“The Gold”, el metal precioso del delito

La miniserie relata uno de los golpes más grandes de la historia en el Reino Unido y sobre todo, la trama delictiva puesta en marcha para transformar el oro robado en dinero contante y sonante

Trailer de "El oro", serie inspirada en los acontecimientos de la vida real que tuvieron lugar el 26 de noviembre de 1983 en las afueras de Londres

Seguramente, recordarán el mito del Rey Midas. Monarca de Frigia, una nación próspera. Una noche encontró a Sileno (compañero del dios Dionisio), quien se había quedado dormido en el jardín de su palacio, y le ofreció quedarse a pasar la noche allí. Agradecido por la hospitalidad de Midas hacia su compañero, Dionisio le ofreció concederle un deseo. Midas pensó. Pensó desde la más profunda ambición. Pidió que todo lo que tocara se convirtiera en oro. Dionisio concedió el deseo.

Y el deseo funcionó. Tocaba jarros, ¡pin!, de oro. Tocaba flores, ¡pin!, de oro. Tomaba un vaso de agua para beber, ¡pin!, de oro. Una fruta para saciar su hambre, ¡pin! de oro. Su hija corría a abrazarlo, ¡pin!, de oro.

Mientras Midas construía una fortuna incalculable, también iba construyendo el tamaño de su tragedia. Famélico, a punto de morir y luego de haber matado a su propia hija (o haberla convertido en un metal precioso, pero sin vida, como se prefiera) pidió a Dionisio que le quitara ese deseo convertido en maldición. Dionisio le dijo que se bañara en un río. Fue limpiado, su encantamiento desapareció, siguió viviendo, etcétera. Desde entonces, cuatro mil años antes de Cristo, se sabe entonces el peligro que encierra el refulgente y bello metal del oro.

"El oro" es un drama británico basado en hechos reales (Foto: Paramount+)

Quién sabe si los ladrones que atracaron el 26 de noviembre de 1983 el depósito Brink’s-Mat cerca del aeropuerto de Heathrow, en Londres, Gran Bretaña, conocían la historia del Rey Midas. Lo que sí es cierto es que a partir de ese día sus vidas y las del negocio del oro en Inglaterra habrían de cambiar. Se podría decir que se trató de un evento afortunado. Pero solamente si se acepta que la diosa Fortuna preside una rueda en la que su estrato más bajo, está la perdición.

Bien: los ladrones pensaron que iban a encontrarse con un cargamento de millones de pesetas españoles (mucho antes de la aparición del Euro, durante el gobierno de Margaret Thatcher), equivalentes a 1 millón de libras. Pero no: se toparon con 3 mil kilos de oro 24 kilates de la máxima pureza en la forma de lingotes. Además de diamantes puros, platino y otros enseres. Algo así como 120 millones de dólares al día de hoy. Nada mal para una jornada delictiva.

La miniserie The Gold (El oro), que se estrenó el 17 de septiembre por Paramount+ (coproducida con la BBC) recrea el devenir de una intrincada red criminal construida para lavar el dinero de semejante cantidad de oro, a la vez que distribuirlo en otras formas que las de lingotes puros y con sello. Por otro lado, semejante operación —por su tamaño— debía necesariamente juntar a clases sociales que el clasismo recalcitrante en la Inglaterra de esos tiempos (que se iba transformando al son de la llegada de los nuevos ricos del liberalismo thatcheriano, nuevos ricos que también habían pertenecido al hampa, pero que ahora tendrían un respetable rol social) antes no hubiera permitido. Mientras tanto, un escuadrón especial de investigadores policiales comenzaba a organizar la caza de los delincuentes. Una tarea de pasión, razón y secretismo.

La serie de 6 episodios revive el robo más grande en la historia del Reino Unido (Foto: Paramount+)

En el laberíntico mapa de personajes que se dan cita en la miniserie, comenzaremos por el lugar de concentración de mayor delincuencia, es decir, la policía. En realidad, comenzaremos por el escuadrón especial formado para la cacería que debe resguardarse en el silencio y el secreto de sus agentes, ya que cualquier dato revelado a la policía, en cualquiera de sus departamentos, llegaría al crimen organizado para impedir la persecución de los ladrones dorados.

