Cortes de pelo y libros: el curioso caso de la peluquería cultural que distingue a Rosario

Entre tinturas, cepillos y secadores, los libros ocupan un lugar central en el salón del escritor y estilista Pablo Bigliardi. “Me gusta generar este vínculo tan extraño entre la peluquería y los libros”, dice

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El escritor y peluquero Pablo Bigliardi tiene una biblioteca a disposición de los clientes de su peluquería, en Rosario (Foto: G.M.)
El escritor y peluquero Pablo Bigliardi tiene una biblioteca a disposición de los clientes de su peluquería, en Rosario (Foto: G.M.)

La mítica peluquería cultural de Pablo Bigliardi funciona en el corazón del barrio rosarino del Abasto. El cartel en el frente, sobre la calle Riobamba, anuncia: Cuidamos tu cabello. Peluquería & Libros. Ni bien Bigliardi –quien se reparte entre los oficios de coiffeur y escritor– abre la puerta a Infobae Cultura, emerge la peculiar conexión entre estos dos mundos.

En el salón que frecuentemente deviene centro cultural y espacio de encuentro de autores y artistas conviven en armonía una revista Paparazzi y una Semanario con una primera edición de los cuentos de Roberto Fontanarrosa, poemas de Rubén Sevlever y novelas de Gabriel García Márquez. Y, en una suerte de ritual, incontables escritores pasan a dejar sus libros firmados para el disfrute de la comunidad lectora que propicia Bigliardi.

Pablo Bigliardi en su peluquería (Foto: G.M.)
Pablo Bigliardi en su peluquería (Foto: G.M.)

Su amiga Beatriz Vignoli le dedicó un poema titulado “En la peluquería de Bigliardi”, que aparece en su libro Luz azul: “Hay cinco flores blancas en medio de todas las palabras, / blancas casi verde silencioso. / Copiadas al espejo triangular son diez diamantes / y eso significa. (…) Tratan de olvidarse de la muerte, del sol que resplandece / allá afuera después de la tormenta. / Pero hay un silencio que rompe todas las cosas. / Cinco flores blancas casi verdes lo recuerdan”.

Además de Vignoli, otros autores como Melina Torres, Marcelo Britos, Javier Núñez, Lila Gianelloni, María Fernanda Trébol, Susana Ibáñez y Patricia Severín, la editora Carolina Rolle de Beatriz Viterbo y el baterista Ricardo “Topo” Carbone suelen ocupar los sillones de la peluquería, alternándose con vecinas y vecinos de este barrio que debe su nombre al antiguo Mercado del Abasto.

Sin duda, la peluquería de Bigliardi es una caja de sorpresas capilares y literarias. “Creo que mi forma de cortar el cabello es de las más raras del circuito. Nunca empiezo por el punto habitual de la cabeza, sino que voy cortando lo que sobra desde el lugar menos pensado, y eso desconcierta a los clientes”, escribe en su último libro, Al pie del sillón. O: “Aunque mis clientes sean distintos hora tras hora, evito ser una maquinita repetitiva y poco original”.

La peluquería tiene un cómodo sector para la lectura (Foto: G.M.)
La peluquería tiene un cómodo sector para la lectura (Foto: G.M.)

En la entrada, dos bibliotecas de color verde y blanco presiden un confortable espacio para la lectura. Junto a obras de autores rosarinos, argentinos y de las latitudes y géneros más diversos, se lucen también objetos de peluquería antiguos. Pero los libros van mucho más allá y circulan con desparpajo por todo el local, de casi cien metros cuadrados. Aparecen por muebles destinados a productos capilares, en pequeños recovecos próximos a los asientos para corte y peinado o en una pequeña biblioteca suplementaria, debajo de un gran logo de Wella.

Todos los clientes, sin excepción, están invitados a amenizar su espera sumergiéndose en la lectura. Además, pueden optar por llevarse un título a casa, mediante un informal préstamo. Son pocos los volúmenes que Bigliardi, autor de cuentos y novelas, no permite que salgan de la peluquería por su elevado valor.

