Nancy Houston y María Sonia Cristoff, desobedientes en FILBA

Las escritoras compartieron perspectivas sobre migración, maternidad y feminismo en un panel de la corriente edición del festival internacional literario, que continúa hasta el domingo en Buenos Aires

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María Sonia Cristoff y Nancy
María Sonia Cristoff y Nancy Houston comparten sus perspectivas únicas, desafiando las normas literarias en un diálogo provocador (Foto: Matías Moyano)

El miércoles pasado inauguró la decimoquinta edición del FILBA. El tema elegido para este año es la máquina humana. ¿Qué es lo humano en la literatura, qué es lo que la máquina nunca puede emular?

Ayer, en el marco del festival, en la Alianza Francesa se realizó el panel Las desobedientes entre María Sonia Cristoff, Nancy Houston y Walter Romero. En palabras de Romero, quien ofició de moderador, “Sus dos escrituras son muy libres: pasan de géneros, de subespecies genéricas. Ambas tienen una gran libertad de pasar de la no ficción, del ensayo, del diario íntimo, de lo más novelesco. Confirman, de alguna manera, una idea que tengo yo de la literatura como el fondo del mar, en donde siempre te encontrás con especies nuevas. Las literaturas de ambas son desobedientes, en tanto uno nunca sabe qué se puede encontrar ahí”.

La charla inició con la pregunta por movimientos migratorios. Cristoff, recientemente galardonada con el premio Sara Gallardo por su novela Derroche, nació en Trelew y se mudó a Buenos Aires para estudiar. Houston, escritora de más de 30 libros de ensayo, novelas y obras de teatro, nació en Canadá y se mudó a Francia a los doce años.

En palabras de Houston: “Muchas veces digo que soy una mala canadiense y una mala francesa. Me fui de Canadá a los doce años, y nunca tuve ganas de pertenecer a la élite francesa. No me gustan las elites, dejé a Todorov, tengo muchos problemas con Barthes y terminé hace mucho tiempo mi relación con Lacan. Me fui del centro de París para vivir en la periferia. En el cuarto, quinto, sexto distrito de París una puede tener la ilusión de que Francia es un país acomodado y tranquilo, pero si nos vamos a la periferia nos encontramos con gente que tiene problemas de otro tipo, y que leen muy, muy, pocas novelas”.

Houston no tiene libros en la habitación donde escribe. No se mantiene al tanto de qué se está publicando, rescata a Annie Ernaux dentro del mapa francófono. En sus palabras: “La literatura contemporánea francesa no me interesa, salvo alguna que otra excepción. Están obsesionados con el sexo, y me cansé. No quiero leer más sobre deseos y eyaculaciones. Leo literatura africana, inglesa, americana, india. Mi elección del francés para escribir es puramente neurótica, no política. Si hubiera podido elegir el italiano o el alemán, lo hubiera hecho”.

Nancy Houston descubre su travesía
Nancy Houston descubre su travesía desafiante, explora la esencia de la escritura en los márgenes de la ciudad luz (Foto: Matías Moyano)

La respuesta de Cristoff, en referencia a migraciones y la producción literaria argentina, expuso cuestiones similares: “Con los años, he pensado que esta aversión mía al género novela, o a discutir el canon argentino, tiene una raíz provinciana. Mis primeras lecturas, mis lecturas de la infancia, fueron mayoritariamente británicas. En la Patagonia, en ese momento, había una cultura muy fuerte británica, y la literatura que llegaba eran las grandes obras de la literatura universal, gracias a lo cual leí a Camus y a Dickens y otras obras magníficas de la colección Robin Hood. Pasé de todo eso al corazón de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue como haber vivido en Alaska, y de pronto mudarme a La Quiaca. Empecé a tener una mirada refractaria. En cuanto pude, me fui a hacer una orientación en lingüística, una forma que encontré para alejarme del canon porteñocéntrico. Cuando se habla de literatura argentina, en realidad se está hablando de literatura porteña”.

Luego, Romero introdujo la pregunta por la maternidad, uno de los temas en boga en esta época. Cristoff, con humor, respondió: “Yo el tema de la maternidad lo resolví muy bien, porque nunca quise tener hijos”. Ser escritora, para ella, le dio la posibilidad de evitar el lugar de la ley, y dejar aparte el deber-ser. “Pago las cuentas, doy clases, lleno planillas, hago trámites en la AFIP, pero la escritura tiene que ver con poder vivir en esa otro estado. Yo no escribo para nada: escribo porque no lo puedo evitar. Batallé en contra, no quería ser escritora, quería leer. Fui a parar a otro lado, y ese otro lado se convirtió en escritura”.

Houston, que sí eligió ser madre, no encuentra en su vida la tensión entre trabajar y maternar. Destaca, sobre todo, la figura de su ex-marido, Tzvetan Todorov: “Tuve la suerte de tener hijos y vivir más de treinta y cinco hijos con Todorov, a quien le encantaba la vida cotidiana y la encantaba ser padre. Le gustaba hacer las compras, cuidar a los bebés y cocinar, y nunca pensó que esas tareas eran de mujer. Entendí, en mi primer embarazo, que el problema de la maternidad es la culpa. El conflicto entre maternidad y arte es que la madre, por definición, debe encarnar la moralidad. Debe darle a sus hijos la idea de cómo se debe comportar. Agradecer, esperar, ser sociables, son todas enseñanzas que transmite una madre. Me di como norma, y traté de obedecerla, no sentirme culpable. Mis hijos podrán decir que no me sentí lo suficientemente culpable, pero se los dejo a ellos”.

Cristoff, por su parte, dice
Cristoff, por su parte, dice que su lucha fue contra la escritura, no por ella, que quería leer, pero la vida la llevó a un lugar donde la escritura se convirtió en su voz

Rescató, también, la idea de Benito Quinquela Martín, un gran pintor de La Boca: “Quinquela Martín decía que si te falta un tornillo, es una buena señal. Es lo que nos define como artistas que nos falte una tuerca, somos como niños desobedientes. Con mis libros, no trato de obedecer a las reglas de la sociedad. Pasar del rol del niño al rol de la madre, pasar de desobedecer a decir ‘No, querido, eso no se hace’, es muy difícil”.

La entrevista finaliza con Romero preguntando a ambas cómo se relacionan con el feminismo. Houston afirma: “Cuando llegué a Francia, tenía unas ganas locas, enfermas, de ser escritora. Los espacios de escritura eran muy competitivos, era horrible, y lo que me dio un espacio fue el movimiento de mujeres. Hoy se entiende la importancia de lo que intentábamos decir en esos años. Estamos hartas de servirles el café a los revolucionarios cansados”. Cristoff, por otro lado, subraya: “Hoy en día, la literatura de mujeres está siendo hospedada, hay un armado de comunidad que no siempre se ha dado con hombres. Poder tener amigas mujeres que escriben es muy enriquecedor, mientras no se deje llevar por cierta veta vitástica que también existe en ese movimiento, me parece sumamente bienvenido”.

FILBA continúa hasta el domingo 1 de octubre. Programación disponible en filba.org.ar

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