En distintas notas venimos desarrollando en este medio las múltiples formas en que la literatura argentina ha dado cuenta de hechos significativos de nuestra historia del siglo XX desde poco antes de 1950. Una de las temáticas más frecuentadas por nuestra narrativa y ensayística, el peronismo, ha sido abordada por nosotros tomando en cuenta dos épocas. Por un lado, nos hemos referido a textos que se relacionaban con el momento del llamado “peronismo clásico” (1946-1955), como las obras de Beatriz Guido, Borges y Martínez Estrada. Por otro lado, hemos tratado textos vinculados con el peronismo en los años setenta, como las novelas de Osvaldo Soriano y Jorge Asís. Precisamente, a esta segunda época pertenece el texto que abordaremos en esta nota, Villa (1995), de Luis Gusmán.
Como esta novela se refiere al período “lopezrreguista”, primeramente recordaremos algunos aspectos de esa convulsionada época de la historia argentina. En las elecciones del 11 de marzo de 1973 triunfó el peronismo y Héctor J. Cámpora ocupó la presidencia a partir del 25 de mayo de 1973. Su presidencia fue muy breve, ya que por distintas circunstancias se vio obligado a presentar su renuncia en julio de ese año para que se celebrasen nuevas elecciones. Interinamente, ocupó la primera magistratura Raúl Lastiri, realizándose elecciones en las cuales triunfó la fórmula encabezada por Juan Perón, quien asumió la presidencia el 12 de octubre de 1973. Perón no llegó a cumplir un año en ella, pues falleció el 1 de julio de 1974 y lo sucedió entonces en el cargo su esposa María E. Martínez de Perón, hasta que fue derrocada por el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que dio origen a la dictadura militar.
En el marco histórico mencionado aparece la figura de José López Rega, quien se había desempeñado como secretario privado de Perón durante su estadía en España. A partir del triunfo en las elecciones de marzo de 1973 ocupó el cargo de ministro de Bienestar Social, no solo durante la presidencia de Cámpora, sino también durante las de Lastiri, Juan Perón y María M. E. de Perón. Teniendo en cuenta que con los cambios de gobierno de la época la mayoría de los funcionarios fue removido, su permanencia en el cargo da una idea del poder que había logrado. Su momento de mayor influencia fue luego de la muerte de Perón, ya que pasó a ser la figura más importante durante la presidencia de su viuda, hasta que en julio de 1975 renunció a su cargo debido a diversas presiones. El aspecto más relevante (y siniestro) sobre López Rega es que, estando a cargo del Ministerio de Bienestar Social, se creó bajo su mando el grupo parapolicial “triple A” (Alianza Anticomunista Argentina), el cual se supone fue responsable de la desaparición y muerte de entre setecientas y mil personas.
¿Cuál es la relación de López Rega con la novela?
La relación es que Carlos Villa, el protagonista y narrador de la obra (y al cual alude el título del texto) es alguien que se desempeña en al área de Aviación Sanitaria dentro del Ministerio de Bienestar Social, aproximadamente en el período en que López Rega estaba a cargo de éste, ya que la acción del relato comienza poco antes de la muerte de Perón en julio de 1974 y finaliza poco después del golpe de Estado de marzo de 1976.
Villa tiene alrededor de treinta años y desde hace algo más de diez que trabaja en dicho Ministerio bajo las órdenes del Dr. Firpo, quien ocupa un alto cargo allí y es alguien a quien él admira. Había entrado como un simple cadete y ahora él era médico, aunque no lo era por una inclinación hacia esa profesión. De hecho, a Villa le resultan repelentes cuestiones a las que los médicos se supone acostumbrados, como la sangre y los humores corporales. Al respecto, durante una conversación que mantiene con el Dr. Firpo, en el texto se dice: “Yo quería estudiar abogacía y usted me preguntó por qué y yo le contesté: “Porque me dijeron que se aprende todo de memoria”. A partir de ello, recibe una sugerencia del Dr. Firpo: “Con su memoria, Villa, usted tiene que estudiar medicina”.
El hecho de que siguiese una profesión por la cual en verdad no tenía vocación es solo un ejemplo de la característica que lo distingue a Villa: el dejarse llevar por las circunstancias, ser una persona carente de valores e ideas propias, alguien débil y pusilánime. Como él dice en sus propios términos, es un “mosca”. “¿Qué es ser un mosca?”, me había preguntado alguna vez Firpo. “Un mosca es el que revolotea alrededor de un grande. Si es un ídolo, mejor”, le respondí”. En otras palabras, un “mosca” es alguien sin valor por sí mismo, alguien que está siempre “revoloteando” junto a otro que lo guíe, que le diga qué hacer. Villa es un hombre sin iniciativa, subordinado a lo que quieren otros. Por ejemplo, cuando Firpo está distante por los cambios que ocurren en el Ministerio: “Siempre había recibido órdenes y Firpo últimamente no me daba ninguna, lo que me hundía en un estado de incertidumbre, me dejaba a la deriva. Me sumía en una especie de vértigo, a veces caminaba como perdido por las oficinas del Ministerio”.