Algunas de las ficciones de Bigliardi se nutren de escenas y personajes reales del local que ocupa desde 2006. Por ejemplo, las “chicas del Club de los Sábados”, que llegaron hasta las páginas de Al pie del sillón (Baldíos en la Lengua). Un libro que, según revela a Infobae Cultura, reúne “los relatos más divertidos y más escatológicos de la peluquería”.

La poeta Beatriz Vignoli escribió un poema titulado “En la peluquería de Bigliardi” (Foto: G.M.)
La poeta Beatriz Vignoli escribió un poema titulado “En la peluquería de Bigliardi” (Foto: G.M.)

De “incunables” a bestsellers

Dos grandes especialidades de Bigliardi, que vive en Rosario desde 1991, se aúnan en los estantes de lo que él mismo bautizó como la “biblio peluqueril”. Junto a los numerosos volúmenes, se exhiben sugestivos objetos antiguos como bigudíes de madera para hacer permanentes, una vieja máquina de afeitar y una tijera de entresacar de la marca Hoppe de Solingen, junto con una máquina de escribir Olivetti Lettera 32.

El peluquero y narrador nacido en Saavedra, provincia de Buenos Aires, ya perdió muchísimos títulos, aunque no se hace demasiado problema. “Hay una repartija enorme de libros que se da desde acá hacia no sé dónde”, asegura. Sin embargo, en algunas ocasiones se pone firme: “Los libros que me firmaron los autores los presto, pero esos sí me los tienen que devolver”.

Y los otros que no permite que se esfumen de la biblioteca son los que denomina “incunables”. “Los escondo, hay algunos que valen hasta 100.000 pesos”, indica, mientras los va exhibiendo con dedicación.

La biblioteca de Bigliardi ostenta un ejemplar de "Fontanarrosa se la cuenta", de editorial Encuadre (Foto: G.M.)
La biblioteca de Bigliardi ostenta un ejemplar de "Fontanarrosa se la cuenta", de editorial Encuadre (Foto: G.M.)

Se enorgullece especialmente de contar con la colección En el aura del sauce de Juan L. Ortiz de la Biblioteca Popular Constancio Vigil, “devastada por la dictadura. Quedaron muy pocos y tengo el honor y me jacto de tener esos libros”. Y también muestra un ejemplar de Fontanarrosa se la cuenta, de editorial Encuadre, así como una primera edición de Boquitas pintadas de Manuel Puig.

El autor de las novelas Determinación y El Santo de Saco Viejo y el volumen de cuentos REM admite que no puede ni le interesa tener registro de los volúmenes que salen en préstamo.

En el caso de los bestsellers, que llegan en grandes cantidades con bibliotecas donadas y son muy solicitados por las clientas, Bigliardi incluso les pide que, una vez que los terminen de leer, se los regalen o donen a alguien. “He recibido más de 8.000, 9.000 libros donados, que tienen un recorrido muy grande”, detalla.

Bigliardi conserva su máquina de escribir Olivetti Lettera 32 en los estantes de la peluquería (Foto: G.M.)
Bigliardi conserva su máquina de escribir Olivetti Lettera 32 en los estantes de la peluquería (Foto: G.M.)

Bigliardi entrega además muchísimos bestsellers de manera sistemática a otras personas que transitan o viven en el barrio. Como Miguel Macri, quien montó a la vuelta una casita de libros en la vereda. “La gente que pasa se lleva los libros que tiene ahí adentro. Recibe, por mes, una caja mía”, detalla el peluquero y escritor.

“También pasa un ‘croto’ -que nosotros creemos que es un croto, pero no- que me pregunta si tengo libros, le doy diez o doce y me dice que los lee con la hermana. Y, por último, desde chiquitito viene un chico una vez por mes. Un día llovía mucho, entró, vio los libros. Me dijo ‘si no lo toma a mal, me llevaría algunos libros, se los vendo y después le doy la comisión’. Por supuesto que no le voy a pedir una comisión, es un pibe de la calle”.

