groesman ya habían trabajado en la pieza, presentada en el Teatro Sarmiento, Animal romántico, en la que ya habían comenzado “un proceso de exploración en el que la idea era combinar lenguajes”, continúa Agostina Luz López. Por su parte, Denise Groesman, agrega que hubo, además, una intención previa, sostenida por ese trabajo anterior, de repetir la experiencia, pero esta vez como codirectoras.
Desde ese punto, movidas por una idea común y una amistad, comenzó una etapa de exploración, de lecturas y conversaciones. Durante esa instancia, aparece Silvia Estrín en ese espectro, y su vida, su transitar, las impacta, y como cuenta Groesman, “apareció como un tercer eslabón de estas ganas”.
A partir de eso, empezaron a orbitar en torno al cuerpo de la mujer y sus transformaciones. “Pensábamos, también, cómo en esta coyuntura, en la que se habla tanto de eso, de transicionar y de transformarse, y de elegir la propia forma, Silvia se nos hacía como un un claro ejemplo de una vida en búsqueda de eso. Y nos parecía que trabajar con ella alojaba, también, otro borde de la marginalidad y de las minorías, que es la tercera edad”, comparte Groesman.
Una de esas lecturas, El animal en la piedra, de Daniela Tarazona, que cuenta la metamorfosis de una mujer en reptil, fue reveladora, porque, además, les permitía generar “cruces y unas obras más híbridas, más extrañas, unos artefactos singulares que pudieran combinar diferentes estrategias escénicas y visuales”, explica López. El encuentro con Estrín, su vida, su trayectoria, fue significativo y coronó la idea, porque les resultó atractiva “como persona y como personaje”, por “su cuerpo, su voz, la biografía de su vida”, explica.
Al principio, en el proceso, dice López, tenían muchas conversaciones sobre eso, sobre su propia biografía, a lo que Estrín agrega que fue conmovedor meterse con su propia historia, con zonas de su historia, de su recorrido, “poder moverse en el espacio en un punto común”.
Tomando el texto de Daniela Tarazona, en relación con la mutación que sufre la protagonista, tras el duelo por la muerte de su madre, que enloquece y muta a lagarto, que envejece, Silvia Estrín expresa que fue “un proceso supervivo. Incluso el encuentro con Agostina y Den, con las cuales nunca había trabajado, me resultó muy amable, y me parece que lo que se produjo fue algo potente, intenso”. Retomando el texto, Agostina subraya la manera en que Tarazona despliega esa metamorfosis, muy biológica y detallista, lo que se vuelve muy poético. Y ahí es cuando se empezaron a combinar los diferentes recursos o disparadores en donde estaba Silvia, con su cuerpo, con la experiencia de ese cuerpo, con todo lo atravesado, relata. “Todo eso que se ve en la piel, que es muy interesante y que es parte de lo que también se termina conjugando en la obra y este texto. Al mismo tiempo, yo fui organizando un texto sobre su biografía”.
Pero eso no queda allí, y en la exploración, sumaron una nueva capa, necesaria para esta hibridación e imbricación que las creadoras buscaban. Con la incorporación de Miguel Garutti, el sonidista, cerraron el circulo y terminaron de pensar la obra.
Ahí apareció la máquina, que trajo también la investigación sobre el cyborg, “sobre este elemento tecnológico que está tan presente en nuestras vidas, como si dialogaran también distintos tiempos”, señalan. “Porque, por un lado, en el texto literario aparece el reptil que sería, también, de dónde venimos, de alguna manera, como lo prehistórico. Después aparece lo humano; después lo tecnológico. Entonces, también, hay algo del pasado, del presente y el futuro que están enhebrados, ni siquiera de una manera cronológica, pero están conviviendo juntos ahí en la obra”, sintetizan.
La pieza también se transforma, entonces, además, en una pieza sonora.”Animal anterior es una suerte de híbrido en el que lo sonoro, lo visual, lo literario y lo coreográfico están haciendo una suerte de mixtura, produciendo un nuevo artefacto, una nueva obra singular”, puntualizan.
Cuestión de tiempo
Es evidente que otra de las cuestiones por las que Animal anterior llama la atención, y en las que todas coinciden es en el hecho de que su protagonista sea una mujer de más de setenta años, como señalaba Groesman al inicio. Al hecho de que son pocas las producciones de estas características con actores o actrices de ese rango etario, lo que permite dejar al descubierto lo obvio: el paso del tiempo.
En la piel de la actriz, en sus marcas, se retoma esta idea del paso del tiempo; en la potencia del cuerpo de la actriz, sumado al traje que viste, se palpa la piel, pero a la vez la máquina –en el vestuario, en la aspiradora parlante que acompaña a la actriz y dialoga con ella–. Finalmente cobra protagonismo la vida en sí de la actriz, con sus múltiples vidas. “Es muy interesante percibir el atravesar la historia, los años, también la caída del cuerpo y también la mutación”, finaliza Estrín.
*Animal anterior se presenta en cuatro únicas funciones el 5, el 7, el 10 y el 12 de octubre en Vera 1350, C. A. B. A, a las 21. Intérprete: Silvia Estrín; música: Miguel Garutti; vestuario: Jo ishi i y Kami Koni; investigación: Denise Groesman, Agostina Luz López y Silvia Estrín. Dirección: Denise Groesman y Agostina Luz López.