El 2 de mayo de 1982 quedará grabado en la memoria de Rubén Otero para siempre. Aquel día, a bordo del Crucero General Belgrano, realizaba su rutina de guardia cuando de repente todo se sumió en un caos ensordecedor. Un torpedo británico había alcanzado al buque, marcando el inicio de una lucha desesperada por la supervivencia en medio del océano Atlántico.
Después de 40 horas a la deriva, enfrentando el frío, el hambre y el agotamiento, finalmente llegó el rescate a manos del ARA Bouchard. Sin sentir las piernas, sin haber comido apenas, pero con una fuerza de voluntad inquebrantable, Otero había sobrevivido. El recuerdo de aquellos compañeros que no corrieron la misma suerte lo acompañaría para siempre.
Nacido en el barrio de Mataderos, Otero llevaba una vida tranquila antes de su incorporación a la marina. Trabajaba en una fábrica de alambre de cobre y asistía a la escuela técnica ENET 17. Sin embargo, el destino lo llevó a formar parte del personal del Crucero Belgrano y, posteriormente, a enfrentarse a la cruda realidad de la guerra.
Tras su regreso, no dejó que la tragedia definiera su vida. Se aferró a la música, su gran pasión, y se sumó a la banda tributo a Los Beatles, Get Back. Se casó, tuvo dos hijos y trabajaba en una gráfica. Pero la vida lo siguió sorprendiendo. En 2016, Lola Arias, directora de teatro, lo contactó para formar parte de su proyecto. Así, Rubén se sumó al elenco de la película Teatro de Guerra y la obra de teatro Campo Minado, compartiendo escenario con veteranos de ambos bandos. Este encuentro demostró que, a pesar de las diferencias y el dolor compartido, la empatía y el entendimiento pueden surgir de las experiencias más difíciles. Esa experiencia lo llevó a recorrer el mundo y llevar el legado y el recuerdo de todo lo que había pasado en la guerra.
Ahora Rubén Otero estrenó su propia obra de teatro titulada Seguir a Flote. En ella, fusiona emoción, reflexión y dramatismo, exponiendo su sábana de bienvenida del barrio como un símbolo de la importancia de las cosas simples en la vida. Su historia es un testimonio de resiliencia, de cómo el amor, el optimismo y el humor pueden ser los anclajes que nos mantienen a flote en los momentos más difíciles.
Infobae Cultura dialogó con el protagonista de esta increíble historia que se presenta todos los sábados a las 20 hs. en el Teatro Carlos Carella (Bartolomé Mitre 970, CABA).
—Antes de recibir la propuesta de Lola Arias para participar de Campo Minado, ¿cuál era tu relación con lo que viviste durante la Guerra de Malvinas?
—Siempre hablé del tema de Malvinas. Desde el primer día que llegué del hundimiento del Belgrano. Cuando llegué a mi casa, lo cuento en una obra, estuve hasta las dos de la mañana contándole a los que venían a verme todo lo que me había pasado.
—¿Qué chispa encendió la idea de contar tu propia historia en una obra de teatro?
—El tema de la convocatoria de Lola y después de haber hecho “Campo minado” fue algo que despertó mucho mi inquietud por poder hacer algo de esto. A finales del año 2021, en la Nochebuena precisamente del 2021, falleció el guitarrista de mi banda beatle Sergio Fernández. Al año siguiente, me llaman unos compañeros de él de la escuela y me dicen que van a tirar las cenizas de Sergio en el Colegio Episcopal, donde él hizo la secundaria y me propusieron que cante una canción de Sergio. Me junté con el bajista Diego Alcántara y preparamos “Qué raro todo esta” que es una canción que Sergio hizo en el 82 para los soldados que iban a las islas. Hablando con Diego, él prácticamente me lo propone y me dice por qué no hacemos una obra de tu vida. Anteriormente, tenía muchas intenciones de hacer algo, yo voy a dar muchas charlas a las escuelas y después de Campo Minado siempre tuve la idea pero no encontraba la forma. A partir de ese día empecé a escribir, borrar, poner, cambiar hasta que quedó lo que hoy es “Seguir a flote”.