Cuidamos tu cabello asimismo abre sus puertas a muestras de arte y presentaciones de libros, que tienen lugar por la noche. Y tampoco faltan quienes simplemente acuden a conversar un rato, cual parroquianos de café. Aprovechando que la entrevista es un día de descanso en la peluquería, Bigliardi se toma tiempo para mostrar orgullosamente diversos títulos del ecléctico catálogo que abarca novela, cuento, poesía, ensayo, literatura infanto-juvenil e historietas.

La peluquería de Pablo Bigliardi está en el barrio de Abasto de Rosario (Foto: G.M.)
La peluquería de Pablo Bigliardi está en el barrio de Abasto de Rosario (Foto: G.M.)

¿Y con qué criterio los clasifica? “Todo lo que es literatura grosa, arriba de todo, en ambas”. La biblioteca principal sobre la derecha aloja en esta sección literatura internacional con títulos por ejemplo de José Saramago, J. R. R. Talkien, Patrick Süskind, Juan Rulfo, Richard Ford, Ernest Hemingway y Sandor Márai.

Por el segundo estante, “tenemos literatura netamente de Rosario, que ahora estoy mezclando con escritores argentinos”, comenta. Y “los ‘incunables’, que son mi logro máximo”, afirma Bigliardi, quien además escribe crónicas y reseñas para El Mirador Provincial, El Litoral y Rosario/12.

En la parte superior de la biblioteca de la izquierda aparecen autores como James Joyce, Vladimir Nabokov, Carson McCullers, Aldous Huxley y Philip Dick. Debajo, “una enorme colección de poesía rosarina y nacional. Tengo la obra completa de Sevlever, Aldo Oliva, María Lanese, cientos de escritores y poetas, así como revistas culturales de la ciudad como Barullo y Apología”, detalla.

Y Bigliardi, fanático de Rosario Central, se enorgullece de haber confeccionado artesanalmente las dos bibliotecas. “Con un viejito las hicimos juntos. Nos juntábamos todos los domingos en su galpón”.

No faltan las revistas entre el material de lectura que ofrece Bigliardi en la peluquería (Foto: G.M.)
No faltan las revistas entre el material de lectura que ofrece Bigliardi en la peluquería (Foto: G.M.)

Escritor, peluquero o viceversa

Bigliardi publicó Determinación en 2013, catorce años después de haberla terminado. La novela vendió miles de ejemplares en la peluquería y sorprendió a gran parte de la clientela, que desconocía que el hombre al frente de tijeras, cepillos y tinturas se dedicaba además a escribir. “Inesperado, porque soy muy histriónico acá adentro. Abro la puerta y se me arma un actor peluqueril”.

Ese fue a la vez el puntapié para que muchas clientas no demasiado avezadas en la lectura comenzaran a pedirle recomendaciones de libros, una tarea a la que asimismo le imprime su característico entusiasmo.

Algunos libros son llevados en préstamo por los clientes de la peluquería (Foto: G.M.)
Algunos libros son llevados en préstamo por los clientes de la peluquería (Foto: G.M.)

Previamente, Bigliardi debió superar una vida complicada y nómade que lo condujo por distintos puntos del país. A los quince, su madre lo envió a la Armada, donde fue cocinero en un buque durante varios años. Luego pudo mantenerse también como cartero o vendedor callejero de servicios de sepelio. Hizo un curso de peluquería en Bahía Blanca y partió a trabajar a Las Grutas, antes de recalar en Rosario. “Tuve que pasar por muchísima cantidad de cosas para ser escritor”, resume.

¿Y cómo le resulta conciliar los diferentes oficios? ¿O cuál de ellos se imagina ejerciendo en el largo plazo? “Quiero dedicarme de una buena vez por todas de lleno al periodismo y a la escritura, que me gusta mucho más que la peluquería”, adelanta.