Al mando del jefe Bryan Boyce (Hugh Bonneville, conocido en la Argentina por su rol en Downton Abbey) y una serie de detectives elegidos personalmente por él, comienza una investigación que los lleva no sólo a merodear los barrios bajos del hampa (o South London, como se especifica en la narración), sino a adentrarse tanto en el mundo de los así llamados “emprendedores”, nuevos ricos con ansias de subir de escalafón en el rígido sistema de clases británico y conocer las subtramas del negocio del oro, un asunto realmente fascinante. Los dos detectives que guían la trama, además de Boyce, son la vivaz Nicki Jennings (una muy buena Charlotte Spencer), hija ella misma de un conocido delincuente ya anciano, y Tony Brightwell (Emun Elliot), que actúan en tándem.

Pero el oro, ¿dónde está?

Bueno, luego de la sorpresa de los atracadores (y la felicidad consiguiente, claro), lo primero que hacen es buscar cómo no tener semejante cantidad con ellos y buscar la ayuda de expertos. Lo bien que hacen, porque son prontamente descubiertos y encarcelados. El líder del grupo, aún detrás de las rejas, continuará guiando la acción, papel a cargo del carismático Micky McAvoy (Adam Nagaitis, el bombero contaminado en Chernobyl). El experto es un ambicioso, inteligente, soberbio y canchero Kenneth Noye (Jack Lowden), el ideólogo de todo el plan, además de eficiente relacionador social con policías corruptos y gente de la alta sociedad.

Por ejemplo, así conoce a Edwyn Cooper (Dominic Cooper), abogado masón a la vez que casado con una fría miembro de la aristocracia, que no sospecha de los negocios del marido. Cooper pondrá el frío dinero y sus relaciones con bancos en Suiza para el lavado del dinero, mientras que John Palmer (Tom Cullen) brindará la mano de obra en la fundición en su casa, donde contaminará los puros lingotes del asalto con más joyas para introducir luego el oro al mercado. Gordon Parry (Sean Harris) es el gris hombre que digitará la operación criminal y el resguardo de los peligros con elegante mano dura (bien podría ser un personaje de El padrino).

En seis capítulos, The gold muestra pedagógicamente cómo hacer para adentrarse en una aventura criminal emocionante —con una banda sonora espectacular que incluye a los Rolling Stones, Depeche Mode, Erasure y, claro, el post punk de Joy Division—.

Esta producción aborda los oscuros caminos del crimen y la corrupción (Foto: Paramount+)

Si bien es cierto que a veces se torna repetitiva al remarcar el sistema de clases que regía el orden social hasta el thatcherismo (no porque se haya diluido, pero sí porque a partir de esa época el estamento de los nuevos ricos comenzó a introducirse en los antiguamente cerrados salones de la aristocracia británica), tal vez sea necesario para que el espectador configure ese sistema que muestra la persistencia de aquello viejo que no acaba de morir: la aristocracia, la realeza, el Ancien Régime que aún hoy sigue dando vueltas por aquella isla.

La ambientación en los tempranos y mediados ochenta de la Inglaterra de Margaret Thatcher, los viejos barrios obreros, los autos de la época, los salones y escuelas de la aristocracia e incluso los círculos masones (“nacimos antes que la Policía Metropolitana, somos más fuertes que ellos”, dice el personaje de un ¡policía masón!) y la posibilidad, incluso, de aprender el misterioso saludo de manos de la logia masónica, le agregan atractivo a la serie. Por otro lado, que la ficción esté basada en hechos reales es un aliciente que atrapa hasta el final para conocer el destino de la historia que tuvo consecuencias hasta hoy: se dice que en la actual Gran Bretaña no hay collarcito de oro o anillos de casamiento que no tenga un poco del oro robado en 1983.

Sin embargo, para quien escribe, la mayor seducción que ejerce la miniserie sobre el espectador es el dilema en donde lo sitúa: está todo tan podrido en la policía y hay tanto código que se mantiene en el mundo del crimen, que quien no desearía ver a los villanos triunfar. Bueno, mirenla. La respuesta los sorprenderá.

*“El oro” (The Gold) se puede ver en la plataforma Paramount+.