—¿Qué cambió en vos haber participado en “Campo Minado”?
—Lo que cambió fue precisamente la imagen que nosotros teníamos de los veteranos ingleses. Cambia porque empezás a ver en el otro lo mismo que le pasó a uno. Ese mito que decían que ellos eran los profesionales y que digamos de alguna forma nos iban a pegar una cachetada, no fue así. Ellos al reconocer todo eso, y al darme cuenta de lo que eran ellos, me cambió mucho la perspectiva con respecto a ese odio y esa bronca que teníamos años atrás.
—¿Cómo fue la experiencia de sentarte y escribir tu historia?
—Soy muy meticuloso al momento de escribir. Trato de no repetir palabras, de explicar las cosas de una forma que sea entendible. Por eso quizás la misma frase la hago cuatro o cinco veces, cambiando un montón de cosas de lugar o poniendo otras palabras. Pero, fue muy divertido también porque encontraba que cada vez que iba escribiendo me iba encontrando con mi misma historia. A medida que íbamos ensayando con Diego, nos mirábamos los dos y veíamos que cada vez se iba transformando en algo más importante y se iba redondeando todo lo que íbamos haciendo.
—La música está muy presente en la obra, ¿por qué decidiste que sea tan musical?
—Diego impulsó mucho para que haya música y de a poco empezaron a entrar las canciones que conectaban con mi historia. Por ejemplo, para la conscripción, escribí un poema respecto al servicio militar. Está “Botas locas”, un tema clásico de Sui Generis, referido también al servicio militar. Después voy a la balsa y canto “La balsa”, de Los Gatos, con una letra adaptada mía. Está el tango “Volver” y como no podía faltar algunos temas de los Beatles, donde también los adapto un poco. En el medio, tenemos un dueto entre Diego y yo del tema del hundimiento del Belgrano. La verdad que es muy fundamental tener música no solamente en la obra, sino en la vida. Para mí la música siempre fue muy importante en mi vida. De chico, estaba todo el tiempo escuchando música nacional y siempre me atrapó. Apenas llegaba de la escuela, tocaba la batería de mi hermano, que tenía armada en la habitación. Todo eso fue muy lindo y me pareció bueno incluirlo en la obra, porque también es parte del mensaje: De que uno, cuando pasa por situaciones bastante difíciles en la vida, hay que dar el tiempo y la oportunidad para que cuando vengan las cosas buenas, tratar de aprovecharlas y no darse por vencido.
—¿Qué parte de tu vida te emociona más al subirse al escenario?
—Hay varias partes en la obra que me emocionan. Trato de no meterme muy en el tema, porque muchas veces se me hace difícil seguir hablando. Te puedo decir el abrazo con el comandante cuando nos recibe en Ushuaia. El abrazo con mi viejo cuando estaba enfermo en la cama. El regreso a mi casa con mis vecinos que me estaban.
—¿Cómo fue esa vuelta?
—Cuando llegué a mi casa estaban todos los vecinos de la cuadra esperándome, habían puesto banderas argentinas, hasta luces por si llegaba de noche. En aquel momento la comunicación era muy escasa, yo avisé que venía para Buenos Aires, de Puerto Belgrano, un jueves a la mañana, por teléfono. Les dije que cuando terminamos de hacernos los documentos salimos para allá, pero no sabía cuanto íbamos a tardar y salimos el jueves a la noche. Llegué a Buenos Aires el viernes a la mañana y los vecinos se habían quedado toda la noche esperándome, tocando la guitarra, tomando mate en la calle, con una sábana con una pintada que decía Bienvenido Rubencito, nuestro héroe del General Belgrano.
—Una de las partes más emocionantes de la obra es cuando representás con el público los momentos en la balsa esperando ser rescatado. ¿Cómo es revivir eso?