“Escribir es lo único que me interesa hacer. Si bien soy feliz dentro de la peluquería, y hago todo lo que a mí me gusta, que es generar este vínculo tan extraño que se arma entre la peluquería y los libros, la biblioteca y el escritor y todo eso junto, y el periodista ahora (...) que pase todo eso me encanta. Pero quiero dejar de ser peluquero”, afirma sin dudar.

Los insumos de peluquería conviven con los libros en las bibliotecas (Foto: G.M.)
Los insumos de peluquería conviven con los libros en las bibliotecas (Foto: G.M.)

Al enlazar escritura y peluquería, su rutina laboral suele prolongarse hasta unas doce horas diarias. Llega muy temprano al local, entre las seis y media y la siete, y se dedica a la literatura hasta las ocho y media, cuando empieza a prepararse para levantar la persiana del salón. “Entre las doce y las tres, almuerzo, duermo una siestita y me meto de lleno en el periodismo. Después atiendo hasta las siete”, describe.

Del garaje al Abasto

¿Y cómo nació la idea de armar la biblioteca?, le consulta Infobae Cultura a Bigliardi, mientras la entrevista se desplaza por diferentes espacios de la peluquería. Desde el sol generoso en la entrada hasta el depósito en el fondo, con cajas de libros aún por seleccionar, productos para el cuidado del cabello y desechos destinados al reciclaje.

“Surge sola”, a comienzos de la década del ‘90, mientras a la par estudiaba Comunicación Social, refiere Bigliardi. Por esos años alquiló una casa y en el garaje armó una peluquería propia, que atendía en horarios insólitos como 20 a 23 o domingos y lunes, mientras era empleado en otro local.

Revistas, libros, y material sobre el "Canalla" (Foto: G.M.)
Revistas, libros, y material sobre el "Canalla" (Foto: G.M.)

“Venían mis compañeros de la facultad y estudiábamos sentados en el piso y tomábamos mate. Y quedaban los libros de estudio: Saussure, Benveniste, Roman Jakobson. A razón de eso, los libros siempre estuvieron en la peluquería. Siempre hubo cinco, diez libros, en ese local, y después me mudé a otro”, rememora.

Al llegar al espacio actual de Riobamba 1387, a metros de la intersección con Corrientes, seguía acariciando la idea de montar una biblioteca. Cuando durante la pandemia debió guardar los libros esparcidos por el salón, tomó conciencia “de que por toda la peluquería rondaban casi 600 libros. Entonces me los llevé para el fondo y me di cuenta de que era una biblioteca enorme”.

Ni bien terminaron las restricciones por el coronavirus, mudó los dos muebles artesanales al local, acomodó los volúmenes y armó el espacio de lectura con mesas y sillas para que la clientela pudiera amenizar la espera con un libro y un café. “De lleno, lleno, empieza todo después de la pandemia”, aclara. A Bigliardi le encanta que llegue gente a la peluquería exclusivamente para leer. “Se sientan, se traen el mate y se quedan toda la mañana. Es genial, una cosa hermosa. El sábado vino por ejemplo una nenita de 16 años para pedirle plata a su mamá. Cuando entró, se enloqueció con los libros y se quedó hasta que cerramos la peluquería. Juro que me emocionó”.

Los libros forjaron un lugar de encuentro para los vecinos en la peluquería de Bigliardi (Foto: G.M.)
Los libros forjaron un lugar de encuentro para los vecinos en la peluquería de Bigliardi (Foto: G.M.)

En el caso de las integrantes del “Club de los Sábados”, se pelean por las revistas, pero al mismo tiempo se apasionan por la literatura. “Son entre cinco y diez que vienen por turnos a hacerse el brushing todos los sábados. Y hay tres que vienen los miércoles y los sábados. Son grandes lectoras, primero de las revistas, y después de los libros”.

Mientras se ceba un mate amargo y arroja una mirada por el salón que conjuga bibliotecas y tinturas, Bigliardi traza un balance de su labor a lo largo de estos años. “Si de algo me puedo jactar, de todas las cosas que pasan en esta peluquería, es de haber logrado una nueva lectora, un nuevo lector”.

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