En cuanto a cómo se cuentan hechos importantes de la época, estos son mostrados a través de la perspectiva del protagonista y su relación con otros personajes pertenecientes al Ministerio de Bienestar Social. Así, sobre la delicada salud de Perón, en un diálogo entre Firpo y Villa: “—¿Alguna noticia de Olivos? /—Ninguna. Hay un operador en la radio las veinticuatro horas. /—¿Cómo sigue Perón? / —Algunos dicen que es cuestión de horas, otros de días. /—¿Y usted qué dice, Villa? Usted es médico. /—No sé, doctor. El diagnóstico es confuso. Yo no estuve cuando lo internaron de urgencia en el Cetrángolo”. O, por ejemplo, con referencia a los enfrentamientos armados entre grupos rivales el 20 de junio de 1973, con la vuelta de Perón al país: “A Firpo querían desplazarlo. Había dos cuestiones que no le perdonaban. Una, su denuncia de que en algunas de las ambulancias que salieron del Ministerio el día de lo de Ezeiza fuera gente armada. La otra, que cuando se dio cuenta de lo que sucedía en Ezeiza y de lo que iba a venir, les dijera que existía una posibilidad de que las cosas se aquietaran”.
El Ministerio de Bienestar Social refleja los cambios que se producían en el país y que dan cuenta del crecimiento de la violencia del momento. Así, con el regreso de Salinas, un hombre de López Rega que había estado ausente: “Con Salinas retornaron los custodios, el subteniente retirado Martínez, el subinspector Aguirre que tenía un contrato con la parte de comunicaciones. Lo cierto es que las Itakas y las cuarenta y cinco volvieron a aparecer ante la mirada impávida de los empleados, que otra vez tuvimos que acostumbrarnos mansamente a esos objetos que por un tiempo habían estado fuera de nuestra vida”.
El clima que se va creando alrededor de Villa adquiere rasgos aún más tenebrosos con la llegada de Cummins y Mujica, dos “parapoliciales”, que empiezan a requerir sus servicios como médico. En una ocasión, cuando le piden que firme un certificado de defunción y Villa pregunta a nombre de quién, Cummins responde: “Ya le dije una vez que el nombre no tenía importancia. ¿Está claro, Villa? Hombre, mujer, da lo mismo. Ya está muerto, está adentro del cajón, nadie va a averiguar. (…) Eso no le incumbe. Usted sólo tiene que poner la firma”.
En otro momento, Cummins y Mujica solicitan los servicios de Villa para reanimar a un hombre: “Estaba con los pies y las manos atados a la espalda. En lo que parecía ser una sábana, había manchas de sangre. (…) Me acerqué al hombre enrollado como en posición fetal, estaba sin conocimiento. Me di cuenta de que tenía todo el cuerpo lleno de hematomas. Lo di vuelta y vi que su cara estaba casi desfigurada”.
En otra ocasión, vuelven a pedirle a Villa que “reanime” a un detenido clandestinamente. Esta vez era una mujer, quien estaba inconsciente. Villa se queda a solas con ella y cuando se despierta, le da una inyección que vuelve a dormirla. Luego, teme que los otros se diesen cuenta: “Desde que había entrado a trabajar para Cummins y Mujica siempre llevaba conmigo en un lugar secreto una inyección de potasio. Pensaba que, si vaya a saber por qué razón me torturaban, antes de sufrir esos dolores me daba el potasio que iba directo al corazón. (…) Volvía a atravesar la puerta y con la decisión tomada, porque si se daban cuenta de que la había dopado la iba a pasar mal. Pensé: “Es preferible que esté muerta a que esté dormida. Si descubren que la dopé, me matan”. Esta es una de las escenas más relevantes de la novela, pues ella no es una mujer cualquiera y lo ocurrido tendrá derivaciones.
Villa no es la única novela en que aparece un médico que presta servicios a torturadores, pues por ejemplo, en Dos veces junio (2002), de Martín Kohan, también se presenta una situación similar. Sin embargo, entre otros aspectos que diferencian ambas obras, los personajes tienen rasgos claramente distintos. El médico de la narración de Kohan, el Dr. Mesiano, lleva a cabo su tarea con plena conciencia y convicción. En cambio, Villa se deja llevar por los acontecimientos, son los otros los que desencadenan los hechos en que se ve envuelto. Más que un criminal, Villa es un ser que no tiene moral, ya que su mediocridad y su miedo le impiden realizar juicios morales. En suma, en Villa, Gusmán nos muestra la trágica época del lopezrreguismo contada desde adentro del Ministerio de Bienestar Social, a través de la mirada de alguien sin voluntad propia, de un pusilánime, de un “mosca”.