—Cuando supe que el 16 de abril íbamos a zarpar de Puerto Belgrano con el crucero, me escapé diciendo que iba a Punta Alta, que es la ciudad contigua a Puerto Belgrano, porque tenía una familia amiga allá. Pero me escapé, hice dedo y me vine en un micro como pude a Buenos Aires. Solamente para ver a mi familia un par de horas y decirles que se queden tranquilos, que no iba a pasar nada porque el crucero era un buque viejo, que no íbamos a entrar en combate. Tenía que tratar de dejarle la mayor tranquilidad posible, más a mi papá que estaba enfermo. Le dije que cualquier cosa que pase algo, yo me pongo el salvavidas, me tiro en una balsa y espero que me vengan a rescatar. Siempre tomé todo con una simpleza. Después pasan los años y uno quizás va tomando más conciencia que no era tan simple. Lo que fue increíble es que pasó todo como lo dije antes de embarcar y zarpar de Puerto Belgrano. Sin saberlo, ya lo tenía en la mente que era lo qué tenía que hacer si pasaba lo que no quería que pasara. Cuando me toca interpretar el momento en que estoy en la balsa, uno vuelve a ese momento, pero con la tranquilidad y la paz que el escenario te da, que es muy diferente a aquel momento de olas, frío, congelamiento e incertidumbre. Uno cuando lo va reviviendo es lógico que vuelve a aquel momento a la mente.
—¿Cómo vivió tu familia esos momentos de incertidumbre?
—Mi mamá decía que ese buque no era en el que estaba yo. No lo podía aceptar. Hacía cinco meses que estaba en el Belgrano y esa negación existió. De todos modos, tuvimos mucha suerte porque apenas fuimos rescatados esa misma tarde, ya en Puerto Belgrano había salido mi nombre en una de las listas de rescatados y una familia amiga se acercó hasta ahí y apenas lo vio, se comunicó con mis padres. Esa tranquilidad era momentánea, porque también podía haber equivocaciones. Hasta que se certificó cuando llegué a Puerto Belgrano y me permitieron hacer una llamada. Cuando escuchó mi voz fue otro tipo de tranquilidad.
—¿Qué le dirías a ese Rubén que estuvo a punto de decirle que no a Lola Arias el proyecto de Campo Minado?
—Le diría que era medio tonto en ese momento. Por suerte Lola insistió. Me di la oportunidad de ver qué pasaba, porque en un principio no quería estar con los ingleses. Fue increíble poder ser parte de una obra de teatro, pero para mí lo más importante que tiene Campo Minado es la convivencia que logramos con los ingleses y el poder llevar la historia de Malvinas al mundo. Nosotros cantamos la marcha de las Malvinas en 19 países, en 36 ciudades y en lugares donde no tenían ni idea de lo que eran las Islas Malvinas. Para nosotros era una gran responsabilidad hacerlo, porque llevamos la historia no solamente de Malvinas, sino de todos nuestros compañeros que murieron, que son nuestros héroes y es una forma de reivindicar la memoria de ellos, no solamente acá en Argentina, sino en el mundo. Muchos nos decían que no tenían ni idea de que hubo una guerra entre Argentina e Inglaterra por unas islas que están en Argentina. Muy sorprendidos estaban. Se sentían interpelados por la guerra en sí, por lo que significa que tu país está en guerra. El tema de Malvinas era una noticia que no la conocían, pero la guerra sí la conocían. Tocar los temas de la guerra, a la gente le impacta un montón.
—¿Cómo viviste las primeras funciones de “Seguir a flote”?
—A pesar de uno estar ya acostumbrado de alguna forma a recibir muchas cosas del público con Campo Minado, acá estoy solo, es mi historia, no es la historia de todos. Por ejemplo, vino a verme el capitán de mi balsa, el teniente Morris. Cuando lo vi afuera, me agarró una gran alegría y algo de bronca al mismo tiempo porque hubiese querido que subiera a la balsa conmigo. Terminamos a los abrazos casi con lágrimas, por supuesto, porque me emocioné mucho al verlo, igual que a mis compañeros, los que vinieron también los compañeros del Belgrano. Tener a ellos cerca mirando esto y después que ellos se emocionen con lo que yo cuento, para mí es el mejor premio que puedo llegar a tener.
*“Seguir a flote” se presenta todos los sábados a las 20 hs. en el Teatro Carlos Carella (Bartolomé Mitre 970, C.A.B.A.). Las entradas se adquieren en la sala o a través del sistema Plateanet.